Dos horas más tarde la clase finaliza y esta vez a diferencia de otras, se me ha hecho bastante larga.
- Hey, ¿Qué tal nos ha ido con el supuesto trabajo? - pregunta Sam, con una gran sonrisa en el rostro.
Se coloca en cunclillas frente a mi asiento justo cuando estoy a punto de ponerme de pie. Opto por no hacerlo.
Lo observo.
Su brazo ya no está vendado y tampoco hay ningún tatuaje nuevo, solo están los que pude apreciar unas semanas atrás.
Eso no es todo.
Lo que realmente llama mi atención es una ligera cicatriz que apenas y es visible. Esta por encima de su codo y se alarga hasta la parte superior de la muñeca. Apenas y se nota, pero... se nota.
Por la parte inferior de la ceja derecha tiene una cortada que parece profunda y se ve reciente. Su labio está ligeramente partido por la parte inferior izquierda. Ese ya está cicatrizando, solo se puede apreciar la costra que se está formando.
Tal vez antes siempre aparecía de la misma manera, pero como no lo observaba tan de cerca como ahora, me resultó difícil darme cuenta.
- Nos ha ido más que bien- sonrío bajando la mirada. No quiero que note mi curiosidad hacia esas marcas que tiene. - Tenemos que entregarlo a la incubadora la próxima semana para que nos validen el avance.
- ¡Perfecto! - se levanta dirigiéndose hasta la salida del salón - Nos vemos luego enana y, lindo peinado.
¿Enana?
¿Quién le dio el derecho a ponerme apodos? ¡Espera, que mi peinado...! Ante tal comentario no puedo evitar sonrojarme.
¡Ay dios! La curiosidad está que me mata. ¿En qué diablos está metido Samuel Anderson?
No pienso mucho las cosas y cuando menos me doy cuenta ya lo estoy siguiendo. Le pido a Cristina que me ayude a seguirlo en su coche con el pretexto de la misión ''Sam Lover". Fue la forma más fácil de convencerla.
Nos encontramos dentro de su coche en el aparcamiento esperando a que Sam se ponga en marcha.
Estoy tan nerviosa.
Lo vemos en camino cuando se le cruza la zorra más zorras de las zorras. Pamela. Él se detiene para escuchar lo que ella le tiene que decir, sin embargo, hace una mueca de molestia y la hace a un lado sin ganas de seguir escuchándola para seguir caminando a su auto.
- ¡Pero que zorra! - dice Cristina acompañando dicho comentario con una carcajada. Yo solo me río.
Vemos a Sam subirse a un Audi A6 color negro y tanto Cristina como yo, nos quedamos boquiabierta.
- Parece que no está perdiendo el tiempo tu galán - suelta con una pequeña risotada.
- No lo pierdas de vista - le recuerdo.
- Bien, doña gruñona.
Da marcha para seguir el auto de Sam.
Lo seguimos alrededor de unos veinte minutos hasta que aparca su coche frente a una tienda de videojuegos. Se baja y se dirige a un callejón que se encuentra al otro lado de la calle.
- Aquí termina mi trabajo - me dice cómo despedida -Debo hacer unas cosas con mi madre, ¿estarás bien?
-Si, gracias por traerme - le lanzo una pequeña sonrisa de agradecimiento y me bajo del coche con las piernas temblorosas - Te llamo cuando llegue a casa.
Cierro la puerta y comienzo dirigirme al callejón por el que Sam entró, pero no sin antes detenerme un momento para mirar a Cristina.
Se ha ido.
«En marcha»
Al finalizar el callejón bajo por unas escaleras que terminan en una calle cerrada. Por la izquierda se encuentra un hueco como del tamaño de una puerta, pero no es cuadrado ni redondo y claramente se ve que hay al otro lado.
Una bodega.
«¿Dónde estoy?», pienso para mis adentros.
Escucho carcajadas del otro lado del dichoso agujero y los gritos de un hombre que hacen eco en el lugar, me retumban en los oídos. Me estremezco y el miedo se apodera de cada rincón de mi cuerpo.
Como soy bien curiosa, me acerco un poco pero no lo suficiente para ser descubierta. Un tipo cae al suelo sobre su espalda agarrándose la mandíbula mientras muestra una mueca de dolor. «¡Lo están golpeando!» Otro sujeto se le acerca y le suelta una patada en el estómago. Éste suelta un grito ahogado tirándose boca abajo por dicho golpe. Es ahí cuando lo veo, no tengo duda alguna, es él.
¡Es Sam!
No lo puedo soportar y estoy a punto de gritar, así que para evitar ser descubierta tapo mi boca de inmediato con mis manos cuando le dan otra patada, pero esta vez en la costilla izquierda.
