Aun recordaba aquella noche en la que se enteró de la trágica noticia. Debía de ser pasada la media noche, cuando el ruido del teléfono sonando despertó del sueño a Sara. Durante algunos minutos la joven ignoró el sonido, al parecer los demás, su hermano, hermana y sus padres también hicieron lo mismo porque nadie se levantó a contestarlo. Pero por más que Sara trató de nuevo volver a dormir, no pudo pues el teléfono seguía repicando. Aun soñolienta se levantó << ¿quién diablos llama a estas horas?>>. Pensó la joven mientras salía de su cuarto y caminaba en la oscuridad hacia la sala en donde el teléfono sonaba repetidamente. Cuando estuvo en la sala buscó a tientas el interruptor de la energía en la pared y cuando lo encontró lo accionó. Al momento la sala se iluminó.
-Aló-. Dijo Sara levantando el teléfono.
-¿Es Sara Ramírez?-. Era la voz de un hombre.
-Sí, soy yo, ¿en que lo puedo ayudar?-.
La voz del hombre se endureció –Señorita, mi nombre es Alirio Buendía soy capitán de la policía. Fuimos llamados a la escena de un accidente de tránsito, revisando los objetos personales de una de las víctimas del accidente encontramos su número de teléfono-.
Cuando Sara escuchó aquello, de inmediato en su corazón presintió que algo malo ocurría, sin embargo hizo un esfuerzo y preguntó –¿Esta persona que usted dice que es la victima quién es?-.
-Es el joven Manuel Velazco, ¿lo conoce?-.
-Si, por supuesto, él es mi novio-. Sara no pudo contener las lágrimas, preguntó entre sollozos –Dígame, ¿Cómo está el?-.
Durante un momento el hombre del otro lado de la línea guardó silencio, después de un momento respondió –Lamento informarle señorita que el joven Manuel falleció-.
El impacto de la noticia fue demasiado para Sara que se desvaneció de la impresión.
-¿Aló....señorita...está bien...aló?-. Seguía diciendo el capitán del otro lado de la línea.
De aquello había sido ya casi un mes. Un mes de suplicio, de dolor, de lágrimas. Por más que tratara de volver a su vida normal, no podía. El recuerdo de su novio la perseguía día y noche. Si bien comía, lo hacía por pequeñas cantidades. La mayor parte del día se la pasaba encerrada en su habitación llorando y durmiendo, cuando se despertaba lloraba más y volvía a dormir. Aquella era la rutina de todos sus días. Aquella era la forma en que la joven vivía su duelo. En todo ese tiempo, Sara no quiso recibir visita alguna, se negaba a escuchar las palabras vacías de la gente, las caras de fingida tristeza, todo eso le resultaba sumamente doloroso.
Al principio sus padres y hermanos pensaron que aquello era normal, pero al pasar los días y al ver que Sara no parecía recobrar la normalidad de su vida, se preocuparon. La madre de Sara, Abigail, preocupada por su hija y la tristeza que la invadía, se comunicó con una de las amigas más allegadas a Sara.
El timbre de la casa sonó. Abigail fue y abrió la puerta, cuando vio a la persona que estaba del otro lado se alegró, le dio un abrazo genuino, le dijo –Gracias por venir-.
-¿Cómo está ella?-. Preguntó Lis quien era la mejor amiga de Sara. Se conocían desde muy pequeñas, habían crecido juntas, lo que las hacia las mejores amigas. –No ha contestado ninguna de mis llamadas-.
-Está en su cuarto, no ha querido salir. Se la pasa llorando y durmiendo. Ya ha pasado casi un mes y no ha ido a la universidad. De verdad que me preocupa-.
Lis le dio otro abrazo a la afligida y preocupada madre de Sara y se dirigió hacia la habitación de la joven. Cuando entró al cuarto encontró a Sara tendida en su cama dormida. Aunque era ya medio día, la habitación estaba con las ventanas cerradas y las persianas abajo, lo que hacía que estuviera a oscuras.
