Pecados Placenteros: Lascivia
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Capítulo 8 8

La entrada al comando es a la siete de la mañana pero debo estar antes para gestionar los trámites pertinentes que se requieren al reincorporarme.

Guardo todo lo que necesito mientras me preparo una taza con café en tanto escucho las noticias matutinas.

Me quedé dormida a media noche curioseando lo que no debía curiosear. No es que esté muy descansada que digamos.

Empaco chaquetas extras, mi laptop, el cargador del móvil y los productos de aseo personal. Puedo volver las veces que quiera, sin embargo, ante situaciones inesperadas debo quedarme en la central.

Bebo un sorbo de mi exquisito café, obviamente colombiano mientras leo las noticias del Daily Mail.

El encabezado de hoy es:

"Cinco países anuncian nuevas alertas ante la desaparición de mujeres entre los quince y treinta años"

-Otra vez tengo la pesadilla de verte aquí. -me saluda Simón recogiendo su playera del sofá.

Solo tiene el bóxer puesto.

Lo que tiene de atractivo lo tiene de distraído. En los años que lleva con Luisa he tenido que verlo en paños menores por toda la casa. Y no es que sea desagradable a la vista, mide casi un metro ochenta, tiene cabello negro, cuerpo bien formado y unos inmensos ojos color zafiro.

-¡Ponte algo de ropa así dejas de contaminar mi vista!

-¡Dejas de contaminar mi vista! -se burla- Voy a darme una ducha, guárdame café.

-Aquí no tienes empleada -contesto sin apartar la vista del periódico. Me arroja la camiseta.

-¡Si no quieres que te arroje los calzoncillos guárdame café! -bromea. Luisa le agarra el trasero por detrás.

-Ojo con lo que dices -le advierte- No me gusta que vean mi mercancía.

La envuelve en sus brazos para besarla, a la vez que ella trepa por su torso hasta quedar a su altura.

Pongo los ojos en blanco. Este tipo de escenas es el pan de cada día durante todas las mañanas.

-Chicos es asqueroso verlos pasar saliva -protesto- ¿Podrían seguir con sus muestras de cariño en la habitación? intento leer mi periódico.

-¡Envidiosa! -se burla Simón encaminándose al baño.

Mi amiga se queda como una idiota viéndole el trasero, es una asquerosa pervertida que se la pasa viéndole el culo y el paquete al sexo opuesto.

-Dile a tu novio que deje de estar en paños menores por toda la casa -bebo un sorbo de mi café- Hace que me den náuseas.

-¡Escuché eso! -grita Simón desde el baño.

-¡Lo sé, por eso lo dije!

-¡No gastes toda el agua caliente! -le grita Luisa.

Acabo la taza de café, recojo mi bolso, el móvil y las llaves de mi auto.

-Te veré en el comando -el reloj marca un cuarto para las seis- Ya voy tarde.

-Querida, no te afanes -se burla -Salgas a la hora que salgas siempre llegas tarde. Es tu don.

-Hoy haré la diferencia -me encamino hacia la puerta.

-Sabes que no.

-No olvides alimentar al pez -le recuerdo antes de cerrar.

Abordo mi Volvo. Enciendo el estéreo dejando que la música de Adele me acompañe tarareando Rollins In The Deep mientras me adentro en el tráfico de Londres.

Acelero por la carretera vacía cuando salgo de la ciudad. El comando central de la FEMF está a cincuenta kilómetros del área urbana. Me desvío por el camino de gravilla hacia uno de los puestos de control más cuidados del comando.

Me detengo ante las enormes puertas de acero y muestro mi identificación a la pequeña cámara escondida entre los arbustos. Coloco mi huella en el detector escondido mientras espero que las puertas se abran.

Al ser el comando más grande de Europa cuenta con una reforzada vigilancia, en el corto camino desde la entrada hasta el estacionamiento hay alrededor de cincuenta soldados acompañados por canes adiestrados.

Estaciono en el lugar de siempre implementando el afán de todos los días ¡Voy tarde!

«¡La maldita de Luisa me echó la mala suerte!».

Me coloco mi uniforme de pila, (pantalones camuflados, camiseta de cuello redondo y botas. Todo en color negro) Me recojo el cabello en un moño apretado revisando que haya quedado decente.

Me lleno de orgullo al ver mi tercera estrella dorada en mi camiseta, es la que me identifica como teniente. A esta hora las tropas están reunidas recibiendo las órdenes del día en las canchas de entrenamiento.

Me encamino en busca de la mía, si algo tiene la milicia es que se debe ser puntual todo el tiempo, norma a la que no me acostumbro. Por mucho que intente cumplir la regla al pie de la letra me es imposible, el universo siempre confabula en mi contra para que no suceda.

El capitán Robert Thomson, mi capitán al mando, tiene la tropa perfectamente alineada en la mitad del patio.

Es uno de los mejores capitanes de aquí, fui ascendida gracias a él. Se ha encargado de que reciba los mejores entrenamientos y las misiones más importantes engrandeciendo mi currículum.

Me preparo para el peor de los regaños «En la milicia la indisciplina sale cara»

-¡Buenos días mi capitán! -me presento con un saludo militar. Me volteo hacia mi tropa que responde con un enérgico "¡Buenos días, teniente!" «Muero y revivo al instante». Fui ascendida antes de irme de vacaciones, oficialmente es mi primer día en mi nuevo cargo.

-Querrá decir "Buenas noches" -me regaña- Llega diez minutos tarde, teniente. Guardo silencio. «En la milicia no se protesta».

-¿No le alcanzaron las vacaciones para descansar?

-Me disculpo capitán aceptando el castigo que me quiera imponer.

-Que lo defina el coronel. Sloan se fue, Morgan es el que está a cargo -explica tranquilo- Así que mueva el trasero hacia la oficina y explíquele por qué llegó diez minutos tarde. Ese es mi castigo.

-¡Como ordene. mi capitán! -giro sobre mis talones lista para cumplir la orden.

-¡Teniente! -me grita cuando voy a poca distancia- Me alegra tenerla de vuelta.

Asiento y continúo trotando. No me sorprenden las palabras del capitán, tengo en claro que debajo de toda esa perfecta disciplina se esconde uno de los capitanes más generosos de este ejército.

            
            

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