¿Por qué no se defiende?
Cuando los chicos en el campus se retan en peleas para arreglar ciertas diferencias mientras uno que otro estudiante ve la oportunidad de ganar un poco de dinero apostando al mejor, se forma el evento del año.
Sam es el que más se ha visto involucrado, pues tiene a alguno que otro exnovio de las chicas de su lista tras él. Les da una paliza y jamás, pero jamás, ha perdido un solo enfrentamiento. Él es capaz de defenderse por sí solo y eso lo sé perfectamente.
Entonces... ¿Por qué no se defiende?
Un tipo se le acerca por la espalda, lo sujeta por el cabello para levantarlo y ponerlo de rodillas como cuan buen pecador esperando su castigo. Saca de su bolsillo un objeto que tardo tan solo unos segundos en reconocer.
¡Joder! Es una navaja y la coloca contra su cuello.
El pánico comienza a consumirme y de inmediato sé que debo hacer algo o lo matarán. «¡Mierda Elizabeth, piensa!» El sujeto aprieta la navaja contra su garganta en forma de advertencia mientras que los otros sujetos se burlan de él. Sam no hace ningún movimiento para defenderse.
-¡Desgárrale la puta yugular! - le exige uno de los sujetos con una despampanante sonrisa maliciosa. El que solo observa.
«Dios, no»
Esas palabras bastaron para que yo tomara acción de inmediato. Sin darme cuenta del momento exacto en el que empecé a caminar, yo ya me encontraba frente al sujeto que dio la orden de lastimarlo. Mis brazos se encuentran extendidos por mis laterales en pose protectora y dándole la espalda a Sam, me enfrento a ese imbécil.
Estoy temblando.
- ¡Pare por favor! - grito sin pensarlo dos veces. ¿De dónde me ha salido tanta valentía?
El tipo que está a frente mío suelta una carcajada. Estoy temblando demasiado y él se ha dado cuenta de que me estoy cagando del miedo.
-¡Ya llegaron tus refuerzos maldita basura! - me mira fijamente con dureza.
Los demás hombres solo se quedan tras él sin expresión alguna. En mi lugar, no me atrevo a mirar a Sam, pero estoy segura de que está bastante sorprendido.
-¿Qué hacemos? - dice el sujeto que tiene de rodillas a Sam.
El hombre que al parecer es su jefe, se queda callado por unos segundos mientras me estudia detenidamente.
Que esto acabe ya. Estoy a punto de romper a llorar.
- Suéltalo - dice al fin.
Su rostro ya no refleja ninguna expresión, la risa burlona ha desaparecido en su totalidad.
Suelto un suspiro de alivio.
Cuando aquel sujeto deja ir a Sam, él inmediatamente se levanta del suelo y tira de mí con brusquedad hasta ponerme detrás suyo. Los mira silenciosamente, estudiando la situación en la que nos encontramos. Su respiración está tan agitada que puedo observar cómo su pecho sube y baja exageradamente.
¡No soporto más!
Me dejó caer tras él de rodillas. Llegué a mi límite, mi valentía se acabó y estoy totalmente paralizada que no puedo moverme e inclusive el respirar me resulta doloroso.
No hago más que observarlo a él desde el suelo. Su brazo izquierdo está sangrando demasiado que casi no se pueden apreciar sus pequeños tatuajes. Él ni siquiera se inmuta un poco de dolor; está tan concentrado en esos sujetos.
¿Cómo es que se la hizo?¿Me pregunto si la herida de la cicatriz se la hizo de forma similar?
- Es hora de irnos - dice el supuesto jefe. Se mueve y los demás lo siguen. Ni siquiera nos mira.
- Nos estaremos viendo - le lanza una muy llamativa sonrisa de advertencia a Sam, el mismo sujeto que lo tenía prisionero.
Él suelta un profundo suspiro mirando sombríamente el cómo se marchan. Después, se gira en mi dirección y me mira con esos penetrantes ojos entrecerrados.
- ¿Qué diablos haces aquí? - me pregunta, agrio.
Soy incapaz de responder, siento que mi voz ha desaparecido y lo único que hago es temblar mientras respiro agitadamente. No puedo ni levantar la mirada para poder verle siquiera.
- Te hice una pregunta. - dice más calmado o eso intenta.
Se agacha para tenerme de frente y siento pasar sus pulgares por mis mejillas. Solo entonces, me doy cuenta de que estoy llorando. Las lágrimas salen desbordadas y yo ni siquiera lo había notado. Estoy tan paralizada por el miedo.
¡Vaya, por dios! pensé que íbamos a morir.
