Capítulo 4 3 CAPÍTULO.

Entre los pasillos de la universidad había escuchado de un rumor acerca de alguien en particular. Una de mis principales dudas eran si se trataba de mis compañeros, o si se trataba de mi amiga Emmelyn.

Salí del salón en cuanto el reloj empezó a sonar.

Escuché entre los pasillos, varios murmullos.

Me sentía completamente incómodo en aquel momento, y tanto fue así que las alarmas de mi cuerpo comenzaron a encenderse de manera rápida.

Evidentemente algo estaba pasando.

Emmelyn se movió entre la multitud de estudiantes que estaban revisando sus teléfonos, porque había algún tipo de chisme que se esparció por toda la universidad. Ni ella ni yo entendíamos nada.

Éramos los únicos estudiantes, al parecer, que no sabía de lo que hablaban los demás. Y ahí fue cuando comencé a escuchar todo. Empecé a oír los rumores de que, por los pasillos de la universidad algo pasaba.

Quizás se estaba tratando de uno de esos temas serios, o de que quizás mi orientación sexual posiblemente haya sido expuesta, fui a ver de qué se trataba aprovechando el tiempo que me sobraba e iba a investigar de que se trataba aquellos "rumores". Emmelyn me detuvo apenas me vio dirigiéndome al último salón de la institución, me miró preocupada por el gesto serio que muy rara vez suelo utilizar. Los otros compañeros de otros salones salían abriendo las puertas y viéndome con sus teléfonos en sus manos.

- No vayas. -puso su mano en mi pecho.

- ¿Por qué no quieres que vaya a ver? Si es algo acerca de mí, debería ir a ver. -le dije quitándole la mano de mi pecho.

- Señor Lemphton. -escuché la voz de la profesora de Italiano. - Acompáñeme.

- Debo ir, espera aquí. -le dije y me despedí de ella para ir con la profesora hasta uno de los salones principales. - ¿Qué pasa? -pregunté expresándome con un tono preocupado.

- Hemos oído los rumores sobre su pequeño incidente-expresó la mujer con una seriedad absoluta. - Usted sabe que nuestra institución no permite que estos rumores sean esparcidos así como así. ¿Me entiende? -yo asentí con algo de temor.

- Pero, espere... -ella me interrumpió levantando su mano.

- No puedo permitirle venir aquí si esos rumores se tratan de usted. -se levantó de su asiento. -Después de todo somos una institución respetable y no podemos darnos el lujo, de albergar a personas con ciertos antecedentes... -dijo sin cambiar sus expresiones, esta tomo un celular que reposaba en su escritorio, lo encendió y me mostro una galería de fotos - Dígame señor Lemphton... este es usted ¿no es así?...-

Era cierto, todas las fotos de la galería eran fotografías estratégicamente tomadas de mí, y no solo eso, eran fotos de mi entrando a La Hiedra siendo escoltado por aquella chica.

Fotos mías tomadas en diversos ángulos para que no hubiese duda de que se trataba de mí en las fotografías. Y por si fuera poco, fotos de mí estando dentro del local.

Alguien... alguien estuvo siguiéndome el día de ayer... y yo en ningún momento lo noté... Mientras más fotografías pasaba menos entendía la situación, Y entonces lo vi... vi aquellas imágenes que terminaron por darme escalofríos...

- Espere un momento...-me levanté también del asiento. - Esto no... no puede ser... no puede ser verdad... en esta foto... -mi tono de voz cambió. Sentía como si tuviese una rana en la garganta. El contenido de esa fotografía ni siquiera tenía sentido... Había alguien más conmigo en esas fotografías...

Simplemente no tenía sentido, yo efectivamente había ido a aquel hotel, pero había estado solo en todo momento, desde que llegué hasta que me fui, no había nadie más... pero en aquellas fotografías había un hombre, hombre el cual estaba conmigo en aquella habitación del hotel. Y que además él estaba... estaba tocándome...

