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Ya llevaba un mes trabajando en la Mansión Constan. Había sido horrible trabajar allí, pues como era la empleada nueva, cada vez que alguien se ausentaba tenía que cubrirlo yo. Además de eso, se encontraban Janet y Lady Susan, que cada vez que me asignaban una tarea fuera de la cocina ellas aprovechaban la oportunidad para hacerme alguna maldad. Lady Susan era muy bella al igual que su hermana, tenía ojos almendrados de color marrón, pelo negro y ondulado, labios prominentes y por supuesto un cuerpo exuberante, no obstante su belleza era solo externa, porque todo lo demás era falso.
Por otro lado había hecho amigos como eran Judith, las señoras Sofía y Esther, Antonia y otra chica llamada Elsa, la cual había conocido unos días después de mi llegada a la mansión, era una pelirroja de unos dieciséis años, una chica tranquila, pero que solía ser la mejor de las amigas. Judith por otro lado era algo loca y alborotada, un día llegó a confesarme que aquella vez había llegado tarde al trabajo porque estaba con uno de los jardineros, aunque no era una relación muy seria, sin embargo a pesar de su locura era una buena persona, y que decir de Antonia, su actitud me había sorprendido desde un inicio, porque siendo quien era me había tratado de igual a igual y al contrario de todo lo que pensaba, era la chica más fuerte, determinada y bondadosa que había conocido, me hacía ver que todos los nobles no eran malos, pero aún así no eran suficientes para hacer un país mejor.
Por otra parte Dylan y yo cada vez salíamos más y para mi sorpresa el chico que al principio había odiado se había convertido en una de las personas con las que más pasaba tiempo. Él me atraía cada vez más con su sonrisa, sus palabras, y aunque a veces deseaba tirarle piedras por lo que decía, la mayor parte del tiempo era agradable.
Estas últimas semanas me había ignorado por completo, ya que no contestaba a las llamadas, ni las regresaba. No había pasado por casa y tampoco contestaba a los e-mail que le había mandado por la laptop de Paty. Por ello estaba muy enojada y había tomado la decisión de que si él me ignoraba yo también lo haría.
-Deborah, querida, el camión que nos trae la comida está en la bodega descargando, ¿podrías ir con Judith a supervisar que no nos falte nada? -dijo la señora Sofía desde la otra esquina de la cocina.
-Claro que puedo -respondí quitándome el delantal completamente sucio con polvos y aceite.
Judith y yo salimos de la cocina y ella me guió hasta la bodega, donde no había estado nunca, y al llegar allí Judith exclamó:
-¡Dios, mándame lo mío para no mirar lo ajeno!
Al oír esa frase me quedé analizándola y sonreí al comprender que el motivo por el que lo decía era porque los hombres que estaban cargando las cajas eran muy fuertes y atractivos.
De pronto me fijé en uno de los hombres y me quedé sin palabras al ver que se trataba de Dylan. Él también se percató de mi presencia y sus ojos se fijaron en mí como un león mirando a su presa, muy típico, diría yo. Pero como había hecho la última semana, me ignoró, en vez de acercarse a saludar siguió su camino hasta entrar a la bodega.
¿Pero qué le pasaba a ese hombre? ¿Por qué me ignoraba? Bueno, eso ahora no importaba, yo no deseaba verle, puesto que si él no me conocía, yo tampoco a él. No obstante, si quería ignorarlo debía irme, porque sino mi cuerpo se revelaría a mi voluntad.
-Judith, ¿puedes supervisar a los hombres tú sola? Es que había olvidado que tenía que ayudar a Elsa con la limpieza de los cubiertos -dije aprovechando que Judith no se había percatado de nada.
-Claro amiga, ve, que yo me encargo de esto -respondió sin prestarme mucha atención, porque estaba muy concentrada en los musculosos hombres.
-Gracias, Judith -dije y me fui casi corriendo en dirección contraria a la bodega.
Cuando estaba llegando a la cocina una mano me tomó del brazo y al girarme me encontré con la cara de Dylan a pocos centímetros de la mía.
-Es de mala educación no saludar - indicó sin despegarse ni un milímetro de mí al tiempo me examinaba con la mirada buscando una respuesta.
-Dylan -susurré mirando sus ojos fijamente como si de dos imanes se tratara.
Al tenerlo tan cerca pude observar mucho mejor cada detalle de su bello rostro, y al mirar sus labios sentí unos inmensos deseos de que me besara y sabía que él también lo deseaba, no obstante saqué esa idea de mi cabeza al recordar cuál era mi plan y desvié la mirada, pues si seguía observándolo de esa manera terminaría cumpliendo el deseo de mi cuerpo.
-¿Por qué te fuiste sin saludar? -preguntó y quise gritar.
Esto era el colmo, como si tuviera derecho de hacerme alguna pregunta después de todo. Su pregunta fuera de lugar me dio la fuerza suficiente para soltarme y responder:
-En primer lugar no tienes derecho a hacerme esa pregunta después de haberme ignorado esta última semana -comencé a enumerar los motivos con los dedos-, en segundo lugar tengo demasiadas cosas que hacer para estar esperando un saludo tuyo y en tercer lugar me voy porque no tengo tiempo que perder -culminé dándome la vuelta molesta, sin embargo enseguida me vi devuelta al lugar en el que estaba antes, pero está vez me jaló con más fuerza de la necesaria y por eso choque con el pecho de Dylan.
Intenté alejarme, pero me agarró fuertemente para que no pudiera moverme, acercó su rostro al mío como si así pudieran intimidarme, sin embargo no lo lograría.
