Savannah
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Capítulo 7 Savannah 7

La mano derecha de Amir. Un hombre típico de su cultura. Alto, fuerte, de piel oscura y ojos marrones que intimidaban. Un turbante en su cabeza, como Amir y su chilaba color hueso, con cinturón dorado. Era esbelto y con barba, muy oscura. Todo un imponente ejemplar árabe de unos cuarenta y pocos años, creí adivinar.

Ellos se dieron sus saludos típicos y a mi me dejaron detrás, justo como era la costumbre. Nos mostró a sus dos esposas y ninguna hizo ademán de saludarme, por lo que me mantuve a distancia.

Estaba embarazada y mi cuerpo tenía ciertos antojos un tanto molestos en los instantes menos oportunos. Mi vejiga explotaba en ganas de miccionar y necesitaba un baño urgente.

No pude hacer más que mirar a Ashrad pidiendo ayuda y se me acercó cálido como era, a saber que me pasaba.

-Necesito ir al baño, por favor.

-¿Estás bien, sientes algo?-me preguntó en susurros y su padre no nos quitaba ojo. Era incluso molesto.

-¿Cómo hiciste para calmar su ira?

No pude evitar aprovechar la oportunidad para preguntarle. No había tenido, ni veía cuando lo haría,un segundo a solas con él para enterarme.

-He negociado los castigos a cambio de tomar la segunda esposa en palacio desde ya. Se suponía que lo haríamos en un mes, pero mi padre esta desesperado por tenerte. Estoy algo asombrado y lamento tu destino pero los castigos te aseguro que son peores y en tu estado, inconvenientes. Él nunca ha sido un hombre que negocie con nada, pero tenerte sin presiones es algo que lo tiene abrumado. Perdóname.

Suspiré por no gritar y asentí sin salidas. Era un mundo nuevo para mí, y no tenía muchas víasde escape. Al menos no instantáneamente.

-¡Ashrad!-llamó el jeque desde la otra esquina y supimos que las confesiones habían acabado.

Solicitó que alguien me llevara al servicio y así lo hicieron.

Una sirvienta me llevó a un baño en una habitación para invitados y cerré sin pestillo.

Cuando hube acabado, y me lavaba las manos sentí una voz del otro lado y me quedé en silencio, asustada de que pudiera ser Amir, que me había seguido.

Resultó que eran dos personas y ninguna conocida para mí.

-Ha sido un golpe de suerte que todo fuera tan rápido Fatim -decía una mujer, que pude ver por una rendija que abrí para curiosear.

-Van a firmar ahora mismo, y el día de la boda, será dentro de dos semanas, allí lo mataré y en medio del caos, entrarán los chaumanes y acabaremos con todos los Alfaslam. Ocúpate de mandar los planos y crear discordia con la primera esposa, para facilitar la guerra entre padre e hijo. Nosotros haremos lo demás.

No entendía qué decían, pero me quedaba un tanto claro, que estaban preparando una especie de golpe de poder contra la familia a la que ahora pertenecía.

La mujer a la que le daban instrucciones, llevaba un burka bordado en plata, que solo dejaba a la vista los zapatos blancos con una rosa roja encima.

-Cuenta con ello. Para dentro de dos semanas aquel palacio será nuestro y reinaremos juntos, como siempre debió ser hermano.

Aquel dato me sirvió para saber que aquellas dos personas eran parte de una misma familia, aunque se despidieron con un apasionado beso, que fue interrumpido por él anfitrión y mano derecha de Amir. El señor Nacerd.

No podía determinar allí, si él también estaría implicado pues por su conversación, no parecía estarlo, pero no podía dar aquello como una certeza.

Cuando se fueron, salí de allí sigilosa y volví al salón para ver como mi esposo, ajeno junto con su padre a lo que se planeaba a sus espaldas, firmaba el matrimonio, justo con la misma mujer de burka plateado, que antes había oído conspirando a sus espaldas.

Entré desde aquella esquina, en un conflicto de intereses.

Por un lado, estaba la amenaza de muerte contra Ashrad, y su familia, y por otro estaba la posibilidad de escapar de allí, justo el día de aquella emboscada, donde nadie se extrañaría que mi hermana y yo hubiésemos muerto en medio de la batalla.

A pesar de todo, aquel hombre había sido maravilloso conmigo y me estaba ayudando como nadie podía hacerlo. Sería el hermano de mi hijo, y su padre el hombre del que estaba prendada y padre también de mi bebé, así que me dispuse a intervenir en el momento justo en que el tal Fatim me tomó del brazo, a espaldas de los demás y susurró en mi oído:

-Si quieres que tu hijo nazca, no te entrometas. Hay un secreto muy grande que guarda Amir, y si revelo ahora mismo que estás embarazada te matará aquí y ahora porque confía en ese secreto más que en cualquier cosa. Deja que las cosas sucedan y no husmees más en los baños de las habitaciones de otros, que lo puedes pagar con tu vida... y la de tu bastardo.

Y así, en medio de un sin número de secretos e intrigas, empezó la guerra por la supervivencia y el amor entre las paredes del palacio Alfaslam.

                         

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