El diseño del interior también era muy particular, los colores dominantes eran el blanco y el rojo. La barra se extendía a lo largo del establecimiento y, frente a ella, varias mesas blancas con sus sillas rojas daban hacia la vidriera.
Sam se acercó al mostrador y, de pronto, salió una chica de pelo rizado a atenderlo. Su cabello estaba recogido en un moño desordenado y la verdad se veía bastante atractiva.
"¡Sam!", lo saludó la chica con emoción. "¡Cuánto tiempo sin verte! ¿Qué puedo hacer por ti hoy?", preguntó con una amplia sonrisa que él le devolvió.
"Hola, Sally", la saludó. "Sí, ha pasado mucho tiempo... Nada, solo tráeme un par de hamburguesas con queso", ordenó, al tiempo que le daba un billete de 20 dólares que Sally luego dejó en la caja registradora.
"Regreso en un segundo con tu pedido", asintió ella y, en su camino a la cocina, se dio cuenta de mi presencia y me saludó con una pequeña sonrisa.
Eché un vistazo al lugar y vi que había una mesa pegada del ventanal que recibía uno de los pocos rayos directos del sol. Instintivamente quise sentarme allí porque el lugar estaba helado y parecía un congelador.
'¿Es cosa mía o es porque no me traje mi abrigo hoy?', me pregunté antes de correr hacia la mesa. Tan pronto como el sol me recibió, dejé escapar un suspiro de alivio. Sam se sentó frente a mí segundos después y no pude evitar alzar la vista para mirarlo.
Por una fracción de segundo, sentí que estuvo a punto de decir algo, pero entonces recibió una llamada en su teléfono.
A toda prisa, él atendió, apartando la mirada de mí. "¿Hola?", preguntó. "Sí, ella está bien", dijo, mirándome con un leve asentimiento. "Vale, se lo preguntaré", murmuró, apartando el teléfono de su oreja y mirándome una vez más.
"¿Está bien si solo son tú, Alec y Cole esta noche?", me preguntó y yo asentí levemente. Entonces me quedé mirándolo fijamente mientras regresaba el teléfono a su oreja.
"Sí, no tiene problema con eso. Como sea, está bien... Adiós", se despidió antes de colgar y guardar el móvil.
"¿Quién era?", pregunté, visiblemente curiosa.
"Mi madre", respondió él simplemente, mirando por la ventana.
"¿Por qué solo estaremos Cole, Alec y yo en la noche?", le pregunté a Sam y él me miró arqueándome una ceja.
"¿No tienes ningún botón para apagarte?", replicó, irritado.
Con una leve sonrisa incómoda, sacudí la cabeza y él dejó escapar un suspiro mientras se peinaba el pelo con los dedos.
"Hayden y yo vamos a salir, y mamá está ocupada en el trabajo", explicó y yo asentí comprensivamente. Entonces me di cuenta de que Sally se estaba acercando con una bandeja en las manos y una cálida sonrisa.
"Buen provecho a los dos", dijo ella, pero antes de marcharse, me sonrió y asintió.
"Winter", añadió antes de alejarse. Con el ceño fruncido, miré a Sam, quien me estaba viendo y me sentí todavía más confundida.
"¿Cómo es que ella sabe tu nombre?", preguntó él y, justo entonces, vi que Sally estaba regresando a la cocina. De nuevo, miré a mi acompañante y fruncí el ceño.
"No sé".
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"¡Corre, corre, corre!", grité mientras me tapaba la cabeza con las manos y corría hacia al auto. No obstante, en vez de correr porque estaba lloviendo a cántaros, Sam caminaba lentamente como si el cielo estuviera despejado.
"¡Quita el seguro!", añadí en su dirección, aterrada por los relámpagos y truenos. Sam sacó las llaves y presionó el botón, haciendo que las luces del auto parpadearan; yo de inmediato abrí la puerta y entré, procurando resguardarme de la lluvia y del frío. Segundos después, él entró también y encendió el auto.
"Gracias", murmuré en voz baja y él solo me miró con una ceja levantada.
"¿Por qué?".
"Porque probablemente me resfríe por tu culpa", espeté fríamente, frotándome los brazos con las manos para calentarme.
"Si te enfermas, buscaré a un doctor... Aunque bueno, la verdad no me importa", respondió él con una sonrisa y a mí solo me quedó poner los ojos en blanco.
No, por supuesto que no le importaba.
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Abrí los ojos y sonreí. Ya había entrado en calor y la música suave que salía de los radios me hacía sentir relajada. Nunca imaginé que en el auto de un chico malo como Sam se pudiera escuchar algo tan calmado y agradable.
Sin embargo, de pronto la sonrisa se borró de mis labios cuando me di cuenta de que habíamos pasado la escuela de largo. Con los ojos espabilados, miré a Sam al volante.
"Sam, ¿a dónde estamos yendo?", pregunté, al tiempo que nos deteníamos en un semáforo en rojo.
"A casa", respondió él y dejé escapar un jadeo.
"¡No, no podemos regresar todavía! ¡No puedo! ¡Dejé mi abrigo en el casillero y mamá se enojará conmigo! ¿De verdad crees que quiero ganarme un regaño? Porque...".
