Bajé la mirada hasta esa zona donde un brazo me rodeaba abrazándome. El brazo de Nathaniel. Giré mi rostro apenas para poder mirarle. Estaba ahí, junto a mí en la cama, abrazándome mientras dormía. No se había ido como las noches anteriores desde que había comenzado a quedarme ahí. Recordé lo que había pasado la noche anterior, mis mejillas ardieron sin poder evitarlo ni creerlo.
Como pude traté de moverme sin despertarle, aún con su brazo alrededor de mi cintura, me giré para poder mirarle de frente. Su cabello estaba desordenado, algunos mechones oscuros caían sobre su frente, me encargué de lentamente acomodar estos sin despertarlo. Lo miré dormir, con las facciones totalmente relajadas. Su pecho subía y bajaba lentamente diciéndome que aún estaba profundamente dormido. Lucía muy guapo de aquella manera, en realidad siempre, pero en ese momento fue diferente verlo en un estado tan tranquilo. En paz.
Mis dedos subieron a la fina línea de su mandíbula acariciando esta con las yemas y después yendo a sus labios delineando estos con sutileza sin querer despertarlo.
Me giré de nuevo con cuidado, tratando de incorporarme un poco sobre la cama para poder levantarme. Tomé su brazo con delicadeza queriendo apartarlo lentamente para liberarme de su agarre, pero cuando traté de hacerlo su brazo se aferró y me jaló hacia su cuerpo.
-¿A dónde vas, Tarzán? -susurró con voz ronca mientras su brazo se resistía a soltarme.
-Estaba por escapar -vacilé sonriendo mientras lo miraba, aún seguía con los ojos cerrados.
-Va a ser un trabajo muy difícil -dijo apenas sonriendo perezoso.
Me hizo volver a recostarme a su lado mientras me apretaba contra su cuerpo y hundía su rostro en el hueco de mi cuello, provocándome un cosquilleo con su respiración.
-¿Recuerdas que te dije que podíamos ir a desayunar? -dijo contra mi cuello con la voz ronca y perezosa.
-Lo recuerdo -contesté mientras lo abrazaba por el cuello y le acariciaba el pelo.
-¿Hay posibilidad de que nos quedemos y mejor prepare el desayuno aquí? -sus dedos me acariciaron con delicadeza la piel de la cintura por debajo de la blusa.
-Sólo si me dejas ayudarte -sonreí y lo sentí alejarse lo suficiente para mirarme con los ojos ligeramente abiertos, aún acostumbrándose a la luz del día.
-¿Quieres quemar la cocina, preciosa? -dijo frunciendo el cejo ligeramente.
Lo fulminé con la mirad colocando mis manos sobre su pecho queriendo empujarlo.
-No soy una pésima cocinera -le dije mientras este sonreía poco a poco dejando toda pereza atrás-. Soy una excelente chef para los postres, por si no sabías.
-Deberás darme pruebas de eso -me tomó de nuevo de la cintura jalándome y acercándome a su pecho.
-No si no me dejas ayudarte a preparar el desayuno -le miré seria.
-Siempre consigues lo que quieres, ¿verdad? -sonrió de lado mirándome divertido mientras se acercaba y rozaba su boca con la mía.
Sus dedos apretaron mi cintura y después me besó. Fue un beso lento y suave. Mis manos fueron a su nuca como de costumbre, acariciando aquella zona. De un momento a otro se había colocado sobre mí aún besándome y acariciándome el rostro con una mano mientras con la otra se apoyaba sobre el colchón para no aplastarme. Se separó de mí apenas para poder mirarme a los ojos.
Se quedó así por unos segundos, mirándome mientras sus dedos me acariciaban la mejilla y después el mentón. Parecía que quería decirme algo con la mirada, pero no lo hizo.
-Vamos a hacer el desayuno, antes de que me arrepienta por dejarte destruir mi cocina -sonrió divertido y cuando estuve por protestar me volvió a besar, callándome.
