TU SONRISA ES UNA HERMOSA MENTIRA.
img img TU SONRISA ES UNA HERMOSA MENTIRA. img Capítulo 2 One
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Capítulo 8 THE OCEAN img
Capítulo 9 SKY img
Capítulo 10 DARK PARADISE img
Capítulo 11 Teenage Dream img
Capítulo 12 CRASH img
Capítulo 13 Summertime Sadness img
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Capítulo 2 One

Los dieciocho años son la edad perfecta para los jóvenes de hoy en día. Para ellos eso significa libertad en todos los sentidos. Supuestamente, ya son mayor de edad. "Un adulto", o al menos, aquí en Wellington es así.

Un lugar en donde nadie te dirá nada sin importar lo que hagas; siempre y cuando, muestres tarjetita.

Y, por supuesto, sea legal.

«Puff, como si eso fuera posible para mí»

Yo con diecinueve años no he hecho absolutamente nada de mi peculiar vida y he aquí la prueba.

¡Despierta!

-¡Elizabeth, despierta que llegarás tarde de nuevo!

Grita mi madre un lunes por la mañana.

-¡Déjame, mamá! - respondo con voz roca hundiendo el rostro entre las almohadas - Hoy no iré, ni te molestes en despertarme.

-Elizabeth Morrison - dice molesta, pero sin llegar a gritar. - Más vale que te levantes. Te doy diez minutos.

Sale de mi habitación y consigo cierra la puerta de un tirón que me hace reaccionar en seguida.

¡Joder!

Odio madrugar, sin duda sería lo que más odio en este mundo, pero como no quiero ver a mi madre molestándome todo el día; me levanto y en exactamente diez minutos ya estoy más que lista.

«¡Se supone que hoy no debería ir!»

Hoy viene la tía Susy y para ser honesta no la soportamos ni un poco. Ella es ese tipo de persona que, sin duda, querrás tener lejos y, es por eso, que no dude en salir de casa. Mi madre tendrá que lidiar con esto sola.

Pero aún así... ¿Por qué justo tenía que venir hoy? Si no fuera por ella me habría quedado en casa todo el día.

Bajo corriendo las escaleras y mi madre toma las llaves de su auto para llevarme a la universidad.

Es raro que no me obligue a quedarme en casa a soportar a la tía Susy junto con ella. En fin, creo que debo ya aprender a manejar para no depender tanto de ella.

¡Joder, que ya tengo 19 años!

Tras veinte minutos de viaje al fin llegamos a la universidad Massey; una de las mejores universidades de Nueva zelanda.

Es un campus es lo suficientemente grande como para complacernos como estudiantes. Cuenta con las especialidades de diseño pionero, ciencias e ingenierías.

El campus esta dividido por áreas verdes llenas de árboles y pasto, que para nada favorecen el frío clima de la ciudad. Como es bien sabido en Wellington siempre hace un frío viento que gira como espiral a la luz del sol.

Mi madre me deja a un costado de la cafetería que es en donde me encuentro con Cristina, mi mejor amiga. Conozco a Cristina desde la secundaria, lamentablemente ella estudia ciencias naturales mientras que yo estoy en diseño gráfico. Ambas estamos en tercer semestre y para mí suerte, nuestras especialidades son vecinas, así que podemos comer juntas después de todo.

La cafetería principal está en el centro del campus: sus puertas son de cristal y los muros de tabique carmesí adornados con amplias ventanas que permiten apreciar las áreas verdes. Cuenta con cinco mesas al aire libre que es donde mi amiga y yo solemos almorzar.

Hay dos cafeterías más a las orillas de este, pero más pequeñas y no tan importantes.

-Que cara te cargas, Elizabeth - dice con una pequeña carcajada - Se supone que hoy no debías venir.

-Se supone - suspiro, derrotada - Mi madre me ha obligado a venir.

-Y, sin más, ¿la obedeciste?

- Hoy viene la tía Susy - hago una mueca de desagrado.

-Eso explica tu presencia aquí - revisa la pantalla de su celular - Ya casi son las nueve, date prisa a desayunar o no llegaras a tu clase.

Ordene una malteada de chocolate junto con un Cóctel de frutas. Mi amiga optó por un café americano que acompaña con un pan de nata.

Bien, vamos por partes:

El profesor Tomás se encarga de impartir la materia de diseño digital y él tiene esa mala costumbre de formar parejas para trabajar el resto del semestre en su clase.

El año pasado me las arregle para faltar esos días. ¿Por qué? Bueno, no soy una persona muy sociable, y el hecho de entablar conversación con otras personas que no sean Cristina, me resulta sumamente difícil.

