El Circo Rosae Crucis se encontraba rodeado de malabaristas vestidos de negro, mimos, payasos y algunos acróbatas, que realizaban pantomimas alrededor de la mujer de cabello gris, Griselda. Ella se encontraba lanzando fuego al aire, atrayendo la atención de los niños que pasaban por allí. Muchos se los quedaban viendo, y algunos se sentaban en el suelo, mientras miraban con atención el espectáculo.
Al momento, una chica de cabello rojo y ojos violetas, en donde el azul alrededor de la pupila y el rojo del borde del iris, se mezclaban en el centro, se acercó hasta los niños con caramelos. Ella llevaba un vestido negro de tirantes con pollera acampanada, unas medias de rombos rojos y blancos y unos zapatos de payaso rojos. tenía la cara pintada de blanco y los labios en forma de corazón. Y mientras le obsequiaba caramelos a los niños, hacía morisquetas o sonidos graciosos.
Crista la miró impresionada. Pero no por su pequeño espectáculo, sino, por el amor que irradiaba por estar allí.
Sin embargo, cuando Idra, la chica payaso, vio que Crista se la había quedado mirando con una sonrisa, ella le devolvió una mueca de amenaza.
Crista retrocedió un paso, sintiendo que se estaba desarmando. Luegos se dio cuenta, que solo había sido una sensación.
Una horrible sensación.
Dejó de mirar a Idra.
Esta, dejó a los niños unos minutos más tarde y entró en la carpa, para buscar a Heben.
-Te toca-Le dijo Idra al encontrarlo espiando por un hueco.
Heben no le respondió. Más bien, ni siquiera se percató de la presencia de Idra, pues, estaba más concentrado en la presencia de Crista, que se encontraba allí afuera.
-¡Heben!-Le gritó Idra a su lado llamándole la atención.
Heben suspiro al escucharla y estiró su cuello. Luego, posó sus feroces ojos verdes en Idra, quien se sintió intimidada como siempre.
-Lo sé-Respondió él, mientras salía hacía afuera con los diábolos, las pelotas rojas y los pinos para malabares.
Una nube de humo, creada por Griselda, envolvió la carpa y Heben la esparció con sus poderes, mostrándose ante el público, en el cual, Crista estaba presente.
Ella se sorprendió al reconocerlo por sus ojos, y volvió a llevarse otra sorpresa al darse cuenta de que era precioso. Tenía el cabello rubio, con reflejos más claros, una piel liza y clara, espalda maciza, alto y de unos hermosos ojos verdes. Tenía una camiseta negra ajustada al cuerpo, unos pantalones rasgados de jean gris, tirantes rojos y zapatos de payaso del mismo color.
Al momento, el se reverenció rápidamente presentándose, mientras Griselda hablaba:
-Presentamos a nuestro prodigio ¡Heben!-Heben, se dijo Crista en su cabeza prestándole toda la atención-¡Esperamos que lo disfruten!-Luego se calló y el usuario de la gravedad, comenzó con su acto.
Realizó malabares con los pinos y las pelotas, los cuales quedaron suspendidos en el aire moviéndose, mientras comenzaba a utilizar los diábolos. Varios giraron en el aire, y él volvió a los malabares, dejándolos suspendidos en el aire también. Hizo varias combinaciones, hizo rebotar las pelotas y tirarlas nuevamente hacia arriba como si fuera magia.
Los niños miraban sorprendidos y fascinados a Heben, mientras que los integrantes del Circo Couleurs, miraban con atención y con intriga a su nuevo rival.
Erde, le prestaba especial atención al heredero de la alquimia gravitatoria y no le gustó saber que se encontraba en un circo rival, llamado igual como la secta de cuando él era joven.
Frunci+ó el ceño mirando a Griselda. La mujer era la misma de hacía años.
Espero que no estén tras eso, se dijo mientras trataba de disimular su cara furiosa ante la mirada insistente de Almendra, que temía que aquel circo rival les robara el público y tuviesen que irse de allí.
No voy a permitírselos, pensó al momento.
