No voy a negar que me atrae, por muy tentador que sea ir ahora mismo besarla en esa boca provocadora y testaruda, estaría violando el código más importante del guardaespaldas jamás involucrarse con el trabajo y lamentablemente ella es el trabajo, romper el código es renunciar ser guardaespaldas.
Una cosa tengo bien claro y es que no importa si eres hijo del jefe las reglas también van para mi sin excepciones, con lo justo que siempre he sido con las reglas nunca me involucraría con ella, solo profesionalmente.
Alejo esos pensamientos de mi cabeza para dirigirme a la habitación de mi madre. Escojo unas pantuflas para que no esté descalza por la casa, me encamino hacia su armario para ver que le podría quedar a Elisabeth.
No creo que le quede algún pantalón, entonces le llevare el vestido de manga rojo.
Tengo todo en mis manos, me dirijo hacia el baño a llevarle las cosas quizás desee cambiarse dentro, cuando estoy más cerca de la puerta escucho como se rompe algo dentro.
-¿Estas bien? Pregunto un poco preocupado, no contesta de inmediato y mis alarmas se enciende, me retiro un poco para tumbar la puerta cuando la escucho decir
-Si estoy bien suena un poco agitada – Ahora te debo un jarrón. Me relajo un poco, sonrió por su ocurrencia ella aún sigue anotando la supuesta deuda que dice tener conmigo.
-Pero te encuentras bien te escucho algo agitada. Aclaro
-Estoy bien debe ser por el susto, lo siento- aquí vamos otra vez con las disculpas.
-Te traje algo de ropa – le informó, abre la puerta de inmediato y aún sigue con el vestido puesto, no es que quisiera verla sin él o en toallas, con el tiempo que duré en la sala para después buscarle algo que colocarse ya para que estuviera duchada.
-Pensé que ya te habrías duchado, algún problema, inquiero.
-Mmm la verdad si, duda un poco antes de decir – no logro quitarme el vestido se quedó atascado el cierre.
Hace uno de esos pucheros ya reconocidos para mí.
-Quieres que te ayude- pregunto
-Pues si ya te dije que no puedo. Dice de mala gana, me parece que no le gusta la idea de pedirme ayuda cuando hace unos minutos me dijo todo lo contrario.
-El karma es un completo hijo de mierda, sonrió burlón.
-Vez más vale no te hubiera dicho- dice enojada – Ya veré cómo me lo quito – intenta cerrar la puerta en mi cara cuando la detengo.
-Estaba bromeando no te tomes todo a la ligera. – le digo para que se calme. Abre la puerta nuevamente le ofrezco las cosas que ocupan mis manos, lo toma antes de girarse.
Hecho a un lado su melena rubia, sin querer rozo su cuello con la yema de mis dedos siento como una electricidad que llega a mi cuerpo, como sucedió hace rato, ella pega un brinco por mi roce, reaccionando a mi tacto.
-Ya puedes intentar abrirlo- dice como en un susurro.
Obligando a mi mente aclararse, forcejeo un poco y si en efecto está atascado.
Sigo intentando hasta que por fin sede el endemoniado cierre, lo bajo lentamente hasta su cintura, me quedo un rato mirando su espalda desnuda. Borrando esas imagines de mi cabeza me alejo como si me quemara tenerla cerca.
-Estaba un poco duro, pero quien, contra estos músculos, besando cada uno de ellos.
-Fanfarrón, dice en tono juguetón, sin enojo alguno se ve más relajada.
-Bueno, entonces me retiro – digo con gesto nervioso.
-Si... gracias yo me duchare rompiendo la incomodidad cierra la puerta y suelto el aire que no sabía que estaba conteniendo.
Ya en la sala enciendo la televisión pongo el canal de noticias su cara es lo primero que veo, cuando se hace un ovillo en el medio de toda esa gente cuando aparezco para sacarla de ahí, la noticia del día.
"La niña de oro es plantada en el altar"
-Son unos parásitos – digo con enojo no les importo que se estuviera desmoronando en sus narices, la primicia era lo primordial. Bufo al mirar su rostro enrojecido de tanto llorar, cuando escucho la puerta del baño abrirse, rápidamente cambio a un canal de música.
Escuchando sus pasos cerca me giro para verla doy un silbido. Ese vestido rojo le queda a la perfección como si lo hubieran hecho a su medida.
-Que idiota – digo refiriéndome a su ex por dejarla, tremendo mujeron tengo en frente – eres hermosa princesa. Le digo, agacha la cabeza por la timidez mientras con nerviosismo se retuerce sus manos.
-Ohm gracias Dan. Dice sonrojada. Le hago señas para que se siente
-Como sigue tu pie. Cambiándole de tema – lograste no mojarlo. Sonrió un poco por lo tonto que suena.
-Fue un reto que asumí valientemente, sonríe abiertamente es una muy bonita sonrisa. Se percata que la miro fijamente y vuelve a evadirme la mirada. Apenada me pregunta.
-Que estabas viendo antes de que llegara, que has cambiado de canal rápido. Pregunta alzando una ceja – No me digas que veías porno. Suelto la carcajada sin poder creer que ella me esté diciendo eso, ella me imita y nos fundimos en un ambiente agradablemente cómodo.
-Hablando enserio que estabas viendo – no queriendo borrar su sonrisa apago la televisión evadiendo su pregunta.
-Nada importante princesa – cambiando su gesto a uno pensativo le sugiero - vamos a comprar algo de comer me muero de hambre – digo sobándome mi estómago.
-Porque sigues llamándome princesa – pregunta curiosa.
-Porque lo eres, digo con obviedad – hija de uno de los hombres más ricos del mundo, todo aquel que se te acerca es para conseguir un poco de fama y dinero sin olvidar lo de ser rescatada siempre por alguien, así como a una princesa.
Noto un poco de enojo en su mirada y la verdad no entiendo por qué no he dicho nada malo, se levanta de golpe del sofá dirigiéndose a la entrada.
-Si ya terminaste vamos también me muero de hambre. Voy tras de ella hacia el auto quiero abrirle la puerta.
-Puedo sola – dice con brusquedad. Alzo las manos en señal de paz, me dirijo al otro lado ya dentro enciendo el motor, quiero preguntarle que mierda sucedió como si adivinara mi intención enciende la radio para no escuchar mi voz, con la mirada fija en la nada, pongo en movimiento el auto.