En sus Garras ❤️⛓️ [En curso]
img img En sus Garras ❤️⛓️ [En curso] img Capítulo 4 †4† Miedo Letal
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Capítulo 6 †6† ¿Sueño o pesadilla img
Capítulo 7 †7† Hacerle frente img
Capítulo 8 †8† Leyendas Urbanas img
Capítulo 9 †9† Saliendo de la fantasía img
Capítulo 10 †10† Nostalgia y quilates img
Capítulo 11 †11De investigaciones, informes y malas relaciones img
Capítulo 12 †12† Grandes cambios img
Capítulo 13 †13† Infierno Personal img
Capítulo 14 †14† Primera noche secuestrada img
Capítulo 15 †15† Él... Monster. img
Capítulo 16 †16† Un poco más loco. img
Capítulo 17 †17† Algo importante (parte 1) img
Capítulo 18 †18†: «Algo importante parte 2» img
Capítulo 19 †19† ¿Amor img
Capítulo 20 †20† Quédate... img
Capítulo 21 †21† El Diablo no negocia. img
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Capítulo 4 †4† Miedo Letal

Sandra

Ya en la tranquilidad de mi habitación, puedo pensar con más sensatez.

Esto no puede estar pasando.

No, a mí no.

Frustrada me aviento a mi cama, buscando desesperadamente mi peluche de conejo para abrazarlo.

Las palabras escritas con crema de chocolate vinieron a mi mente: «Serás sólo mía, SA» Y la firmó un tal «E».

No tardo en especular lo que significan.

¿SA? Sandra Anderson. Son mis iniciales.

¿Pero «E»? ¿Quien es E? ¿Querrá hacerme daño?

Oh, Dios, ¿que he hecho para merecer esto? Creo que nada malo.

No creo que nadie quiera hacerme daño...

¿O sí?

Me hago un ovillo en mi cama. No puedo dejar de llorar. Siento mis ojos hinchados. Y tengo un sensación muy asfixiante en el pecho.

¿Qué querrá «E» de mí?

Mi momento de drama y lágrimas se ve interrumpido por el sonido de una notificación en mi teléfono. El sonido se escucha ahogado por estar en el interior de mi bolso.

Limpio el rastro de lágrimas de mis mejillas y hago todo esfuerzo por levantarme de la cama. Cosa que se hizo difícil. Debido a la pesadez que siento en mi cuerpo por los recientes acontecimientos que han surcado mi vida.

Me aproximo al bolso escolar que cayó tirado al lado de la puerta cuando Sofi me trajo a casa. Me agacho, colocando mis rodillas en el la alfombra que conforma el piso de mi habitación.

Otro sonido de una notificación llega nuevamente a mis oídos.

Acerco ambas manos al bolso, corro el cierre a un lado, metiendo la mano en el interior en busca de mi teléfono. La búsqueda resultó ser un tanto complicada ya que el objeto en cuestión se encontraba en fondo.

Casi peleé con mis libros y cuadernos en busca de mi teléfono.

Después de tanto forcejeo, -lo cual fue culpa de mis ojos hinchados y mi vista borrosa por las lágrimas-, desbloqueo el dispositivo, deslizando mis dedos por la pantalla logrando trazar el patrón de seguridad.

Dos mensajes aparecen en la barra de notificaciones.

De: +17768199210

«¿Te gustó la pequeña sorpresa que te preparé? Sé que amas el chocolate. Lo sé todo de ti.

E».

Ese primer mensaje me dio unos escalofríos de muerte.

Es un degenerado.

«Te veías tan hermosa asustada e indefensa. Tal como quiero tenerte.

Revisé rápidamente el perfil de whatsapp del número pero no había foto de perfil, ni un nombre, ni info.

Es todo un total desastre.

Bloqueo el teléfono y lo dejo en la mesita de noche. Me recuesto en mis sábanas y coloco mi brazo en mi ojos. Buscando relajarme.

Mi día va de mal en peor.

Lo sé todo de ti. Joder, no. Es un maldito degenerado. No puedo evitar sentirme asustada. Si lo sabe todo de mi significa que me espía o algo así.

-Maldito -susurro con rabia.

Empiezo a llorar de nuevo. Si sigo así mi ojos estarán hinchados por una semana. Es imposible que ese maldito sepa todo de mí. Es imposible.

Me levanto de mi cama, dirigiéndome al baño de mi habitación.

