Savannah
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Capítulo 5 Savannah 5

No dije nada más porque no sabía que decir ni cuanto podría confiar en él a pesar del tremendo apoyo que me estaba dando, pero aun seguía siendo un árabe, mi marido y el responsable legal de un bastardo. Era demasiado para permitirme y debía ir con pies de plomo por el momento.

-¿Sabes algo de mis hermanos?-pregunté volviendo a ver en mi mente aquellas confusas imágenes y a riesgo de recibir una mala noticia.

-Sabrinna está con Asad, nada puede pasarle a la mujer del león, no te preocupes.

Llenándome de dosis altísimas de asombro, me tomó el rostro y besó mis labios con suavidad. No pude dejar de devolverle el beso. No entendía que hacía pero tarde o temprano me haría su mujer bajo las sábanas también, así que no había motivos para que no lo besara. Sobre todo con la deuda tan grande que tenía con él.

No tuve tiempo de averiguar por mi hermano también, puesto que alguien más irrumpió en la tienda escandalizando.

-¿Cómo te atreves a besarla Ashrad?...¡Apártate de ella!

No me fue difícil entender el porqué de su repentino beso. Había notado que alguien estaba entrando y quiso romper la conversación antes de que nos pillaran.

Su padre, el hombre del que estaba embarazada y que deseaba con todo mi ser a pesar de sus anteriores causas palabras. El único que había probado mu cuerpo y robado mi corazón, parecía un caballo desbocado dando paseos largos por la tienda y gritando sin control.

Empujó a su hijo y lo pegó al fondo de la tienda, clavando su brazo debajo del cuello de mi marido.

Miré horrorizada y sin entender lo que pasaba, y cuando noté que la pelea iba a más, empecé a tratar de levantarme de la cama.

El dolor en mi cabeza iba en aumento y los gritos de prohibición del jeque a su hijo(mi esposo), para que no me tocara, me hacían latir las sienes desesperadamente, pero aún así, alcancé a sentarme.

-Suelta a mi esposo por favor.

Aquellas palabras fueron las únicas que detuvieron la pelea y ambos miraron en mi dirección. Amir bajó la vista a mi pecho y entonces me dí cuenta que estaba expuesta al aire, no sabia porqué y volví a cubrirme con la sábana justo cuando él soltó a su hijo y le exigió que saliera.

-¡Fuera de aquí Ashrad!

Con los mismos tiernos ojos de antes, me miró apenado y salió cabizbajo sabiendo como sabía yo, que al jeque nadie le niega nada ni le puede discutir una orden.

Con los puños apretados y el torso desnudo, dejando a la vista su cuerpo bien cuidado, caminó hasta mí y me de un solo tirón me arrancó las sábanas del cuerpo y me descubrió desnuda bajo ellas.

No quería ni saber quien me había quitado la ropa pero el caso es que no tenía nada puesto y me ardía la idea bajo su mirada lasciva.

-Acuéstate -ordenó ronco. Ya se le escuchaba más calmado y me ví obedeciendo en dos segundos -abre las piernas -volvió a ordenar acercándose poco a poco a mí.

Me aferré a la cama con ambas manos, cuando sentí una de las suyas empezar a subir por mi tobillo, seguir por la pierna y entrar dentro del espacio entre mis muslos para acariciar los pliegues de mi sexo con pertenencia.

Mis ojos se cerraron, la cabeza me palpitaba y las manos me dolían de tanto aferrarme a las esquinas de mi cama, pero sus dedos provocándome, eran más fuertes que todo eso.

-Nadie puede tocar lo que es mío Savannah y tú... -apretó mi botón palpitante y se acercó a mí boca con la suya para susurrar -¡eres solamente mía! -me penetró con dos dedos haciendo que me encorvara hacia el y engulló un pezón erecto.

Todo el dolor, el miedo y la sensación de desasosiego por el porvenir más cercano se había evaporado en la sensación de aquel hombre nuevamente tomando de mí lo que no sabía negarle y en esa ocasión tampoco podía.

-Soy su esposa. Va a tenerme cuando quiera y no puedo negarme. Tú me has traído para eso -aumentó la velocidad de su masturbación y dejando estelas de besos húmedos por mi cuello, llegó a mi boca y se detuvo allí.

-¡Mírame!-ordenó tocado por la pasión que ambos sentíamos y me rozó el clitoris con el pulgar, haciendo círculos que me enloquecían y las piernas no se sostenían, empezaban a dejarse ir a cada lado sin control, dejándole hacer -te he traído para mí y puedo matar si alguien más te toca. Bésame.

Y me perdí en su boca.

Abrí la mía, le dejé entrar. Nos mordiamos entre jadeos desesperados y él no paraba de tirarme al borde del abismo de mi orgasmo, del que estaba a punto de saltar. Lo deseaba muchísimo y si las circunstancias hubiesen sido otras y él me lo hubiese pedido, le habría recibido dentro de mí, incluso sabiendo que pronto me iría lejos porque mi hijo no podía ser parte de su vida. El mismo lo había declarado así.

-Tú pudiste hacerme tu esposa y me dedicaste a tu hijo -comenté mordiendo su boca por el placer a punto de estallar en sus dedos -¿es algún tipo de fetiche?

En ese justo momento, me chupó los pechos como un loco y me embistió tan rápido con sus dedos que me corrí en su mano, sin poder evitarlo ni demorarlo. No hubiese querido que aquel placer acabara tan rápido pero él gobernaba incluso mis deseos.

-Yo tengo cuatro esposas, y no quiero una quinta. Mi hijo tiene que tenerte de primera esposa y ya la segunda está en camino para él, pero tú -dijo, terminando de clavarme las estacas más ponzoñosas de su haber -eres solo mía y nadie puede tocarte. Él lo sabe y no sé como se atrevió a besar tu boca pero ambos lo pagarán con castigos por desobediencia y tú ya llevas dos.

-Eres un maldito... una escoria, un miserable que no tiene comparación con nada porque no hay nada peor que tú.

Las lágrimas llenaban mis ojos y mi rostro y no podía entender en que clase de mundo había nacido para no tener a una sola persona que pudiera amarme sin condiciones.

Él impasible, como era, imperturbable e inmisericorde, se agachó y me tiró la sábana a la cara y con un risa siniestra dijo:

-Lo que sí tienes que tener claro..., es que soy tu maldito dueño.

            
            

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