Pecados Placenteros: Lascivia
img img Pecados Placenteros: Lascivia img Capítulo 6 6
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Capítulo 6 6

La luz del sol se filtra por la ventana quemándome la cara, intento levantarme, pero las piernas de Bratt no me lo permiten. Hago un segundo intento y deja caer el brazo sobre mi vientre.

-¿A dónde vas? -pregunta adormilado.

-A casa -logro sentarme y apoyarme en el cabezal de la cama.

-¿A qué? Quédate un rato más -me aplasta con las piernas.

-Debo ir arreglar todo para mi regreso mañana -me escabullo colocándome la camisa blanca que traía anoche.

Miro el reloj, son las diez de la mañana. No le gustará debido a que mencionó que debía presentarse temprano en la central.

-¡Bratt!

-¿Sí? - contesta con la cara enterrada en la almohada.

-Son las diez de la mañana.

Se levanta con la fuerza de un rayo.

-¡Mierda! -se queja de camino hacia la ducha- Christopher me va a matar.

Escucho el sonido del agua mientras busco la ropa provisional que tengo aquí, no he traído mucha últimamente, así que sólo encuentro un par de vaqueros y una playera de algodón.

-¡¿Qué pasó con el despertador?! -se queja cuando sale.

-Creo que no la activaste. Entierra la cabeza en el closet.

-¿Quieres que te prepare algo para desayunar?

-Descuida -me encamino hacia el baño- Tomaré un taxi y desayunaré en casa.

Dejo que el agua me envuelva empapándome de su shampoo, no me canso de sentir su fragancia impregnada en mi piel.

Salgo, Bratt está frente al espejo. En la vida civil no se puede usar el uniforme de la FEMF.

-Puedo llevarte, ya se me hizo tarde -se pone el reloj- Unos minutos más no hacen la diferencia.

-Claro que hacen la diferencia -me visto mientras me observa. «Amo provocarlo».

Siento sus pasos cuando se me acerca por detrás hundiendo la nariz en mi cuello.

-Pensándolo bien podría inventar algo para no ir -susurra antes de besarme.

-Eso no sería conveniente. Seguramente te esperan y no quiero que te sancionen por mi culpa.

-No me importa pagar las sanciones, estar juntos lo vale.

Y mucho. Lo aparto.

- ¡Vete! Tenemos tiempo de sobra para esto.

-Debiste pensar en eso antes de provocarme -reparte besos por mi hombro.

-¡Vete o el coronel te arrancará la cabeza! -lo empujo fuera de la habitación.

-¡Te amo! -grita desde el pasillo.

-¡Yo también!

Reviso el área antes de irme. No es que sea celópata pero con el montón de mujeres que han estado detrás de él, no está de más revisar que no haya traído a otra chica.

****

Me bajo del taxi una cuadras antes del edificio, entro al café de la avenida y pido cuatro capuchinos (Uno para Luisa, el portero, Lulú y uno para mí) Complemento con donuts «Si, soy una maldita tragona»

Camino por las aceras de Belgravia hasta que una camioneta se detiene sacando a una mujer vestida de novia acompañada de sus damas de honor «Sesión de fotos» Algo común en Londres.

Todas sonríen a la cámara mientras los transeúntes observan curiosos.

Es bonito ver cómo otras personas cumplen mi sueño. Desde los doce me he imaginado caminando hacia el altar con un vestido blanco estilo princesa «Ummm también soy una soñadora empedernida»

Camino a casa con el consuelo de que Luisa sí cumplirá su sueño de tener el matrimonio perfecto. Mi mejor amiga y yo tenemos ilusiones parecidas desde los diez.

-¡Buenos días! -saludo al portero cuando entro a mi edificio.

Un chico moreno que definitivamente no es el portero de siempre me sonríe con cortesía.

-Buenas tardes -contesta. Miro el reloj ya es mediodía.

-¿Dónde está Luigi? -pregunto extrañada. En los cuatro años que llevo viviendo aquí nunca he visto a nadie diferente a él o a su hermano que lo reemplaza ocasionalmente.

-Es su día de descanso. Soy Julio -se presenta- De ahora en adelante estaré alternando turno con él.

-Rachel James -le ofrezco la mano.

-La dueña del departamento cuatrocientos doce -corresponde mi saludo- La señora Luisa ya me habló de usted.

-Traía un capuchino para Luigi, pero ya que no está -le entrego el vaso.

Lo recibe y aprovecho para darle uno de los bocadillos que traje.

-No es necesario.

-No seas tímido -lo regaño- Toma las que quieras.

-Es usted muy amable, señorita.

-Nada de señora o señorita -advierto- Rachel está bien. Me aparto cuando llega la empresa de mensajería.

-Suerte con el turno.

Abordo el ascensor topándome con el dolor de cabeza de este edificio. En algunas partes le dicen "Vecina" Yo le digo dolor de oído.

-Necesito hablar contigo -acaricia el gato que sostiene- Puse una queja pero...

-¿Para qué soy buena?

-Tu empleada me tiene harta -se queja- A toda hora escucha esa horrible música infernal y se la pasa de aquí para allá con esos feos atuendos...

-Primero que todo -la interrumpo- no es música infernal son rancheras, estamos en un país libre, no le puedo exigir que no escuche la música que le gusta.

-Si esto va a seguir así -me amenaza- Le diré a la administración que te mande a desalojar.

-A los que mandan a desalojar son a los inquilinos no a los dueños de casa -sigo mi camino- Que yo sepa usted no es dueña de su apartamento, ¿o sí?

Percibo las grandes zancadas cuando me sigue por el pasillo.

-No me des la espalda, zorra mal educada...

-La discusión acabó, señora Felicia.

-No te atrevas a...

Le cierro la puerta antes de que siga alegando.

            
            

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