Capítulo 5 Pesadilla

La hermosa joven de ojos café claros se encontraba en el salón de lectura junto a su padre el rey.

Desde hace años los lunes el rey tomaba un tiempo para pasar con sus hijos. Sin guardias. Era algo que el rey había querido mantener una buena relación con todos sus hijos aunque ahora en día solo Amelia se reunía con él algunos lunes.

Especialmente ese día, su madre había decidido acompañarlos en su sesión de lectura.

Se encontraban en el salón de lectura, ese era un lugar lleno de ventanales de vidrios y muebles de maderas alrededor con pequeñas mesas en el medio.

La jovencita estaba acostada oyendo la hermosa historia de amor que su padre le leía. Estaba maravillada de la forma que él solía interpretarla, podía sentir todas esas emociones e imaginarse aquellas aventuras, quería encontrar un amor tan lindo como el de aquellos libros que solía leer junto a su padre y hermanos.

La encantadora lectura fue interrumpida por unos toques en la puerta. Ella se levantó y camino hacia la puerta para abrirla, era una sirvienta que debía ser nueva, pues aunque no conocía a todas las personas que servían en el palacio, una gran parte de su niñez la había vivido en esa ala, así que recordaba los rostros de las personas que se encargaban de ese sitio.

- Se solicita la presencia del rey - habló la sirvienta. Manteniendo la cabeza gacha.

- Tendré que irme, me esperan un rato - madre e hija asienten para hacer una reverencia cuando el rey se levanta para salir de la habitación. La joven se acerca de nuevo al mueble que estaba anteriormente para acostarse y seguir con la lectura ella misma.

Sin embargo, se vuelve a ver interrumpida cuando empiezan a oír pasos bastante apresurados.

Se levanta del sitio donde se encontraba para dirigir su mirada hacia la puerta que es abierta de un portazo. Por ella entran varios hombres con armas en sus manos, uno de ellos cierra sellándola desde dentro.

La mayoría se veían jóvenes y nerviosos. Vestían como campesinos y de hecho lo parecían, todos menos uno que al parecer era quien mandaba. Su porte era lo bastante elegante como para suponer que se trataba de algún noble.

- Pero que sorpresa... Tú debes ser Amelia, la princesita negra y tú, su madre una de la perra faldera del rey - habla el líder - hemos escuchado mucho de ustedes.

- ¿Qué quieren? - dice su madre poniéndola atrás de ella.

- Verán, hemos venido a darle un regalo a la princesa - dice acercándose - algo que todas las ratas esclavas deberían tener y presupuesto tú no serás la excepción.

- L-os guardias vend-rán en cualquier momento - dice Amelia tratando de no mostrar su miedo.

- No vendrán - afirma uno de ellos - sabemos perfectamente que a esta hora no se encuentran guardia en este lado del palacio.

En ese momento Anika se dio cuenta que esto venía planeado desde tiempo atrás, todo encajaba. Sabían perfectamente a que hora los guardias no se hallaban en aquel lado del palacio y era mucha casualidad que el rey allá ha sido solicitado casi al mismo tiempo.

Uno de los hombres, camina hacia la concubina empujándola hacia un lado, mientras que dos más a sus espaldas agarran a la princesa de los brazos y otro más se pone delante de ella empezando a desatar el corsé rosa que se ceñía a su cuerpo.

- ¡¡BASTA!! POR FAVOR - grita su madre temiendo al ver hacia donde iba aquello.

- Me gusta oír como se hacen las santas rogando - habla apretando su cara - cuando todos sabemos que son unas malditas.

Termina de quitar los lazos del corsé del vestido para seguido romper el chemise dejando la parte superior de su cuerpo desnudo.

Amelia al sentirse exhibida forsajea intentando soltarse para poder tapar su cuerpo. Aquel despreciable hombre frente a ella alza su mano para tocar sus pechos, así que la joven en un acto de rebeldía le escupe la cara.

- Imbécil - dice limpiando su mejilla para mirar su mano y darle golpe tan fuerte que siente como de su nariz empieza bajar la sangre.

Al otro lado de la habitación uno de los muchachos está poniendo una carimba en la chimenea.

- No - suplicó llorando - No lo hagan - dice viendo como terminan de rajar el vestido con un cuchillo. Dejándola desnuda delante de ellos, el líder se acerca mucho más de lo que ya estaba, tocándola desde los hombros hasta su estómago.

- ¿Dónde quieres la marca? - pregunta acercando su cara a la de ella - en la frente - cuando dice aquello un inmenso escalofrío recorre todo el cuerpo de aquella pobre e inocente señorita. Él empieza a reír en su cara - No te preocupes tengo el lugar perfecto- dice estirando la mano hacia al muchacho que tiene la carimba en el fuego.

Cuando el chico se la entrega. Amelia no tiene el tiempo suficientemente de reaccionar cuando siente el caliente en la parte baja de su barriga. Suelta un gritó tan desgarrador que pudo haberse escuchado hasta en el sitio más sombrío del palacio.

Los dos muchachos que la tenían sujeta la sueltan dejándola caer. Ella se pone en posición fetal tratando de calmar todo el dolor que está sintiendo. Siente a su madre abrazar su cuerpo desnudo.

Alza la mira con los ojos llorosos viendo como aquellos hombres ya tienen la intención de irse; pero, al parecer el líder tenía planes diferentes, ya que la jala obligándola a levantarse, separándola de los cálidos brazos de su madre.

El repugnante hombre la tira a un mueble para empezar a bajar sus pantalón.

- ¡NO, TÓMENME A Mí...!

El hombre sólo suelta una fea risa, arrebatándole su inocencia. Amelia da un gritó de dolor al tiempo que su madre pega uno de rabia e impotencia por no poder defender a su hija.

- déjala esto no es parte del plan - ordena uno de los muchachos, no estaba de acuerdo con los abusos ha personas inocentes. Él solo se encontraba hay por la amenaza hacia su familia.

- No tenemos tiempo para esto - dice otro con miedo a que los guardias lleguen.

- Los guardias vendrán en cualquier momento, suéltala ya.

Ella súplica que ya se detenga y de algún lado de la habitación puede oír los gritos de súplica de su madre, que está siendo agarrada por uno de los rebeldes mientras otro la obliga haber el espectáculo.

Amelia, voltea la cara para ver los horribles ojos negros de su verdugo y la marca casi invisible en forma de ave que tiene al lado de su oreja derecha.

- recordarás este día siempre, como te hice mía y tu madre no hizo nada.

Se levanta subiendo su pantalón cogiendo su espada cortando uno de sus brazos para comenzar a caminar hacia la salida con los demás siguiéndolo.

La pobre chica no paraba de llorar tratando de levantarse aun cuando, el dolor en su cuerpo no la deja hacer gran movimiento. Su madre viene hacia ella con una manta que había cogido de una de las mesas para tapar su cuerpo desnudo, la ojicafes se abraza a su madre llorando más fuerte.

Aquella tarde había empezado llena de amor, con una hermosa joven soñadora de cabellos castaños, en cambio, en ese momento se sentía tan triste y sola, aunque su madre estuviera a su lado abrazándola. Ella sabía que su vida no volvería hacer la misma.

            
            

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