Miré hacia atrás y vi a mis dos hermanas entretenidas viendo la tele, no se habían dado cuenta que había abierto la puerta y estaba dentro de la biblioteca, que hasta entonces estaba vedada para nosotros. Con cuidado cerré la puerta a mis espaldas quedando solo y en silencio en aquella extraña y fría habitación. Aquella biblioteca era pequeña, las paredes eran blancas y de ellas colgaban otros cuadros con extraños dibujos que no pude identificar. En el centro de aquella habitación estaba una mesa y su respectivo asiento y sobre la mesa una lámpara antigua, claramente era allí donde el abuelo se sentaba a leer en las noches bajo la luz de aquella vieja lámpara. Recostado sobre una de las paredes estaba ubicado un estante que abarcaba toda la pared. Aquel estante estaba repleto de libros, pero no estaban apelmazados uno sobre otro, no, estaban cuidadosamente puestos y organizados. Me acerqué para ver más de cerca estos libros, a ver si conocía alguno de ellos pero me sorprendió que estos libros tenían títulos extraños, títulos que jamás en la vida había escuchado. Recorrí todo el estante y saqué varios libros para darles una ojeada. Me sorprendió que estos libros aunque viejos estaban perfectamente cuidados, estaban libres de polvo y sus letras eran legibles. A muchos de estos libros los saqué y les di unas ojeadas, pero lo temas que allí se trataban eran extraños y desconocidos para mí, además de los títulos de los mismos, también los dibujos y graficas que en ellos estaban eran extraños, además que la gran mayoría estaban escritos en otro idioma, en latín. Ahora después de mucho tiempo entiendo que esos libros eran de ocultismo, paganismo y satanismo. Entendiendo que ya había pasado mucho tiempo en aquella biblioteca y que quizá el abuelo y madre estaban por regresar me dispuse a salir de aquella fría habitación. Traté de organizar los libros para dejarlos tal y como estaban al principio para que así el abuelo no sospechase que alguien había entrado a su biblioteca personal, cuando de pronto algo llamó la atención de mis ojos. Oculto entre aquellos libros estaba un pequeño libro que a diferencia de los demás que estaban bien cuidados, este estaba en muy mal estado. Lo saqué y me di cuenta que era antiguo, muy antiguo. La pasta estaba desgastada y casi no se leía su título, tuve que hacer un esfuerzo mayúsculo para leer la letra casi ilegible. El título de aquel viejo y maltratado libro era "TENEBRARUM". Desestimando el peligro que representaba el seguir dentro de aquella habitación, me senté en el asiento y puse el libro sobre la mesa, encendí la lámpara y me dispuse a ojearlo, lo que encontré allí me sorprendió. Aquel libro, como dije antes era muy antiguo, no solo la pasta estaba desgastada, también sus páginas que ya tomaban un color amarillento, muchas de las letras allí escritas se habían perdido, otras eran prácticamente ilegibles. Para sorpresa mía, a diferencia de los demás libros que había ojeado, este libro estaba escrito en nuestro idioma. Si bien muchas páginas habían sido arrancadas y otras estaban en tan mal estado que eran ilegibles, había títulos extraños, títulos que hablaban de ritos antiguos, de magia negra y de hechicería. Otra cosa que me causó gran impacto fueron los dibujos. Demonios, pentagramas, calaveras y actos sexuales entre hombres y mujeres, todos pobremente dibujados. Al ver aquellos dibujos de esos demonios espantosos me entró un miedo genuino, así que cerré aquel libro extraño, me paré del asiento y me dirigí hacia el estante para devolverlo a su sitio original. Estaba por colocarlo de nuevo en su sitio cuando una fuerza extraña se apoderó de mí, una fuerza que impedía que devolviera el libro a su lugar en el estante, una fuerza que doblegaba mi voluntad. Sin saber cómo ni porqué, escondí aquel libro en mi ropa, revisé que todo estuviera en su sitio y salí de la habitación, dejando aquella biblioteca a mis espaldas. En la sala mis hermanas seguían viendo la tele, al parecer no habían notado mi ausencia. Mi madre y el abuelo llegaron minutos después. Las cosas siguieron normales durante el resto de aquel día. Mi madre preparó la cena que todos comimos con gusto, aunque a mí, una fatiga me inundaba el estómago, sentía como aquel libro me quemaba, pero traté de disimular para que el abuelo ni los otros se dieran cuenta. Al finalizar la tarde nos despedimos del abuelo y partimos rumbo a nuestra casa. Apenas crucé esa puerta y salí a la calle, la fatiga desapareció de forma instantánea, fue realmente algo extraño.
