Me detengo a medio camino ya que alguien más se me adelanto, ahí es donde me doy cuenta, que sus hermosos ojos color miel nunca me han mirado, siempre estuvieron fijos en la chica que en estos momentos lo está abrazando.
nunca he estado de acuerdo con el trágico final, pero de eso se trata la vida no todo es color de rosa como quisiera creer, no todo el tiempo son finales felices como el mío.
Quisiera llegar hasta él, pero mis pies no quieren ceder.
Elisabeth alguien dice, se escucha como un susurro, despierta ya llegamos lo escucho más claro. Intento abrir los ojos, pero la luz me hace que los vuelva a cerrar otra vez.
Elisabeth esa es la voz de ese chico que me ayudo- vuelvo abrir los ojos y en efecto es él está muy cerca de mi cara y puedo ver con más profundidad sus ojos hermosos como el mismísimo cielo.
-Hola princesa hermosa. Dice tan cerca que logro olfatear una esencia a menta de su boca- hemos llegado a su palacio, espero disfrute de su estadía. –señalando el lugar más hermoso que mis ojos pueden ver, siempre he estado enamorada de los paisajes que Dios nos regaló.
-Es hermoso- digo admirando el lugar.
-Sabía que te gustaría- dice conforme con mi reacción. Le regalo una sonrisa de agradecimiento.
Me ofrece su mano para ayudarme a salir del auto, colocando un pie fuera, es donde me doy cuenta cuan lastimada tengo mis pies, me duele un poco por lo rustico del suelo. Genial gran idea de salir corriendo descalza de la iglesia Elisabeth me reprendo mentalmente.
-Déjame ver eso. Dice con amabilidad – No deberías caminar así. Sus facciones se llenan con desaprobación. -Déjame cargarte hasta dentro. Ofrece, pero mi subconsciente se niega rotundamente no es nada del otro mundo aun puedo caminar, es mucha molestia con haberme traído hasta aquí.
-No. Gracias estoy bien. Le digo y continuo mi andar para demostrarle que puedo sola- Vez no me duele- mentirosa claro que te duele, solo déjate ayudar mi yo interior me reprende.
-No seas testaruda mujer- dice colocándose a mi lado- déjame ayudarte ya dentro te presto las pantuflas de mi madre.
Voy a repicar decirle que no es necesario, cuando detengo mi andar, cierro mis ojos con fuerza al sentir un breve dolor en mi pie derecho, alzo un poco mi vestido para confirmar y si me he cortado.
-Que sucede? Cambiaste de opinión – se da cuenta que no le prestó atención y su rostro cambia de arrogante a preocupado en segundos- Mierda te has cortado.
Aquí es donde le lanzo una mirada asesina, se ha ganado el premio al más observador. - enserio fíjate no me había dado cuenta, genio. Le digo con burla.
No sé si es porque no me gusta ver sangre que le digo esas cosas es muy inmaduro de mi parte, pero los nervios los tengo a mil.
-El sarcasmo no te pega princesa – pongo los ojos en blanco - Si me hubieras hecho caso no te hubieras cortado afirma señalando mis pies - Adentro hay un botiquín de emergencias. Sin previo aviso se inclina, coloca una de sus manos en mi cintura, la otra en mis piernas, me alza para llevarme en brazos y pego un grito interior por la sorpresa, pongo mis manos alrededor de su cuello con una última mirada nos dirigimos adentro de la cabaña.
-Me deja en el sofá, mientras va en busca del botiquín en lo que parece ser el baño, me tomo mi tiempo en inspeccionar la cabaña. Si por fuera ya me parecía hermosa, por dentro no tengo palabras para describir lo perfecta que es, con esos ventanales que le dan un concepto abierto es muy acogedora, mencionando la hermosa vista desde aquí hacia el patio.
Continúo recorriendo con la mirada el espacio, me detengo en una pared con fotos alrededor de unas palabras grabada en medio que dice FAMILIA en letras corridas y de color rojo, no puedo ver muy bien desde aquí las fotos e intento levantarme del sofá, cuando escucho su voz llegar a mí.
-A donde piensas que vas? De la impresión, me tambaleo un poco y caigo de nuevo en el sofá.
-Mmm, ningún lado me acomodo bien en el asiento y digo - Solo quería estirarme un poco. Miento la verdad es que detesto esperar.
Se sitúa al otro lado del sofá alza mi pie lastimado, lo lleva hasta su muslo y comienza a curarlos.
Pasamos minutos así en total silencio, lo único que se escucha son mis quejidos cada vez que aplica alcohol en mi herida.
-Deja de moverte- dice con gesto divertido.
-Eso duele, hago puchero como si de una niña se tratara. Mi repuesta parece divertirle mucho ya que no borra su tonta sonrisa de su rostro.
-Lo siento, pero tengo que hacerlo o se te infectara, dice dando pequeños soplidos a mi herida el cual calma un poco el ardor. Parece que sabe lo que hace.
-Eres doctor o enfermero? Pregunto con curiosidad. El parece saber lo que hace, niega con la cabeza.
-Tengo un hermano de diecisiete, juega futbol, cuando era niño vivía haciéndose heridas de toda clase. Explica
-Entiendo digo con mucha sinceridad. Tengo una sobrina de seis y un primo de ocho que viven haciendo travesuras la mayor parte del tiempo llegan con raspones. -Acordarme de ellos me da mucha nostalgia.