Crista miró con atención a Heben, a la vez, que él estaba concentrado con los pinos en el aire, y las pelotas en sus manos. El bajó la vista para concentrarse en los diábolos, y por accidente, la cruzó con la de Crista. ´
Al momento, todos los objetos cayeron al piso con estrépito y sus compañeros se sobresaltaron, debido a que él nunca fallaba, y menos en algo tan sencillo.
Haciendo caso omiso ante su falla, se metió dentro de la carpa sin objeción ni explicación alguna.
Crista observó el lugar vacío, donde había estado Heben y se sintió llena de dudas.
Griselda se quedó pensativa con el ceño fruncido al ver el desastre que había producido uno de sus subordinados. Pero, al momento tuvo que sonreír, ya que los niños se estaban dispersando y necesitaba de su atención.
-Lamentamos el pequeño percance de Heben-Dijo con un gesto casi maternal. Uno muy bien actuado-Por favor disfruten de nuestros acróbatas-Inquirió y ellos comenzaron con una nueva pantomima, mientras se adentraba en la carpa, en busca de su alquimista de gravedad.
Él se encontraba sentado en una silla con el ceño fruncido y el semblante algo contraído.
¿Por qué? Se preguntó con furia para sí mismo ¿Cómo pudo pasar? Miraba furioso el piso. Su error era tan pequeño que realmente le molestó más que haber fallado en algo más grande, ya que, por lo menos sería más justificable.
-Heben-Lo llamó Griselda acercándose con el mismo gesto maternal.
Él la miró con exasperación.
-No es necesario que te hagas la buena. Sé muy bien, cuál fue mi error-Exclamó furioso.
-¿Lo sabes?-Le preguntó acercándose a él y tomándolo de los cabellos de la nuca y mirándolo a los ojos. Heben apretó la boca en una fina línea-Que bueno que lo sepas-le dijo tirándolo aún más fuerte-Porque espero que lo arregles, mi querido Heben-Entonces lo soltó y ella salió de la carpa.
Él se quedó allí, con la cara entre las manos, junto a Idra, que lo miraba preocupada.
Crista vio regresar a Griselda, preocupada por Heben. Él nombre de aquel muchacho le sonaba extraño en sus pensamientos, aún más, luego de la mirada que compartieron por un segundo.
La mirada que provocó el error de él.
-Así que un nuevo circo-Inquirió Feuer con el rostro serio y actitud altanera. Aunque, su actitud se debía más, a la atención que Crista le había prestado a Heben, y no tanto, por tener que competir con otro Circo.
Crista lo miró dubitativa.
-Sí. Nueva competencia-Casi suspiró, sin poder creer que tuvieran que enfrentarse a un nuevo Circo. Y aún más, cuando aquel chico de ojos tristes y poderes gravitatorios se encontrase en el.
-Heben ¿Puedes decirme que fue eso?-Le preguntó, enojada y preocupada a la vez, Idra a su lado. Ella también era consciente de que él nunca fallaba. Sin contar, que se percató de algo más-¿Acaso la de ojos celestes llamó tu atención-la pregunta intentó sonar burlona.
A él, nunca le atraía nadie. Sin embargo, parte de ella dudó.
Vio muy bien el instante donde los ojos de aquellos dos se cruzaron. Y no había sorpresa en ellas, sino dudas. Dudas antiguas, como si ya se hubieran conocido en el pasado.
Heben, que hasta el momento no había contestado, se sobresaltó con la última pregunta de Idra.
-Para nada-Contestó con un suspiro, tratando de tranquilizarse. No obstante, no quería volver a escuchar una pregunta como esa, y menos donde se encontraba rodeado de sus poco confiables compañeros.
Al momento, se paró y se puso frente a Idra, obligándola a quedar de espaldas a una de las paredes de la carpa. Él la miró con sus ojos amenazantes.
-Nunca vuelvas a preguntar estupideces-le dijo mirándola desde arriba con voz gutural.
Idra tembló.
-S-sí-Consiguió decir, tratando de desmembrar aquella mirada.
-Bien-Concluyó Heben yéndose hacía el fondo de la carpa, dejando a Idra allí.
Luego de unos minutos, pudo reaccionar. Ya se estaba acostumbrando a la mirada de su compañero. Sin embargo, habían pasado varios años, y todavía no podía desarmarlo.