En aquellas fotografías podía verse claramente como ponía sus manos sobre mí, acariciando mi abdomen, y mis piernas e incluso mí... rostro. Había una foto en la que su mano sostenía mi cara, como si intentase acariciar mi mejilla, rozando mis labios. Esta imagen provoco que llevara mis manos mis labios en intento por recordar aquella situación, ¿cómo era posible esto posible? ¿Cómo pudo alguien acercarse tanto a mi sin que me diera cuenta, sin siquiera despertarme? ¿Cómo pudo tomar esas fotos sin que me diera cuenta?

¿Cómo era posible? ¿Quién era este sujeto?...

Este hombre tenía una apariencia de lo más extraña y surreal. Era un hombre de complexión atlética, en muy buena forma y de una estatura mediana dándole una apariencia más definida a sus músculos. Estaba semidesnudo, únicamente llevando unos boxers ajustados de color negro y un par de guantes de cuero, seguramente para evitar dejar sus huellas por el lugar, demostrando en cierta medida su conciencia culpable de estar cometiendo un delito.

Y lo que seguramente es lo más perturbador y bizarro del asunto era... su máscara, este hombre portaba una máscara junto a una capucha que le permitía ocultar su cabeza por completo. Su marcara era... muy particular. Una faz blanca como si fuera porcelana y con un rostro con una expresión imperturbable y hasta cierto punto, genérica como la cara de una estatua.

- Señora, yo no... yo no sé... -no encontraba las palabras para explicar todo lo que estaba rondando por mi cabeza.

- ¿Qué dice señor Lemphton? -cuestionó. - acaso está negando que la persona de la foto es usted, y que además está en compañía de lo que parece ser un trabajador sexual dentro de las instalaciones de un hotel del cual se sospecha vender dichos servicios en la clandestinidad? -

- ¡No! Digo... yo no niego que la persona de estas fotografías sea yo, yo efectivamente fui a aquel hotel. -

- Entonces lo admite... -me interrumpió de golpe.

- ¡Sí! Pero yo solo fui a pasar la noche... -me defendí. - Nunca contrate los servicios de ningún acompañante. Nunca lo he hecho... -le asegure llegando a levantar ligeramente la voz, cosa que al darme cuenta provoco que me avergonzara.

- Señor Lemphton, espero que entienda que esta es una situación delicada y que su justificación resulta cuanto menos, sospechosa. -

- ¿A qué se refiere con sospechosa? Le estoy diciendo que yo no hice nada con nadie, solo fui a un hotel para descansar del trabajo. -sostuve mi defensa.

- Señor Lemphton, el hotel La Hiedra, tiene un trasfondo bastante oscuro debido a numerosos escándalos, la opinión publica los ve como un punto de referencia para solicitar servicios de prostitución. ¿Y usted espera que deliberadamente fuera a dormir por una noche usted solo, pesar de que tenemos pruebas visuales de lo contrario? -

- Yo... -no supe cómo responder a eso, la situación se torcía completamente en mi contra.

- Señor Lemphton... -me dio la espalda para poder ver hacia la ventana. - La universidad de Oxford es un organismo público reconocido y respetado a nivel internacional, somos un referente mundial para el estudio de diversas lenguas y nos esforzamos por darles una educación ejemplar a cada estudiante para que tengan la oportunidad de volverse grandes profesionales en el rubro. Y siempre trabajamos para ayudar en la medida de lo posible a nuestros estudiantes para que su experiencia sea satisfactoria. Pero existen los limites, exigimos un estándar de calidad, no podemos permitir que la universidad quede en vuelta en un escándalo por albergar o incluso proteger a un posible criminal. -me dedico una mirada severa pero a la ves compasiva, como si estuviese decepcionada, es una mirada bastante familiar.

- Daniel, desde el día en que entraste diste la impresión de ser un joven con un futuro prometedor, te has esforzado por trabajar duro día a día para poder resaltar dentro de tu clase... hasta hace unas pocas horas te veía como uno de nuestros mejores éxitos. -se acercó para poner su mano en mi hombro en señal de consuelo. - Puede que no tengamos muchas cosas en común, y realmente no es de mi incumbencia el cómo inviertas tu tiempo fuera de la universidad o cuales sean tus gustos personales... Pero el solicitar servicios de un trabajador sexual es un delito serio en el condado de Oxfordshire y que puede acarrear intrigas dentro de la sociedad, y la universidad no puede permitirse quedar envuelta en intrigas...