Lo ayudé a hacer el desayuno, la verdad es que había ayudado más de lo que me hubiese permitido hacerlo. Yo estaba feliz por haber aprendido a hacer algo nuevo, Nathaniel era un excelente cocinero con una gran lista de cosas que hacer cada día que cocinaba. No había cosa que él hubiese cocinado que no me gustara. Eso era extraño en mí considerando lo especial que era en ocasiones cuando se trataba de comida.
-¿Qué quieres hacer hoy? -preguntó cuando terminamos de desayunar y limpiar todo.
-¿Vas a trabajar? -le pregunté y negó mientras se secaba las manos y dejaba una toalla en el lavaplatos-. ¿Tienes tareas?
Volvió a negar y se acercó a mí tomándome de la cintura subiéndome a una de la barra que conformaba la cocina. Abrió mis piernas y se acomodó entre estas acariciando mis muslos.
-Hoy estoy libre para mi chica -dijo besando mi mejilla y después mandíbula
-¿De verdad? -pregunté sonriendo y este hizo igual.
-De verdad -contestó apoyando ambas de sus manos sobre la barra a cada par de mis muslos-. Quiero hablarte de algo.
-¿Sobre qué? -pregunté curiosa y este pareció sonreír más.
-Sé que ya puedes moverte por sí sola, prácticamente puedes volver a tu vida de antes y volver a tu apartamento -dijo ladeando su cabeza.
Espera, ¿acaso me estaba corriendo? Pero, si ayer me dijo que me quería ahí.
-¿Es una manera indirecta de decirme que ya debo de irme de aquí? -le pregunté con una ceja alzada al mismo tiempo que fruncía ligeramente el ceño.
Carcajeó negando.
-No, Tarzán, ¿qué no te quedó claro anoche que te quería aquí conmigo?
-Entonces... -comencé a decir en espera de que terminara la frase por mí.
-Quiero que te quedes aquí conmigo.
-Pues, ya lo estoy haciendo -reí sin comprender mientras subía mis manos a sus mejillas acariciando estas.
-Me refiero a que quiero que te quedes aquí conmigo, que dejes tu apartamento y traigas todas tus cosas acá.
Abrí los ojos sorprendida. Me alejé un poco para poder mirarle mejor y le miré de lado esperando a que dijese que era una broma o algo así.
-Te refieres a que...
-Quiero que te mudes a aquí -completó por mí y me quedé callada.
¿Me estaba pidiendo que me fuera a vivir a su apartamento?
-Espera, Nate, si esto es por lo de anoche no era mi intención... -me interrumpió.
-Llevo pensándolo desde hace tiempo -dijo mirándome serio mientras relamía sus labios-. Tienes razón con lo de anoche. Quizá todo esto es rápido, pero, Val, tú también me has hecho sentir más de lo que creí que podría sentir en tan poco tiempo. Tu universidad queda cerca de aquí, podría llevarte todos los días antes de ir a la mía, como he estado haciendo estas semanas. Puedes dejar tu apartamento y así tus padres no tendrán que preocuparse por la renta.
-¿Cómo sabes lo de...?
-Te escuché el otro día hablando con tu madre. Aparte, ¿por qué hacer pagar a tus padres la renta allá si ni siquiera estás ya ahí? Sé que no es fácil pagar la renta en esa zona. Aquí siquiera deberás preocuparte por la renta, simplemente tienes que traer tus cosas y listo.
Tenía buenos puntos. Seguía sorprendida por su propuesta, jamás lo hubiese pensado, aunque la idea me emocionaba. La verdad es que sería una gran ayuda, para mis padres. Las últimas semanas había hablado con mi madre y me había dicho que la empresa donde trabajaba papá estaba por irse a la quiebra, después de tantos años trabajando ahí. Por supuesto tenían una cuenta de ahorros que utilizarían para estos meses para la renta del apartamento, pero después quién sabe qué pasaría pues papá ya estaba en busca de otro trabajo.