Hace años que mi hermana se fue del país para terminar sus estudios, que había pausado por salir embarazada en una de las fiestas anuales del hotel con un desconocido. Solo nos vemos en vacaciones o navidades. Tenía que estar en mi boda, pero no pudo llegar.
-Listo, ya aquí terminamos – le regalo una sonrisa tímida mientras recoge las cosas, hecho un vistazo a mi pie y está perfectamente vendado. – Gracias.
De todo el tiempo que llevamos juntos no se me ha ocurrido preguntarle su nombre.
-Dan, dice y me doy cuenta que he pensado en voz alta.
Se levanta mientras coloca mi pie en un cojín, alzo mi mano en su dirección – Un gusto conocerte Dan soy Elisabeth Anderson – el me ve extrañado y el entendimiento llega a sus facciones, toma mi mano agitándola en modo saludo.
-El placer es mío señorita Elisabeth. Prueba mi nombre en sus labios y me gusta cómo suena en ellos. Rompiendo el contacto de nuestros ojos toma la caja del botiquín para luego decir.
-Deberías llamar a tus padres, deben estar preocupados - me entrega su celular, cuando lo voy a tomar siento como nuestros dedos se rozan y una electricidad se siente en mi cuerpo.
-Cierto. Carraspeo para aclararme la voz - Mis padres, con todo esto se me olvido lo preocupados que deben estar.
-Llevare esto y aprovechare darme una ducha – informa, se retira dándome un poco de privacidad.
Marco el número de mi padre, repica varias veces, pero no contesta. Vuelvo a intentar otra vez y al segundo repique lo toma.
-Si hola. Dice siempre me ha gustado su voz, me trae calma absoluta como si todo estuviera bien.
-Hola papa. Se escucha como se cierra una puerta cuando responde.
- OOhhh mi niña, por fin llamas como estas – en su voz noto un poco de preocupación.
-Lo siento papa – me disculpo si fuera yo también estaría preocupada si mi hija se va y no aparece. – No podía seguir con todas esas personas. – cuando digo personas me refiero más que todo a la prensa.
-Tu madre quiere hablar contigo- no soy de estar hablando de lo que siento, así que me niego rotundamente, conociéndola me va preguntar lo que sea y va a querer respuestas de mi parte, sinceramente no estoy para esto.
-Dile que la amo, que después hablamos. No pienso hablar de esto, aunque por lo menos sanar un poco aun duele.
-Está bien niña se lo hare saber – poco convencido – No hagas nada loco.
Sonrió al recordar todo lo sucedido se infartaría si se enterara de que me he subido al auto de un desconocido y en este momento estamos solos en una cabaña como a dos horas de distancia. Literalmente me mata.
-Si papa puedes quedarte tranquilo no voy hacer nada loco. Miento – necesito tiempo para aclarar mis pensaaaa... no termino de decir la frase porque la vista que tengo en frente me deja atontada, si sus ojos me parecían hermosos, no se imaginan que es verlo con una toalla en su cintura, mil escenas pasan por mi cabeza trago duro mientras sigo recorriendo con la mirada su cuerpo desnudo bien formado hasta llegar a su mirada, con una pizca de diversión en sus ojos azul cielo.
Reaccionando de mi aturdimiento me despido de mi padre sin esperar respuesta alguna le cuelgo.
Entierro mi cara en el cojín por la vergüenza – Lo siento me disculpo. Siento como mis mejillas se tiñen de rojo no sé qué me paso yo no suelo ser así de descarada, que te sucede Elisabeth te van dejando y ya estas babeando por alguien más. Esa es mi conciencia hablando.
-Porque te disculpa – dice al ver que no obtiene respuesta de mi parte continua – no tienes que decir lo siento por mirarme de esa forma – escucho sus pasos acercarse – Mírame, ordena arrodillándose a mi lado para estar a mi altura.
-Mírame no tiene por qué sentir vergüenza – dice con la punta de sus dedos en mi barbilla obligándome alzar la mirada.
-Vergüenza debes sentir si robas, no por seguir tus deseos. Intento negar con un movimiento lento de mi cabeza, está mal todo esto, no debería decirme esas cosas ni siquiera estar tan cerca de mi cara.
Hace horas estaba a punto de casarme se siente tan incorrecto hasta mirarlo.
-Qué cosas dices – digo quitando con brusquedad su mano de mi rostro – por favor ponte algo de ropa me incomodas – el solo se ríe con picardía.
- ¿Que, nerviosa? – si, a mil porcientos pienso. Sin demostrarle nada, cambio de tema.
-Quisiera ir a ducharme puedes decirme donde queda el baño – digo intentando controlar mi acelerado corazón – necesito quitarme este vestido si no te molesta prestarme algo que colocarme por esta noche.
-te puedo ayudar a quitarte el vestido dice sin un poquito de pudor, yo toda indignada le tiro el cojín en mis manos para que se callara de una vez.
-No gracias, puedo sola no necesito tu ayuda para nada más. Pregunto con impaciencia – ¿dónde está el baño?
-Al final la puerta del lado derecho. Como puedo me levanto y con mi talón herido camino de puntas para no lastimarme, puedo sentir su mirada clavada en mi espalda y podría apostar que sigue sonriendo como idiota. Me retiro lo más pronto posible o terminare de lanzarle algo más para borrarle esa cara de niño bonito.