Capítulo 4 Erika

Horas antes:

Salgo de la mansión con un nudo en la garganta, no puedo dejar a Axel solo, es mi mejor amigo y los mejores amigos no se abandonan. Tomo un taxi para ir a casa, cierro los ojos recostando mi cabeza en el asiento del auto y se me salen las lágrimas pensando en lo que se vuelto mi vida. Una hora después llego a la casa, me apena que los vecinos me vean así vestida y con el pelo corto, tomo mis llaves y apenas abro la puerta mi bebe me recibe alegre, su cola no para de moverse y me siento en el piso acariciándole la cabeza.

- ¿Qué es lo que haré ahora amigo? No quiero dejarte solo, pero si no trabajo te perderé por completo y es algo que no soportaría. Se acuesta a mi lado poniendo su cabeza en mis piernas como de costumbre. Paso el resto de tarde con él, lo baño y cepillo su pelo hasta que se queda dormido. A veces pienso que Axel no es normal, es demasiado inteligente para serlo.

Me doy una ducha y tomo el celular para llamar a un viejo amigo que puede ayudarme, tiene uno de los centros de acogida y entrenamiento para animales más reconocido en el país. Visito el lugar de vez en cuando para ayudar con los animales, fue justo allí donde me enamoré de Axel, era tan solo un cachorrito recién nacido cuando su madre murió y quedó solo en la vida, así como yo, fue tanta la conexión con él que mi amigo me lo regaló y desde ese entonces somos inseparables.

- Hola Beto, soy yo Erika.

- Hola señorita K, hace días que no sé nada de ti. ¿Cómo estás cariño? - me responde con alegría.

- Bastante mal, necesito que te quedes con Axel unos días, voy a pasar por allá y lo hablamos.

- De acuerdo linda acá te espero - me dice algo extrañado.

Recojo todas las pertenencias y comida de Axel en una mochila antes de despertarlo. Alberto vive cerca de mi casa así que le coloco la correa al cachorro y salgo de la casa con él.

- ¿Señorita K que mierda le hiciste a tu pelo? me grita alarmado.

- Larga historia... - Que me vas a contar ahora mismo, me extrañó mucho que quisieras traer a Axel aquí con lo apegada que eres al cachorro. me da dos besos en las mejillas y saluda a Axel que lo reconoce y juega con él.

- Créeme cuando te digo que es una necesidad, de no ser así jamás lo dejaría aquí. - mis ojos comienzan a escocer de nuevo y las lágrimas a salir.

- Oh linda no llores. - me atrae hacia él y me abraza. Le cuento todo lo sucedido y me mira como si tuviera tarros en la cabeza, me cuenta de su nuevo novio y caminamos por el lugar mientras me enseña los nuevos animales que trajo. Después de un rato con ellos debo irme, intento hacerlo sin mirar atrás, pero no lo logro, miro a mi bebé y ver su cara de tristeza y sus orejas bajas me destrozan el corazón, me tapo la boca con una mano ocultando mi llanto y me voy. Lloro hasta que mis ojos están hinchados, esta es la primera vez que estaré lejos de él.

Regreso a casa y preparo todo para irme, le dejo la llave al portero del edificio y le explico que solo debe dárselas a Alberto o a Laura si vienen a buscar algo. Hay cosas que debo hacer antes de llegar a la mansión Carusso.

- Buenas tardes, necesito hablar con el gerente. - le digo a la secretaria del señor Smitt, dueño del banco.

- ¿Tiene usted cita? - pregunta la oxigenada con indiferencia sin ni siquiera mirarme.

- No, pero dígale al gerente que la señorita Erika Wayler quiere verlo y que es importante. - ella hace una llamada y me invita a pasar a la oficina.

- Buenas tardes señorita Wayler, si viene a pedir más plazo pierde su tiempo, si no tiene como pagarme debe retirarse del departamento.

- Buenas tardes señor, no se anticipe por favor, conseguí trabajo y con lo que me pagan en tres meses tengo el dinero completo que le debo y un pequeño aumento por el plazo. - se rasca la barbilla como si dudara y saco el cheque con mi pago.

- Aquí está mi primer pago, compruebe el dinero y deme la oportunidad de pagarle en dos meses más.

- Siempre es un placer hacer negocios contigo hermosa. Sonrío con suficiencia y voy a la casa de mi jefe.

