Eran las tres de la mañana y no podía dormir, estaba haciendo un ejercicio de respiración pero no estaba funcionando. Me levanté, fui hasta el baño y me lavé la cara, tendría que acostumbrarme a dormir cuando se pueda, en la guerra sería difícil las comodidades. Me observe en el espejo, ya habían tomado mi mano hace dos semanas y tendría muchas consecuencias por eso, espero que él cumpla su palabra. Busqué la ropa que me había entregado Clarisa, el vestido color terracota y el chaleco blanco con la cruz roja. La doble y coloque en un bolso.
Me cambié mi pijama por ropa de día y fui hasta la cocina con mi bolso, desayuné un té con tostadas con mantequilla casera que hace Marisa. Cuando termine, deje una nota diciendo que volvería luego del almuerzo pero que me dejaran comida. Busqué mi abrigo y salí de mi hogar. Comencé a dar vueltas por el parque hasta encontrarme con el lago, me senté en uno de los banquillos y suspire, la mañana estaba fresca pero no hacía mucho frío. Respire profundamente concentrándose en mí misma, respire varias veces, hasta encontrar mi paz interior. Medite y medite, uno de los libros prohibidos por la iglesia hablaba sobre meditar, lo había leído y a mi me funcionaba, podía hablar con alguien cuando meditaba, para mi era Dios, me gustaba pensar eso. Respire nuevamente y me concentré en observar mi cuerpo desde mi mente, sentía toda una energía revitalizadora dentro de mí, generando paz y fuerza. Hoy él no quería hablar, así que decidí solo "sanarme", como lo llamo yo, a mi misma. Cuando estaba finalizando sentí unos pasos acercarse, respire hondo y abrí mis ojos.
- No sabía que mi prometida no podía dormir por las noches. - Suspiro en mi oído y me recorrió un escalofrío por todo el cuerpo.
- Yo no sabía que el mio me seguía por todas partes. - Se sentó a mi lado y me besó castamente.
- A veces, cuando de la noche a la mañana me comprometo con una dulce enfermera.
- Eso te pasa muy seguido. - Nos reímos. - Si, no podía dormir así que decidí venir a ver los patos. - Menti y mire al lago, no había ningún pato.
- Bueno, que buena imaginación tienes. - Se rió.
- Espero te acostumbres. - Lo observé por unos segundos. - La boda debe ser lo antes posible. - Asintió. - Por si nos llaman de la guerra antes y debemos estar casados.
- Si lo sé, jure darte protección y es lo que voy a hacer Eleonora. - Rodeo mis hombros con sus brazos. - Y por cierto... - Sonrió cómplice. - Debe suceder antes de la semana que viene, ya que nos convocaron a los dos. - Parpadee, lo mire, parpadee.
- ¿Qué? - Él me observa temeroso de que lo golpee.
- Los rumores son rápidos, Clarisa te estuvo enseñando por dos semanas, yo ya tengo formación militar y hay muchas caídas Ele. Necesitan gente, y nosotros somos perfectos. - Lo observé seria, su mirada se estaba apagando. - Bueno, si no quieres podemos..
- ¡Al fin iré a la guerra! - Se sobresaltó con mi grito. Comencé a saltar y girar a su alrededor.
- ¡Qué bueno! Pensé que lo rechazarías. - Me sentó en su regazo. - Madre se enteró ayer y ya comenzó a preparar todo para hacerlo dentro de tres días. No tienes que tener un vestido maravilloso, simplemente con uno que se vea bonito. - Dijo
- ¿Quién piensas que soy Octavio? ¡Claro que para mañana mismo está listo mi vestido! - Él sonrió y yo era una mentirosa, la modista vendría en estos días. - Solo debo darle un empujón con dinero y estaría listo. - Sonreí.
- Si, sobre eso debemos hablar. - Dijo Clarisa acercándose. Los dos nos volteamos a verla. Miré el reloj de la iglesia y apenas eran las cinco de la mañana. ¿Todos tuvieron problemas para dormir hoy? Observe el cielo, la luna llena, exacto.
- Hola Señorita Clarisa. -
- Hola Duque. -
- Hola Maestra. - Le dije y ella rodó los ojos.
- Ya sabes que te dije sobre decirme así. - Sonreí. - En la guerra. - Comenzó.- Si bien ustedes dos van a estar casados y tú. - Lo señaló. - Le brindaras toda tu protección a mi aprendiz. - Sonrió. - Debes tratar de que no los vean juntos, sino sabrán que tu punto débil es ella. - Asentí, sería difícil, porque sería en nuestra luna de miel pero no quiero correr peligro. - Y tú, debes hacer lo que la jefa te ordene, así sabrás como esconderte y que procedimientos realizar en el momento indicado. - Asentí, eso ya lo habíamos hablado, aunque ella me enseñe todo en estos momentos, es complicado aprender todo. Anote todo lo que pude, pero me dijo que la práctica a veces no se encuentra todos los materiales y menos en una guerra. - Entendiendo todo esto y evitando que Eleonora está encima de Octavio antes de su casamiento, pecando. - Me di cuenta y salí de encima de él, ella riéndose. - Vamos a seguir estudiando y tu prepara la boda para dentro de dos días, no tres. Les tengo una sorpresa a ambos para el tercer día. - Nos miramos.