- Yo no hice nada... -seguía firme en defensa de mi postura.

- Eso será algo que usted deba resolver por su cuenta señor Lemphton. -estas palabras fueron como baldazo de agua fría para mí. - Los altos directivos de la universidad me han pedido que me encargara de su situación y no hemos hallado mejor alternativa... lo siento mucho señor Lemphton.

- ¿Qué van a hacer conmigo? -pregunté aun a pesar de que sabía exactamente cuál sería la respuesta.

- Señor Daniel Lemphton, los altos directivos y yo, la rectora de la institución hemos decidido expulsarlo de la universidad de Oxford, por lo tanto los 6 trimestres que ha estado cursando hasta el día de hoy quedan anulados de forma indefinida. Ya no podrá volver a ser admitido para ingresar en nuestro programa educativo en el futuro. -concluyó en una voz carente de emoción o compasión, solo una frialdad inhumana- Le pido por favor que se retire de las instalaciones lo antes posible, señor Lemphton.

No era capaz de verla a la cara, no importaba cuantas veces intentara explicar mi versión de la historia era inútil, no era su responsabilidad el responder ante mi escandalosa situación, ellos simplemente estaban comportándose como cualquier institución mundialmente conocida lo haría, no les importaba perder a uno que otro estudiante con tal de mantener las apariencias y su prestigio. Nuevamente había sido discriminado, nuevamente había sido ninguneado...

Utilicé lo que me quedaba de compostura para levantarme de la silla y salir por la puerta.

- Señor Lemphton... -me detuvo por último momento la directora provocando que la volteara a ver. Su semblante serio e imperturbable había cambiado a uno que reflejaba aflicción y preocupación. - Le deseo lo mejor... -dijo con genuina sinceridad.

Yo simplemente le di la espalda para poder finalmente salir de la habitación.

Había sido expulsado de la universidad de mis sueños, y más que eso, había sido incriminado para hacerme ver como un miserable criminal.

Sin razón alguna.

Sin motivo alguno.

Sin ninguna explicación que pudiera justificar los hechos.

Sin ninguna razón, sin explicación.

Me sentía ahora como una mierda aplastada por el zapato de una persona normal.

Me daba miedo ahora no saber qué más hacer con mi vida, lo único que si le daba más sentido a mi vida era el trabajar en aquel restaurante donde me sentía menos discriminado por mi orientación y más aceptado por mi jefe y secretaria, y también por mis compañeras de trabajo.

Era una manera más suave de aliviar los ambientes que en mi cabeza no paraban de sonar las, ya famosas y conocidas, alarmas de miedo.

- Estás en problemas. -me dije a mi mismo en el cuarto de baño. -Ahora estás jodido, Daniel. -me miré en el espejo. -Nunca puedes hacer nada bien, Daniel. -levanté mi mirada, encontrándome con mi reflejo.

Salí del baño después de haberme dicho esas palabras. Estaba muy mal, sentía que mi vida se arruinaba por un simple rumor. Y ahora, mil preguntas me estaba haciendo en este momento y solo había una pequeña solución para todos mis problemas.

Llamé a Tadashi.

A pesar de todo, yo aun así; le tenía toda la confianza del universo y quería su ayuda. Más aún en este momento tan terrible, que seguro sería incómodo para él.

- ¿Diga? -escuché su voz a través de mi teléfono.

- Tadashi. -mencioné su nombre con un tono de voz muy triste.

- ¿Si, Dani? -hizo una pequeña pausa y después habló de nuevo. - ¡Recórcholis! -gritó. - ¡Estás triste, amigo! ¿Qué mierda acaba de pasar? -preguntó alzando la voz de manera alterada y preocupada.

- Me expulsaron. -dije sin más.

- ¡Maldita sea! -gritó de nuevo. - ¡Ya voy para allá! -cuelga el teléfono.

Esperé pacientemente su llegada.