Mi madre sabía de Nathaniel y yo, sabía que me estaba quedando ahí por todo este tiempo de recuperación. En un principio le dije que era un amigo, si le decía desde un principio que me iría a quedar con alguien con quien tenía un tipo de relación seguramente le daba un infarto. Tiempo después le fui explicando las cosas poco a poco, y aunque no pareció muy contenta por el hecho de que me quedase ahí, el otro hecho de que encontrara a alguien con quien me sentía bien le puso feliz. Insistió mucho en conocerlo cuando llegase a venir a Nueva York, pues por supuesto yo le había hablado maravillas de él y de lo atento que era conmigo.
-¿Estás seguro que esta decisión no es por lo que dije anoche? -le pregunté queriéndome asegurar de que fuera porque él quisiese y no porque yo le hubiese presionado respecto a nosotros.
Aunque nunca le hubiese dado indicios de que me dijera que dejara mi apartamento para vivir con él de ahora en adelante. Para empezar, nunca había pasado por mi cabeza esa idea.
-Completamente seguro -sonrió acercándose a besar mis labios de manera fugaz.
Lo miré por unos segundos, entrecerrando los ojos. ¿Qué habría de diferencia a como estábamos ahora? Simplemente era ir por mis cosas a mi apartamento y traerlas aquí.
-¿Me dejarás ayudarte a cocinar? -le miré con una ceja alzada.
-¿No incendiarás mi cocina? -imitó mi gesto.
-No prometo nada, pero trataré -le seguí el juego y carcajeó.
-Eso me basta -tomó mi rostro entre sus manos y me besó-. ¿Eso es un sí?
-Sí -dije y metió su mano por mi nuca entre mis cabellos dejando besos en mi mentón y mandíbula.
-¿Sabes que es una pena? -preguntó mientras seguía repartiendo besos.
-¿Qué cosa? -dije posando mis manos en sus hombros.
-Que tuviésemos que quedarnos las vacaciones de primavera aquí -después tomándome por la nuca delicadamente y estampando su boca en la mía.
Era verdad. Las vacaciones de primavera habían sido las primeras semanas de marzo y habíamos tenido que quedarnos encerrados en el apartamento porque aún la recuperación de mi pierna tenía que seguir tal cual. Nathaniel me había dicho que el quedarse en el edificio y la ciudad no le afectaba pues no tenía a donde más ir, así que quedarse ahí era la única opción que tenía, yo en cambio habría podido ir a visitar a mis padres, pero no lo hice. Nate dijo que hubiese sido una excelente idea irnos a alguna parte juntos, pero era imposible con mi pierna en ese estado.
Aquella vez que tuvimos esa conversación, no pude sacarme de la cabeza ciertas palabras que había dicho: No tengo a donde ir.
¿A qué se refería con ello? Su madre había muerto, pero su padre vivía en Boston. Nunca hablaba de él, nunca lo mencionaba, nunca lo veía hablando con él por teléfono, así como él me veía o escuchaba a mí hablar con mis padres. Recordé cuando le dije esa vez en la terraza de mi apartamento que a sus padres quizá no les había costado tanto el dejarlo venir a Nueva York, después de todo Boston estaba cerca a comparación de California. Fue cuando me dijo que su madre había muerto, que solamente eran él y su padre, y que a este no le había costado nada dejarlo ir.
Cuando me dijo eso tuve la duda de a lo que se refería, porque la manera en que lo había dicho era como si no le importara lo que su padre pensara. ¿Nathaniel llevaba una buena relación con él? Nate era mayor que yo, estaba por terminar la universidad y se mantenía él solo. Era totalmente independiente, eso me había quedado claro. Trabajaba para eso. Pero tenía lujos que me sorprendían que alguien de su edad tuviera, considerando que no era su padre quien se los daba.
