Savannah
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Capítulo 6 Savannah 6

Estaba ansiosa por llegar al palacio.

Me moría por ver a mi hermana, y por otro lado, también me corroía la ansiedad por conocer el palacio cuanto antes, para empezar a idear variantes para escapar. Estaba cada vez más claro, que no podía quedarme allí, y definitivamente no me iría sin mi Sabrinna.

De alguna forma que desconocía, los dos nuevos hombres de mi vida habían hecho las pases, pues íbamos los tres en el mismo vehículo y todas sus conversaciones eran neutrales pero cordiales.

No me atrevía a preguntar a dónde había ido a parar esa disposición del jeque de castigarme y hacer lo mismo con su propio hijo, ni se le veía posesivo conmigo, tampoco.

El médico me había recetado un montón de medicamentos dentro de los que habían algunos que eran para mi embarazo. Por cuestiones obvias, había sido Ashrad quien tenía el método de uso de las medicinas y me había dicho que buscaría el mismo las medicinas sin que nadie supiera lo que ambos escondíamos.

Aún no sabía el porqué de su apoyo, pero de igual modo lo agradecía. Sabía que no debía confiarme, más sin embargo ni o tenía muchas opciones y el hecho de no haber tenido un momento a solas con él, lo suficientemente largo como para hablar, me impedía aclarar ese punto.

Me habían puesto ropa más decente de la que yo había estado usando y hasta un burka tuve que usar, puesto que no estaba en posición de discutir y se suponía que si íbamos hacia el palacio, debía vestir de manera correcta al menos esa ocasión.

Sin embargo, las cosas cambiaron nuevamente y se volvía a alejar de mí, la posibilidad de ver a mi hermana en las siguientes horas.

Supe por una conversación en la que no quise participar, que íbamos a la casa de uno de los hombres más importantes del jeque. Nada más y nada menos que su mano derecha. El tío de la mujer que se convertiría en la segunda esposa de mi marido, todo en una misma ocasión. Acababa de casarse conmigo, ya llevaba una alianza en mi dedo que así lo demostraba y había otra mujer que compartiría conmigo las mismas cosas,incluso el mismo hombre.

De cualquier forma, aquello era puro trámite en mi vida. No sería la esposa de nadie por mucho tiempo, y mientras ese tiempo estuviera vigente en mi día a día, yo tendría el principal privilegio por ser la primera esposa.

Flanqueados por tres autos más, llenos de guardias debido a los ataques de los últimos días, llegamos hasta una enorme casa,en medio de más desierto y rodeada de un ambiente de palmeras precioso.

-Has un esfuerzo por comportarte Savannah, eres la esposa de uno de los árabes más respetados de Dubai,y la nuera del jeque más importante de la región, no lo olvides-me ordenó Amir, disimulando una mirada a mis piernas cruzadas, que dejaban ver un poco de piel por el costado de la abertura de mi falda larga. Descrucé la pierna molesta y el sonrió de lado, desviando la vista a la ventanilla.

-No me dejarías de todos modos -le respondí altanera y volvió sus ojos a mí, velozmente.

-No me tutees en público -rugió.

Y entonces me di cuenta de que nos estábamos tratando con demasiada familiaridad, delante de su hijo que nada sabía de nuestro encuentro seis semanas atrás, y salvo que su padre me deseaba, no entendería que fuera tan beligerante con el "jeque Amir".

No iba a disculparme, pero su hijo que estaba a mi lado tomó una de mis manos y la apretó un poco, como pidiéndome paciencia. Una cosa de la que yo carecía tremendamente.

Traté de mantener el control el poco tiempo que nos quedaba a bordo del coche y me mantuve callada.

Ese hombre me volvía loca. Lo deseaba hasta molesta con él, y verlo comerse mi cuerpo con ojos de pasión, no ayudaba.

Finalmente el auto se detuvo y Ashrad fue el primer en bajar cuando un sirviente de la casa a la que visitábamos nos abrió la puerta, dejándome dentro junto a su padre que no disimuló nada, cuando me impulsé hacia adelante y él me retuvo contra sí, tomándome del cuello y obligándome a apoyarme en sus piernas para oírlo susurrar en mj oído:

-No me gusta que te sientas más cómoda con él que conmigo.

-Es mi marido, esa es la idea -le dije a sabiendas de que lo molestaría y apretó su mano en mi nuca.

-Esta noche cuando te tome, voy a recordarte a quién perteneces. Tú, me perteneces Savannah.

-Permíteme que lo dude...

Me deshice de su control y conseguí bajar del coche, sintiendo la frente sudada incluso bajo las vendas y el maldito burka. Me ardía la piel por su promesa.

-¡Sean todos bienvenidos!-dijo el hombre que sería anfitrión de la visita.

            
            

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