-¿Como estas, amiga?-. Dijo Lis mientras abrazaba a su amiga quien estaba muy demacrada y en su rostro se denotaba la tristeza por la que estaba pasando.
Sara abrazó fuerte a lis y de nuevo empezó a llorar, le dijo –Lo extraño tanto, me hace tanta falta-.
-Lo sé, lo sé-. Repetía Lis en tono consolador sin dejar de abrazar a Sara.
-Tu madre me llamó, está muy preocupa por ti-.
-Lo sé y te agradezco que vinieras-.
-Sé que es muy triste y que nada de lo que la gente te diga te hará sentir bien, pero tienes que volver a salir, ir de nuevo a la universidad, tratar de volver a rehacer tu vida. Eso es lo que Manuel hubiera querido-.
Sara dijo de nuevo –Créeme que lo sé. Sé que todo lo que dices es verdad, pero por más que intente no puedo dejar este dolor atrás. Si tan solo pudiera hablar una última vez con él, si tan solo pudiera despedirme. Hay tantas cosas que me faltaron por decir y que ahora daría lo que fuera para poder hacerlo-.
Lis de nuevo abrazó a su amiga. Después de un momento habló –Si lo que quieres es despedirte de él, hay algo que se puede hacer en estos casos-.
La cara de Sara se iluminó, preguntó -¿A qué te refieres?-.
-Sé de alguien-. Respondió Lis. –No me preguntes como, pero conocí a alguien que sabe de ciertas cosas-.
-¿Cosas, que tipo de cosas?-. Pregunto de nuevo Sara, realmente interesada.
-Formas para comunicarse con gente que ha muerto-.
Sara no daba crédito a la que oía. De una u otra manera, aquello le daba una esperanza, la esperanza de darle el último adiós a su amado. –Esa persona que dices conocer ¿es de confianza? ¿Si sabe lo que hace?- Preguntó.
Lis respondió –Según sé, si-.
Sara llevada por el deseo imparable de comunicarse con su novio vio en aquella propuesta peligrosa de su amiga una salida, una solución y una vía de escape a su dolor. Sin saberlo empezaba a transitar un camino que no tenía vuelta atrás, un camino peligroso y doloroso que la llevaría a la tumba. Sin saberlo se estaba trazando un trágico destino, no solo para ella si no para los que la rodeaban.
El día previsto para la reunión con esa persona misteriosa llegó. El lugar escogido para la cesión fue la casa de Sara. Así que la joven aprovechó el momento de encontrarse sola en la misma para llevar a cabo dicha cesión. El sol ya se estaba escondiendo en el horizonte cuando Lis y la otra persona llegaron a la casa de Sara. La joven se encontró con que esta persona era una mujer mayor que ella, pero no necesariamente mucho. Era bastante agraciada, no llevaba nada de maquillaje sobre el rostro y vestía totalmente de negro. Previamente Sara tenía todo listo según las recomendaciones, así que sin perder tiempo se dirigieron hacia la habitación de la joven, allí se llevaría a cabo la cesión.
Lo primero que hizo la mujer que se hacía llamar Beth fue purificar la habitación quemando incienso mientras oraba una plegaria a los ángeles guardianes. Luego procedió a encender unas cuantas velas, así que ordenó apagar la luz artificial. Después de esto ordenó que se desconectaran todos los aparatos electrónicos de la habitación incluyendo celulares. Después de esto aquella mujer misteriosa sacó una tabla rectangular de madera y la puso sobre la pequeña mesa transparente situada en el centro de la habitación.
-¿Ouija, vamos a jugar a la ouija?-. Dijo Sara incrédula pues siempre le pareció que aquel juego era una farsa.
Beth viendo la decepción en el rostro de la joven respondió –Tienes que abrir tu mente, tienes que dejar todo resentimiento y prevención atrás si quieres que esto funcione. Si lo haces te prometo que lograremos nuestro objetivo-.
Sara así lo hiso. <> Pensó.
