Deavid gruño molesto y me miro detenidamente como si esperara una reacción de mi parte, levanté ambos hombros y sonreí divertida. Él suspiro y volvió a mirar a la rubia.
-No me van las rubias- Deavid le respondió cortante- prefiero las castañas-sentí su mirada en mi dirección, pero preferí hacer caso omiso de ella.
-Oh...-el rojo en las mejillas de la chica se intensifico, parecía bastante avergonzada- Tú debes ser Emma ¿Cierto? -Esta vez hablo en mi dirección.
-Mi prometida-La voz de Deavid retumbo en la estancia, todos los ojos que nos observaban curiosos se apartaron de inmediato.
Negue con la cabeza. Esto era demasiado bochornoso.
-...mi nombre es Valentina y seré su guía durante su estadía- la chica parecía bastante incomoda, pero aun así sonreía.
Le dedique una pequeña sonrisa. Yo era quien mejor comprendía lo tenso que se volvía el ambiente al estar en parecencia de Deavid.
Desde que éramos pequeños él se aislaba del resto, era callado y cortante con los demás, en realidad pocas veces lo había visto hablando con más personas además de su familia y de mí.
Luego de lo ocurrido en nuestra niñez, hubo un cambio rotundo en la personalidad de Deavid, en los primeros meses de terapia se aisló de todo el mundo, no asistió más a su escuela, inclusive parecía no estar comiendo ni durmiendo adecuadamente.
Tomo bastante tiempo volver a reconectarlo con los demás, las únicas veces que salía de su habitación eran cuando iba de visita. En un principio, lo único que hacía era mirarme y romper a llorar pidiéndome perdón, pero con el tiempo empezó a mejorar y mantener conversaciones más duraderas conmigo.
Con el pasar del tiempo volvió a conectarse más con su familia y recobrar de cierta forma la normalidad en su vida. Volvió a tomar clases, pero esta vez con un tutor privado y solo salía de su castillo cuando era de suma importancia, o cuando me iba a visitar. Si se topaba con personas, que no fueran de su círculo cercano, se volvía muy huraño y el ambiente se volvía instantáneamente incómodo y tenso.
-Hay que avanzar- la mano de Deavid toco con delicadeza de mi cintura despertándome de mis pensamientos.
Me aparté con cuidado de su toque y seguí a Valentina.
- ¿Tu falda no es un poco corta?
Hablo en un tono molesto, sentí escalofríos cuando se acercó demasiado. Se veía bastante irritado.
-Deavid...- le di una ligera advertencia con la mirada y seguí avanzando.
La falda me llegaba prácticamente a la rodilla.
El gruño bajo y tomo de mi cintura acercándome a su cuerpo. Suspire y lo ignore.
-Esta es la oficina, espérenme un poco-Valentina se acercó a hablarle a la señora que estaba en el escritorio- Hola, Ani necesito los horarios y numero de casilleros de los alumnos Deavid y Emma Leick- hablo con una gran sonrisa.
Mi ceño se frunció al escuchar. Leick es el apellido de Deavid, al parecer mi apellido perdía completa importancia para la institución, era algo de lo que ya estaba al tanto, pero de todas formas no dejaba de molestarme.
(***)
-Aquí tienes- Deavid dejo frente a mí una bandeja con comida.
-Supongo que gracias... -Lo mire molesta- Aunque era algo que podía hacer por mi cuenta.
-De nada. -Se sentó frente a mí, parecía no tener ganas de comer, solo me miraba en silencio.
Si sus intenciones de traerme comido fueran realmente por caballerosidad, estaría más que agradecida, pero en realidad no eran más que celos.
En la fila para recoger la comida había varios chicos, chicos que nos miraron al entrar a la cafetería, era obvio que al ser nuevos las personas nos mirarían curiosos, pero Deavid parecía no entender aquello y se sentía amenazado ante cualquier mirada.
- ¿Me prestarías tu horario?
Lo mire extrañada ¿Para qué lo quería?
-Está en mi bolsa- respondí extrañada, Deavid la tomo y comenzó a rebuscar entre mis cosas.
Al encontrarla empezó a estudiarla con el ceño fruncido.
-Solo coincidimos en las clases de historia y baile-parecía enojado.
-Tenemos clases distintas, recuerda que tu viniste a aprender como ser un rey y yo a como soportarte por el resto de mi vida-dije burlona a lo que el gruño.
-Pensé que ya te habías echo a la idea de lo nuestro- parecía aún más molesto.
-Prácticamente estoy obligada así que. ¿Qué más podría hacer? -respondí resignada.
-Si hablaras con tus padres ellos lo aceptarían...- posiciono su codo sobre la mesa y apoyo su mentón sobre su mano-pero tu fachada de hija perfecta se desmoronaría ¿Cierto?
Su sonrisa burlona no hacía más que hervir mi sangre, sus palabras habían tocado un punto sensible en mí, el temor a decepcionar a mis padres y ver la desilusión en sus rostros siempre habían sido mis mayores miedos.
-Si este compromiso se terminara ¿Estarías dispuesto a dejarme ir? -cruce mis brazos y lo mire fijamente.
-Buena jugada cariño- en su rostro aprecio una media sonrisa- ambos sabemos que eso jamás sucederá.