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Días después recibí la llamada de Dylan pidiéndome salir nuevamente, pero lo rechacé porque en la semana no había podido hacer limpieza en la casa, por lo que el fin de semana debía aprovecharlo.
El sábado cuando me levanté en la mañana me llevé una gran sorpresa cuando él apareció en la puerta de mi casa.
-¿Qué haces aquí? -pregunté asombrada al verlo apoyado en la puerta.
-Bueno, me dijiste que no podías salir, porque tenías cosas que hacer en tu casa, así que decidí venir a ayudarte -respondió con una amplia sonrisa que me dejó embobada por un momento-. Entonces, ¿no vas a hacerme pasar?
-Por supuesto, adelante -dije haciéndome a un lado saliendo de mi embobamiento.
-¿Quién vino, hija? -preguntó mi madre entrando en la sala y se quedó parada al ver al hombre que estaba a mi lado.
-Mamá, él es Dylan Kosyan, un amigo. Dylan ella es mi madre, Ada -presenté mientras mi madre seguía mirando a Dylan como si no pudiera apartar los ojos de él.
-Un placer señora Beltrán -dijo tomando la mano de mi madre y besándola como todo un caballero.
Esta volvió su mirada hacia mí sin dar crédito a lo que estaba pasando, por la cara que tenía me pareció que no podía creer que después de tanto tiempo hubiera traído un chico a casa, aunque yo no lo había traído, él solo se había invitado.
-El placer es mío -respondió mamá aún sin salir de su asombro.
-Dylan vino, porque después de terminar de limpiar saldré con él por un rato -expliqué y ella asintió.
-Entonces, acompáñanos a desayunar -invitó mi madre y nos dirigimos hacia la cocina donde estaba la sencilla mesa de cuatro sillas cubierta con un mantel de cuadros. En esta había crepes, tostadas con mantequillas, jugo, pan y queso.
Nos sentamos todos a la mesa y comencé a comer con mucho gusto, a diferencia de Dylan que solo tomaba jugo.
-Oye, ¿no piensas probar nada? -pregunté señalando los diferentes platillos sobre la mesa.
-No, muchas gracias, ya desayuné -se excusó intentando esconder que la comida no era de su agrado. Pero yo no me rendiría, no se iría sin probar al menos un crepé.
-Prueba, aunque sea uno -dije poniendo un crepé en su plato.
-Oye de verdad que no quiero -respondió alejando el plato de él.
-Hija, si Dylan no quiere es mejor que no lo obligues -dijo mamá tomando mi mano.
-No mamá, Dylan es así, es de los que no les gustan las cosas sin haberlas probado - respondí mirándolo con ojos acusadores recordando el día de la cena.
-Está bien, Deborah si insistes lo probaré -respondió picando un pequeño pedazo de crepé.
Se lo comió y como sucedió con las papas, tomó otro pedazo, pero esta vez más grande.
-Señora Beltrán, estos crepes están deliciosas.
-¿De verdad? -dije mi madre llevándose la mano al pecho con gran alegría.
-Sí, son adictivos -respondió terminándose el primer crepé y tomando otro.
-Come, pero déjanos a nosotras también -dije tomando una tostada con mantequilla sonriendo cuando lo vi tomar un tercer crepé.
Terminamos de desayunar mientras mi madre conversaba animadamente con Dylan preguntándole donde vivía, en que trabajaba, entre otras cosas. Al terminar, mi madre se marchó del apartamento con la excusa de ir a la casa de una de las vecinas. Por mi parte le pedí a Dylan que me esperara en la sala mientras lavaba los platos.
Cuando terminé me fui a la sala donde se encontraba Dylan sentado en el sofá al tiempo que miraba el televisor, aunque me daba algo de gracia ver como sus pies quedaban raros, porque el sofá era bastante bajo.
-Ya sé que soy irresistible, pero si te quedas mirándome tanto tiempo no podremos salir -dijo Dylan sin dejar de mirar la televisión.
-Eres un engreído, pero ahora veremos si sabes hacer algo más que hablar -respondí apagándole el televisor- ¿Sabes usar esto? -pregunté mostrándole la aspiradora cuando se giró hacia mí.
-No, en realidad no, la he visto, pero jamás la he usado -dijo tomando la aspiradora y mirándola por todos lados.