Aún sigue teniendo poder sobre mí, pensó Idra furiosa y triste, mirándose temblar frente al espejo rodeado de pequeñas bombillas de luz amarilla. Siempre ha sido así.
Idra y Heben, habían ingresado en el Circo Rosae Crucis de diversas maneras siendo muy pequeños.
Sin embargo, Heben era el que se encontraba más tiempo allí que Idra.
Ella fue acogida por Rosae Crucis, cuando tenía once años y la habían encontrado haciendo malabares en un semáforo. Siempre se encontraba en aquel lugar y era conocida por ese trabajo.
Pero, un día sus poderes despertaron de la peor forma, destruyendo a varias personas y objetos, pues, ella posee el don de descomponer la materia, un paso anterior al de una alquimia completa. Por lo tanto, se vio obligada a escapar del lugar y Rosae Crucis, aprovechó la ocasión ofreciéndole asilo, cuando ella se encontraba con un ataque de nervios por lo que había provocado.
Pasó un tiempo hasta que volvió a utilizar sus poderes. Luego, empezó a entrenarlos, para que nunca más sucediera una tragedia como esa.
Y Heben, es un caso especial. Él fue acogido desde que nació. Sus padres desaparecieron misteriosamente, y él quedó en manos de Rosae Crucis. Sus poderes fueron la salvación para esta secta, ya que, ellos buscan el tesoro que Erde escondió en Bariloche, y Heben e Idra, eran nuevas adquisiciones que les darían poder y los ayudarían a encontrar lo que buscaban. Además, de servirles como payasos o acróbatas del Circo inventado, que utilizaban como fachada para competir contra el circo de su viejo amigo.
Sin embargo, Heben e Idra ignoraban varios objetivos de este grupo, y siempre les habían hecho creer que se trataba de un Circo verdadero. Aunque, Heben no era ningún tonto y no pensaba que ese circo fuese como su familia, a pesar de que se hubiese criado allí desde que había nacido.
Lo cierto era que, desde que tenía existencia, Heben había visto las atrocidades que habían cometido en el nombre del circo y de Rosae Crucis. Sabía, a pesar de vivir esa realidad, que la mayoría no era así. Sin embargo, más que esa realidad no podía obtener y había tenido que enfrentarse a sus propios demonios y a los de todos allí. Aunque, gracias a su don, había podido ser uno de los mimados por Griselda y haberlo usado a su favor para sobrevivir.
Distinto a Idra, que estaba totalmente agradecida con ellos, por haberla ayudado y haberle enseñado a utilizar sus poderes, aceptándola tal cual era. Después de todo, ni sus padres habían podido enfrentarse a sus demonios. La habían abandonado siendo totalmente consciente de ello.
Tanto tiempo ganando dinero bajo el Sol, días de frío y calor exhaustivos, donde solo recibía monedas que sin embargo, compraban parte de la comida de la casa. Pero, allí con Rosae Crucis era distinto.
Sí, podían ser fríos, controladores y violentos, aunque no quitaba que ella podía valerse por si misma y que su don, como Griselda le decía en sus días oscuros, era la salvación de aquel grupo y eso, la hacía sentir especial.
Por esto, y otras razones más, él e Idra, tenían varias diferencias acentuadas que terminaban en discusiones y a veces, en peleas muy graves, en donde sus poderes se convertían en protagonistas. A pesar de que Heben tuviese un tipo de mirada amenazante, Idra había podido lograr que él se arrodillase exhausto ante sus pies, luego de una batalla. Y por esa razón, Heben siempre la trataba con cautela, además de que no la aguantaba demasiado.
De algo ella estaba muy segura. Si bien Heben podía hacerse el malo, como ella pensaba y le costaba enfrentarlo, había algo en él que no era igual al resto de aquel circo. El corazón de Heben nunca estuvo podrido por la decepción o traición de algún ser querido y por ende, terminó allí.
Por lo tanto, ella sabía muy bien que sería el primero en quebrarse y estaría allí para mirarlo con una sonrisa mientras sucedía.
Idra volvió a mirarse en el espejo un poco más calmada. Sus ojos violáceos se veían más claros con las lágrimas que estaba a punto de reprimir y su corazón se había desacelerado.
Sin embargo, lo que más le molestaba de aquella situación, era haberse enamorado de Heben.