Capítulo 4 En cinta

- Buscaré a la reina para que mande a llamar al médico - avisa Genoveva saliendo del cuarto.

Mientras Miranda busca algunas cosas para limpiar el piso.

- No necesito un médico - afirmó sosteniendo me dé un muro - únicamente necesito aire - Camila viene para ayudarme a salir al pequeño balcón de mi aposento.

- No estás bien.

- Lo estoy de verdad - digo tratando de convencerme más a mí que a ella.

El pequeño balcón tiene flores coloridas a su alrededor y una pequeña mesa con sillas para tomar el té, desde aquí puedo sentir el resplandor del sol.

Camila empieza a decir que tengo que cuidarme y no sé que más, ya que pierde mi atención cuando cierro los ojos tomando asiento en la silla recostando mi cabeza en el respaldar para tomar un suspiro y sentir todos esos olores naturales de la loción que están rociando dentro de la habitación.

- Toma un poco de agua - No sé en qué momento ha ido a buscar el agua.

Abro los ojos para tomar el agua, llevo el vaso a mis labios sintiendo como la resequeda se ha ido.

Desde mi balcón puedo ver una parte de los jardines a sí que observó como los sirvientes van de un lado a otro.

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La reina, Natalia sussex VI de Alasquia una mujer de 37 años alta, de piel blanca, cabellos rubios y unos hermosos ojos grises entra por la habitación causando un estruendo. Unos pasos atrás vienen el médico y Genoveva. Se acerca al balcón donde me encuentro sentada.

- ¿Cómo te sientes?.

- Bien madre, todo esto es una exageración.

- No es una exageración que mi hija se sienta mal - siempre me ha tratado como a su hija, somos muy unidas supongo que es el hecho de que ella siempre quiso tener una niña, aunque tiene dos hijos hombres. Uno tiene dieciocho se llama Luis VII es el Príncipe heredero, el otro tiene su nombre es Aleix Príncipe de Alasquia.

- Solo necesitaba aire y un poco de sol - le digo tratando de convencerla para que no haga un escándalo.

- Si bueno el médico te revisará y después queremos que vayas donde tu abuela.

- ¿Quiénes?

- No te preocupes nada más serás tu madre y tú, yo tengo cosas que hacer. - me tiende la mano para qué me levanté de la silla - ahora vamos para que el médico te revise.

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- Cómo ordene, su Majestad - dicen haciendo una reverencia.

Me siento en la cama mientras el médico me pregunta:

- ¿Me puedes decir que síntomas has estado presentado y como van las heridas?

- Eh, la marca del estómago me duele cuando me dobló demasiado.

- ¿Algo más?.

- desde hace unos días empecé a sentir un mareo. Pero no quería preocupar a nadie así que lo dejé pasar.

- Cariño siempre vamos a preocuparnos por ti - me dice dándome una sonrisa - y con esto debes tratar de contarnos las cosas a nosotras.

- Si, madre.

El médico comienza a revisar las heridas y hacer diversas preguntas.

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Voy caminando al lado de la reina viendo como muchos esclavos y sirvientes llevan cosas de un lado a otro.

- ¿Por qué tanto movimiento? - la respuesta ya la sé solo quiero asegurarme.

- Están organizando desde ya los aposentos para los invitados.

Ninguna de las dos vuelve a hablar hasta que llegamos a la parte trasera de los jardines hay veo a mi madre.

La reina se despide yéndose al lado contrario mientras que mamá y yo caminamos hacia la parte de atrás del palacio que es el lugar donde la abuela hace remedios con plantas.

La abuela se llama Aicha. Ella es una mujer negra, de cabello afro y ojos cafés de estatura baja y delgada.

La abuela es especial por así decirlo. Ella puede ver atreves de tus ojos y manos es algo que muy pocas personas saben, ya que eso podría traernos problemas.

El sitio donde ella hace todo eso es una pequeña choza que por dentro está lleno de plantas y una pequeña cama. Desde fuera se puede sentir el olor a dulce contrastado con el fuerte olor a yerbas.

Al llegar a su lado mira mis ojos y toma mis manos y me dice:

- Estas en cinta - algo que me pone demasiado triste.

Oigo el sollozo que sale de los labios de mi madre.

He llorado tanto que las lágrimas ya no salen.

- Revisa de nuevo.

- Puedo mirar mil veces; sin embargo, sus ojos no me dirán nada diferente.

- No lo tendrá - dice mi madre mirándome.

- ¡Madre!

- ¿Qué? - dice alzando la voz - Tenemos los ojos de los nobles puestos en nosotras.

- No puede abortarlo sería peligroso, muchas personas han muerto en el proceso.

_ Lo tendré madre - confirmó mirándola - No puedo simplemente sacarlo de mi cuerpo podría morir y no quiero mor-ir - mi voz sale entre cortada - solo quiero que estés a mi lado ayudándome a sanar y a levantarme, porque no estoy bien mamá y no voy a estarlo en mucho tiempo. Te necesito - digo mirándola a ella en general.

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- Tu padre te ama simplemente se siente culpable de haberte dejado sola aquel día.

- Entonces, necesito que lo diga de frente.

- Necesita tiempo.

- Creo que ha tenido el tiempo suficiente - afirmó.

- Tú no has querido ver a tus hermanas - Habla - así que pienso que él también tiene derecho a tomarse un tiempo.

Que saque el tema de mis hermanas me enoja un poco, ya que yo no las he querido ver es porque sé que lloraré delante de ellas y me ha costado mucho fingir que estoy bien.

Salgo de la choza para darme la vuelta por la parte de atrás y así llegar más rápido a los edificios donde se encuentran las oficinas y supongo se encuentra el rey.

- Debes tener una audiencia - habla mi abuela.

- Soy su hija - digo volteando a mirarla - tendrá que recibirme.

Camino tan rápido, que la cicatriz de mi barriga duele un poco; pero, simplemente la ignoró.

Mi madre viene detrás de mí. Tratando de convencerme de algo que ya se metió en mi cabeza y no va a poder sacar.

Cuando llegó al pasillo voy directamente a su oficina.

- Pueden dejar de perseguirme - digo parando de caminar.

Al estar frente a las puertas me dicen que no puedo pasar, ya que el rey está demasiado ocupado.

- Lo esperaré - varios caballeros que están custodiando la puerta se miran entre sí, es hay donde me doy cuenta de que mi padre les ordenó que no me dejarán cruzar - digan le al rey que es algo urgente - ordenó. Unos de los guardias entra. Y sale un rato después dejándome pasar a mi sola.

- Estoy en cinta - voy directo al punto - yo lo siento.

- No, no tienes por qué disculparte - dice acercándose - cuando esto no es tu culpa.

- Mamá dijo algo similar - digo en susurro - porque no has ido a verme.

- He estado ocupado tratando de encontrar el culpable - dice - pero cada pista que hay nos lleva a nada.

- Supongo que este será otro delito que saldrá impune - bajo la mirada

- Te aseguro que no - lo dice tan seguro - buscaré hasta encontrar a cada maldito hombre que se haya atrevido a tocarte - jamás había escuchado a padre decir obscenidades - no descansaré hasta que obtengas justicia - se acerca tomando mi barbilla para besar mi frente.

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