En la noche, de nuevo en mi casa y a solas en mi habitación, una lucha interna se apoderó de mí. Por un lado algo me decía que no leyera aquel libro, que era peligroso, pero por otro lado una voz me invitaba a abrir el libro y leerlo. Al final me ganó la curiosidad y me dispuse a leer aquel antiguo y desgastado libro.
Ahora después de tanto tiempo me arrepiento de haberlo hecho. Si tan solo no lo hubiera leído, si le hubiera confesado a mi abuelo que lo había tomado, muchas cosas malas y tristes se habrían evitado, mucho sufrimiento y muchas lágrimas me hubiera ahorrado.
Como dije antes aquel libro estaba escrito en nuestro idioma así que empecé a leerlo desde el principio. Una a una fui devorando las paginas, todas ellas hablaban de extraños ritos. Algunas hablaban de hechizos para convocar espíritus y atarlos a alguien para hacerle mal, otras daban recetas para realizar magia negra, y otras páginas describían perfectamente antiguos rituales para convocar demonios del mismísimo infierno y hacer con ellos tratos que nos beneficiaran. El tiempo pasó y yo seguía sumido en las extrañas lecturas de aquel libro. No sé porque pero aquel libro me resultaba adictivo, no podía parar de leerlo. Cuando la vista se me cansaba y quería cerrarlo e irme a dormir, una fuerza extraña me empujaba otra vez a seguir leyendo. Así pasaron las horas, hasta que de pronto una página en particular me llamó la atención. En aquella página amarillenta estaba dibujado un lagarto al lado de unas cascaras de huevo y atrás se veía una figura humanoide entre llamas de fuego. El título de aquella página rezaba "el pacto". Me dispuse a seguir leyendo cuando de pronto sentí la presencia de algo al lado de mío, en mi habitación. Se los juro por mi vida misma que si bien no podía ver a nadie, había alguien o algo allí mismo conmigo, podía sentirlo, una energía maligna que me produjo un miedo que nunca antes había experimentado. Comprendí entonces que no debía seguir leyendo aquel antiguo libro. Llevado por el miedo lo cerré y luego lo escondí entre mi ropa con el firme propósito de no volverlo a leer y que la próxima vez que fuera la casa del abuelo, lo devolvería a su sitio. Esa noche no pude conciliar el sueño, el miedo me lo impedía, sentía que aquella presencia que había sentido antes, seguía conmigo, la podía sentir allí mismo al pie de mi cama. Ya al llegar la madrugada por fin me dormí pero tuve extraños sueños. Sueños en los cuales yo me encontraba en un túnel oscuro, tan oscuro que no podía ni verme las manos. De pronto una voz llamaba mi nombre, no podía identificar de donde venía la voz ni de quien era, solo que llamaba mi nombre entre sollozos que me resultaban desesperantes. De pronto una luz me mostraba la salida de aquel túnel, era una luz rojiza. Entonces yo comenzaba a caminar hacia aquella luz, pero por más que caminara parecía que no me acercaba, mientras lo hacía seguía escuchando la misma voz llamando mi nombre. Después de mucho caminar por fin parecía que iba a alcanzar la salida, esta vez escuchaba aquella voz más cerca que nunca. Cuando de pronto en la salida del túnel noté que había una persona, la luz rojiza me cegaba así que no pude identificar de quien se trataba, solo supe que era una mujer. Pero lo que si supe es que esta persona era la que decía mi nombre. Caminé más y más para acercarme a esta persona, hasta que por fin pude identificar de quien se trataba. La persona que decía mi nombre ¡era mi abuela! Si bien ella había muerto mucho tiempo antes de yo nacer a causa de un extraño accidente de auto, la reconocí por las fotografías que mi madre me mostraba de ella. Ella estaba parada en la salida de aquel túnel, la luz rojiza la cubría. La abuela estaba llorando y mientras seguía diciendo mi nombre, hacia ademanes desesperados para que me le acercara.