Llegó en menos de una hora, abriendo la puerta sabiendo que yo estaba ahí. Caminó rápido hasta donde estaba, y me abrazó tomándome por el cuello, haciendo que apoyara mi cuerpo bajo el suyo.

Ese era el abrazo que necesitaba.

Él era a quien necesitaba.

Y yo no podía negar que necesitaba justo esto.

Los lagrimales de mis ojos no pudieron resistir ya por mucho tiempo.

- Sé que fue muy duro, Dani. -me susurró en el oído mientras continuaba acariciando mi cabello.

- Ya no hables más del tema, ¿quieres? -expresé con un tono molesto.

- Oye, al menos no te lanzaron tomates como hacían en los viejos tiempos. -trató de hacerme reír.

- Sí, que gracioso. -respondí de forma directa.

- Ese tono no me gusta. -me reclamó.

- ¿Y qué estás esperando que diga? -me separé de él. - A ti no te expulsaron públicamente de una de las mejores instituciones de todo Londres. -me crucé de brazos. - No te expulsaron por aparentemente pagar por obtener favores sexuales. Y sobre todo no fuiste perseguido y acosado por un extraño maniaco que jugo contigo mientras estabas inconsciente- Rompí a llorar después de decir esto último.

Pensé, intentando recordar lo vivido esta mañana cuando salí del hotel, intentado recordar si había notado algo raro en mí, pero no había nada estaba bastante seguro de que no había nada en mi cuerpo que indicase que ese sujeto había hecho algo conmigo... sino hizo nada entonces que era lo que quería. Mis cosas también estaban intactas, ni mi billetera ni, ni mi teléfono faltaba, incluso mi billetera aún tenía el dinero de mis propinas de la noche... sino quería ni siquiera mis pertenencias... que quería de mí.

- Ey, ey, ey. -levanta las manos. - Primero que nada, quiero que te tranquilices. -se acercó a mí. - No fue tu culpa, ¿está bien? -puso sus manos sobre mis hombros. - Trataré de averiguar quién fue el malnacido que te hizo esto. -dijo y su tono de voz cambió.

- ¿Y cómo carajo piensas hacer eso? ¿Iras a La Hiedra a hacer trabajo de detective? ¿Buscaras al tipo que se metió conmigo mientras dormía por el internet? Por dios Tadashi, que carajo puedes hacer tú. -exclame con rabia al escuchar sus desvaríos.

- Aun no estoy seguro Dani, pero confía en mi...-sonríe- Aun tengo algunos ases bajo la manga...-me guiñó el ojo.

- ¿Ases? ¿De qué rayos hablas? ¿En qué estás pensando? -desvié la mirada.

- ¿Dices que le enviaron esas fotos a la profesora a su celular? -se dirige a la puerta.

-Ehh, si eso dije... -lo miraba dudoso mientras me daba la espalda.

-Entonces aún hay algo que puedo hacer...-finalizo dándome una sonrisa reconfortante, casi como si me dijera que no me preocupara. Seguidamente se esfumo al cruzar la puerta dejándome en aquel sitio solo, solo con mis pensamientos.

Una vez que ya por fin me quedé completamente solo, me puse a pensar en aquello que había ocurrido. Trataba de investigarlo a pesar de que yo, no era alguien que se tomara las cosas con total tranquilidad; ni mucho menos.

Esta situación era completamente incomprensible, como todo pudo cambiar de un momento a otro. Ayer simplemente me preocupaba de sacar una buena calificación en mi examen de italiano y ahora ya no queda nada eso. Ya no podría volver a ver las clases de italiano nunca más. ¿Todo por qué? Era siempre la maldita pregunta. ¿Por qué me está ocurriendo esto a mí?

Por qué de entre todas las personas que pudo haber elegido este psicópata para molestar, ¿por qué tuve que ser yo? Nunca eh sido el chico más popular, y apenas gano lo justo para mantenerme a mí y al departamento, que ganaría una persona así de entrar a mi vida e intentar destruirla de esa forma... simplemente no tiene sentido...

