La Herencia de Alba
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Capítulo 6 Chapter 6

Chapter 6

El buen tiempo, mantenido por el viento del nordeste, acabó. El cielo amaneció encapotado, extrañamente estático y con la luz característica que precede a la lluvia. Había pasado parte de la noche con el equipaje para dejarlo preparado. Cogí mi maletín, la silla y salí subrepticiamente. Debía encontrar un lugar a cubierto para quedar con los clientes, el balneario sería ideal si no ofreciera tantas oportunidades para ser descubierta por algún conocido. Jugaba con fuego y reconocía en mi fuero interno que me gustaba, me hacía sentir viva, rompía con la monotonía de los días. El incentivo de ganarme unas pesetas añadía enjundia a la aventura. Era consciente de que, aunque aumentaba la hucha, no era suficiente para vivir de ello y, en invierno, no podría pintar al aire libre. Era impensable mi arte como medio de subsistencia, pero era agradable romper con las normas, desobedecer. Me asomé a la playa y no había nadie. El mar, del color plomizo del cielo, ofrecía una superficie lisa. La ausencia de viento electrificaba el ambiente, acentuaba la nitidez de los objetos, afinaba la percepción visual. ¿Cómo sería plasmar las sensaciones sobre un papel? Un movimiento cercano me distrajo. El matrimonio se acercaba. Les mostré el trabajo en cuanto llegaron a mi lado.

-Si no les gusta, los libero del acuerdo -ofrecí nerviosa. Me había tomado demasiadas libertades.

-Es una sorpresa -opinó ella sin apartar la vista de la lámina. Guardaron silencio mientras apreciaban los detalles y se hacían a la idea.

-Me parece magnífico -declaró el marido-. Es cierto que no es la idea de un retrato, pero me encanta. Ese aire de complicidad, ese desenfado...

-Raimundo, no podemos colgarlo en el salón -objetó la señora.

-¿Quién habla del salón? En nuestro cuarto, querida, es para nosotros. Señorita, ha captado la admiración que siento por mi esposa de una forma magistral y delicada. Es usted una gran artista. Me lo había comentado un amigo, pero me pareció una exageración. Me ha conquistado con su arte. ¿Siempre pinta en la calle o dispone de un taller?

-En la calle. Estoy de veraneo -confesé, sonrojada por los halagos.

-Pues el tiempo no le va a acompañar durante unos días -advirtió la señora con los ojos puestos en las espesas nubes.

-¿Y en el balneario? -propuso el señor-. Cuando llueve, el vestíbulo está vacío.

-Demasiada gente ociosa -rechacé-. Me pone nerviosa que se arremolinen a mi alrededor y hablen. Me limitaré a los días soleados y a primera hora.

-Raimundo, no insistas. Si lo hace así, sus razones tendrá -disuadió la señora y me guiñó un ojo-. Su intención es buena, discúlpelo.

Las primeras gotas interrumpieron la reunión y nos retiramos. Me apresuré a regresar a casa antes de que rompiera a llover de forma seria. Crucé las vías del tranvía y la plaza hacia el Casino y, para mi desesperación, arreció la lluvia. Buscaba ya un refugio, cuando un amplio paraguas negro me cubrió.

-Corre usted mucho -acusó el padre de Miguel-. La acompaño hasta su casa.

-Muchas gracias, pero no deseo que me vean acompañada. Acepto hasta la puerta de la fonda más cercana.

Bajo el paraguas había demasiada intimidad. Implicaba contacto físico y aislamiento, tanto que me llegaba el olor de la loción de su afeitado y distinguía el color verde de su mirada.

-¿Qué la vea quién? Madruga mucho y llueve -dijo al tiempo que se apartaba para ofrecerme mejor perspectiva sobre la solitaria plaza y la calle, que conducía a mi casa, vacías.

No se me ocurría ninguna razón para no aceptar y necesitaba regresar cuanto antes, así que me cogí del brazo que me ofrecía.

-¿Por qué lo hace?

-Porque debo llegar a casa. Tengo una cita -respondí vagamente.

-Me refiero a pintar por dinero. El primer día fue una broma, pero usted la ha seguido al pie de la letra.

-¿Una broma? Creo que se da más importancia de la que tiene. Mi destreza no se adquiere en un día, me dedico a ello -mentí como la mejor actriz.

El caballero esbozó una sonrisa sesgada y tiró de mi brazo para evitar que pisara un charco.

-Intrépida y tozuda.

-¿Se divierte?

-Digamos que no me aburro. ¿Cómo terminará su aventura?

-A usted ¿qué le importa lo que yo haga?

-Curiosidad. Su conducta no es muy usual.

-Tampoco la suya y no le critico ni lo observo como si fuera un insecto objeto de un estudio -repliqué airada por sus declaraciones-. ¿Me sigue?

-En absoluto. Coincidimos en horario. No soy muy sociable.

Me mordí la lengua para no responder. Me inquietaba su presencia y acababa de confesar que no le gustaba la gente. Caí en la cuenta de que lo conducía a mi domicilio y, con alivio, recordé que me mudaba a casa de la abuela. Recorrimos el resto de la calle en silencio y, por el camino, me fui relajando. De reojo observé su perfil: era apuesto y mayor que yo, los treinta ya los había cumplido. Excepto cuando clavaba en mí sus ojos cargados de ironía, no parecía peligroso. ¿Cómo podía serlo con un hijo como Miguel? Al recordar al chico, mi expresión se distendió.

-Estará de acuerdo conmigo en que será prudente que me despida aquí -sugirió ante la verja-. Tendrá que echar esa carrera, a la que estaba dispuesta antes, para llegar a la puerta de su casa.

-Es todo un caballero -recalqué con sarcasmo-, siempre pendiente de mis necesidades. ¿Habrá más coincidencias?

-No le quepa la menor duda. El Sardinero es un espacio muy pequeño. No pierda la esperanza.

-Yo no pierdo nada. Se trataba de una ironía -aclaré ruborizada.

-Y yo bromeaba. Creo que estamos destinados a no entendernos.

Estuve a punto de resoplar cuando las palabras de mi madre entraron en el cerebro con las normas de una dama resonando en la mente. Me limité a alzar la cabeza lo más digna que pude, me remangué la falda para no tropezar y dejar mayor amplitud a la zancada, y corrí con el maletín y la silla en la otra mano hasta la tejavana de la entrada de la villa. Estaba lejos y no me detuve para averiguar la expresión de su rostro ante semejante falta de decoro por parte de una señorita. Tampoco me importaba. No había sido lo suficientemente educado como para presentarse.

            
            

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