Teseo miraba una joven tan peculiar, no era diferente a la otra chica, pero había una chispa en ella, que hace que su interés se volviera cada vez más fuerte. La primera vez, que la vio, fue en el carruaje de su familia sus ojos lo habían atrapado de todas las maneras posibles, la segunda vez; en el parque. Su encantadora sonrisa había sido motivo de admiración; tan dulce y angelical. Que la hacía ver con una niña en plenas primavera, y ahora en la tienda de joyas nueva.
―Hijas mías, les presento a la dama Marina Visirtán y su hijo Teseo Visirtán― señalo a cada uno. ― ella es la señorita Samanta Márquez. Ellas son mis hijas, Dulce Darcis, mi primera hija hembra, Ela Esmeralda Darcis; mi última hija y aún falta mi hijo Eros Darcis, el mayor de todos tres. ― presento a sus hijas.
Cada una hizo una reverencia con respeto, los ojos de Teseo no se apartaban de Ela, algo que Samanta noto, la molesto; con indiferencia miro las joyas; con poco interés, solo una esmérala le llamo la atención, era una esmeralda en forma de copo de nieve, tenía un juego muy hermoso, pero le faltaba algunos detalles para terminarlo. Era el regalo sorpresa de su padre a Ela ya que se aproximaba su cumpleaños; Dulce al mirar la joya la guardo para que Ela no se percatara de el estuche.
―Es muy hermosa, el juego de joya que tiene la Señorita Dulce. ― la sonrisa de Samanta.
―Sí, es muy hermosa, pero aún no está terminada. ― le devolvió la sonrisa con dulzura. ― si me permite, tengo galleta y jugo, ¿Les gustaría comer algo?
―Por favor, me encantaría. ― la voz de Marina intervino en lo que Samanta iba a decir. Mirando a Samanta.
Dulce se adentró en la teniendo como si fuera en su casa, tranquilamente, primero entro al despacho de su padre para esconder el juego de joya de esmeralda, para después entra a la pequeña cafetería que tenía por los bocadillos recién hechos por una de las acompañantes. En la sala se encontraba un ambiente tenso por la irritación que presentaba Samanta al ver como el príncipe que en ese momento vestía como alguien de familia rica, no apartaba de la alegre Ela que conversaba con Marina alegremente de los libros que estaba en la biblioteca pública.
― ¿Cuánto tiempo piensa seguir viéndola? ― pregunto Samanta con rabia corriendo por el susurro.
― ¿Te siente amenazado? ― la pregunta del caballero desconcertó a Samanta, pues no era la primera vez ni la última vez que hacia lo que él quisiera y mucho menos mirar a otras mujeres.
―Por supuesto que no, ella no se compara conmigo. ― respondió con arrogancia.
―Entonces, aguanta tus celos― la mirada irritante de Teseo hizo claro que no estaba de humor.
Teseo camino hasta el señor Darcis, mirando las obras de arte que tenía para ver. Miro una en particular, era un amuleto de oro en forma de un dragón y sus ojos de un violeta rojo intenso.
―Me llevo este― le dijo al señor Darcis, el cual quedo contento al ver que quedaba con él.
―Joven, usted si sabe lo que va con usted. ― le sonrió con calidez.
La puesta se abrió entrando Eros Darcis con un niño en las manos, las damas pegaron una exclamación al ver el niño en un estado deplorable. La mirada de Eros era de indignación y de ira.
―Dios, ¿Qué la paso? ― la primera en pregunto fue Ela con su voz preocupada se acercó a su hermano, tomando al niño en su brazo para revisarlo.
―Su padre lo estaba golpeado en toda la calle, mientras lo vendía a un precio exorbitante, ese hijo... ― se contuvo para no lanza una blasfemia para que su padre no lo regañara por decir eso delate de su hermana. ― lo he comprado y tiene más niños en ese estado o peor.
―Dm...― la voz del niño hizo callar a todos los presentes atrayendo su atención a él. Abriendo los ojos Milán se encontró con tantas personas que el corazón se aceleró e intento salir de los reconfórtate brazos de Ela. ―Po... Por favor. no.
―Tranquilo nada malo te va a pasar. ― la dulce sonrisa de Ela tranquilizo a Milán. ― ¿Cómo te llamas?
―Milán, Milán Salmon. ― respondió un poco adolorido.
Ela le sonrió mientras pasaba su mano por la cabeza. El pequeño cuerpo de Milán se fue relajando y todos lo moretones fueron desapareciendo y sus heridas sanaron como arte de magia. Los ojos de Marina se fueron abriendo con sorpresa al ver uno de los dones de Ela.
―Ahora eres parte de la familia Darcis, Milán; ya no eres Salmon― las palabras del señor Darcis, tomo por sorpresa a Teseo. ― Serás mi hijo menor. ¿Te parece bien?
―Seremos hermanos ― La voz de Dulces, fue alegría para Milán, que entro al escucho el alborota de su hermano. Le trajo la bandeja llena de dulce y bocadillos acompañado de jugo de naranja para el calor. ― Te enseñare a leer, jugaremos y pasaremos juntos.
― ¿Por qué hace esto? ― la desconfianza que transmitía Milán, era justificada.
―Por qué mereces los mejor, una familia que te quiera, una infancia feliz. ― respondió Eros con una sonrisa.
―Aunque nuestra familia no está completa, somos una familia llena de amor. ― las palabras de Ela hizo estremezo a Marina. ―Esperamos que nos aceptes y no deje brindarte una hogar sano y amoroso.
Mariana se acercó al señor Darcis que no dejaba de sonreír con orgullos de sus hijos, notando el brillo de sus ojos al ver al niño. No pudo negar que se sentía alegre de ver lo que estaba pensando, todas las preocupaciones que tuvo en el pasado, una vez; que su esposa se fue y tuvo que criar el solo a dos niños y un bebe recién nacida. Dio sus frutos cada día de su existencia, cada momento valió la pena, con tristeza ajena miro al techo dando las gracias a su esposa por dejarle eso maravillosos regalos. Lo hicieron ser más fuerte cada día de su vida.
― ¿Dando las gracias? ― le pregunto con una sonrisa― yo lo hago todos los días la ver a mi hijo... después de la muerte de mi padre, no hubo otro hombre que le enseñara así que tuve que ser madre y padre. Fue difícil, la preocupaciones, las enfermedades etc. Pero verlo crecer y ser el hombre que es ahora, hace que valga la pena.
―Es una fuerza... constante. ― sonrió con confidencia.
― ¿Está seguro de la decisión que tomo? ― pregunto con cautela mirando al niño que estaba devorando los aperitivos.
―Muy seguro, Dama; será una nueva aventura con mis hijos.