-Ella te dijo que no. -el chico se acerca a un poco más a Alex, el cual no se lo esperaba.- Claramente, alguien tenía que intervenir. Y ese alguien soy yo.
Se retan entre sí.
-La cosa es así, imbécil -continúa Alex, ignorando el comentario del chico.-Esta es un situación entre ella y yo, la cual debemos resolver nosotros...
-¡Basta! -interrumpo- Dejen de hablar como si yo no estuviera aquí. -suspiro- Vámonos.
Recojo mi mochila, que no sé en qué momento se cayó al suelo, y me encamino a la puerta doble de la cafetería, pasando por su lado.
Todos los chicos se han dado cuenta del pequeño escándalo. Mañana seré el hazmerreír del Instituto.
Empujo la pesada puerta y salgo. Apoyo la espalda en la pared a un lado, calmándome.
Vaya mierda.
Cierro los ojos y me dispongo a esperar a los cavernícolas que estaban a punto de cometer un gran error. Pasan unos minutos cuando oigo el sonido de la puerta abriéndose, enseguida me despego de la pared.
Ambos chicos salen, y no están muy contentos que digamos. Alex tiene la mandíbula apretada, eso lo hace cuando está molesto. El chico tiene el rostro rojo de ira y contraído en un ademán de rabia pura.
Después de observar sus aspectos, para nada normales, camino por el pasillo con ellos detrás de mi, para salir por la puerta principal.
¿Qué haré con estos dos?
Uno es mi mejor amigo y estuvo a centímetros de besarme hace unos minutos. El otro me dio un gran susto hace ya una eternidad e incluso interrumpió el intento de Alex en besarme. Agregando el hecho de que ambos estuvieron por darse tremenda golpiza.
Ya en el parking, me volteo de golpe. Ellos, por su parte, frenan de golpe. No se lo esperaban.
-¿Son conscientes de la idiotez que iban a cometer? -mi voz sale chillona por los nervios, pero firme- La violencia no es la solución a todo.
Paso mis dedos por mi cabello despeinado, buscando una manera de calmarme.
Me siento mal.
-En mi defensa, -habla el chico capucha- yo solo estaba cumpliendo con mi deber de buen samaritano. Tu claramente dijiste que no, él de manera egoísta, quiso seguir, lo cual aplicaría como: Invasión a la privacidad y, en algunos casos, violación y abuso sexual.
Me sorprendió que supiera tanto sobre cargos y esas cosas.
-¡No seas ridículo! -espeta Alex-, no hables de cargos cuando tú eres el que sobra. Además, el que debería estar molesto soy yo por...
Lo interrumpo.
-¿Y que hay de mi? ¿Acaso soy invisible?
-Lo siento, Sandy -el chico capucha se disculpa conmigo, y en ese instante me parece el gesto más dulce que he recibido en mi vida.
Su mirada también el dulce. Se nota que no tenía la intención de hacerme rabiar. Y él mismo lo ha dicho: estaba cumpliendo su deber como buen samaritano.
Claro, ayudando al pródigo.
Y le creo.
Por alguna desconocida razón, le creo.
-Acepto tus disculpas.
-¡Oh, vaya mierda! -se queja mi mejor amigo, pasándose la mano su cabello, despeinándolo- ¡Ni más faltaba!
Un momento, ¿él está...?
-Hermano, estás celoso. -el chico me leyó la mente.
-¡No estoy celoso, maldita sea! -grita Alex.
Yo me sorprendo por su impulso, lo cual me hace dar una pasó atrás y soltar un jadeo de sorpresa. Este ve lo que causó en mí, enseguida su semblante cambia, sabe que no me gusta que haga eso: molestarse y gritar como un idiota impulsivo.
-Sandy, lo siento, yo... -no lo dejo acabar, haciendo un gesto con mi mano para que se caye.
-No, Alex, ahora no.
Y sé que está mal. Esto me va a carcomer por dentro los próximos días. Pero, ¿qué tenía que hacer? ¿Dejar que gritase como un desquiciado? O peor aún, ¿dejar que me cele como un maldito egoísta?
No. Eso no pasará.