La mujer llamada Beth, les ordenó sentarse tal que las tres formaran un circulo alrededor de la tabla, luego las invitó a tomarse de las manos, después de ello la mujer pidió que la imitaran respirando profundamente tres veces, las chicas así lo hicieron. Luego de aquello Beth pidió que pusieran el dedo índice en el indicador que reposaba sobre la tabla. Después que las chicas obedecieron les dijo –Por nada del mundo retiren su dedo del indicador sin antes haber terminado la cesión-.
Las chicas asintieron.
Beth dio más recomendaciones a las chicas –Durante el transcurrir de esta cesión eviten que algún sentimiento negativo se apodere de ustedes, vean lo que vean o escuchen lo que escuchen eviten tener miedo. Eviten enfadarse y si quieren realizar una pregunta háganlo con mucho respeto, si no tienen una respuesta clara o la respuesta no las satisface, no insistan-.
Entonces la mujer procedió a poner también su dedo sobre el indicador. Después de aquello Beth cerró los ojos y pareció recitar una plegaria en voz baja. De esta manera aquella cesión empezó.
-Deseamos de todo corazón comunicarnos con Manuel Velazco. ¿Manuel estas ahí?-. Fue la pregunta inicial que hizo Beth.
No hubo respuesta.
La mujer de nuevo hizo la pregunta, pero de nuevo no hubo respuesta. Beth insistió una y otra vez pero no se registró actividad alguna, el indicador permaneció inmóvil.
<>. Pensó Sara con decepción.
-Has tú la pregunta-. Dijo Beth mirando a Sara.
La chica respiró hondo y preguntó –Manuel, mi amor, ¿estás ahí?-.
Inexplicablemente el indicador se movió por el tablero y se detuvo en la palabra "NO".
Casi al mismo tiempo Sara y Lis se sobresaltaron y levantaron sus dedos del indicador.
Beth las reprendió diciéndoles -¡Rápido de nuevo pongan los dedos! Les dije que no los levantaran por nada del mundo-.
Las chicas de nuevo pusieron sus dedos sobre el indicador. Lis Preguntó -¿Por qué hiciste eso, nos quieres asustar?-.
-Yo no hice nada-. Contestó Beth.
A todas estas el indicador seguía reposando sobre la palabra "NO".
Entonces Beth dijo de nuevo -Deseamos de todo corazón comunicarnos con Manuel Velazco. ¿Manuel estas ahí?-.
Pero de nuevo el indicador no se movió de la palabra "NO".
En ese momento algo cambio en la habitación. El ambiente se hiso más pesado y sin razón empezó a hacer más frio.
Beth se dio cuenta de eso y preguntó -¿Hay alguien más aquí?-.
Con la sorpresa de las presentes el indicador se movió por el tablero hasta la palabra "SI".
Entonces Sara venció su miedo y preguntó -Manuel, amor ¿eres tú?-.
De nuevo hubo movimiento del indicador, esta vez señaló la palabra "NO".
-¿Quién eres? Identifícate-. Ordenó Beth.
Inexplicablemente el indicador se movió por todo el tablero, letra por letra hasta detenerse formando la palabra "LAMASHTU".
De inmediato Sara y Lis miraron a Beth y se dieron cuenta que la mujer parecía perpleja, sin duda alguna conocía aquel nombre. En ese mismo momento un fuerte viento abrió la ventana, haciendo que las velas se apagaran dejando la habitación en la más absoluta oscuridad. El frio aumento de forma exponencial tanto así que se podía ver el vapor saliendo por las bocas.
-¿Qué haces?-. Le preguntó Beth a Sara después de verla ponerse de pie.
Sara contestó –Voy a encender la luz-.
-No lo hagas, déjalo así y vuélvete a sentar por favor-.
Sara obedeció. Las tres mujeres siguieron en la oscuridad hasta que Beth encendió de nuevo una vela. Afuera el cielo se encapotó de manera rápida, el viento siguió arreciando y de un momento a otro la lluvia empezó. Sin saber de dónde o porqué en la habitación se empezaron a escuchar extraños sonidos, lamentos y risas. Si bien no se podía ver mucho pues la vela apenas alumbraba poco, las chicas creyeron ver sombras que se movían en la oscuridad, sombras que trepaban por las paredes y que las observaban.