Skyscraper © - Parte III
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Capítulo 3 VALET

El vivir con Nathaniel las últimas semanas había sido muy diferente a como había imaginado que sería. Cumplió con la promesa de que tendría mi espacio, aquello en un principio me pareció perfecto, pero comencé a desesperarme y ponerme ansiosa por ese espacio. En ocasiones sentía que iba explotar. Aquella relación que teníamos se podría decir que se había mantenido de la misma manera, aunque por supuesto la confianza había subido bastante de nivel.

Siempre pensé que jamás podría vivir con alguien con quien tuviese alguna especie de relación. Pensaba que aquello era un gran paso. Resultaba que Nate había cambiado esa idea al parecer en cuestión de pocos días de haber venido aquí. Nuestro caso era totalmente diferente, si había estado quedándome en su apartamento era por el accidente, aparte que dormíamos en habitaciones diferentes. Nathaniel se había ocupado de que tuviese la mejor de las comodidades ahí, realmente no podía quejarme de la atención que me había brindado.

Pero había una cosa.

Estábamos juntos, pero al mismo tiempo tenía la sensación de que no lo parecía. El imaginar que viviría con Nathaniel por un tiempo me hizo pensar que nuestra relación iba a avanzar con más fluidez, pero había algo raro en él. No me tocaba, siquiera se quedaba dormido a mi lado cuando por las noches veíamos algo en Netflix y me quedaba dormida entre sus brazos. Por las mañanas al despertar o en medio de la noche, él no estaba a mi lado. En ocasiones lo había atrapado junto al piano en la madrugada, simplemente sentado y tomando algo, con la mente quién sabe dónde. Comencé a preocuparme.

¿Ya no quería que estuviera ahí? Quizá se había arrepentido. Todo tipo de ideas comenzaron a amontonarse en mi cabeza.

Cada que nos besábamos y subíamos de nivel, él se detenía. Muchas veces quise golpearlo y pedirle que no parara, que siguiera. Pero las palabras no salían de mi boca y no sabía si era por miedo a lo que él pudiese decir o porque temía a lo que podría llegar si no se detenía. Luego la segunda opción la descartaba por completo porque entre más lo sentía cerca de mí, más lo deseaba. Comenzaba a volverse una tortura el que simplemente me besara.

Era más que evidente la tensión y el deseo que había entre nosotros cuando me besaba, cuando yo lo besaba, cuando nos besábamos. No entendía la razón del por qué siempre se detenía.

¿Sería por el yeso? Sería estúpido si fuera solamente por eso. Llegué a pensar que era ello, pero después de que me quitaron el yeso de la pierna y podía caminar por mí misma, descarté esa opción, temiendo que fuera la opción de que no me deseara lo suficiente.

Esta noche había ido a trabajar. ¿A dónde? No lo sabía. Eso también me tenía carcomiendo los nervios y poniéndome tensa. Siempre que volvía del trabajo yo estaba dormida. Mis nervios se habían elevado tanto que el insomnio se hizo presente sin dejarme dormir.

Estaba junto a los ventanales, sentada sobre el banco del piano mirando los rascacielos cuando lo escuché llegar. Eran las doce de la madrugada. Las luces en el apartamento estaban apagadas y la estancia estaba iluminada solamente por los grandes edificios que yacían iluminados por las luces de las ventanas y su alrededor.

-Hey, ¿qué haces despierta? -escuché detrás de mí y giré mi rostro para mirarlo.

Había llegado. ¿De dónde? No lo sé.

-No puedo dormir -le dije haciendo una mueca después volviendo a mirar los rascacielos a través de las grandes ventanas.

-No traes la férula puesta -dijo acercándose a mí mirando mi pierna desnuda.

-Me incomoda usarla -me encogí de hombros mirando esta y después de nuevo al ventanal frente a mí.

-Sabes que debes usarla hasta cuando duermes -se quitó el saco que llevaba puesto y lo dejó sobre una de las sillas del comedor.

Hice todo lo posible por no mirarle embobada. Iba de traje y me encantaba como se miraba así. Se veía tan guapo, con los primeros botones de la camisa desabrochados dejando ver apenas un espacio en su pecho.

-No me siento cómoda -ignoré su comentario evitando mirarlo.

Se acercó a mí sentándose a la par mía mirándome. Le ignoré. Tomó mi mano llevándola a su boca dejando un beso ahí. Me derretía ese gesto, pero tenía que mantener la compostura.

-¿Fue una buena semana en la universidad? -dijo acomodando un mechón de cabello detrás de mi oreja mientras se inclinaba para poder mirarme mejor.