-¿En serio no sabes ni usar una aspiradora? -bufé alzando los brazos y dejándolos caer de nuevo a ambos costados-. ¿Pero en qué mundo vives?
-En el mundo en el que hacen todo por ti: cocinan, limpian, te ayudan a vestirte -respondió dejando la aspiradora en el suelo.
-Pobre bebé -dije apoyando la cabeza en una de mis mano con burla- ¿Sabes hacer algo por ti solo?
-Por supuesto -dijo muy cerca de mí-, tengo talento para seducir a las mujeres -susurró muy cerca de mí y tuve que hacer un gran esfuerzo para no caer en sus brazos.
-Eso no me sirve de mucho -respondí separándome de él mientras me temblaba todo el cuerpo y un deseo se instaba en la parte baja de mi vientre envolviéndome en un gran calor-. Te enseñaré como se usa -agregué con la garganta seca al tiempo que tomaba la aspiradora del suelo.
Le enseñé como se usaba y para mi suerte aprendió rápido, por lo que le pedí que limpiara la sala, el comedor y la cocina mientras yo organizaba las habitaciones. Después de limpiar las habitaciones me fui hasta la cocina donde preparé el almuerzo.
En un momento determinado me giré hacia la puerta y ahí estaba Dylan, recostado al marco de la entrada, con una sonrisa que hacía que no pudieras dejar de verlo, en fin, estaba guapísimo.
-Por favor continúa, yo solo te estaré mirando desde aquí -dijo acomodándose cruzáando los brazos.
-Será mejor que me esperes en la sala -respondí nerviosa con su presencia
-No, prefiero estar aquí, te ves muy sexy cuando cocinas -replicó guiñándome un ojo lo que me puso nerviosa.
-Es que no me gusta tener a nadie en la cocina si no está haciendo nada -dije intentando que se fuera, porque lo único que hacía era distraerme y no solo con palabras. Desde el primera vez que lo vi había sido una distracción, incluso cuando se comportó de manera arrogante.
A pesar de mi insistencia para que me dejara sola y se fuera a la sala no dio su brazo a torcer, por lo que tuve que darme por vencida e intentar concentrarme en mis funciones.
Un rato después me giré para buscar unos condimentos en el refrigerador, pero al hacerlo choqué contra el cuerpo de Dylan, que me apretó contra la mesa de la cocina. Al tenerlo tan cerca sentí como el calor que había experimentado un rato atrás volvía a mí. Sus ojos miraron mis labios, pero yo no tuve el valor de mirar los suyos, se inclinó lentamente hasta que nuestras narices se rosaron y...
-Deborah, ¿dónde estás? -escuché la voz de mi madre a la vez que se oía el golpe de la puerta cerrarse.
Dylan cerró los ojos haciendo un gesto de frustración para luego separarse de mí y volver a donde se encontraba minutos antes.
Agradecí la llegada de mi madre en ese instante; Dylan era un hombre atrayente, pero no estaba lista para darle mi primer beso a un hombre que apenas conocía.
-Aquí estás -dijo mi madre entrando en la cocina.
-Estoy terminando de preparar el almuerzo, en cuanto lo haga me voy -le informé retomando la acción que estaba haciendo antes de que Dylan me acorralara.
-No te preocupes por eso yo termino -dijo ella quitándome de delante de la cocina-, y no hay pero que valga -añadió al ver que iba a protestar-. Diviértete -susurró antes de empujarme fuera de la cocina.
Sin poder rebatir las órdenes de mi madre, me fui a mi habitación para cambiarme y luego bajé junto a Dylan hasta el garaje del edificio.
-¿Adónde vamos? -preguntó Dylan cuando nos montamos en el auto.
-No lo sé, tú eras él que quería salir -respondí encogiéndome de hombros-, y si no tienes nada planeado es mejor que lo dejemos para otro día -agregué quitándome el cinturón.
-Detente -ordenó frenándome cuando estaba abriendo la puerta del carro-, ya sé a donde vamos a ir -agregó y me hizo poner nuevamente el cinturón.
********************
Era algo ridículo que fuéramos a un parque de diversiones con nuestra edad, eso era para niños.
