_ Tomará tiempo. Debemos primero tomar el control en la casa. Necesitamos más seguridad.
_ No quiero hombres brutos alrededor de ti ni de mi hija_ gritó mirando a sus hombres de confianza. No quiero a los más fuertes o los más hábiles con las armas. Quiero algo más. Necesito hombres confiables, cultos, con sentido de lealtad ante todo, inteligentes y superiores también. Todos mis antepasados fueron asesinados, masacrados, o envenenados aquí, dentro de esta mansión, y por su hombre de confianza, incluso por lazos de sangre, solo por este lugar que hoy ocupo. Ha costado mucha sangre. Quiero un destino nuevo para mis hijos. Ese es mi verdadero legado. Un nuevo dominio.
Ro contemplaba la fanfarronería de aquel hombre. Sabía que si no hubiera por él y sus amigos, muchos hubieran perdida la vida, incluso ella, tan frágil, tan inocente de todo. Ensimismado en sus pensamientos y recordando el instante en que la salvó entre las balas, estaba cuando sintió la pregunta y las miradas sobre él.
_ ¿Aceptas?
_ ¿Perdón?_ Le inquirió fuera de sí mismo, sin saber porqué todos los miraban. Por primera vez sus ojos hicieron blanco en sus contratistas, Harold era un joven de unos treinta, se dejaba poblar la barba, era más alto que todos, de hombros anchos, bien fuerte y temerario. El viejo Munichs debió ser un hueso duro de roer en su juventud. Aun mantenía una barba oscura, sin canas, como si el tiempo no le dañara. Pero ninguno le daba confianza. Era una cuestión de instinto, y a él todo dentro de su cuerpo le decía que estaba en peligro.
_ Si aceptas trabajar con nosotros_ dictó con un vozarrón potente el viejo._ Te ofrezco el doble de lo que te pagué esta noche, la vida de mi hija no tiene precio para mí.
_ No puedo romper mi contrato con mi empresa. Lo siento_ añadió mirándole a los ojos.
_ Piénsalo muchacho. Puedes seguir aquí, con nosotros_
agregó Harold mientras colocaba sus manos en los bolsillos de sus pantalones en actitud defensiva.
Ro les miró nuevamente para bajar la cabeza en señal de respeto y continuó:
_ Si no me necesitan ahora, me retiro. Hemos terminado.
Ro caminó hacia la salida con total denuedo. Sus emociones esa noche estuvieron a flor de piel. Había salvado a la muchacha y obtuvo su recompensa, ahora solo le quedaba olvidar. Jamás había pensado en el amor, pero algo en la inocencia de la señorita Dellany le conmovió. Su esencia frágil y valiente a la vez. La auténtica manera de admitir sus miedos, su ligereza al caminar y la suavidad del aroma que le había llegado hacia las hendiduras olvidas en su corazón. Todo le otorgaba un torbellino de sensaciones, agradables, y alarmantes.
Caminó deprisa como si intentara que el viento frío de la noche le ayudara a recuperar su verdadera naturaleza. Era un hombre invencible, se había forjado como un soldado, y el amor no tenía cabida en su destino. Las luces de la ciudad le devolvieron energías nuevas, mientras se engañaba, mientras intentaba luchar contra su mente y su corazón, sin imaginar que era su primera lucha perdida. Dell llamó esa noche a su mejor amiga, y juntas comenzaron una plática que duró varios minutos. Melany estaba deseosa de verla, de conversar en detalles lo que había sucedido en la mansión, y mejor que todas las anécdotas, quería saber cómo era su salvador. El hombre que la cargó y la obligó a permanecer a su lado, en silencio, mientras le hizo vivir la mejor de sus aventuras.
_Si vienes temprano le verás. Mañana vienen a buscar la paga con su jefe_ le advirtió con una sonrisa que su amiga percibió a través del teléfono.
Melany estaba bien temprano en la mansión. Había conducido como loca por la cuidad solo con la ansiedad de ver a su mejor amiga, de saber que estaba perfectamente bien, tal como le había jurado en la noche, y mucho más ansiosa por saber quién era el salvador de aquella descripción sometedora, que hizo que Dell olvidara sus propios temores y solo recordara el influjo del hombre, el sometimiento de dos ojos de fuego sobre ella.
El mayordomo le indicó que pasara y ella corrió hacia las escalares. en sus pasos rápidos se encontró con seis hombres que salían del despacho principal. En ese momento Dell descendía los escalones. Usaba un largo vestido de imágenes plateadas con pétalos de color rosa pálido, que le marcaba su silueta, con sandalias amarradas hacia los tobillos. Sus cabellos iban sueltos, pero se había maquillado solamente los pómulos y los labios. Sus ojos se mostraban al natural, y se incendiaron cuando al llegar al primer peldaño se encontró con Ro, y sus compañeros. Todo estuvo en total silencio hasta que Melany pegó un grito y casi tumba a su amiga con el abrazo.
Damián Munichs caminaba tras ellos, complacido con su trabajo, y a la vez taciturno.
_ Bueno. No ha quedado por mí. Te he hecho una oferta que nadie podría rechazar.
_ Ha sido generoso. Yo soy solo fiel al contrato. Si alguna vez necesita al equipo por otra noche. Estamos a su disposición.
_ El es mi mejor hombre y my leal_ Añadió el jefe de los guardia mientras inclinaba un tanto su cabeza y todos supieron que se marchaba.
Melany les miró a cada uno con las pupilas dilatas. Buscaba una aguja en un pajar. Deseaba saber quién era el guardaespaldas de la noche anterior, el hombre que sacudió el piso de su amiga. Luego vio el rostro demudado junto a ella, la decepción reflejada con toda tristeza sin poderlo evitar, y le pasó la mano por el hombro.
_ ¿Quién es el hombre que salvó tu vida?
Ro movió ligeramente su cuerpo hacia las muchachas y Melany supo que había sido él. Su mirada de incertidumbre y curiosidad le delataban. Pudo verle en su totalidad. Comprendía ahora el porqué de la actitud defensiva de su amiga, su desconcierto, y sus anhelos. Aquel joven era imponentemente seductor. Casi un actor destinado a ser el propio galán del mundo.
Duncan les hizo señas a los guardias hacia la puerta principal con todo respeto. Había aprendido a admirar a aquellos jóvenes y a su líder.
Ro no miró hacia atrás, solo aprovechó el instante en que todos se regalaban un tiempo para saludos formales y logró mirar de soslayo a la joven que había salvado la noche anterior. Dell. Supo que jamás olvidaría su nombre. El perfume aún se había sembrado en todo su ser. Un aroma distinto a lo usual, sutil y potente como era ella. La contempló por escasos segundos, tratando de grabar todos sus rasgos. Lo hizo con respeto, aunque dentro se derretía. Había tomado una difícil decisión, no verla cuando podía estar contratado en su mansión, y había sufrido por esa respuesta y estaba convencido que sufriría mucho más.