Siempre he intentado ser la chica que se sienta al fondo de la clase para no llamar la atención en lo absoluto. No tengo amigos en el aula y no quiero tenerlos. Siempre he pensado que entre más personas entren en tu vida, más influencia tendrán sobre ti y es por ello que es muchísimo más fácil salir herida.

Así que simplemente falto ese día y al día siguiente ya no hay personas disponibles, por lo cual consigo trabajar sola.

- Necesito alejarme de la clase del profesor Tomás - digo mirando a Cristina directo a los ojos en espera de una solución rápida, pero su respuesta es toda una sorpresa para mí:

-Debes entrar.

-¡Jamás! - protesto - Si no quieres quedarte conmigo buscaré algo que hacer hasta que termine su clase.

-Elizabeth, no pasará nada malo. Solo es un trabajo, no exageres.

-Esa idea no me agrada. Tú sabes bien que no se me da socializar.

-Solo inténtalo por esta vez, no vas a huir siempre - se inclina hacia mí poniendo sus codos sobre la mesa para mirarme fijamente. - Sabes que tengo razón.

Yo sé que la tiene.

En el campo laboral básicamente todo es sobre interactuar con otras personas y tarde o temprano tendré que afrontar eso.

- Elizabeth - insiste - Si no funciona por alguna razón, la próxima vez no metes su clase y ya está.

Después de pensarlo por un momento, contesto:

- De acuerdo - suspiro - Pero si mi compañero resulta ser un completo idiota, tú te encargarás de hacer el trabajo por mí.

- Vale, vale. - se pone tensa de repente. - ¡Mierda, mira quién viene!

Cristina concentra toda su atención en una persona y la mirada se le transforma en un asco total. Es como si estuviera viendo algo desagradable y ya veo porque.

«Pamela Summer»

Ella es la archienemiga número uno de Cristina Torres y todo eso después de encontrarla en la cama de su novio... bueno, ex novio, Eric.

Pamela es hermosa, muy hermosa; de piernas largas, curvas bastantes pronunciadas que se marcan a través de su vestido color azul súper entallado que lleva puesto el día de hoy; sus pechos resaltan tras ese gran escote que muestra -me atrevería a decir que son operados, pero simplemente guardo mi opinión al respecto - Su cabello es largo y demasiado lacio para mi gusto; de el desprenden tonos castaños en la parte superior y mechas doradas que caen por la parte inferior y, luciendo todo aquello, están eso hermosos ojos color avellana debajo de sus finas cejas perfectas.

No era de extrañar que el ex novio de mi amiga cayera rendido a sus pies, sin embargo, Cristina también es muy bonita. Es alta, más alta que yo...

¡Todos son más altos que yo, joder!

A comparación de Pamela, ella es un poco más baja y de complexión delgada, pero eso no le impide tener un cuerpo de ensueño con semejante culo que se carga. Su cabello es rizado cobrizo y su perfecta nariz respingada junto con sus ojos color caramelo hacen de ella la combinación perfecta.

- Hola - saluda Pamela a Cristina con desagrado. Mi amiga no le es indiferente en absoluto - Solo vengo a invitarte a mi fiesta de cumpleaños este sábado.

- ¿Por qué debería ir? - le responde con repudio.

- Estoy invitando a media universidad, no te sientas especial - le contesta irritada.

Sus ojos se posan sobre mi.

-¿Tu eres?

He estado en las tres peleas más épicas que ha tenido con Cristina desde la preparatoria y, ¿no me recuerda?

-Olvídalo - resopla Cristina - Pierdes tu tiempo aquí.

-Te hice una pregunta, niña - insiste mirándome.

- Elizabeth - murmuro - Amiga de Cristina.

Me estudia de manera silenciosa de pies a cabeza y estoy sumamente segura de que está criticando cada parte de mí.

A diferencia de Pamela y Cristina, no tengo el cuerpo soñado. Se que soy bonita de cierta manera, pero sexy definitivamente no soy. Y el tener una cara bonita en Wellington, no es relevante.

Mis piernas son cortas, tanto que apenas y rozo el metro sesenta; mi cabello es quebrado y negro en su totalidad que en contraste con mi piel pálida, parezco muerto. Suelo usar flequillo de lado para ocultar un poco mis cejas de Frida Kahlo; mis ojos son redondos y un poco grandes, casi del color de mi cabello que oculto tras unas gafas. En cuanto a mi cuerpo, soy sumamente delgada –mi madre ha llegado a pensar que soy anoréxica, para nada ese es el caso – Soy pecho plano y lo único que me alivia es saber que tengo un bonito trasero, o al menos, así lo creo yo.