-¿Qué piensas? -me dijo tomándome delicadamente del mentón.
-Mi pierna está mucho mejor -sonreí tratando de distraerlo moviendo un poco esta la cual estaba colgando.
-No vamos a viajar ahora, Val -rió y bufé-. Aún tienes que usar la férula, que por cierto no llevas puesta en este momento -se separó mirando mi pierna y después mis ojos.
-Puedo caminar bien sin ella -dije volviendo a atraerlo a mí tomándolo por la camisa.
-Si no la usas puedes empeorar -dijo volviendo a separarse.
Rodeé los ojos poniéndolos en blanco y suspiré frustrada.
-No eres mi doctor -le dije haciendo ademán de que iba a bajar de la barra, pero este de inmediato volvió a acomodarse entre mis piernas.
Justo como pensé que haría. Sonreí victoriosa y este lo notó. Frunció el ceño confundido mirándome mientras yo lo abrazaba por el cuello para atraerlo más a mí. Pareció notar mi cometido y después empezó a reír negando.
-A veces me sorprendes, preciosa -dijo tomándome del mentón de una manera inesperada volviendo a presionar sus labios sobre los míos.
-Sorprendo a muchas personas -comenté sobre su boca y con sus manos en mi cintura me atrajo hacia él haciendo que mi pecho chocara con el suyo.
-Quiero que me sigas sorprendiendo a mí -murmuró sobre mi boca mordiéndome el labio inferior de pronto cambiando por completo la ruta de a donde iba ese beso.
Mis manos se aferraron detrás de su cabeza sintiendo como me apretaba contra él y casi ahogo un jadeo cuando sus caderas se presionaron contra las mías. Sus manos se deslizaron por debajo de la tela de mi blusa hasta llegar a mis pechos. No llevaba sostén pues no lo hacía para dormir y por eso mismo siempre utilizaba blusas holgadas como pijama. Los acarició masajeando estos lentamente mientras seguía besándome sintiendo su lengua de nuevo en el juego.
Se me escapó un jadeo sin poder evitarlo cuando sentí una de las yemas de sus dedos acariciar uno mis pezones haciéndome estremecer. La yema de su dedo se movía lentamente en círculos sobre este provocando que se pusiera duro erizándose.
Deslicé mis manos por sus hombros y después por su pecho hasta llegar a su abdomen y colar mis manos por debajo de su camisa tocando su abdomen. Jamás lo había visto sin camisa, pero con tan sólo tocarle el torso sabía que estaba totalmente en forma. Me había comentado que ciertos días por las mañanas, antes de irse a la universidad iba al gimnasio que había en el edificio. Solamente tres ocasiones lo vi con ropa deportiva completamente sudado regresando de hacer ejercicio. Entendía por qué tenía tanta fuerza y siempre se mantenía en forma.
Dejé una de mis manos apoyadas en su torso y la otra la fui bajando poco a poco hasta llegar al borde de sus pantalones deportivos que usaba como pijama. Bajé mi mano por esa zona, aún encima de la tela y acaricié su entrepierna.
-Te estás metiendo en terreno peligroso -dijo separándose apenas de mi boca rozando su boca con la mía.
-No me importa -susurré acortando de nuevo la distancia entre nosotros besándolo.
Sus manos salieron del interior de mi blusa colocándolas en mi cintura apretándome contra él mientras mi mano colocaba presión en su entrepierna. Lo escuché gruñir sobre mi boca, quiso separarse, pero se lo impedí colocando mi mano en su nuca mientras lo seguía besando y mi otra mano comenzaba a masajear sobre su entrepierna sintiendo como se colocaba duro.
-Valet -dijo y de inmediato volví a colocar presión escuchándolo suspirar en el beso, no quería que me dijera que me detuviera-. Hablo en serio cuando te digo que te estás metiendo en terreno peligroso.
