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El prisionero del cielo

Carlos Marin
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Capítulo 1 El laberinto de los espíritus

Hoy por la mañana me he despertado pensando en ti, de nuevo. Una vez más soñé que estábamos en la librería de viejo y que tomados de la mano nos adentrabamos al pasillo del drama y el romance. Nos perdimos entre las estanterías que guardaban mil almas, las almas de cada escritor y de cada lector. Entre todas ellas volví a ver la portada de ese misterioso libro que en cada sueño aparece « El laberinto de los espíritus » decía el título, con las letras negras de siempre y con ese brillo único en su lomo.

Por un momento sentí que no estaba soñando y que nuestra búsqueda por el libro perfecto nunca terminaría, que podría volver a sentir tu mano tomando la mía, a la espera de que yo avanzará para que me siguieras.

- Nunca te vuelvas a ir cariño - te susurré sin mirarte.

Asentiste y seguimos en busca del libro perfecto.

Alguna vez tu y yo escribimos uno, y déjame decirte que fue el mejor que he podido leer, el mejor libro de mi mundo, de nuestro mundo. Aquel libro que ambos escribimos una tarde de otoño bajo el árbol, ese árbol donde solíamos pasarnos la vida entera y nos hundiamos en su sombra mágica. No habrá mejor lugar que debajo de ese árbol para pasar mi vida, no habrá mejor sitio para recordarte. Creo que sí un día vuelvo a ir aún podré vernos ahí, sentados y enamorados, sin miedos y sin dudas.

La vida se me está escapando y ya no sé cómo volver a ella, siempre que lo intento me encuentro tu recuerdo a medio camino y no puedo seguir más; siempre que lo intento pierdo de vista el camino e inútilmente busco tu voz para que me guíe de vuelta a el. Me di cuenta de que vives solo en mis sueños, y que hasta en ellos sigues sin responder mis cartas y mis peticiones de verte.

No se si mis cartas te lleguen, si acaso el director no deja que mis cartas salgan de estás cuatro paredes y te busquen. Pienso que si es así y que solo es una mala jugada del director, ¿Si te llegan, verdad?.

La hora de ver un poco de luz aquí, se acabó. Es momento de que deje este pedazo de papel y le ponga mi firma, y que con mucha esperanza lo leas y el siguiente fin de semana en el correo, llegué tu respuesta.

Te amo.

Carlos Marín

            
            

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