- Buenas tardes Erik, puedes llevar tus cosas al tercer cuarto a la derecha del segundo piso, normalmente los empleados duermen aquí abajo, pero es importante velar por la seguridad en todo momento del joven amo, más que un chófer y guardaespaldas serás un asistente personal. - me dice el mayordomo cuando llego a la mansión.

- Gracias señor. - Puedes llamarme Robert. Después puedes pasar por la cocina y decirle a Patricia que te prepare algo de comer. Los empleados siempre comen en una mesa que hay en la cocina y jamás en el comedor de la casa.

- Entendido y gracias señ... Robert. - Me dedica una sonrisa un tanto paternal y después subo las escaleras con mi pequeña maleta.

El señor Robert parece tener al menos cincuenta años, siempre luce un perfecto traje negro con una pajarita, es un hombre dulce y muy educado... me cae bastante bien. Llego al cuarto que me asignaron abriendo con confianza la puerta y lo que veo me deja petrificada, mi jefe está desnudo frente a mis ojos y no solo eso, sino que está teniendo sexo, la cara me arde de la vergüenza, lo miro a los ojos y siento que tengo un orgasmo con la cara de vicio que tiene... ¿acaso se está corriendo mientras me mira a los ojos? Me disculpo volteándome y actúo de forma estúpida hasta que sale de la habitación con su amiga que ni se molesta en vestirse. Por la forma que pasó todo debe pensar que soy gay o algo parecido, lo miré con ganas de comérmelo vivo, pero no es mi culpa, es suya por tener el cuerpo que tiene, esos músculos cargados de tatuajes y su miembro... por dios, se podría matar de placer a alguien con semejante cosa, cierro los ojos y no puedo evitar mojar mis bragas al recordar todo lo que pasó.

Lavo mi cara para calmar el calor interior que siento, pero es inútil, me meto a la ducha y los recuerdos de su mirada llena de lujuria mientras se corría me hacen llevar mi mano a mi entrepierna y acariciar mi centro, muerdo fuerte mis labios y me doy placer a mí misma hasta que alcanzo el alivio que necesito.

Salgo del baño totalmente vestida y trato de despejar mi mente acomodando mis pertenencias en el cuarto, solo traje pocas cosas ya que no tengo mucha ropa de hombre, escondo bien mis bragas, las cintas con las que a duras penas aplano mis voluminosos pechos y cuando termino me desprendo de la incómoda ropa que llevo y me quedo dormida.

Despierto con la sensación de ser observada y casi tengo un infarto cuando veo a Lucian recostado a la pared con los pies cruzados en los tobillos y los brazos sobre su pecho, lleva unos vaqueros negros, unas zapatillas deportivas y una camiseta blanca. Sus ojos se encuentran con los míos y sin retirar la mirada me dice...

- No te acostumbres mucho a dormir, en horario de trabajo no se duerme. O de lo contrario estarás en la calle antes de lo previsto.

- Disculpe señor, pero me dijo que empezaba mañana así que aprovecho a descansar hoy. - mi piel se eriza cuando me percato de que solo estoy vestida con la camisa del traje y mis bragas, aprieto con fuerza el grueso edredón que cubre mi cuerpo, no sé qué voy a hacer si tengo que levantarme ahora, estoy a un paso de ser descubierta.

- ¿Cuánto tiempo llevas ahí? - Titubeo al hablar nerviosa.

- Acabo de entrar y tengo que salir así que necesito un chofer, surgió algo en la empresa, nos vemos en veinte minutos - Asiento y se marcha. Suspiro aliviada cuando se va, eso estuvo cerca. Me arreglo y bajo las escaleras hasta la cocina donde Lucian me espera con un traje perfectamente arreglado.

- ¿Nos vamos señor? - Primero come algo, nos tardaremos en la empresa. - asiento y tomo lo que Patricia me ofrece con una sonrisa en los labios.

Salgo al estacionamiento que tiene aproximadamente cincuenta carros diferentes y sigo las instrucciones tomando el Bugatti Veyron. Nunca he conducido un carro así, pero aprendo rápido, entro al vehículo y me quedo fascinada con el lujo que desprende. Me toma unos minutos ponerlo en marcha, pero lo hago bien. Estaciono frente a la casa y salgo a abrirle la puerta a Lucian, que ironía, la dama abriendo la puerta al caballero. Sonrío de lado y nos ponemos en marcha.

            
            

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