Él me puso un dedo en los labios y me hizo callar en el acto, luego se apartó y lo fulminé con la mirada antes de desviar mi atención hacia la carretera.
"Para empezar, tu madre no sabrá que has dejado tu abrigo porque está en África; segundo, mañana podrás recuperarlo; y, por último, ¿quieres que los demás sigan diciendo cosas sobre ti?", preguntó, poniendo en marcha el auto de nuevo.
"No", exclamé, pero mi voz apenas se escuchó.
Él me miró con una sonrisa ladeada. "¿Y bien?".
Dejé escapar un suspiro y me centré en el paisaje a mi alrededor antes de murmurar:
"Bueno, está bien".
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Sam estacionó el auto frente a la casa y me contuve por unos segundos para agarrar fuerzas antes de salir en medio de aquella lluvia torrencial, rápidamente salí corriendo y me resguardé bajo el pórtico, esperando a que él saliera para abrirme la puerta de la casa. Apenas lo hizo, troté directo hasta la chimenea para calentarme.
"Eres demasiado dramática", se quejó mientras se sacaba la chaqueta y lo dejaba en el perchero de la entrada. Fruncí ligeramente el ceño mientras lo miraba.
"Bueno, quizás si tuviera mi abrigo, no estuviera siendo tan 'dramática'", respondí y él se echó a reír mientras caminaba hacia el sofá para recostarse.
Sentada frente a la chimenea, escuché algo de música saliendo de la televisión y alcé la mirada para ver. Era el vídeo de la canción Love Yourself de Justin Bieber y, sin darme cuenta, solté un chillido.
¡Yo amaba a Justin Bieber!
Enseguida me levanté del suelo y me acomodé en un sillón para ver el vídeo. Sam estaba claramente aburrido mientras yo no podía estar más emocionada cantando el coro.
Sin embargo, la felicidad no fue demasiado duradera.
Sam Anderson cambió de canal antes de que pudiera darme cuenta... ¡Y fútbol de nuevo!
"¡Eres un idiota, Sam!", me quejé y empecé a golpearle el hombro. Él alzó una ceja y le sostuve la mirada, de pronto, estábamos en una competencia para ver quién la apartaba primero.
"Eres un idiota", insistí, mirándolo a los ojos color avellana.
"Nunca dices palabrotas, ¿verdad?", preguntó y una sonrisa escapó de sus labios mientras se perdía en mis ojos azules.
"No, ¿para qué decir cosas feas cuando se pueden dejar las cosas claras con palabras normales?". repliqué y no pude evitar sonreír.
"Bueno, pero los insultos pueden llegar a ser más efectivos", añadió él y puse los ojos en blanco.
"¡Cariño, estoy en casa!", escuché de repente, luego unas risas dispersas. Sam y yo nos espabilamos enseguida y dejamos de vernos.
Cole nos miró a los dos, Alec sonrió con una mueca y Hayden tomó una manzana del bol de fruta. Cruzando los brazos a la altura del pecho, Alec alzó una ceja y preguntó:
"¿Acaso interrumpimos algo?".
Yo enseguida sacudí la cabeza. "Solo estábamos...".
"Hablando", me interrumpió Sam.
"¿Sobre qué?", insistió Cole, y Sam y yo nos miramos.
"Fútbol americano", dijimos al unísono y casi enseguida escuché la risa de Hayden.
"Bueno, Winter, ¿será que te puedo pedir prestado a mi hermano?" Tenemos que irnos". anunció Hayden y recordé lo que Sam me había dicho en el restaurante.
"Sip", respondí, haciendo hincapié en el sonido de la "p". Sam enseguida se puso de pie, agarró la chaqueta de cuero que seguía empapada y se unió a su hermano.
Cole y Alec compartieron una sonrisa entre ellos y enseguida se sentaron en el sofá donde estaba yo, acorralándome por cada esquina. "¿Qué pasó con ustedes?", preguntó Alec y fruncí las cejas.
"Nada, solo estábamos hablando... sobre fútbol", respondí lentamente, señalando la televisión.
Cole asintió, pero me di cuenta de que no me creía por la sonrisa que vi en su rostro. "Oh, vale, ¿y qué equipo está jugando?", inquirió y volteé a ver la televisión donde aparecía un jugador con uniforme azul.
"Oh... es el... mmm".
"Atrapada", susurró Alec en mi oído y cerré los ojos con fuerza.
"Bien, quizás no me crean, pero estábamos teniendo una competencia de miradas".
"Te creemos", dijo Cole y, al abrir los ojos, los vi a los dos.
"Y por eso es que estaban a punto de besarse", agregó Alec y jadeé mientras lo miraba.
"¡Claro que no nos íbamos a besar! ¡Pero ni de cerca!", protesté, mi voz se elevó un poco.
"Lo que digas, Winnie", sonrió Alec. "Podría seguir hablando de esto toda la tarde, pero me muero de hambre y quiero jugar CoD", añadió mientras se ponía de pie para ir a la cocina.
"¿Puedo jugar?", sugerí y enseguida escuché la risa de Alec resonando por encima de su hombro.
"Si me dejas ganar".
"De ninguna manera.", insistí con firmeza y lo escuché quejarse desde la cocina. Cole se unió a mí y se rio también mientras miraba la televisión.
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