Observo mi reflejo en el espejo. Me veo horrible. Mis ojos hinchados, mis mejillas rojas y con rastros de lágrimas. La imagen del miedo.

Me lavo la cara, ya no quiero llorar más. Mis ojos duelen.

Allí me quedo un rato más pensado. Tal como quiero tenerte, ¿que asco de persona hace esto?

Tiene mi número de teléfono. Sabe los lugares que frecuento. Sabe como asustarme. Sabe mi gusto por el chocolate...

Aunque pensándolo bien: cualquiera que sea cercano a mi lo sabría.

Tal vez es sólo un pobre loco que quiere asustarme.

Y mi subconsciente me juega una mala pasada cuando en mi mente aparece ésta pregunta: ¿y si no?

~†~

Mis padres llegan a eso de la media noche, cansados y sin ganas de nada, sólo de dormir y olvidarse del día tan atareado que tuvieron en el trabajo.

Mis padres trabajan en el Hospital Central de Crystal, nuestro pueblo. Mi padre es Robert Anderson, uno de los mejores médicos internistas de aquí y como padre es muy estricto pero amoroso. Mi madre es Denist De Anderson Callaghan, ella es enfermera y una madre maravillosa. Casi nunca están en casa, por lo tanto cuando se encuentran de guardia me quedo sola. Y eso es cuando mi hermano mayor no está, aunque si mi hermano estuviese en casa fuese igual. Él no sale de su habitación.

-¿Sandra? -llama mamá desde el piso de abajo.

Hace horas que dejé de llorar, sin embargo, sigo sintiendo miedo.

Si ese desquiciado quería asustarme, pues lo logró.

Me levanto pesada de la cama, con la pijama ya puesta y abrazando a mi peluche. Si, muy infantil de mi parte. Observo mi reflejo en el espejo, tachando la posición de tener el rostro rojo y los ojos hinchados. Pero nada de eso se evidencia. Mi cara se ve como su hubiese dormido toda la tarde, para mi suerte. Bajo las escaleras con una flojera inconmensurable y descomunal.

No veo a mis padres en la sala principal, por lo que voy a la cocina. Y sí, están allí colocando las compras en su lugar. Lo hacen en equipo.

Son la pareja perfecta.

El doctor Robert Anderson y la enfermera Denist De Anderson.

Los observo desde el umbral de la puerta: muy amorosos, amables el uno con el otro y en completa armonía.

Y luego estamos nosotros, sus hijos: la súper estrella del fútbol de la Universidad de Crystal, Danny Anderson Callaghan. Y la estrella académica del Instituto Crystal, Sandra Anderson Callaghan.

«La familia perfecta». Según todos.

Y no se equivocan.

Mis padres bailan al son de «Carnaval» de Celia Cruz. Mientras colocan cada cosa en su lugar, cuando se encuentran en algún lugar de la habitación bailan juntos y luego vuelven a sus labores.

Si, la pareja perfecta.

Me aclaro la garganta esperando a que se den cuenta de mi presencia. Y así sucede.

-Bueno, ¿y que es no piensan invitarme? -pregunto burlona.

Yo no bailo ni zapateado.

-¿Apoco tu bailas? -se burla mi papá.

-Te sorprendería saber cuántos dones tengo bajo la manga -me río y le guiño el ojo.

Ambos sueltan una carcajada tremenda.

-Cariño, que tonterías dices-mi madre no para de reír-. Si se te quema hasta el agua.

-Hey -finjo indignación, colocando mi mano en el pecho-No me destruyas enfrente de papá.

-No tengo moral para burlarme, si es lo que crees -se defiende papá.

-¿Ves? -mamá lo señala como el meme de Will Smith- Él ni siquiera sabe usar el microondas.

Mi papá finje estar ofendido.

-Oh, perdón por tener un trabajo tan atareado.

Tiene razón, ser doctor no es nada fácil.

-Oh, perdón por ser tú esposa, madre de tus hijos, enfermera, y ama de casa, al mismo tiempo y saber de todo.

Ambos tienen buenos argumentos, nada de eso es mentira, sin embargo, todo lo que dicen es a juego. Sin querer ofender al otro.

Todos reímos. Parece la escena de una película de Netflix donde todo es perfecto...

Pero nuestro momento familiar se vio interrumpido por un ruido horrible que pareció venir de afuera.

Papá se puso alerta, en su modo protector. Igual que mamá, sólo que ella estaba asustada.

Y yo también.

