Ella abrió la heladera y sacó agua fría, nos sirvió a las dos y nos sentamos en la mesa redonda de su cocina. No tenía criada, ella también era juzgada por ello, pero amada por su trabajo. Miro a mis ojos directamente.
- Se que tu deseas formar una familia en un futuro, aunque hoy digas que no. - Iba a negarlo, pero ella me chistó. - Deja que termine de hablarte. - Cerré la boca dejando que ella prosiguiera. - Cuando vayas a la guerra a curar a todos los militares que dan la vida por nuestro país y por tí - Frena un segundo y suspira. - Ellos están necesitados de ya sabes... Sexo. Y tu serias carne fresca. - Niega con la cabeza. - Además te irías teniendo un futuro para cuando vuelvas, se que es difícil que alguien acepte estar contigo sabiendo que te irías, pero podemos conseguirlo. - Estira su mano y envuelve la mía. - Los hombres se respetan entre ellos, si tu tienes una sortija en la mano, no se propasaran contigo, tú volverías aquí y tendrás este futuro conveniente que tienen todas las muchachas y mucho dinero para ayudar en la guerra . -
- Entiendo tu punto de vista. - Sus ojos me decían mucho más que lo que decía su boca, ella lo había sufrido, ella quiso hacer lo mismo que yo.
- Después de la guerra hay una vida Ele. ¿Si vas una semana y la guerra termina? Tu volverás aquí y capaz el chico que tenias visto, ya cortejó y se comprometió con una mujer. Son dos meses allí, luego vuelves, descansas y si decides, vuelves a ir. - Se me ocurre algo alocado.
- ¿Y si me enamoro de algún soldado? - Ella se ríe.
- ¡Te casas con dos! - Ambas reímos.
- Bueno, lo pensaré. - Tome un sorbo del agua y me levante. - Tengo que ir a almorzar.
- Esta bien, te espero mañana a las seis si te decides. - Me acompañó a la puerta y fui hasta mi casa. Marisa me estaba esperando en la cocina.
- ¡Se que me tarde! ¡Disculpa! - Me saca la canasta de las manos y me señala con una zanahoria.
- Comeremos tarde por tu culpa. - Se ríe. Mi madre entra a la cocina y sus ojos café me observan de arriba abajo.
- ¿Por qué tardaste tanto?
- Estuve entretenida hablando con el Duque, madre. - Le doy la espalda y observó a Marisa aguantar la risa.
- Ni Marisa te cree Eleonora, el Duque está esperando en la sala de estar. - Abro mis ojos sorprendida, las mentiras tienen patas cortas. - No hagas nada extraño. - Me señala la habitación donde se encuentra él. - Debes recibir al invitado y aceptar su propuesta.- Le hago una reverencia exagerada a mi madre y antes de que me golpee jugando con su abanico salgo rápido hacia mi dulce Duque.
Era bello, en verdad que lo era, y si no fuera por mi ambición de ir a la guerra, estaría perdidamente en sus labios carnosos, aquel lo sabía por ello siempre me esperaba a que esté lista y me de por vencida a lo que yo quería hacer, que todavía seguía investigando que era, porque no terminaba de entender cómo es que no quería casarme con él, realmente era un ¡Muy buen partido! ¡Era Duque por favor!. Lo vi caminar en la sala observando los libros de mi biblioteca, sacó de allí el más pervertido que tenía y comenzó a leer el prólogo. Corrí y se lo saque rápidamente de sus manos riendo para luego tropezarme con mi hermoso vestido amarillo. ¡Idiota! Él muy rápido y astuto sostuvo mi cintura y me atrajo hacia su cuerpo, sus labios se encontraban muy cerca de los míos y podía sentir su aliento. Sus ojos miraban mi boca y volvían a los míos, cuando éramos niños nos habíamos dado un beso, pero era más un juego en aquella época. Si nos dabamos un beso ahora iría a un juego que podría ser más peligroso. El se acerco mas a mi y su mano se posó en mi espalda baja, generando un escalofrío que recorrió toda mi espalda. Nuestros labios chocaron y un beso dulce se produjo. Envolví mis brazos en su cuello, su aliento a menta me refrescaba la boca y sus manos me transmitían cariño. Nos separamos al escuchar unos pasos y limpie mis labios disimuladamente mientras me sentaba en uno de los sillones, que bueno que no me gustaba maquillarme.
- Octavio, está bien, aceptaré su propuesta. - Al escuchar eso mi madre, su cara de sorpresa y felicidad era inexplicable. Mientras que el Duque se encontraba sorprendido, pero sabía que yo no aceptaría su propuesta tan fácilmente. - Su propuesta de bailar esta noche un vals con usted. - Aclaré mi garganta. Y lo miré de reojo colocando mis piernas encimadas como una princesa, o eso había dicho mi madre.
- Siempre es un honor bailar el vals con usted. - La cara de mi madre era un poema, se creía que había aceptado su propuesta de casamiento. Su respuesta fue bastante obvia, claramente yo obligue a que aceptara bailar el vals conmigo.
- Duque, disculpe. - Él asiente. - ¿Y la señorita Cornelia? Pensé que había comprado un anillo para ella. - Mi corazón dejó de latir y un calor recorrió todo mi cuerpo.
- Disculpe usted por lo que le voy a decir, debería dejar de creer los rumores que se escuchan. - Él me miró y sonrió, mi madre chusma creó una gran "o" con su boca, prácticamente arruinó la proposición a su hija. Decidí que debía hacerme la desentendida.
- ¿Se queda a comer usted? - Le sonreí levemente.
- Me encantaría aceptar su oferta, ya que desde aquí huelo lo que Marisa cocina, pero debo prepararme para un baile hoy.
- Yo lo acompaño - Recito mi madre. Me paré y agarré el brazo del duque envolviéndolo con el mío.
- No madre, debo hablar sobre algo con él. - Asintió y se alejó, no sin antes reverenciar al don. Lo enfrento cuando estamos solos y vuelvo a atraer su labios con los míos, no creía lo que iba a proponerle, el correspondió mi beso y es dulce. Nos alejamos y lo acompañó a la puerta. Salgo con el cerrándola detrás de mí. - Antes de que te vayas. - Él se encontraba con una sonrisa de oreja a oreja y asintió. - Hoy, al baile, ve antes de las siete, nos encontramos en el parque. Necesito hablar contigo sobre algo.
- Ahí estaré. - Se comenzó a alejar. - ¡Eleonora, hoy te encuentras más bella que nunca! -
- ¡Qué vergüenza! Entre lo más rápido posible, nunca me acostumbro a sus piropos.