Cristina me contó que él ha estado buscandola y la razón por la que ese día en la fiesta estaban juntos era por qué él le estaba rogando. Si, así es.
Se lo difícil que fue para ella rechazarlo, pues lo quiere demasiado para su propia desgracia. Él no la merece y sé que la buscará hasta más no poder, solo espero que ella tenga la suficiente fuerza de voluntad como para no caer ante sus mentiras.
***
«Todo va estar bien, seguramente él no recuerda nada de lo que pasó. Si, así es...»
Respiro hondo antes de entrar al salón.
Pensar en verlo ahí tan tranquilo me pone de los nervios. ¿Qué se supone que le voy a decir? Bien, solo buscaré la forma de evitarlo.
«Tú solo entra Elizabeth»
Ante mi fuerza de voluntad lo hago, camino directo a mi asiento, pero me detengo un momento para mirar al suyo.
¡No está! ¿Será qué llega tarde?
¡Mierda!
Tantos nervios para nada...
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Ya ha pasado casi una semana desde el día de la fiesta en casa de Pamela. Es viernes y mi cuerpo lo sabe. Me la he pasado investigando cosas para el proyecto del profesor Leopoldo que ni tiempo me ha dado en analizar la información sobre el proyecto que tengo con Sam, supuestamente.
El lunes no asistió a clases, así que tuve más tiempo para pensar en lo que le debía decir el jueves, sin embargo, ese día tampoco se hizo presenté. ¡En fin! Tendré que hacer este trabajo sola después de todo.
- Te ves horrible.
Dice Cristina al mirarme el lunes por la mañana en la cafetería.
- Estuve intentando terminar el trabajo del Profesor Leopoldo, está vez exagero con el proyecto - respondo con un atisbo de cansancio en mi voz.
- ¿Lo terminaste? - pregunta.
Niego con la cabeza y me recuesto sobre mis brazos en la mesa para descansar un poco antes de que inicie mi clase con el profesor Tomás.
-Hola, Cristina. - alguien la saluda acercándose a ella.
Esa voz... Es la zorra más zorras de las zorras.
¡Pamela!
-¿Qué quieres, Pamela? - le pregunta Cristina de una forma para nada alegre.
-Solo venía a molestarte - responde burlona - Nada importante. Ya vi que Eric está buscándote de nuevo.
Antes de que Cristina le responda como merece, intervengo. Nada de espectáculos por hoy.
-¿Has sabido algo de Sam? - le pregunto a Pamela sin titubear.
-¿Por qué demonios me estás preguntando por mi novio? -me responde, altanera - ¿Quién diablos eres tú?
Realmente jamás va recordarme, ¿Cierto?
Espera... Ha dicho, ¿Novio?
- Soy su compañera de clase. No ha asistido desde la semana pasada así que pensé que tal vez tú...
No me deja terminar la frase cuando me interrumpe.
- No lo he visto - levanta una ceja mirándome fijamente. - Si lo ves dile que me llame.
-Claro. - respondo a su petición.
Antes de irse le lanza una mirada feroz a Cristina y ella la ignora.
- Menuda más zorra tiene por novia el Donjuán. - comenta Cristina para después soltar una sarcástica carcajada.
Me despido de mi queridísima amiga y camino directo al edificio de ingeniería. Cuando entro al salón de clase me quedo perpleja...
Es él.
¡Samuel Anderson!
Está mirando fijamente por la ventana como acostumbra e intentando pasar por desapercibida voy directo a mi asiento sin dejar de mirarlo con suma curiosidad, pues tiene la mitad de su brazo izquierdo vendado; desde el codo hasta la muñeca.
El profesor Tomás entra al salón saludándonos para luego comenzar a explicar lo siguiente que debemos hacer para finalizar la primera parte del trabajo. Miro nuevamente a Sam, y este sigue observando por la ventana. Es tan obvio que no está prestando ni la más mínima atención a la clase.
-¡Señorita Elizabeth!
Alguien llama mi nombre.
- ¡Elizabeth! Señorita Elizabeth, responda.
El profesor Tomás se acerca a mi mientras me habla. En eso me doy cuenta de que yo tampoco estoy prestando atención.
-Si, profesor - respondo rápidamente.
-¿Como va con su proyecto? - me mira con atención para luego mirar a Sam - Recuerden que el avance se entrega este jueves.
