Entonces volteé hacia Sam solo para notar que me estaba sonriendo, por lo que le fruncí las cejas de una manera interrogante. No obstante, su expresión facial no cambió sino que todavía tenía esa estúpida sonrisa.
Con un suspiro, giré la cabeza hacia la cocina. "Mamá, ¿puedo salir a dar un paseo?", consulté en voz muy alta, esperando poder alejarme de esos molestos seres.
"¿Los chicos ya te mostraron tu habitación?", me preguntó mi madre, y yo volteé hacia ellos para ver que ahora todos me estaban sonriendo.
Sin darme oportunidad de responder, Cole, Alec y Hayden me agarraron por los brazos y empezaron a jalarme escaleras arriba mientras que Sam me miraba muy entretenido.
Definitivamente había algo extraño en él.
Tras caminar durante unos tres minutos, nos detuvimos en una puerta que tenía patrones de color rosa claro. De hecho, si has visto Frozen y sabes cómo es la puerta de Elsa, esta era así.
"¿Qué esperas? ¡Ábrela!", dijo Alec, y al mirar hacia atrás, me encontré su sonrisa.
A pesar de ignorarlo, agarré el pomo lentamente y mis manos comenzaron a temblar al girarlo.
¿Qué demonios me pasaba?
"Date prisa, ¿sí?", exclamó Cole con una risa, y como me distraje, terminé tropezando con su pie y caí dentro de la habitación.
Excelente, de verdad...
De pronto escuché el eco de las risas de los chicos detrás de mí, y les lancé una mirada furiosa. Sin embargo, ellos continuaron riendo. Por mi parte, me levanté, y al recorrer la habitación con mi mirada, una pequeña sonrisa se dibujó en mis labios.
La funda de la cama era de un bonito tono rosa con un delicado estampado blanco, había una estantería con libros de Disney y una puerta que probablemente era el baño. No obstante, los libros llamaron mi atención al punto de confundirme.
¿De quién era esta habitación?
Examinando el resto del lugar, noté que tenía un escritorio, un armario, un mini sofá y un televisor colgado en la pared.
"Es hermosa", murmuré, y uno de los chicos envolvió mi hombro con su brazo.
"Sí, era...".
"¡Alec!", gruñó de repente Sam, y Alec ipso facto me soltó y me dio una sonrisa de disculpa antes de salir corriendo de la habitación.
Entonces noté que todos los chicos se habían ido, y tras suspirar, salí de la habitación y cerré la puerta.
"¡Winter!", me llamaron, y al bajar las escaleras corriendo, vi a mi madre sosteniendo su bolso. Estaba a punto de agarrar mi abrigo cuando mi mamá me detuvo.
"Voy a buscar tu maleta ya que te quedas a dormir desde esta noche. Es que me llamaron, así que lamentablemente tendré que irme ahora y dejarte aquí. Lo siento mucho, tesoro", me dijo al tiempo que me abrazaba, y yo le sonreí.
"Tranquila, entiendo", le dije, y ella me dejó un beso en la frente antes de salir a paso apresurado. Con un suspiro, me pasé la mano por el rostro.
¿Desde esta noche?
"¡Hola, Winnie!", saludó alguien detrás de mí, haciéndome fruncir el ceño.
Yo odio los apodos.
No bien me di la vuelta, vi a Alec sonriente con dos controles en sus manos, lo cual me hizo sonreír a mí.
"¿Quieres jugar?", me preguntó él, extendiendo uno de los controles hacia mí. Sin dudarlo, yo lo agarré.
"¡Obvio!".
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"¡Hiciste trampa!", se quejó Alec, y yo solté una carcajada.
"No es mi culpa que juegue esto en mis ratos de ocio, y debo decir que tengo mucho tiempo libre", comenté y puse el control en mi regazo.
Todavía me reía del ataque de Alec cuando Cole y Sam entraron con unas expresiones tan indescifrables que me hicieron preguntarme qué había pasado antes.
¿Por qué Sam había reaccionado así? ¿Acaso había algún secreto que yo no debería saber? Mmm, bueno, obviamente no confiaban en mí dado que me acababan de conocer, y eso era entendible.
"Hola", dije cuando Cole y Sam pasaron a mi lado, y el primero se sentó en una de las sillas al lado del sofá en el que estábamos Alec y yo.
"Hola", murmuró él, y yo fruncí el ceño.
Si bien podía ver mi cara, él decidió mirar la televisión como tratando de ignorarme.
"¿Qué dices de otra ronda?", le pregunté a Alec, y él me miró con una sonrisa.