Él seca mis lágrimas para después soltar un gruñido entrecortado. Se ha dado cuenta de que estoy en shock, así que se queda en silencio durante unos minutos, contemplándome.
- Elizabeth, necesito de verdad que reacciones - me da un pequeño golpecito en la nariz con el dedo índice.
Lo miro, al menos ya puedo hacerlo; sin embargo, no soy capaz de soltar una mísera palabra. Se que intenta mostrarse sereno, pero puedo ver la furia arder en su mirada.
Un rato más tarde ya he dejado de temblar un poco y consigo moverme por mi cuenta, así que seco mis lágrimas con la manga de mi chaqueta.
- Dame tu chaqueta - extiende su mano hacia mí. Me quedo callada observándole con desconcierto - Elizabeth, es que acaso ¿quieres que me desangre? - señala la herida de su brazo izquierdo.
Le hago caso e intento sacarme la chaqueta, pero me cuesta demasiado trabajo conseguirlo con lo temblorosa que me encuentro, ya no tanto como antes pero aún lo estoy. Sam se da cuenta de mi batalla por quitármela, así que decide ayudarme hasta que lo consigue. Ahora solo me encuentro con mi blusa blanca.
Se envuelve la tela azul alrededor del brazo, cubriendo así, la mayor parte de la herida y que casi no se note que está sangrando.
- Deberías ir al doctor - digo al fin. Mi voz está muy débil, apenas y se escuchó lo que dije.
- Calla. - responde de forma amable, pero su tono sigue siendo frío.
Se vuelve hacia mí y pasa su brazo lastimado por debajo de mis muslos y con el otro sujeta mi espalda para así levantarme del suelo. Hace una mueca de dolor tras cargarme.
Se dirige fuera de la bodega caminando lentamente y al llegar a las escaleras me baja con cuidado para después sentarse junto a mí.
- ¿Acaso eres idiota? - musita con dureza mientras me mira furioso. Tiene el ceño fruncido.
- Deberías agradecerme - respondo molesta. - Te salve la vida.
-¡Ja! - suelta irónico. -¿Estás de broma?
-Lo digo en serio, Sam.
- Escucha - hace una pausa para luego continuar - Yo sé apañármelas solo, sabía muy bien lo que estaba haciendo... ¡Joder! - suelta como grito final.
Baja la mirada pasando las manos entre su cabello tirando de el con frustración.
- ¿Por qué no te defendiste?
- No había necesidad... eso tipos no iban a lastimarme.
-¿Cómo estás tan seguro? Porque yo vi todo lo contrario.
-¡Joder, Elizabeth! - gruñe - Estaba seguro de eso hasta que tú llegaste, maldita sea... Yo solo hubiera arreglado las cosas a mi manera, pero estando tu conmigo solo lo ibas a complicar todo - me lanza una sonrisa sarcástica para decir las últimas palabras - Agradece que te dejaron ir sin llegar mas lejos.
Si lo pone desde esa perspectiva, él tiene la jodida razón. Fácilmente se pudo haber zafado de esa solo, en cambio conmigo le hubiera resultado más que imposible. Pero, cuando lo vi de esa manera, no pude evitar reaccionar.
- Lo... lo siento - digo avergonzada.
- ¿Por qué estás aquí?
Una mentira verosímil, es lo que necesito.
- Vine a comprar unas cosas cuando te vi del otro lado de la calle. Cristina me trajo, pero no tardo en irse - respondo segura de mi mentira. - Solo quería saber que había en el lugar al que entraste.
Ni de broma va a creerme, suena tan falso todo lo que digo.
Sam se levanta y empieza a subir las escaleras.
- Te llevaré a casa.
Subo a su coche, le doy mi dirección y la pone en el Wize. Todo el camino es un silencio incómodo, así que para romperlo le pregunto lo que me viene dando vueltas en la cabeza desde hacer un rato.
- ¿Quiénes eran esos tipos?
- Asaltantes. - Es todo lo que dice.
Definitivamente no eran asaltante o bueno, a mí no me lo parecían. ¿Que buscaban? Ni siquiera se llevaron nada.
- Gracias... - susurro sin mirarlo cuando llegamos a mi casa.
Abro la puerta de su coche para apearme. Él baja la ventanilla antes de que yo me adentre a la casa.
- Perdona lo de tu blusa. - me mira de pies a cabeza para enseguida marcharse.
¿Mi blusa? Le echo un ojo y me doy cuenta de que está sucia de sangre y la miro con asco.
Lo más probable es que me la manchara cuando me cargó, y ¿Que hay de mi chaqueta? ¿La doy por perdida?