-Suéltame, Dylan -dije sin moverme, pero al ver su negativa grité agitándome- ¡Qué me sueltes te digo! - En vez de soltarme, Dylan me empujó hasta la pared de la mansión y tapó mi boca con una de sus fuertes manos, callando mis gritos.
-Shhh, ¿quieres que todos vengan? - preguntó en un susurro quitando la mano que tapaba mis labios.
-Sí, eso es lo que quiero.
-¿Qué hice para que estés tan enojada? -preguntó Dylan escudriñándome con la mirada.
-En serio Dylan, si no me querías ver más, con un simple mensaje lo hubiéramos resuelto -respondí mirando su pecho. Este hombre quería volverme loca con sus constantes cambios, sin embargo yo no iba a permitírselo.
-¿No verte más? ¿De qué estás hablando?-preguntó confundido.
-¡¿Qué de qué te hablo?! -exclamé sin poder creer que este hombre me ignorara y además fingiera no saber de que hablaba- ¡Estoy hablando de las llamadas y mensajes que te envié e ignoraste!
-¿Qué? -dijo Dylan abriendo mucho los ojos, pero luego se quedó pensativo, para después soltar un insulto en un idioma que no pude entender-. Deborah, lo siento, pero yo no te he ignorado, mi mayordomo Juan ha sido el culpable de este malentendido, él me había advertido que borraría cualquier mensaje que me enviara alguna chica, claro, todo esto con la autorización de mi padre que conoce mis fechorías -explicó dejándome sin habla.
-Espera, espera un momento, ¿me estás diciendo que le das ese número a todas tus conquistas y por ello tu mayordomo eliminó mis mensajes y llamadas? -dije intentando entender toda la información y al verlo asentir bufé llevándome las manos a la cabeza, ¡Dios mío, cómo fui burra al pensar que este hombre era diferente!
Dylan pareció leer mis pensamientos, porque enseguida aclaró: -Pero tú eres diferente.
-Sí, como no, seguro que eso se lo dices a todas esas chicas que caen en tu labia -respondí sarcásticamente.
-Deborah, tú eres diferente, porque solo eres mi amiga -dijo y en el fondo me decepcioné.
En ese mismo instante deseaba que la tierra me tragara, mi cara debía estar tan roja como una manzana. Había estado enojada y se lo había reprochado cuando él solo me consideraba una amiga, ¡qué vergüenza, por Dios! Creí que el día no podía empeorar hasta que escuché la voz de la señora Sofía llamándome y en ese momento quise morir.
Levanté la cabeza en la dirección de donde venía su voz y la vi con una mirada de asombro, pero no hacia mí, sino hacia Dylan, y él también la miraba a ella como si tuvieran una conversación con las miradas.
Me solté del agarre de Dylan que aún observaba a la señora Sofía con la mandíbula tensa y a toda prisa me acerqué a ella y le dije con la mirada fija en el suelo:
-¿Me buscaba, señora? -no podía mirarla a los ojos por la vergüenza de haberme encontrado en esa situación.
-Así es -contestó dirigiendo la mirada hacia mí-, pensé que estabas en la bodega.
-Así era, pero recordé que debía ayudar a Elsa a limpiar los cubiertos- respondí manteniendo mi mentira y rezando para que la creyera.
-Entonces ve, que te debe estar esperando -respondió la señora Sofía haciendo un gesto con la cabeza para que me fuera.
-Deborah debemos terminar de hablar -dijo Dylan interrumpiendo mi caminata.
-Este no es el momento, ni el lugar para hacerlo, tengo cosas que hacer ahora -respondí sin mirarlo.
-Entonces iré a tú casa -respondió sin rendirse.
-Haz lo que quieras -respondí encogiéndome de hombros, de todas maneras él lo haría, aunque no se lo dijera, esa era su forma de ser.
Me fui a la cocina dejando a la señora Sofía con Dylan. Entré en ella y sin mirar a nadie me puse a trabajar con gran ahínco como si así pudiera olvidar mi estupidez. Luego de unos minutos entró la señora Sofía, pero no dijo nada, no obstante en algún momento debía hablar con ella, pues debía explicarme de dónde conocía a Dylan, aunque no sería hoy, porque mi cabeza no podía con más explicaciones.
**************
Llegué al apartamento bastante tarde, aunque no importaba, ya que era viernes, así que podría descansar un poco. Me fui a dar un baño y luego me dirigí a mi cuarto a leer "Orgullo y Prejuicio", no era de leer clásicos, pero este me gustaba en especial.
Después de un rato sonó el timbre y oí como mamá abría la puerta e imaginé que era Paty, pues mi madre le dijo que estaba en mi cuarto, sin embargo para mi sorpresa quien abrió la puerta fue Dylan.
Ante mi atenta mirada entró en el cuarto y puso seguro a la puerta, lo que me dejaba sin escapatoria. Dylan estaba muy guapo como siempre, aunque iba vestido con una camisa negra de mangas largas y unos vaqueros se veía espectacular.
-¿Qué haces aquí? -pregunté levantándome de la cama.
-Te dije que nuestra conversación no había terminado -respondió Dylan acercándose a mí lentamente.
-No tenemos nada de que hablar, todo quedó más que claro -respondí poniéndome nerviosa por su cercanía -, tú te disculpaste, yo confundí las cosas...
-¿Qué cosas confundiste? -preguntó Dylan sin detener la marcha hacia mí.
-Na...nada -tartamudeé llegando a la pared, Dylan llegó rápidamente frente a mí impidiéndome escapar-. Dylan - murmuré mirando sus labios.
Él los acercó a los míos y cerré los ojos porque sabía que me besaría.