De pronto escuché a Sam reír e inmediatamente me volteé. "Eso sonó muy mal", espetó él y yo arrugué la nariz con disgusto.
"No, ¡tú tienes una mente sucia!", repliqué, haciéndolo sonreírme.
"Querrás decir que tengo una imaginación sexy", refutó. Decidiendo ignorarlo, yo me giré hacia Alec.
"¿Puedes dejarme ganar?", me preguntó él con una mirada esperanzada, y yo solo pude reírme.
"¡Ni siquiera lo estaba intentando, y aun así te gané! ¿Qué te hace pensar que puedo disminuir mis habilidades en este juego?", cuestioné, por lo cual él se quejó de nuevo, y poniéndose de pie, me señaló con el dedo.
"¡Apestas!".
"¡Tú más!", exclamé entre risas, y volteando los ojos, él se fue a la cocina.
Acto seguido, volteé hacia Cole y Sam, quienes miraban sus celulares como si estuvieran locos de aburrimiento.
Levantándome, apoyé las manos en las caderas. "¿Qué se puede hacer para divertirse en este enorme castillo al que llaman casa?", les pregunté, y Sam me miró con una ceja levantada.
"Deberías preguntar qué es lo que no podrías hacer", dijo con una sonrisa.
"No, hablo en serio. ¡Ustedes son muy aburridos! ¿Así es como tratan a su nueva huésped? ¿Sabes? Vamos a estar atrapados aquí durante un año, y ustedes probablemente pasarán todo el tiempo sentados viendo no sé qué tonterías en esas pantallas", espeté y empecé a caminar hacia la cocina.
Apenas llevaba unas tres horas en esa casa, y todo lo que conocía era la cocina, la sala de estar y mi dormitorio.
En ese momento me senté en el taburete junto a Alec, quien miraba el microondas, y con un suspiro, me puse a mirarlo también.
El timbre rompió el incómodo silencio, y yo me levanté para abrir la puerta. Era mi madre, que me sonrió antes de entregarme mi maleta y abrazarme.
"Te llamaré todas las semanas para asegurarme de que estás bien. Y no te preocupes, que los chicos se ocuparán de ti".
Tan pronto como la escuché decir eso último, suspiré, pues yo estaba segura de que ellos no lo harían.
Cuando estaba a punto de decir algo, mi madre empezó a entrar en su auto. "Hasta pronto, tesoro. ¡Pórtate bien!".
Y así, quedé atrapada allí con los Anderson. Sería un año entero. ¡Genial!
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Sentada en mi nueva habitación, me recosté contra la cabecera de la cama mientras leía El Diario de Greg. Me encantaban esos libros porque eran muy divertidos y era muy fácil identificarse con los personajes.
La lámpara del escritorio iluminaba bastante la habitación, lo que me resultaba un poco reconfortante, pacífico y relajante, al menos así era para mí.
Unos golpecitos en la puerta me sacaron de mi lectura, y algo desorientada, levanté la cabeza. "¡Adelante!", solté lo suficientemente alto como para que la persona del otro lado pudiera oírme.
Con un crujido, la puerta se abrió, y para mi sorpresa, allí estaba Cole con una camiseta blanca de cuello en v y jeans.
Eran las once de la noche, ¿acaso ese tipo dormía en jeans y camiseta?
"Solo quería ver cómo estabas. ¿Todo bien?", me preguntó, y yo devolví la mirada a mi libro.
"Sí", dije sin más.
"¿Qué estás leyendo?". Pese a su interrogante, yo no aparté los ojos de las palabras sobre la hoja.
"El Diario de Greg". Ante mi respuesta, él se rio entre dientes, y yo levanté una ceja.
"¿Dije algo gracioso?", cuestioné, pero él negó con la cabeza.
"¿No es un poco... infantil?".
Boquiabierta, cerré mi libro y fruncí el ceño. "¡No lo es! Eres tú quien... ¡eres un viejo!", exclamé en un tono burlón. A pesar de lo que dije, él sonrió.
"Solo soy un año mayor que tú".
"Ni siquiera me conoces", murmuré.
"Sé lo suficiente", replicó.
"Vaya. Aterrador, ¿no?", solté sonriente, por lo que él me dio un golpecito en la rodilla.
"Descansa", susurró, y aunque volteé los ojos, me acosté de todos modos. Habiendo apagado la lámpara, Cole me sonrió y salió de la habitación.
Quizás esos chicos no eran tan malos como yo pensaba, ¿verdad?
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