Gracias al cielo había vuelto a la universidad hace semanas. Me había acostumbrado a usar las muletas después de las primeras semanas estando aquí, logré convencer a Nathaniel de que me llevara la semana pasada y esta. Ahora podía estar sin ellas y simplemente la férula. Incluso yo me sorprendía de lo rápido que había mejorado después del accidente.

-Bien, normal -solté un suspiro relamiendo mis labios-. ¿Y a ti cómo te fue en el trabajo?

-Normal, como siempre -dijo como si no quisiese darle importancia y cambiar de tema-. ¿Cenaste?

-Sí -contesté seca y sentí su brazo rodear mi cintura atrayéndome hacia él.

Me tomó del mentón con delicadeza impidiendo que siguiera mirando hacia el gran ventanal y esta vez lo mirara a él.

-¿Qué tienes? -me preguntó con el ceño ligeramente fruncido.

-¿Quieres que me siga quedando aquí? -pregunté sin más y su entrecejo se frunció más.

-Sabes que sí.

-No, no lo sé -solté bruscamente y este me miró confundido-. Me quitaron el yeso, puedo ya caminar por mí misma y hacer todo lo demás, podría irme sin ningún problema.

-Sinceramente preferiría que te quedaras -apretó los labios mientras su mano se deslizaba por mi mandíbula y nuca acariciando ahí.

-No hagas eso -le dije frunciendo el ceño y apartando su mano de aquella zona-. Me desconcentra.

Alzó una ceja de manera coqueta y sonrió de lado.

-Ya he encontrado un punto débil, entonces -dijo orgulloso volviendo a acomodar mi cabello detrás de la oreja.

-¿Podemos hablar en serio? -le dije seria y entonces me miró fijo.

-Bien, hablemos. ¿De qué quieres hablar, preciosa? -me dijo mientras con sus manos en mi cintura me giraba en aquel banco hasta tenerme por completo frente a él. Él se giró igual quedando con sus piernas una de cada lado en el banco.

-Estos días te he notado raro -solté sin pensar mientras este tomaba mis manos jugando con estas, acariciándolas delicadamente-. Estás tenso, distraído, incluso llego a pensar que siquiera disfrutas tu trabajo y no te voy a mentir que me sigue matando la curiosidad por saber qué es lo que haces porque sé que no eres stripper y...

Sonrió haciendo que me detuviera por unos segundos.

-¿De verdad pensabas que era stripper? -preguntó entrelazando ambas de sus manos con las mías.

-No -dije y después bufé-. Bueno, no sé. Es decir, ¿por qué simplemente no me confiesas la verdad y listo? Se supone que debes de tenerme confianza.

-La tengo.

-¿Entonces?

Hizo una mueca mirando hacia otro lado por unos segundos.

-Es complicado, Val -dijo subiendo una de sus manos a mi mejilla acariciando esta con la yema de su pulgar-. No lo entenderías.

-Explícame, entonces -le pedí mirándole a los ojos-. Quiero ayudarte.

-No puedes, Val -rió sin ganas.

Me quedé callada. Lo miré por unos segundos y asentí. Me aparté de él con cuidado levantándome del banco después queriendo alejarme de ahí e ir a la habitación, pero sentí su mano jalarme suavemente del brazo. Seguía sentado mientras me miraba, pidiéndome que me quedara con la mirada.

-Ven -me pidió y escucharlo decir eso me hizo casi convencerme de que debía de hacerlo.

Cuando notó que no lo haría él se levantó colocándose frente a mí. Me tomó del mentón con delicadeza y juntó su frente con la mía. Su colonia invadió mis sentidos y cerré los ojos por instinto dejándome sumergir en su aroma. Me acarició la mandíbula y mentón con los nudillos de su mano y después rozó su nariz con la mía.

-El que estés aquí me ayuda más de lo que piensas, preciosa -susurró cerca de mi boca.

¿Así de fácil podía convencerme y olvidar todo lo demás?

Se inclinó y me besó. Tardé segundos en reaccionar, pero cuando lo hice este me pegó a su cuerpo jalándome de la cintura. Olía a loción cara y a cigarrillo, me pregunté a dónde habría ido entonces porque que yo supiera él no fumaba.

Mis manos fueron a su nuca aferrándome a él acariciando su cabello oscuro, enredando este entre mis dedos lentamente. Me acarició la cintura apretándola suavemente después colando apenas sus dedos por debajo de la blusa de la pijama que llevaba puesta. Me estremecí por lo fríos que estaban y sentí mi piel erizarse.

-¿Tienes frío? -me pregunto sobre mi boca rompiendo el beso pero rozando nuestros labios.