-Y yo también hablo en serio cuando te digo que no me importa -me separé apenas de su boca para tomar aire, pero dejando que mi mano siguiese explorando en aquella zona entre sus piernas.
-Pero a mí sí -me apartó la mano de su zona tomándola por la muñeca y alzándola.
Me quejé, y este me tomó del mentón haciendo que lo mirase.
-Anoche no te detuviste -le dije casi enfadada.
-Anoche me hiciste cabrear -lo escuché decir.
Fruncí el ceño confundida y liberé mi muñeca de su agarre con brusquedad.
-¿Me estás diciendo que anoche hiciste eso solamente porque estabas cabreado? -pregunté cruzándome de brazos.
-No, Val -dijo y lo miré sin entender-. Anoche hice eso porque quería hacerlo y punto.
-Entonces escucha bien las palabras que salen de tu boca -le miré seria y con mis manos en su pecho lo empujé para después bajar de la barra con cuidado de no ejercer mucha fuerza en mi pierna cuando diera el salto.
-¿En serio te has molestado? -preguntó mirándome mientras bajaba y salía de la cocina.
-No te entiendo, Nate -dije deteniéndome mientras me giraba para mirarlo-. Anoche me provocaste mi primer orgasmo mientras me decías que nunca habías deseado a una chica tanto como me deseas a mí y que había muchas cosas que querías hacerme desde el momento en que me besaste por primera vez. Te toco y me detienes como si lo de anoche nunca hubiese pasado.
-Anoche me hiciste cabrear, Valet -me dijo apoyando sus manos sobre la barra-. ¿Cómo pudiste pensar que no te deseo?
-Míralo tú mismo -alcé la voz alzando ambas de mis manos-. ¿Qué se supone que debo de pensar si cada que te toco y te insinúo a hacer más que sólo besarnos me detienes?
-Quiero que estés completamente segura de que quieras hacerlo -contestó y reí sin ganas.
-¿Eso le preguntas a las chicas con las que te acuestas? ¿Te aseguras de que estén seguras de querer hacerlo contigo? -dije sin pensar y maldije en mi mente, había metido la pata.
-¿Eso qué tiene que ver con nosotros, Valet? -frunció el ceño mirándome aún apoyado sobre la barra.
Me quedé callada. Apreté los labios sin saber qué decir y negué. Me di la vuelta caminando hacia la habitación, pero antes de que pudiese seguir él se había adelantado atrapando mi brazo deteniéndome.
-Val -dijo pero negué evitando su mirada.
-Suéltame.
-Vamos a hablar.
-No quiero hablar.
-Pero yo sí.
No lo miré. Me daba vergüenza hacerlo, pero sus dedos se colocaron debajo de mi barbilla haciendo que lo mirara.
-¿Te arrepientes de lo de anoche? -le pregunté mirándolo.
Apretó los labios. Fue él quien desvió la mirada hacia otro lado esta vez.
-Valet... -empezó, pero antes de que siguiera lo interrumpí.
-¿Te arrepientes o no? -dije dura mientras le miraba.
-Hubiese preferido que fuera de otra manera y que no me hubieses tenido que hacer cabrear para llegar a eso, pero no, no me arrepiento -me miró de nuevo.
Asentí, volviendo a mirar hacia otro lado justo un punto fijo en la pared que había detrás de él.
-Voy a ducharme -le dije y este me soltó.
Pasé por un lado suyo ignorándole. No sabía si quería que me siguiera o no, pero igual no lo hizo. Entré a la habitación tomando ropa para entrar a la ducha, cuando salí de la habitación lo miré en el sofá sentado con sus manos juntas y sus brazos apoyados sobre sus piernas mientras miraba un punto fijo en el suelo. Giró su rostro para mirarme de lado, pero de inmediato desvié la mirada entrando al baño.
Cuando entré a la ducha, estando debajo del agua me puse a llorar. Me sentía humillada.