Él sabe lo que siento por él. Y sinceramente, no me parece bien que en menos de media hora haya querido besarme, casi golpear a un chico por hacerme un favor y encima de todo molestarse y celarme. Joder, es como mi hermano.
Mi mirada dice más que lo que tengo que decir, él lo nota y sólo se aleja, dándome una mirada que interpreto como:
Esto no ha acabado
Y sé que es enserio.
Pasan unos segundos de silencio entre el chico capucha y yo en los que me dedico a buscar las palabras adecuadas para agradecerle. Pero ese no parece ser su plan cuando me dice:
-Eh, Sandy, tengo que irme y otra vez lo siento por lo del enfrentamiento con el otro chico. Sólo quería ayudarte.
Sus palabras me sorprenden. Yo soy la que debería disculparme... No, no, debería ser Alex.
-Oye, no te disculpes -le doy la mirada más dulce que puedo ofrecer- es como tu dices solo querías ayudarme. La verdad es que no se que habría pasado si no hubieras aparecido. Agradezco que lo hicieras, no sabes cuánto.
Este se ríe un poco, bajando la vista al suelo de asfalto del parking y quitándose la capucha.
El cabello lo tiene largo, casi como Zed el de la película AFTER. Sólo que esté tiene el color de cabello caoba, casi rubio oscuro.
Cuando levanta la vista nuevamente, veo sus ojos color caramelo, que hacen que me quedé estática en mi sitio.
-Tranquila, algo me dice que nos volveremos a ver y que será para salvarte de nuevo. -su voz sale ronca, y por supuesto, me parece sexy.
-Oh, tenemos un psíquico entre nosotros -bromeo. Aunque por su voz puedo jurar que lo dice en serio.
Él sólo ríe por lo bajo, sus hombros se mueven ligeramente.
-No tienes ni idea -lo dice casi inaudible, sin embargo lo escuché. -Me voy, adiós Sandy. -hace ademán de irse, pero se voltea y dice: por cierto, lo de los cargos no es verdad, sólo quería asustarlo.
Se coloca la capucha nuevamente, mete sus manos en sus bolsillos, dando vuelta sobre sus talones y alejándose de mí. Dejándome con una extraña sensación.
Me quedo en mi sitio, procesando lo que acaba de pasar. Me siento en una ridícula película de suspenso.
En eso, escucho el sonido de un carro frenando. Es Sofía, mi otra mejor amiga, en su carro azul cielo.
-Mujer, ¿qué haces ahí parada? -me pregunta desde el carro.
Y esa fue la cachetada mental que necesitaba para salir del revuelo que es mi mente ahora mismo
-Hola, Sofi. -la saludo.
-¿Qué esperas? ¿La foto? Sube ya.
Rodeo el carro y subo. De inmediato mis oídos se llenan de la horrible melodía de «Yo perreo sola» de Bad Bunny, que tiene puesta en el reproductor del su carro. Ella adora a Bad Bunny, en cambio yo no. Por ella lo soporto.
Lleva su cabello negro y rizado, suelto. Es increíble ver cómo este mantiene su forma después de haber pasado medio dia en el colegio.
-Chica, parece que viste un fastama. -afirma con cierto desagrado- Estás pálida -me asegura.
Y arranca el carro.
-No pasa nada, tranquila. -la intento calmar. En esto, frena de golpe.
Agradezco a los dioses que el parking esté totalmente vacío. De no ser así, habría herido a alguien. Y también por hacer que faltara el profesor de biología. Por lo que sea que haya faltado, nos ha dejado la última hora de clases libre.
-No tenemos tiempo para un interrogatorio, -contesta en forma de amenaza-, porque tenemos que irnos ya -no sé a donde diablos quiere ir, pero la dejó continuar-, pero me lo vas a decir. No me obligues a sobornarte.
Oh, «sobornarme».
Lo que ella no sabe es que me encantan sus sobornos.
Siempre los hace. Y cuando suceden este tipo de situaciones, pretende intercambiar información por chocolate.
A mi no me molestaba en lo absoluto, pero hacerme la dura en estos momentos me traía grandes beneficios.
Y menos cuando mi gran amor es el chocolate.