Después de todo lo que he vivido en un día mis nervios están flor de piel.

No es para menos.

Descubrí que tengo detrás de mi a un acosador.

Papá se dirige a la puerta, aún con la ropa del hospital. Coloca la mano en la perilla de la puerta principal al tiempo que volteo su cabeza hacia nosotras, nos indica con su dedo en sus labios que debemos hacer silencio.

Mamá sale corriendo a apagar la radio de la cocina.

Yo estoy en mi sitio, aún con el miedo colándose por lo huesos.

Papá ya se encuentra afuera, inspeccionando los alrededores.

Que no sea nada malo.

Otro ruido me hace dar un brinco en mi sitio, evitando hacer algún sonido.

Mamá me abraza por detrás.

-Todo va a estar bien -intenta relajarme.

Y por un momento le creo, hasta que escuchamos el sonido de la puerta abriéndose de golpe.

Salimos de la cocina rápidamente.

Es papá. Tiene el cabello revuelto y la respiración agitada. No tiene ningún golpe o rasguño visibles. Está bien.

-Solo fue un tonto gato -nos hace saber, una vez que llega hasta nosotras- Traté de perseguirlo pero fue imposible.

-¿Para que querías perseguirlo, Robert? -le pregunta mamá, algo confundida.

Él se sienta en el sofá de la sala, claramente cansado. Su estado físico no es el mejor.

-Quería adoptarlo o llevarlo al veterinario para buscarle un hogar. -responde él.

Mi mamá rueda los ojos, hastiada.

-Cada animal que ves en la calle quieres adoptarlo -suspira-, además, se te olvida que tu hijo mayor es alérgico a los gatos. -le reprocha con las manos en la cintura.

-Venga, mujer, no hace falta que me lo eches en cara -replica él.

Mamá me guiña el ojo. Claramente le está buscando peleea.

-Pues, no sigas con tus aires de superheroe. -magonea ella y se va a la cocina.

-Tu madre a veces me saca de quicio -me susurra una vez que ella se fue-. Es la mismísima Medusa, lo juro.

Río por su comentario.

-¡Te escuché, Robert Anderson!- grita desde la cocina- ¡Y si no quieres irte a domir sin cenar, más vale que vengas a ayudarme!

Papá pone cara de preocupación.

-Mi panza tiene hambre, así que iré a ayudarle -me avisa-, ¿Lo ves? Es Medusa...

-¡Robert!

-¡Voy, cariño!

Y se va.

Mis padres se aman.

A veces quisiera un amor como el de ellos: leal y duradero.

Me encamino a mi habitación, ya que comí mi cena hace horas.

Subo lentamente, dándome mi tiempo. Mi habitación no se irá a ninguna parte.

Mi corazón se acelera nuevamente. Mis pies se detienen al principio de las escaleras. La puerta de mi habitación está abierta. No recuerdo haberla dejado abierta.

Tal vez fue el viento.

Si, el viento.

Hago lo que puedo para ir hasta allá. Ya que mis pies no se quieren mover ni un milímetro.

Sólo es el viento, Sandy, sólo eso.

Cuando llego al umbral y visualizo mi cuarto, todo está oscuro, excepto por el brillo de la luna que entra por la ventana.

Me adentro un poco más, buscando algo fuera de lo común.

Visualmente, todo está bien. Lo que noto extraño es el olor que hay en el ambiente. Mi cuarto siempre huele a suavizante de ropa o a mi perfume.

Ahora huele a hierro.

Y extrañamente, a hospital.

Una mezcla algo rara.

Intento buscar con mi olfato, como un perro, de donde viene ese olor. Si es que existe alguna fuente.

Mis padres tienen una mini enfermería en casa, sólo es un cuarto con una camilla y con utensilios de hospital. Pero esta al otro lado del pasillo, imposible que su olor llegue hasta mi cuarto.

Camino lentamente, buscando algún indicio. Cerca de la cama, a los pies de mi mesita de noche, percibo una pequeña luz roja, similar a un destello, o cuando se refleja una luz en en algo brillante.

Me acerco con miedo.

El olor a hierro es más fuerte aquí, ¡bingo!.

Enciendo la lámpara de la mesita para observar mejor.

Y lo que veo hace que de mi garganta salga un grito desgarrador.

Mis padres no tardan en subir en mi auxilio.

Pero llegan tarde. Lo he visto todo. Y minutos después ya no veo nada.

†††

            
            

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