Toco mis labios, volviendo a recordar la foto que vi en aquel entonces. Estaba aterrado... pasaba mis manos por todo mi cuerpo tratando de recordar si fue capaz de percibir a aquella presencia en aquel momento. Pero era inútil, su tacto fue imperceptible para mí. Como si hubiese sido un sueño. ¿Todo esto será parte de una gran pesadilla? ¿Acaso en algo momento me despertare para volver a la realidad? Pellizque mis mejillas en un intento infructífero por despertar.

- Que estúpido... por supuesto que no va a pasar... -abracé mis piernas mientras estaba en el suelo.

Y justo en ese momento, recordé mi pasado, el cómo mis padres después de haberse enterado de aquella novedad cuando les conté sobre mi gusto hacia los hombres, ellos no aprobaron para nada mi orientación.

Ni siquiera mi madre quería verme, con buena intención entendí aquello, y la situación pasó a mayores que hasta la mayoría de mis familiares; incluyendo la algunos que eran cercanos, dejaron de verme con buenos ojos.

Mi propia familia dejó de aceptarme.

Eso era un dolor tan profundo como el de un cuchillo filoso perforando tu piel y entrando en tu interior hasta quedarse atorado, buscando que zona sensible de dentro herir hasta hacerla sangrar.

Así me sentía en ese momento, además de que, un tío de la familia había agarrado una foto donde salía con él y su esposa, y me hizo sentir mal. Ya que era una de las tantas fotos familiares que yo aún conservaba con tanto cariño, y que él decidió destruir enfrente de mis ojos.

Al ser parientes, entendí perfectamente por qué hizo lo que hizo.

Entendí también sus motivos.

Y entonces, por fin supe lo que se sentía ser una burla.

Encima de eso, también me consideraron como una vergüenza.

Humillándome de todas las maneras posibles, burlándose incluso de mí. No aguanté durante esos años de mi adolescencia las burlas, humillaciones, ni siquiera me parecía lindo que, llegarán tan lejos para acosarme.

Tomé la iniciativa esa noche y empaqué todas mis cosas, incluyendo mis fotografías donde salía únicamente yo. Todo lo que estaba en mi cuarto lo metí en mis maletas y por fin, ya estaba más que nunca listo para irme de lo que una vez, llamé hogar.

Nunca pensé que huiría de un hogar tan tóxico, homofóbico e hipócrita. Pero lo hice, conseguí escapar exitosamente. Llamé a mi amigo, ustedes ya conocen su nombre; y él fue quién me acogió en su casa hasta que las cosas se calmaran un poco. Estaba cansado, molesto y confundido. No entendía todavía por qué mi familia llegó a causarme tantos problemas en todos esos días que seguían siendo tortuosos e incluso, difíciles de soportar.

Pero le agradecí a mi amigo por haberme dejado quedar en su casa hasta que consiguiera un trabajo lo suficientemente bueno como para mantenerme y comprar un departamento en la ciudad de Londres. No fue fácil, he de admitirlo.

Ni yo pensaba que, gracias a mi manera de organizar las cosas; me fueran a contratar en un restaurante. "Los restaurantes rara vez te toman en cuenta." Escuché a una mujer decir eso cuando dejé mi currículum sobre la mesa de su escritorio.

- Cariño, aquí serás tratado de la mejor forma, ya que estás decidido a formar parte de nosotros, es un honor para mí recibirte con los brazos abiertos. -dijo ella con el clásico tono alegre.

- Gracias, lo aprecio mucho. -dije sintiéndome un poco caliente en el área de las mejillas, me estaba ruborizando.

- Aprecio también que quieras unirte a este gran restaurante, estoy segura de que al jefe le caerás muy bien. -me tomó de la mano y la puso sobre su mejilla. - Nunca dejes de ser tú mismo, ¿está bien? -besó suavemente mi mano.

- Yo... no sé qué decir. -dije sintiendo como mis mejillas emanaban ese calor típico y me alejé de ella para después acercarme y abrazarla. - Le agradezco mucho por recibirme con su gentileza y su amabilidad. -dije sintiendo las lágrimas salir con insistencia de mis lagrimales.

- No te preocupes por ello, cariño. -me suelta lentamente. - Al jefe le encantará mucho saber que estarás por empezar aquí el próximo fin de semana. -y su cara se formó una gran sonrisa.