Me mira amenazante y procede a prender el vehículo y llevarnos hasta muestro destino, el cual para mí aún es desconocido.
Pasaron unos cuántos minutos, en los que sólo me dediqué a conectar el bluetooh de mi teléfono al del reproductor del carro para algo de música decente.
Mientras que Sofi buscaba algún lugar para estacionar, yo miraba los alrededores intentado reconocer la calle. Con «Falling» de Trevor Daniel de fondo lo único que reconocí fue una pequeña tienda de tatuajes al otro lado de la calle a donde una vez fui con mi hermano Danny.
Sí, nuestros padres nos pusieron los nombre de los protagonistas de su película favorita, Grease. Mi hermano como Danny, interpretado por John Tarvolta, y yo por Sandy, interpretada por Olivia Newton-Jonh.
La verdad ni Danny ni yo tenia parecido alguno con los personajes. En ciertas cosas sí, pero no todo.
Danny es atleta, juega fútbol en la Universidad, por lo que tiene ese cuerpo esculpido y su cabello negro como el de Jonh Tarvolta, sólo que rizado. Mientras que yo solo tengo de la antecesora de mi nombre el don de ser ingenua y totalmente mensa e inocente con el cabello castaño hasta la espalda baja sin ningún tipo de forma; un día podría estar listo y manejable y al otro rizado y rebelde.
Mi mejor amiga apaga el reproductor junto con el motor de su carro, sacándome de mis pensamientos.
Ambas bajamos y nos dirigimos a lo que me pareció un pequeño Starbucks.
No tardamos en entrar y conseguir una mesa, ya que el lugar no estaba tan lleno.
Una mesera de traje azul claro y delantal blanco nos trajo los menús y cuando estábamos defiendo que pediremos, la mesera se fue.
Me pareció extraño. Pero no le di importancia, quizás tiene que atender las otras mesas.
Pero mis pensamientos sobre lo que pediría se viendo interrumpidos por un trozo de pastel en un plato rectangular.
-No hemos pedido nada aún-le hice saber a la mesera.
-Lo mandó especialmente el chico que está en la barra...-me explicó señalando a la barra, pero lo había nadie, salvo la chica que atiende la caja registradora.
Extraño...
-Oh, que raro, estaba allí hace unos minutos pidiendo esto para ti. -habla la chica desconcertada.
-No lo quiero, gracias. -me niego rotundamente a aceptar algo de un extraño.
-Yo si -sentencia mi mejor amiga atacando el pastel.
Yo termino de darle mi orden a la mesera rubia, ella lo anota en su libreta y se va, asegurando que traerá mi pedido en unos minutos.
-Oye, está bueno -Sofi se dirige a mi con la boca llena-Todavía no entiendo porqué no lo aceptaste.
-Sabes que no me gusta mucho la idea de aceptar algo de origen desconocido.-respondo tajante.
-Bah, por lo menos deberías probarlo, está buenisimo. Sabe a gratis.
Me río de su comentario. Cuando es comida, Sofi no piensa en nada más. Ni siquiera en sus palabras.
-S-sandy -me llama ella, tartamudeando nerviosa.
-¿Qué? -le respondo tranquila, tal vez quiere asustarme.
-V-ve esto -su voz sale temblorosa y no me da buena espina.
Alzo la cabeza de mi teléfono, al tiempo que volteo hacía ella.
¿Que...?
El pastel iba dirigido a mí.
La mesera dijo que un chico lo había pedido especialmente para mí.
Pero...¿por qué tiene escrito con algún tipo de crema de chocolate, algo que para mí todavía es imposible leer ya que está al contrario a mí y las letras están algo borradas?
Sofi pasa el plato a mi lado de la mesa y lo acomoda de tal forma que yo pueda leer.
Y lo que leo no me da buena espina y causa que un escalofrío me recorra la espalda.
Miro hacía todas partes, con la respiración acelerada, con el corazón palpitándone de manera brusca contra mí caja torácica y el cuerpo templando de los nervios, buscando alguna pista que me pueda decir si esto es una broma.
Y no, no lo es.
Vuelvo la vista al plato con el mensaje, dejándome sin aliento de nuevo.
«Serás sólo mía, Sandra A.
-E.
★★★