Capítulo 4 Capitulo Tres

El día transcurrió con un montón de preguntas por parte de mi madre, Marisa creo que ya sabía que tenían en mente. Me coloqué el collar con perlas que acompañaba mi vestido verde agua y salí antes que mi madre para encontrarme con Octavio. Mi ansiedad se estaba haciendo ver, mi corazón latía descabellado y mi cuerpo tenía una sensación rara, yo no creía posible esto y no quería que fuera posible. Llegando al parque no lo vi por ningún asiento, ni alrededor del lago, así que decidí sentarme a esperarlo.

Mire mis zapatos unos instantes y escuché unos tacones acercarse, la calle se encontraba vacía así que pude observar a la enfermera salir de su consultorio bien vestida, lo primero que hace es observar y sonreír.

- ¿Me buscabas? - preguntó

- Oh no, espero a alguien. - sonreí

- Ups, lo lamento. Creo que lo retuve. - detrás de ella salió él. Mire con recelo a la chica, aunque era mucho más mayor que el Duque, mi intranquilidad empeoró. - Supongo que él te contará, los dejo solos. - sin más y sin esperar mi respuesta se alejó, la observé irse. El hombre se acercó y se sentó a mi lado.

- Supongo que los dos ocultamos secretos. - dijo sonriendo

- Ajá - respondí secamente, coloque mis manos en mi regazo y agache la mirada. - que idiota. - Murmuré por lo bajo.

- Sólo vine a consultarle algo. - levanto mi mentón para observar sus ojos directamente. - no tengo nada con ella Eleonora.

- Disculpa, me encuentro intranquila por un asunto. - apretó mi mano alentando me. - Necesito un marido. - lo miré fijamente esperando su reacción, que era una de completa sorpresa y alegría. - voy a ir a la guerra. - su semblante cambió a uno serio, ¿Como una persona puede cambiar drásticamente su expresión? Habla con Eleonora y pasa seguido.

- ¿A la guerra Eleonora? - sus ojos y gestos derrochaban preocupación, se rascó la nuca y me miró. - Yo también debo ir a la guerra dentro de dos semanas. - Levantó una de sus comisuras. - De hecho, la enfermera me estaba inspeccionando para ver si estoy apto.

- ¿Qué? - eso no me lo esperaba. Mi corazón comenzó a latir rápido y mordisqueo mi labio.

- ¿Tu quieres ir a ayudar? - asentí. - yo voy a ayudar a dirigir a los batallones, conozco la zona y me necesitan. - respira profundo y me observa intranquilo.

- Necesito irme casada de aquí, para asegurarme un futuro y que no me suceda nada en las fronteras. - lo miré un poco asustada.

- Yo siempre te cuidare tesoro. - pasó la mano por mi mejilla y depositó un beso en ella. - Pero debo admitir algo, el anillo no era para tí. - dice como si nada, y eso dolió.

- Auch. - dije.

- No es que no quiero que seas mi esposa ragazza. - sonríe. - pero, te tardaste bastante. - mis mejillas cobran más colorete del que me había puesto de maquillaje. - Déjame pensar. ¿Si?

- Si Octavio, no es una decisión fácil. - vuelve a dejar un beso en mi frente. - ¿Pero si bailaras conmigo esta noche?

- ¡Claro que sí! Nunca te dejaría plantada y menos cuando hace años que no bailas con un hombre. - Se levanta y guiña el ojo. - Yo quiero ser el primero en todo. - le golpeo el hombro y me tendió su mano para ir hacia la fiesta. El carruaje nos busca justo a tiempo para ir al baile que organizó la madre de este.

Él entró primero para no aparecer juntos y que empiecen los rumores, espere unos instantes y el jinete me ayudó a bajar. Esto no debe ser difícil Ele, tu puedes, solo es un baile. Al menos mi interior me alentaba y ayudaba a seguir. Comencé a caminar con estos incómodos tacones y mi piel se erizó al ver al Duque hablar con Cornelia, se encontraban en una esquina, ella era hermosa, su pelo rizado era perfecto, cada bucle se encontraba hermosamente peinado y que decir ¡Esos rizos eran dorados también, que más! Era realmente preciosa, su vestido era de color vino con su piel blanca resaltaba entre la multitud. Deje de verlos, ya que parecía una maníaca y terminé de adentrarme al salón, mi madre me llamó desde la otra punta y mientras saludaba a los participantes de esa noche, llegué a donde se encontraba mi progenitora. Con una copa de champagne en su mano me hizo colocar a su lado, una vez al mes se realizaban estas fiestas y siempre era la misma secuencia, yo me colocaba a su lado y ella empezaba a nombrar candidatos, pero esta vez no fue así, solo dijo una oración.

- O aprovechas esta oportunidad con el Duque o te desheredo - Yo simplemente sonreí, era totalmente una broma, ella era así, aunque debo admitir que me dio un poco de miedo que ella no se haya reído luego. Miré la mesa de bocadillos y me acerqué para alimentarme con un sanguche y coger una copa de ese líquido dorado y burbujeante que tanto me gusta. ¡Cómo voy a extrañar este líquido en las fronteras! Soy empujada por los hombros y, observó detrás de mí y Cornelia que me mira como si hubiera asesinado a alguien -¡Cómo es posible que siga siendo bella!-, solo procure que mi copa siga llena y así fue, pero ella no había terminado.