-Tú también puedes venir. - dice en tono jocoso.

¿Qué diablos le divierte tanto?

Después de decir aquello se va moviendo el trasero de una forma bastante exagerada provocando que suelte una ruidosa carcajada.

- Cristina... - la miro, pero ella parece pensativa , así que insisto - ¡Cristina!

- ¿Qué? - responde al salir de su trance.

- Iré a la clase del profesor Tomás y tendré un nuevo compañero de equipo - suspiro agobiada por lo que acabo de decir - Así que tú vas a demostrarle a Pamela que no te afecta en absoluto su presencia ni la de Eric, ¿de acuerdo?

- Espero te toque con un chico sexy y te lo ligues.

-¡Oye! - me quejo y ella se ríe.

- Es broma y suerte.

Se levanta para ir directo a su clase de las nueve al igual que yo. Siempre llegamos media hora antes para platicar un poco cuando entramos tarde.

Entro al salón y voy directo a mi asiento sin mirar a los alrededores. No saludo a nadie y nadie me saluda a mi, es algo normal.

En cuando saco los libros de mi mochila el profesor Tomás entra con esa sonrisa descarada de arruinarnos el semestre.

Es más fácil para nosotros escoger a nuestra pareja de trabajo, así nadie me elegiría a mí y yo estaría más que feliz, pero él lo hace con el propósito de fastidiarnos.

- Bien chicos - dice mientras saca una pequeña caja de su maletín - Ya saben que día es hoy, así que en un papel escriban su nombre y colóquenlo dentro de esta caja.

Arranco un pedazo de hoja y coloco mi nombre en el "Elizabeth ". Lindo nombre al cual no le hago mucha justicia que digamos.

Coloco el papel en la pequeña caja que van pasando de asiento en asiento.

Mi rostro demuestra demasiado disgusto. ¿Me pregunto cuál de todos ellos será mi compañero? Espero sea Loaiza, se ve muy adorable. O puede ser Alfred; es lindo y muy inteligente. Bien podría tener buena vista mientras estudio.

El profesor comienza a mencionar a las parejas y cada vez que saca un papel se me acelera el corazón por los deseos que siento de escuchar mi nombre. Hasta que....

- Elizabeth Morrison... - saca mi papel.

Impaciente por escuchar el nombre de mi compañero entrelazo los dedos de mis manos sobre la mesa de mi asiento y lo observo fijamente.

- Estará con... - se queda en silencio por un momento mirando el papel entre serio y divertido.

¿Por qué se queda callado? ¡Dígalo ya!

- Samuel Anderson.

¿Qué?... ¿Escuché bien? Dijo Sam... Samuel Anderson.

Esto debe de ser una broma. De todos los que podían tocarme, ¿por qué justo tenía que ser él?

Miro hacia su asiento, él se encuentra recargado sobre la mesa de la butaca mirando fijamente por la ventana como si no estuviera prestando ni la más mínima atención a la clase. Todos me miran de forma burlona y yo se la razón de eso.

¡En qué lío me acabo de meter! ¡Te odio tía Susy!

Samuel Anderson no es mi tipo favorito...

Él está repitiendo esta materia, pues es de séptimo semestre y yo solo soy de tercer semestre. El semestre pasado también tomo una clase con nosotros y jamás, pero jamás he cruzado una palabra con él, ni siquiera un "Hola".

Sin embargo, lo conozco muy bien. Es decir, su fama habla por él mismo.

Es conocido por ser todo un Donjuán. Las chicas están locas por él y no las culpo, es bastante atractivo; es alto y si no me equivoco le tira al metro ochenta y siete.

«Soy una hormiga a su lado»

Su piel es blanca, pero sin llegar a lucir pálido, pues tiene tonos rosados alrededor de su rostro que le dan vida; su cabello es negro y casi siempre lo lleva ligeramente despeinado.

Hoy lleva puesta una playera negra que se ajusta perfectamente a sus bíceps bien definidos. Sus brazos están llenos de pequeños tatuajes y puedo apostar que tiene varios en todo su cuerpo.

«No es que me lo imaginé desnudo ni nada por el estilo»

Algunos le sobresalen por la parte inferior de las mangas de su playera y otros por la parte superior de su espalda por debajo de su despeinado cabello negro.

Y sus ojos, joder...

Esos ojos que hacen suspirar a cualquiera. No sé exactamente de qué color son, pues varían entre verdes con destellos café o cafés con destellos verde. Y las pestañas jodidamente largas que se carga los hacen resaltar mucho más.

Bienvenido a mi vida, Samuel Anderson.

            
            

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