-No -dije tratando de no soltar un quejido de por medio cuando se separó.

-¿Segura? -preguntó besándome la mandíbula y después la curva del cuello.

Me fue imposible no estremecerme por eso, era imposible cuando lo hacía.

-Sí -fue inevitable no soltar un suspiro.

Se separó y me miró acariciándome la mejilla.

-Ya es tarde -susurró relamiendo sus labios.

-Es viernes -dije de inmediato pero aquella excusa para que siguiera, no funcionó ni un poco.

-Pensaba que mañana podríamos ir a desayunar -repuso mirándome y asentí-. Voy a la habitación a hacer unas cosas del trabajo, ¿irás ya a dormir o te quedarás aquí?

Me quedé callada. ¿En serio ya se iba a su habitación? ¿Eso iba a ser todo? Miré hacia otro lado apretando los labios. No quería hablarle. De repente me sentí enojada y furiosa, quería gritarle porque seguía con la misma duda que tenía hace minutos antes de que él llegara. Tenía dudas de todo y eso no iba conmigo, él lo sabía.

-Te veo en la mañana entonces, para ir a desayunar. Descansa, preciosa -dejó un beso en mi mejilla y después se alejó yéndose de ahí.

Pero no aguanté, me giré sobre mis talones mirando como tomaba su saco de la silla e iba en dirección al pasillo que llevaba a su habitación. No iba a permitir que se fuera, no sin antes escuchar todo lo que tenía que decirle.

-Estoy harta -le dije y este se detuvo, se giró confundido mirándome fijamente sin entender-. No entiendo absolutamente nada de lo que estamos haciendo. No entiendo qué se supone que tenemos. No me tienes confianza, siento que siquiera me quieres tener aquí, pero cuando te digo que podría irme me dices que prefieres que me quede. No sé qué te pasa, porque desde hace días por la madrugada te encuentro aquí junto al piano tomando alguna bebida alcohólica, pensando en no sé que carajos, pero sé que te tiene con la mente en otra parte que no es aquí. Quiero ayudarte y no me dejas.

-Valet -comenzó a decir, pero no lo dejé seguir.

-Siquiera duermes conmigo en la cama, sé que me dijiste que me darías mi espacio, pero creo que hay un límite sobre todo si me dices que soy tu chica. Cada vez que despierto tú no estás conmigo. Cuando me besas y comenzamos a subir el volumen, te detienes. Parece que te da miedo siquiera tocarme y detesto eso porque te juro que me muero por que lo hagas y que me toques como si no fuera un maldito cristal que puede romperse fácilmente. No lo soy, Nathaniel. Si no me quieres aquí y no me deseas entonces dime que me vaya. Porque te juro que es una total tortura cada que me besas y de pronto te detienes, como si no estuviese bien lo que estuviésemos haciendo. Quiero que me beses y me toques de la manera en que creí que querías hacerlo en un tiempo, sin miedo a nada y sin dudas, ¿acaso no te das cuenta de que te deseo?

-Val, para -trató de interrumpirme, pero di unos cuantos pasos hacia su dirección.

-Sé que me deseas, sé que lo haces y no me lo puedes negar porque me lo demostraste cuando me besaste en mi apartamento hace tiempo. Siempre buscas la manera de siquiera tocarme un poco, aunque sea un roce y yo ya estoy muriendo por que vayas más allá. ¿Por qué te detienes entonces? ¿Qué te detiene? ¿Eso cambió? -sin darme cuenta poco a poco había alzado un poco la voz.

-No sabes lo que estás diciendo, Valet -dijo mirándome serio.

-Sé perfectamente lo que estoy diciendo. Quizá pienses que esto es rápido, pero por favor, mira todo lo que ha pasado en estos casi tres meses, Nathaniel. Me has hecho sentir más de lo que cualquier otro chico ha hecho en mucho más tiempo de lo que tú me has tenido para ti, ¿qué esperas entonces?

Estaba enojada pero el sacar todo eso fue como sacarme un peso de encima. Nathaniel me miraba serio, apretando la mandíbula y no sé si había metido la pata o no. Apreté los labios ya sin saber nada más que decir. Quizá había dicho más de lo que debía de decir, porque Nathaniel parecía simplemente quedarse ahí mirándome a fijamente analizando cada una de mis palabras.

Me giré pensando que nada más saldría de nuestras bocas. Quise caminar hasta la que se había convertido mi habitación, pero entonces sentí su mano tomarme de la cintura colocándome contra la pared estampando su boca en la mía. Me sorprendí por un momento, pero segundos después le correspondí el beso que había empezado a ser desesperado y ansioso. Mi mano fue a su mejilla acariciando esta mientras sus manos se encontraban una en mi nuca y la otra en mi cintura apretándome contra la pared.