Me quedé pensando en aquella frase, ¿aplicaba también para otras empresas o universidades? Me parecía curioso, honestamente.

La secretaria del restaurante era una de esas personas que siempre conoce nuevos rostros.

Ella dijo que no fui el único gay de la ciudad que tanto deseaba conocer y trabajar el área de un camarero. Había ciertas cosas que un hombre con preferencias homosexuales debía de tener en cuenta a la hora de repartir las comidas y bebidas que el comensal siempre esté dispuesto a pedir, no solicitar.

Mi jefe, por otro lado, cuando se enteró de que estaba empezando a trabajar allí; me recibió también con el mismo entusiasmo que la secretaria.

Nunca había tenido ni sentido ante mí tanta amabilidad en un fin de semana.

El jefe del restaurante era quién se encargaba de mi bienestar, y como sabía de mi orientación, él hizo el gesto de que al saberlo; sabía bien que no perjudicaría a mi entorno laboral ni a mis nuevas amistades. Eran una de muchas cosas que tanto me gustaban del sitio donde continuaba trabajando.

- ¿En qué piensas? -la voz de una chica me hizo salir de mis pensamientos en cuestión de segundos.

- Solo pienso en el cómo hubiera sido mi vida antes de trabajar aquí, con ustedes. -me recosté de la pared mientras acomodaba la hebilla de mi correa.

- Fue una sorpresa que te hayan considerado como el mejor empleado del mes. -me dijo con una sonrisa.

- ¿Es por qué tengo una habilidad secreta que siempre me hace destacar? -me acerqué a ella y una sonrisa se formuló en mi rostro.

- Estoy segura de que te tienen un cariño inimaginable -acaricia su muñeca con suavidad sin dejar de mirarme. - ¿Cuál es tu orientación sexual? -preguntó cambiando el gesto de su rostro.

- Soy... -acaricié mi nuca. - gay. -tosí al final.

- ¿Gay? -repitió la palabra que yo dije. - Interesante, chico. -volvió a sonreír.

- ¿Eres homofóbica? -ella negó sin quitar la sonrisa de su rostro.

- Los hombres gay siempre me han dado curiosidad. -posó su mano sobre mi hombro. - Y no, no soy homofóbica, amiguito. -soltó mi hombro y se dio la vuelta para continuar trabajando. - Mantente ocupado, chico, no queremos que nos despidan por ser los principales loros por hablar de más en el restaurante.

Moví la cabeza de forma afirmativa y me apresuré de tal forma que, de manera automática; me puse a continuar con lo que tenía que hacer.

Al ser mi segunda vez ya trabajando en el restaurante, estaba acostumbrado a mi horario, a mis compañeros de trabajo y a la rutina. Era algo que sabía llevar con absoluta tranquilidad. Y además de todo eso, llevaba una reputación que hasta mi jefe llegó a comentar con todos los demás, y hasta vio con buenos ojos la forma tan admirable en cómo me tomaba las cosas.

Responsabilidad y puntualidad, era algo que siempre a él le gustaba mencionar y destacar. Por supuesto que no todos se sentían a mi nivel, porque hacían las cosas de diferentes formas.

(...)

Me metí dentro de la bañera después de haberme quedado profundamente dormido en el sofá. Había olvidado todo aquello relacionado a lo de la universidad. Lo olvidé.

Lo quise olvidar por el bien de mí mismo.

Pero Tadashi me había prometido que investigaría quién fue el responsable de aquel rumor que terminó siendo esparcido por las voces, que yo desconocía de sus identidades.

- Señor Lemphton. -me levanté del sofá al escuchar una voz llamar a mi puerta.

- ¿Diga? -me asomé por la ventana y era un hombre.

- Esto es para usted. -dejó un paquete y un sobre en la alfombra.

- Gracias. -dije desde el interior del departamento y abrí la puerta.

- Que tenga un buen día. -hace un gesto de despedida y se va.