Gracias. - dijo él, ella se retiró. Beso mis labios y luego dijo sorprendiéndome. - Te quiero Eleonora. - Comenzó a caminar sin esperar respuesta y luego se dio la vuelta. - Ahora voy a la modista y luego a avisarle a tu madre. - Volvió a caminar pero frenó en seco, se dio la vuelta con una sonrisa traviesa. - ¡Qué bella te ves hoy! - Dijo gritando y ahora sí se fue, dejándome sonrojada al frente de las pocas personas que estaban madrugando.
Sin decir nada y completamente sonrojada comencé mi camino con mi bolso hasta la enfermería. Los tacones golpeaban contra los adoquines el verano se estaba comenzando a ver, cada día había días más calurosos. Mi madre sabía sobre lo de enfermería pero seguía sin apoyarme, decía que ahora como esposa deberia realizar otras actividades ser "la ama de casa", o mejor dicho "quien dirige la casa", porque al ser duquesa deberia mantener todo arreglado más que hacer mantenimiento. Octavio debió hablar con ella y le explico que yo podía hacer lo que yo sintiese, que él me iba a proteger económicamente y físicamente, siguió sin aceptar la idea, pero se encontraba más tranquila porque sabía que él estaba de acuerdo con lo que hacía. Machismo, el hombre debe aceptar lo que una hacía, gruñi. Al llegar a la enfermería, fui al cuarto que destino Clarisa para que nos cambiemos de ropa de civil al de enfermera. Ella me había brindado mucho apoyo pero siempre me recuerda que siga las órdenes y que no haga lo que yo desee.
- Hay gente que no desea ser ayudada. - Dijo ella hace un par de días. - Y es difícil de comprenderlo. A mi me cuesta comprenderlo. - Sonrió tristemente y se alejó.
Suspiré.
- ¡Eleonora, apurate! - Terminé de atar mis zapatos, acomodé mi cofia y la seguí. Al llegar al cuarto observé la escena. Se encontraba con el pecho desnudo y una daga clavada en él. Suspire, elimine todo tipo de emociones de mi interior. Clarisa, me ordenó que le trajese un par de herramientas y gasa, las busque rápido. Me pidió unos ungüentos que adormecerá la zona. No mire su rostro porque me haría temblar. Respire hondo y fui hasta la puerta del vecino, llamando al doctor. Volví para asistir a Clarisa. Comencé a romper la ropa, por suerte había sido en el abdomen, del lado izquierdo capaz había tocado el bazo pero él podría vivir sin aquello, agarré unas gasas mientras observaba todo medio difuso. Rodeé alrededor de la daga con gasas para no que no se mueva y me mantuve firme. Recién ahí pude observar su cara, estaba asustado.
- ¿Cómo sucedió esto? - Le pregunté. Él estaba temblando, no había mucha hemorragia, era por la adrenalina que estaba siendo bombeado a su corazón. Respire profundo y lo mire seria. Antes de que pueda mediar palabra él aparece el doctor, con cara de preocupación y lo observa, indica a Clarisa que le pase morfina, y luego de unos 5 minutos el estaba dormido. Me observa.
- Yo quito la daga y tú rápido colocas las compresas para ver el daño. - Asentí, y sin previo aviso, la quitó. Rápidamente coloque las compresas y aprete. El le pidió algunas cosas a Clarisa y un par de guantes. Yo observé mis manos sin guantes y manteniendo gasas que seguramente irían a mojarse con sangre. Respire profundo. Debía disociar entre la persona que estaba en mis brazos y mi trabajo. Respire nuevamente. Me imaginé en un lugar lejano, para tranquilizar mi corazón. Cuando estaba todo preparado a mi alrededor, a la cuenta de tres lo subimos a la camilla. Respire.
- Bueno, ahora cuando yo te diga vas a dejar de sostener las gasas y buscaras sangre. Suponiendo que no lastimó el riñón y solo el bazo o con suerte no lastimó nada, solo vamos a necesitar quitar el bazo y dejar abierta la zona.
- Okey. - Comprimí un poco más.
- 1... 2... ¡3! - Solté y en mi lugar se colocó el doctor. Empezó a pedirme instrumentos y Clarisa buscó la sangre. Estuvimos dos horas, el riñón estaba comprometido, trató de solucionarlo pero no era experto en aquello, así que no sabría si lo que hizo estaba bien.
Luego de la mañana intensa, como "aprendizaje", me tocaba a mi decirle a los familiares que sucedió. "Familiares", que también ahora eran mi familia. Salí un poco desolada y la enfermera acompañándome. Mi madre también estaba allí, lo miré a él.