Cuando estuve muy próximo a ella me dijo entre su llanto y desesperación –No debes estar aquí. Aléjate ya, vete-.
La abuela estaba muy nerviosa, cada tanto miraba para todos los lados sin lograr calmarse. Luego me dijo de nuevo –Debes tener cuidado. Él nunca se detendrá, su hambre de maldad nunca termina. Él sigue buscando más almas para atormentar, debes tener cuidado-. Luego hizo una pausa y siguió mientras yo seguía petrificado por el miedo –Debo irme, si se entera que estoy aquí y he hablado contigo, me lastimará, me hará cosas malas, cosas horribles-. Por último la abuela me dijo –Debes tener cuidado......-.
Aquello fue lo último que pudo decirme porque de pronto en el acto hizo presencia un ser. Este ser era más grande que cualquier persona normal. A simple vista parecía humano pero no lo era, su piel era de un color rojizo y su cuerpo desnudo estaba en muchas partes cubierto de grueso bello. Sus manos eran largas y musculosas y tenía garras en vez de dedos, sus piernas por su parte terminaban en pesuñas. No se aun bien porque pero su rostro no lo recuerdo, solo recuerdo sus dos ojos que brillaban con un rojo intenso. Al mismo tiempo que este ser hizo su presencia, un olor a azufre inundó el lugar, era un olor insoportable. Instintivamente retrocedí dejando a mi abuela al lado de aquel ser. Aquella bestia agarró a mi abuela por el cuello elevándola del piso mientras ella luchaba en vano por librarse de sus garras. Seguido atravesó el débil y viejo cuerpo de mi abuela con una de sus garras, luego lanzó su cuerpo lejos, al caer una horda de demonios rodearon el cuerpo de la abuela y en un santiamén la desmembraron. Aquel espectáculo tan repugnante y doloroso lo miré inmóvil pues el miedo me paralizaba el cuerpo. Miré con horror como estos demonios desgarraban las entrañas del cuerpo inmóvil de la abuela, saciándose con su carne y su sangre en un festín horripilante. Aquel espectáculo fue demasiado para mí, caí de rodillas al suelo y vomité como jamás recuero haberlo hecho. Sin saber en qué momento aquella bestia estaba parada al lado mío y al igual que a mi abuela, me agarró por el cuello y me elevó. Aún recuerdo como sus garras me quemaban el cuello. Cuando estaba a la altura de su rostro, me escrutó con aquellos ojos rojos. Con la respiración agitada y empapado de sudor me desperté. Ya debía de ser tarde en la mañana porque los rayos del sol se colaban por mi ventana. Confundido y agobiado me paré de la cama. Aquel sueño había sido tan real que por un momento puse en duda mi estado mental. Traté de tranquilizarme diciéndome que todo había sido un sueño, sueño inspirado por aquel libro. Ese día más que nunca prometí no volver a leerlo de nuevo y devolverlo a la mayor brevedad. Pueden imaginarse mi sorpresa cuando a la hora de mirarme al espejo, además de mi rostro demacrado note unas pequeñas manchas de quemaduras en mi cuello, manchas con formas de garras