-¿No te gustan los parques? -preguntó Dylan levantando una ceja.
-No es eso, a mi siempre me gustaron los parques, pero ¿no crees esto es para niños? -pregunté dirigiendo mi mirada hacia él.
Ante mis palabras, Dylan se puso serio y miró al frente. No entendía porqué se ponía de esa forma, habría dicho algo incorrecto.
-Cuando era un niño, mis padres no me dejaban venir a estos lugares, es por eso que quería venir y saber qué era divertirse en un parque -respondió aún sin mirarme-. Pero supongo que sí tú no quieres estar aquí, nos vamos -agregó mirándome al fin. Sus ojos reflejaban tristeza, era como si a través de ellos pudiera ver a ese niño que alguna vez fue.
-No, nos quedaremos -dije apoyando mi mano en su hombro-, si está es la primera vez que estás en un parque de diversiones, vamos a disfrutarlo como si volviéramos a ser niños -agregué jalándolo hacia uno de los juegos.
Nos subimos en los carritos chocones, el barco pirata, la montaña rusa, las sillas voladoras y el deslizador. Lo vi reír como un niño y disfrutar contagiándome con su felicidad, una que no sentía hace mucho tiempo.
-¿En dónde quieres subir ahora? -preguntó Dylan tomando mi mano lo que me puso nerviosa y erizó toda mi piel por el contacto. Era algo extraño, pues no tenía esa confianza, pero aún así no hice ningún gesto para apartarme.
-Vamos al mirador -respondí señalando la gran rueda.
-¿El mirador? ¿No se ve demasiado aburrido? -preguntó Dylan mirándolo con mala cara.
-Claro que no -dije intentando jalarlo, pero no fue una tarea sencilla.
Finalmente nos subimos al mirador, el cual tenía los asientos con forma de globo aerostático pintados con colores fosforescentes.
Cuando estuvimos en lo más alto Dylan dijo mirándome la ciudad:
-Las vistas que ofrece el mirador son hermosas.
-Desde aquí solo se ve la falsa Ankar -respondí mirando lo bella que se veía la ciudad con su altos rascacielos que brillaban con la luz del sol, pero esa vista no captaba la realidad.
-¿A qué te refieres cuando dices que es falso? -preguntó Dylan mirándome confuso.
-Cualquiera que viera este bello panorama pensaría que Ankar es la ciudad más hermosa del mundo, pero la realidad es muy diferente -expliqué sin mirar a Dylan.
-¿Cuál es la verdad entonces?
-Una ciudad tiene siempre dos caras, esta es la cara buena -respondí señalando la ciudad con una mano-, pero los que la conocen solo pueden ver su cara mala, solo pueden ver una ciudad donde las personas duermen en los parques, pasan hambre, frío, enfermedades entre otras cosas.
-Esas personas son borrachos y locos -respondió Dylan como si esas personas valieran menos que los demás.
-¿Me estás diciendo que ellos no merecen vivir? -pregunté incrédula.
-No quise decir eso, solo me refería a que son personas que no estudiaron porque no quisieron y ahora están así porque quieren -respondió Dylan muy seguro de lo que decía.
-¡De verdad no puedo creer lo que estoy escuchando! -dije casi gritando enojada.
-No entiendo por qué te pones así -declaró mirándome con confusión.
-¿En serio no sabes? -pregunté cruzándome de brazos.
-No -respondió rotundamente.
-Pues la única cosa que te diré es que conozcas mejor este país, porque no sabes nada de él -respondí y en ese momento abrieron la puertecilla de nuestros asientos.
Sin mirar a nadie salí del globo y comencé a caminar rápidamente al tiempo que escuchaba que Dylan me llamaba, pero no quise detenerme. No entendía como había podido pensar que Dylan entendería mi mundo cuando él no pertenecía a este.
De pronto alguien me tomó del brazo y me jaló. Todo pasó rápidamente y cuando me di cuenta mi rostro estaba a unos centímetros del suyo.
«¿Por qué siempre tenía que pasarme lo mismo con él?», pensé al recordar el suceso en la cocina.
Sus ojos me miraban con miles de preguntas por hacerme, sin embargo me sentía enojada por sus anteriores palabras, por lo que me solté de su agarre y me alejé de él, no obstante volvió a agarrarme, pero esta vez por la muñeca.