Algo dentro de mí, hizo que mi corazón comenzara a latir con mucha fuerza. Me agaché quedando de rodillas ante la caja y miré el sobre, parecía que alguien se tomó la molestia de poner muchas pegatinas sobre éste. Debajo del sobre estaba una caja de tamaño mediano.

No sabía si agarrar ambos objetos o dejarlos y así hacerme el favor de no seguir viendo ya ese tipo de cosas. Pero, ni modo. Los tomé sin ningún nerviosismo o molestia, si no los recogía alguien más lo haría, y los metí al interior de mi departamento. Los dejé sobre la mesa y agarré el sobre. El que en mí más humilde opinión, era el que más me interesaba ver, y en estos casos, también averiguar qué contenía dentro.

La terminé rompiendo por un extremo para poder sacar uno de los primeros papeles. Se habían tomado también el derecho y, libertad si podría decirse; de escribirme una carta.

¿Aún está de moda hacer eso? O es que, ¿solo por el hecho de que estoy triste alguien se ha dignado en jugarme una de esas bromas de mal gusto? Suspiré tras aquello que inicié y, después de haber sacado los papeles, me dispuse a leerlos.

Y claramente decían lo siguiente:

Para: Daniel Lemphton

De: Eliara Lemphton

Mi querido hijo, para mi más preciado hijo.

Mi joven talentoso, cariñoso y único hijo varón.

Me da orgullo poder haber escrito está carta con tanto esmero, amor y dedicación.

Querido hijo, lamento mucho lo que pasó en casa. Sé que ya estás en otra ciudad, viviendo tu vida de manera independiente, pero, quiero que sepas que... te he extrañado mucho hijo mío, espero que puedas perdonar a tu madre por todo el daño, y las humillaciones que te hemos causado.

Tu padre ha estado igual de preocupado.

Pero no quiso aceptar el hecho de que eres gay, aunque eso es algo que no debamos discutir ahora, debido a que; por razones de la familia. Hemos decidido dejar de hablar de ti.

Pero sabes que yo soy muy sentimental con este tipo de cosas... no podía callar algo que es sobre mi propio hijo. ¿Podrías perdonarme? Aunque sea, escríbeme por este medio si todavía sientes que es necesario que tu madre te deba una merecida disculpa por haberte tratado así. Y de forma muy injusta. Sé que no merecías eso.

Lo entiendo muy bien hijo mío.

Solo espero que puedas perdonarme, y también perdonar a tu padre.

Y si, si de ser posible. También perdones al resto de la familia. Ruego por tu perdón Dani, mi Dani. Espero que puedas perdonarme por ello mi ángel.

Siempre serás mi orgullo, siempre serás mi hijo.

Sin importar si te gustan los hombres o no, te perdonaré y si hace falta, te aceptaré. Ya que eres y siempre has un regalo de dios para mí.

Aceptaré a pesar de que, pese a que los escritos te pinten como un pecador, realmente ninguno estamos exentos de culpa, eres gay pero nosotros le estamos dando la espalda a nuestro propio hijo. Supongo que todos estamos condenados a los ojos de la iglesia, pero al final solo dios puede juzgarnos. Espero tu respuesta hijo mío. Tu padre y yo te hemos obsequiado algo porque, en vista de la situación; y ya que no podemos presentarnos en tu cumpleaños porque tu padre dice que tengo prohibido acercarme a ti. A mí no me importó desobedecer por un día su orden y enviarte está carta que, ansiaba con todo mi corazón, que leyeras.

Espero que pronto pueda ir a verte en la ciudad, y ver cuánto has crecido y madurado.

Seguirás siendo mi pequeño bebé. Mi preciado ángel que decidí traer a este mundo para que enfrentara las consecuencias, y que vino al mundo a quizás hacer la diferencia.

Lejos de todo eso y lo demás, eres mi hijo.

Mi más grande orgullo, el deseo de mi vida en hacerte sentir como parte de la familia.

Espero verte pronto, o tan solo, quisiera que me concedieras el deseo de poder saber que estás bien en donde sea que te encuentres.

Me despido, hijo mío.

Tu madre te ama con todo su corazón.

Atentamente...

Eliara Lemphton.

Gloucester, Inglaterra.

            
            

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