-Bien, profesor - miento.
No llevo ni la parte inicial del proyecto. El del profesor Leopoldo me tomo más tiempo de que debería.
-Eso espero señorita, Elizabeth. - me lanza una mirada fría para luego darse media vuelta y preguntarle a alguien más.
Aprovecho una vez más para mirar a Sam, pero él ni siquiera ha cambiado de posición desde que inició la clase. No deja de mirar por aquella ventana.
¿En qué pensara tanto?
- Bien chicos, los que tengan dudas los veré al final de la clase y los que no, pueden irse - comenta el profesor esperando en su escritorio a qué alguien se acerque.
Me encuentro guardando mis cosas en la mochila cuando siento su presencia.
-Toma. - Dice poniendo una hoja con apuntes escritos por el mismo sobre mi mesa. «Linda letra la del chico» - Esto nos servirá.
Me lanza una sonrisa amable mientras me mira con esos ojos tan atractivamente frívolos que tiene. Qué contrariedad.
-¿Tu hiciste todo esto?
Hago un escaneo rápido. Es muy poco, pero es concreto.Sam hace una mueca de reproche.
-Lo he hecho hace un momento, me parece que lo hice bien y espero sea de ayuda.
-Diablos, yo solo tengo la información impreso -Saco las hojas de mi mochila. - No soy nada buena redactando, pues todo me parece útil y tú hiciste en un segundo lo que a mí me toma días.
Él sonríe ante mi comentario y me arrebata las hojas de la mano.
-Te veo en la cafetería a las tres, no llegues tarde.
Después de decir aquello, se marcha del salón.
Cuando paso por el escritorio del profesor Tomás hacia la salida, me paro en seco cuando este comenta:
-Es mi imaginación o al fin el joven Anderson... ¿está haciendo algo?
-Eso parece - le contesto con una liviana sonrisa - A mí también me sorprendió.
- Elizabeth, tú tienes mucho potencial, ¿Sabías?
Se pone el saco listo para irse. Nadie tenía dudas al parecer.
-Eso creo. - respondo encogiéndome de hombros.
-Confío en qué ayudarás a tu compañero a hacer mejor las cosas. - me lanza una linda sonrisa y sale del salón.
¡Oh espera!...
¿Cómo es que no me había dado cuenta de lo atractivo que es el profesor Tomás? Y, tampoco es tan mayor. Puedo asegurar que está rondando los treinta y cinco.
«Elizabeth, pero que estás pensando, él es tu profesor»
Son las tres con quince de la tarde y no hay señal de Sam por ningún lado. Sentada en una de las mesas de la cafetería que se encuentra al aire libre decido comprarme una hamburguesa mientras leo su trabajo. Realmente es perfecto sin nada de labial escrita en el.
-¡Oh no! - suelto en una exclamación.
Un pedazo de carne cae en la hoja que contenía el escrito de Sam. Rápidamente intento sacar un pedazo de papel de mi mochila para limpiarla cuando en eso, una corriente de aire cruza con fuerza en el comedor despeinándome y a su vez, volando la hoja al suelo.
Esto tenía que ser Wellington, ¿no es cierto?
Me levanto para recogerla, pero para mí sorpresa y por mi muy mala suerte, el perro que llevaba observándome un largo tiempo comer la agarra entre sus dientes por culpa del pedazo de comida que hay en ella.
-Vamos perrito dame eso... - le hablo dulcemente, pero intenta escapar así que de inmediato lo acorralo junto a los botes de basura para evitar que se vaya -¡Dámela por favor!
El perro busca la manera de huir y yo junto con sus movimientos impido que lo haga. Esta arrugando toda la hoja y ya no seré capaz de leerla si la sigue sujetando así.
-Toma, bonito.
Le ofrezco un pedazo de la hamburguesa que me sobró, pero no la acepta y sale corriendo bajo mis piernas con un rápido movimiento que me fue incapaz de impedir.
-¡No! Perro malo.
Me giro en su dirección para ver hacia donde se marchó el perrito, pero un cuerpo masculino me lo impide. Sam se encuentra parado detrás de mí con una sonrisa burlona en su rostro.
-¿Acaso un perro se acaba de llevar mi tarea? - pregunta con el ceño fruncido, pero sin perder el toque burlón.
Justo ahora preferiría saltar de un puente antes de pasar este tipo de vergüenza.