-Deborah, por favor -suplicó Dylan mirándome a los ojos.
-Dylan, suéltame -ordené intentando soltarme pero en vez de eso él me agarró más fuerte-. Dylan, me haces daño.
Al escuchar eso aflojó su agarre pero no me soltó.
-Deborah, dime que hice mal -dijo mirándome con ojos de confusión-. Tú conoces esta ciudad mejor que yo, soy como un niño pequeño en su primer día de clases y tú eres mi maestra.
-Está bien -respondí serenándome y vi como todo su cuerpo que había estado tenso hasta ahora se relajaba y me soltaba la muñeca. Sabía que él tenía la razón en lo que acababa de decir, pero sus palabras me habían molestado -. Vamos a sentarnos en ese banco para hablar más cómodamente -agregué señalando el banco que estaba frente a nosotros.
Nos sentamos en el banco y nos quedamos unos minutos en silencio. Él porque esperaba una explicación y yo porque estaba organizando las ideas.
-Desde que tengo memoria Ankar ha sido así -dije rompiendo el hielo-, la hermosura de algunos lugares puede que tape la verdad para los turistas, sin embargo para los que vivimos aquí, intentar tapar la verdad es como intentar tapar el sol con un dedo -añadí bajando la cabeza.
-¿Cuál es esa verdad de la que hablas? -preguntó tomando mi mano, y eso hizo que volviese a mirarlo a los ojos.
-No todas las personas que viven en la calle son borrachos y locos, también hay ancianos, mujeres embarazadas o con niños recién nacidos, familias enteras. Esas personas no pueden atenderse en hospitales, viven en tiendas de campaña, se conforman con un pedazo de pan y agradecen a Dios por ello -expliqué y sentí que mis ojos se nublaban, pero por encima de la niebla vi la mirada de tristeza y asombro que se había instalado en el rostro de Dylan.
-¿Me dices que esto es así hace tiempo? -susurró Dylan y yo asentí porque tenía un nudo en la garganta que no me permitía hablar.
-Y no solo es eso -dije cuando la voz volvió a mí-. Tú dijiste que esas personas no estudiaron porque no quisieron, pero ¿como van a estudiar si las colegiaturas son más caras que un apartamento? y en caso de que las pudieran pagar, la Academia Real se roba toda la atención. Los mejores profesores trabajan allí y dejan a las demás escuelas con profesores de media o baja calidad -seguí explicando.
La Academia Real era la escuela más famosa de Veldania, y por supuesto del mundo, al ser la única escuela con las siguientes características:
1. Era una escuela exclusivamente para los nobles de Veldania, aunque algunos príncipes y princesas de otros países venían a estudiar en ella.
2. Era una escuela equipada con las últimas tecnologías del mercado.
3. Los mejores profesores impartían clases en ella.
4. Contaba con más de 150 suites con todos los lujos que se podrían necesitar para un estudiante de la élite.
En conclusión, el sueño de cualquiera, incluso el de los más pobres como yo, aunque para nosotros era solo eso: un sueño.
-¿A qué te refieres con eso? -preguntó Dylan sacándome de mis pensamientos.
-Que la Academia Real es uno de los factores por la cual las otras escuelas imparten pésimas clases -respondí recordando cuantos profesores de Matemáticas habíamos tenido en un solo año, porque todos eran unos holgazanes-. Sin mencionar que el país está de esta manera por culpa de los reyes y de seguro el príncipe está en confabulación con ellos -agregué y vi como mi último comentario lo hizo fruncir el ceño.
-¿Por qué piensas qué el príncipe tiene la culpa?, quizás él no sabe nada -dijo intentando justificarlo o eso me pareció.
-No defiendas lo indefendible, ¿cómo es posible que el príncipe no sepa nada de su país si es el futuro rey? -respondí mirándolo con ojos asesinos.
-Está bien, no lo defenderé -contestó enojado-. Vámonos -agregó luego de unos minutos, poniéndose en pie y fuimos hasta la casa en silencio.
Esperaba que Dylan reflexionara acerca de mis palabras y se diera cuenta que no tenía la razón acerca de la familia real, ellos eran los culpables de lo que sucedía y eso no había manera de justificarlo.