Capítulo 4 Su traición

Sin embargo, antes de hacerlo bajó la mano.

Ese lugar correspondía al departamento que alquilaba Michael, y ella lo visitaba allí a menudo porque se conocían desde la secundaria. Dado que él le gustaba, Harlow había renunciado a su sueño de entrar a una escuela de arte y eligió la carrera de administración porque esperaba que los volviera más cercanos.

Durante su primer semestre él le había pedido que tuvieran sexo, solo que ella era conservadora y lo rechazó. La verdad era que quería esperar hasta que se casaran para eso, pero ahora que había perdido su virginidad, se preguntaba si él la perdonaría.

Ella leía a menudo sobre esos temas en línea, donde descubrió que algunos hombres en serio valoraban la pureza. Si Michael supiera que un extraño le quitó la suya en un bar, ¿la abandonaría como los de las anécdotas de esos artículos?

La chica vaciló por unos segundos al tiempo que caminaba de un lado a otro dubitativa. Al principio quería arrojarse a sus brazos y entregarle su afecto entero, pero en ese momento temía enfrentarlo.

"¡Qué molesto!".

Mientras su corazón se retorcía en un nudo, a Harlow le pareció reconocer la voz de una mujer.

"¿Eso no te parecía encantador?".

De pronto escuchó otra que también se le hacía familiar, aunque esta vez era de un hombre, con lo cual olvidó por completo lo que estaba reflexionando y corrió a una esquina para esconderse.

En ese instante escuchó pasos acercándose, el sonido de la puerta abriéndose y risas.

Acto seguido se asomó desde la esquina para observarlos, pero como no pudo, caminó de puntillas hasta el apartamento, abrió un poco la puerta y miró hacia adentro.

El lugar no estaba tan luminoso como ella esperaba, y de puños y dientes apretados, se preguntó: '¿Por qué volvieron Lainey y él a esta hora?'.

Entonces escuchó la risa de la mujer. "Qué travieso eres...", dijo.

"Cariño, te amo", le respondió Michael.

El corazón de Harlow se contrajo mientras ella se quedó de pie en la oscuridad escuchando sus risas y el sonido de la cama sacudiéndose.

En vista de eso, bajó las escaleras aturdida y se agachó en el jardín de la comunidad a llorar.

En solo unas pocas y desafortunadas horas había perdido tanto su castidad con un extraño como al hombre que amaba. Ella siempre había pensado que sería la novia más feliz del mundo al ofrecer la parte más pura de sí misma a su amado, pero ahora consideraba que no tenía nada.

De la noche a la mañana había perdido todo.

Sintiéndose como una niña abandonada por sus padres, se sentó en el jardín a llorar durante la noche entera hasta que sus ojos se enrojecieron e hincharon.

Una vez que llegó la luz del día, la gente comenzó a andar por la comunidad. El personal de limpieza dio inicio a su jornada y algunas personas salieron a correr mientras que otras fueron a hacer las compras.

Harlow se paró en silencio bajo el gran árbol en el jardín afuera del Bloque C mirando hacia la puerta principal, pues ella sabía que Michael se iba a la universidad todos los días exactamente a las 7:30 a.m. Quería preguntarle la razón por la que había arruinado su relación al engañarla. Después de todo deseaba tener un cierre para saber qué hacer a continuación.

Tan pronto como el reloj dio la hora, el chico salió del edificio con Lainey inclinada sobre sus hombros sonriendo complacida.

"¡Michael!", le gritó Harlow desde la distancia.

Al escuchar eso, a él se le congeló la sonrisa al tiempo que trataba de quitar su brazo de la cintura de la chica a su lado.

No obstante, esta lo agarró, levantó una ceja y dijo: "Ya sabes qué hacer... ¿No?".

El chico le pellizcó juguetonamente la cintura y dijo: "¡No te preocupes, mi reina! Solo dame tres minutos y me ocuparé de esto".

Lainey sonrió con satisfacción y lo soltó para enseguida lanzarle una mirada de desprecio a Harlow y susurrarle al oído a Michael de una forma seductora: "Entonces iré a buscar el auto".