-Deja que te expliqué - le digo nerviosa - Verás, yo estaba comiendo y en eso el aire y entonces el perro y fui y le di...
No me deja terminar.
-Olvídalo - sonríe - Lo he visto todo.
-¿Qué? -pregunto sorprendida - ¿Por qué no me ayudaste?
- Me pareció divertido ver cómo te peleabas con un perro. -suelta una ligera risotada que apenas y pude escuchar.
- Pues ahora no podremos trabajar, se ha llevado tu información. -digo irritada.
-Tranquila - camina hacia la mesa en la que me encontraba antes -Lo tengo todo aquí. -Señala su cabeza y en seguida me invita a sentarme con él.
-Toma - me entrega mis hojas impresas. Noto que hay partes subrayadas - Rescate lo que nos puede servir... sin ofender, no había mucho de utilidad, simple basura.
- ¿Basura? - le cuestiono enfadada - ¿Sabes cuánto tiempo me tomo investigar todo esto?
-Debes aprender a buscar más información que no sea de las primeras páginas que te aparecen.
- Bien, sabelotodo - digo resignada y miro el contenido. Tal parece que lo leyó a detalle -Gracias...
Tras unos minutos de silencio y de mirarme fijamente desde el respaldo de la silla, que es en donde se encuentra recargado con los brazos cruzados, pregunta:
-¿No vas a disculparte?
- ¿Cómo? - ladeo la cabeza un poco para dar a entender mi duda -¿Por qué debería disculparme? - añado.
Una pequeña sonrisa asoma de sus labios tras decir:
- Me golpeaste. - Señala su mejilla.
«¡Mierda! ¡Joder! ¡Mierda!»
Hace un momento lo del perro y ahora esto. No hago más que el ridículo frente a él.
- N... no voy a disculparme contigo. -mi voz suena algo temblorosa, pero decidida.
-Me golpeas y en vez de disculparte, me dejas tarea - suelta una pequeña carcajada. - Realmente eres todo un caso, Elizabeth.
- Estaba un poco ebria - respondo a la defensiva - Además, te la merecías. Insinuante llevarme a la cama - murmuro y enseguida siento mi rostro arder.
-Tranquila, eso ya no va a pasar -se inclina sobre la mesa y me guiña un ojo. «¡Pero que descarado!» - Está vez he decidido ayudar con el proyecto.
¡Auch! «Ya mejor véndeme y cómprate un conejo»
-Deberías considerarlo siempre también con las demás chicas.
-¿Y perder la oportunidad de follar con tías buenas? No gracias. - responde todo divertido ante mi comentario.
¡Idiota! Básicamente está diciendo que yo no soy una tía buena.
-Solo digo que deberías considerarlo, las mujeres no son objetos sexuales - le hago saber mi disgusto por su comentario.
Lanza un ligero suspiro al aire y se limita a no contestar. Posa su vista a la nada.
Me doy cuenta de que puedo apreciarlo mejor ahora que lo tengo de frente y tan cerca de mí. Sus ojos se ven mucho más claros gracias a la luz del sol y se pueden apreciar en ellos pequeños destellos color verde oscuro más pronunciados.
Son realmente hermosos, como la miel.
Su cabello negro brilla dejando caer mechones ondulados en su frente. Está pensativo, totalmente perdido en la nada y se ve jodidamente atractivo.
Bajo la mirada por sus brazos; la posición en la que se encuentra marca sus muy definidos bíceps, pero mi mirada se centra únicamente en el brazo que lleva vendado. ¿Qué le habrá pasado?
-Me he hecho un nuevo tatuaje - comenta sorprendiéndome. Al parecer se dio cuenta que lo miraba curiosa.
- Ya veo. - aparto la vista rápidamente.
Un silencio incomodo aparece. ¿Por qué no se ha ido aún? Definitivamente no tiene ninguna intención de hablar sobre el proyecto. Rompiendo el silencio, digo:
-Tu novia me ha dicho que la llames.
-¿Novia? -. Me mira confundido.
- Pamela - le hago saber - Me la he topado está mañana y me ha dicho que la llames.
Suelta una carcajada llena de ironía.
- Elizabeth... yo no soy de novias.
Después de decir aquello, se levanta para marcharse, pero no sin antes despedirse con un guiñe de ojo acompañado con esa sonrisa llena de falsedad.