-No tienes ni puta idea de lo que acabas de decir -murmuró con voz ronca sobre mi boca entre el beso. Quise hablar, pero entonces sentí sus manos tomarme por los muslos alzándome en sus brazos apoyándome en la pared-. No tienes idea de todo lo que pasa por mi cabeza cada vez que te beso, Valet.

Pegó sus caderas a las mías justo en la pelvis y casi jadeo por aquella presión, pero su boca me lo impidió besándome de nuevo como si estuviese hambriento, metiéndome la lengua a la boca haciendo que soltara un suspiro por las maravillas que hacía con ella. Pareciese que de un momento a otro se había transformado y no sabía si aquello me asustaba o me gustaba porque de verdad lo deseaba.

Mis manos se aferraron detrás de su cabeza justo sobre su nuca sosteniéndome mientras me besaba cada vez con más hambre. Justo cuando se separó de mi boca pensé que se detendría, que me bajaría de sus brazos y que se iría a su habitación como había dicho que haría antes. No lo hizo. Me miró apenas rozando su boca con la mía mientras me separaba de la pared y me llevaba al piano, me sentó ahí.

-Nate -dije porque de pronto temía a lo que estuviese pensando en decir. ¿Lo había hecho molestar?

Me besó de nuevo abriéndose paso entre mis piernas con su mano sobre mi cintura acercándome a él y la otra en mi nuca manteniendo la presión que siempre emergía ahí para que el beso fuera más intenso. Si antes nos habíamos besado con un nivel subido de tono, este definitivamente estaba rompiendo el récord de todas esas demás veces. Bajó su mano desde mi nuca hasta mi cintura colando la mano lentamente, pero sin dudas debajo de mi blusa. Su tacto me hizo casi temblar porque a pesar de que antes me había tocado ahí, nunca lo había hecho de la manera en que estaba haciendo en ese momento.

-¿Estás consciente de todo lo que acabas de decir? -preguntó entre besos con la voz ronca-. Joder, Valet. Jamás había deseado tanto a una chica como te deseo a ti.

Escucharlo maldecir era algo que había notado que hacía solamente cuando estaba molesto, no supe si preocuparme o no en ese momento. Realmente estaba disfrutando de aquello, más que temer por el que estuviese molesto.

Con sus manos en mi cintura me atrajo lo suficiente hacia él presionando sus caderas en las mías para que sintiera su erección en mi pelvis, casi soltando un suspiro de lo bien que se sentía aquel simple roce. Mis manos se deslizaron por su abdomen y pecho, donde llegué hasta los botones de arriba queriendo comenzar a desabotonar el resto de estos pero sus manos fueron directamente a las mías apartándolas y colocándolas a cada par de mis muslos sobre el piano, dejándolas inmóviles sosteniéndolas con ambas de sus manos.

-He querido hacerte tantas cosas desde el momento en que te besé por primera vez -gruñó en mi boca aun besándome. ¿Por qué no lo hacía entonces? ¿Por qué no me hacía todas esas cosas que tanto ha querido hacerme? -. Lo hubiese hecho hace mucho de no saber que eres virgen -se separó de mí, tan sólo lo suficiente para poder mirarme a los ojos

Lo miré sorprendida y confundida. Pero, ¿cómo lo sabía? Nunca habíamos tenido una conversación sobre eso. Siquiera asomándose un poco el tema.

-Te preguntarás, ¿cómo lo sé? -se acercó a besarme de nuevo, mordiéndome el labio tirando de él hasta después soltarlo y rozar su boca con la mía en modo de provocación-. Cada poro de tu cuerpo me lo grita, preciosa. Cada movimiento que haces, cada palabra que sale de tu boca emana esa palabra.

Me ruboricé sin poder evitarlo sintiendo mis mejillas arder.

La palma de su mano se presionó contra mi pelvis por encima del short liberando una de mis manos y jadee sobre su boca mientras cerraba los ojos. Me besó mordisqueando mi labio y después jalándolo hacia él volviendo a besarme haciendo maravillas con su boca sobre la mía.

Sin darme cuenta una de sus manos ya se había colado por el borde del short de pijama que llevaba puesto. Me siguió besando después deslizando su boca por mi mandíbula y cuello, aquello sirvió para distraerme cuando su mano se metió por debajo de mis bragas tocando aquella zona con las yemas de sus dedos.