- Espero que lo protejas. - Sus palabras quedaron resonando en mi cabeza mientras me alejaba, un poco atolondrada llegué al costado de mi madre que hablaba animadamente con Clarisa. Ella me guiñó el ojo y siguieron con su charla, observe a los pretendientes, si el Duque no iba a casarse conmigo debía ver otras opciones que aceptan mis condiciones, era complicado ya que lo único que quieren los hombres es que te encuentres en la casa para que cuando vuelvan de trabajar estes sentada en un sillón esperando con los brazos abiertos y porque no, las piernas también. Volteé mis ojos pensando en aquello, yo no lo deseaba. Mordí mi labio nuevamente, ya podía saber que el labial rosado que me había colocado casi había desaparecido por completo, por suerte dentro de mi corset coloque el labial para poder renovarlo. Mire a mi madre.

- Voy al baño. - Ella asintió.

- Rápido, el baile se pone interesante. - Subí las escaleras para llegar al segundo piso y me adentré en el baño, me observé en el espejo. No era fea, podía conseguir un buen hombre. ¡Yo puedo con ello! Emprolije mi cabello rojizo y saque el labial para emprolijar el maquillaje. Cuando estaba lista acomodé mis senos en el corset y el vestido. Que suerte que cuando esté en las trincheras no tendré que utilizar este, sino los más holgados. ¡Me gusta más la idea de irme! Terminé y salí de nuevo hacia donde se encontraban todos y vi a la Duquesa acompañada de mi madre, que cotillas, me reí y me acerqué a ellas, al llegar se silenciaron instantáneamente. Denice me agarró el rostro y me observó, me soltó mientras suspiraba y alzó la vista haciéndome sentir pequeña. Sentí un calor en mi mano y unos dedos entrelazando los míos, me volteé y Octavio estaba sonriéndome. Su saco azul oscuro daba una sensación de noche importante, no me había fijado en aquello cuando nos encontrábamos en el parque. La camisa blanca hacía resaltar todas sus facciones y el collar que se encontraba colgando de su cuello era una incógnita, ya que no dejaba ver su fin.

- ¿Vas a concederme esta pieza o tendré que esperar otros seis años? - Me reí y negué con la cabeza.

- No, no te haré esperar más. - Él saluda a mi madre con un asentimiento y nos vamos al centro de la pista, muchas parejas jóvenes se encontraban allí, creería que éramos los más grandes y que no nos encontrábamos casados. Tener veintiún años y él veintitres, era bastante, ya debíamos ir por el segundo embarazo para esta sociedad. Colocó su mano en mi espalda baja, le seguí su ritmo y puse mi brazo en su hombro, su otra mano seguía entrelazada a la mía. Comenzó la música, nuestros pasos eran lentos, pero entusiastas, él me observaba cada facción de mi rostro y casi lo podía sentir como un tacto. Se separó para darme una vuelta y colocó sus manos en mi espalda baja, yo puse mis brazos envolviendo su cuello. Él, oportuno, aprovechó y se acercó a mi oído.

- Ya veo porque no te maquillas seguido. - un escalofrío recorrió todo mi cuerpo al sentir su aliento en mi cuello. - tus labios llaman mucho la atención y todos los hombres de la habitación no dejan de verlos. - se separó un poco y sonrió.

Seguí callada observando sus ojos color verde esmeralda. Volvió a hacerme girar sobre mis pies pero sus manos me soltaron en el transcurso, así sorprenderme con la imagen que tenía en frente de mí. Su sonrisa no podía ser más encantadora y sabía perfectamente que cuando tuviera la oportunidad iba a reclamarle esta escena pero en ese momento mi corazón estaba latiendo muy fuerte, y mi cuerpo comenzó a temblar. ¿Qué tanto miedo le tenía a aquello? ¿Tanto miedo al compromiso?.

- Eleonora Mariabella - se encontraba apoyado en una rodilla, busco en su saco azul una caja negra. La música se detuvo y las personas nos rodeaban, algunas damas me miraban con envidia, los hombres me miraban tristes, jóvenes que durante años quisieron sacarme a pasear y yo había rechazado me observaban decepcionados. La Duquesa me observaba de cerca y con su mirada me recordaba quien mandaba, mi madre tenía una sonrisa de oreja a oreja, ella había cumplido su prometido con mi padre. - Con el debido permiso de tu padre en su lecho de muerte y con la bendición de nuestras madres, ¿Quieres casarte conmigo? - Me mostró el anillo en frente de mí, mi garganta se cerró y tenía unas ganas fuertes de salir corriendo. Esto no es grave, es lo que necesitas para irte, al no tener mi respuesta el Duque se preocupó. Capaz piensa que no quiero pero si, lo deseo. Junte todo el valor que me quedaba y respire profundo.

- Si, acepto. - Extendí mi mano y dejó pasar el anillo en mi dedo anular, se levantó y con su mano acerco mi rostro para depositar un beso en mis labios. No se si deseo esto, pero sus labios me calmaron por unos segundos.

            
            

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