-¿Crees que no me he dado cuenta de las veces en que has tratado de provocarme? ¿Por qué crees que siempre me detengo? -preguntó en un tono que jamás había escuchado salir de su boca, me gustaba-. Porque las ganas de hacerte lo que cualquier otro chico jamás ha hecho me consumen y dudo que me sea imposible parar si sigo -se contestó a sí mismo mientras sus dedos se presionaban contra mí.

-Nunca he dicho que te detengas -logré decir con la voz entre cortada debido a la respiración agitada.

Jadee cuando su mano se adentró en aquella zona en la cual jamás nadie había hecho antes. Sus dedos me acariciaron lentamente ahí en ese punto débil que me hizo estremecer y soltar un gemido que después fue silenciado por su boca volviendo a besarme con deseo. Mi piel se erizó por el contacto frío de sus dedos ahí. Sentí uno de estos introducirse en mí y ahogué un gemido sobre su boca aferrando mi mano en su nuca queriendo atraerlo más a mí.

-Me haces enloquecer y desearte tanto -gruñó en mi boca después besándome el cuello hasta llegar a mis clavículas, chupando, besando, succionando y mordisqueando aquella zona.

Cuando sentí otro dedo penetrarme otro gemido salió desde mi garganta sin poder creer lo que estaba pasando en ese momento. Definitivamente no quería que parara, no iba a dejar que parara. Mi cuerpo estaba echando llamas y el de él también.

-Nate -gemí cuando comenzó a penetrarme con sus dedos, lentamente.

Lo sentí sonreír sobre mi piel mientras sus dedos hacían maravillas en aquella zona que no había dejado que ningún otro chico antes conociera. Quise mover mi otra mano pero seguía siendo prisionera de la suya y quise quejarme por ello.

-¿Quieres que pare? -me preguntó con voz ronca cerca de mi oído y negué de inmediato.

-No te detengas, por favor -pedí disfrutando de lo que sus dedos hacían haciéndome descubrir un nuevo placer que nunca había experimentado.

Dios, iba a terminar desmayándome ahí mismo. No sabía si aquello era buena señal o no de lo que estaba provocando en mí lo que hacía con sus dedos.

-No pienso detenerme esta vez, preciosa -me dijo al oído besando mi lóbulo-. Voy a hacer que te corras.

No podía estar más encendida que en aquel momento, escuchándolo decir aquello mientras sus dedos me penetraban de una manera que me enloquecía. Sentí su pulgar acariciar aquel punto sensible mientras seguía penetrándome y apreté los labios tratando de acallar los gemidos que podrían salir de mi boca.

-Dios... -susurré casi en un gemido bajo echando mi cabeza hacia atrás.

De pronto sentí una presión en mi vientre, acompañada de mis músculos tensarse y un temblor en mis piernas.

-Nate yo... -empecé sin saber qué decir con exactitud.

-Déjate llevar, Val, anda -me dijo soltando mi mano por fin y llevando su mano a mi mentón haciendo que lo mirara-. Mírame, quiero que me mires.

Abrí los ojos mirándole a los ojos con la respiración agitada, sin saber qué era lo que estaba a punto de pasar. Me quedé mirando sus ojos marrones los cual a la poca luz que había ahí parecían ser totalmente oscuros, no sabía si aquello era por la ausencia de luz en esa oscuridad o por el deseo que emanaba en ese momento. La presión en mi vientre se hacía cada vez más intensa y sentía mis músculos tensarse al mismo tiempo que la zona que acariciaba Nathaniel se volvía más sensible.

Luego lo sentí. Sentí que el placer invadió por completo mis sentidos haciéndome gemir cerrando los ojos sin poder evitarlo sintiendo mis piernas temblar. La boca de Nathaniel se presionó sobre la mía una vez más, esta vez el beso ya no era hambriento y necesitado, era lento y suave, totalmente diferente a como había sido hacía minutos atrás. Los dedos de Nate siguieron penetrándome lentamente hasta detenerse y sacar su mano de ahí.

Se separó de mí apenas, llevó dos de sus dedos a su boca chupando estos mientras me miraba a los ojos. Los dedos que habían entrado en mí y me habían acariciado. Sentí ruborizarme y temblar de nuevo aún con la respiración agitada.

-Que no se te vuelva a pasar por la cabeza que no te deseo, Tarzán -se acercó a mí besándome de nuevo. Se separó apenas sonriendo sobre mi boca mirando esta y después alzando la mirada a mis ojos-. Ya veo porque eres terca, a veces puede sacarte buenos resultados.

Nathaniel me había provocado mi primer orgasmo hacía menos dos minutos y ahora estaba bromeando con mi terquedad. No sabía si iba a desmayarme por lo agitada que aún seguía de lo intenso que había sido o por lo inesperada que había sido esa noche.

            
            

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