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Así que la hora había llegado, Alex estaba en el aeropuerto junto a Callum este de brazos cruzados y ceño fruncido como si alguien le hubiera ofendido de la peor forma, el chico había sido muy claro que su regreso a Londres no le hacía gracia en lo absoluto, Alex le miró y sonrió con cariño, y se corrió un poco en su propia silla para estar más cerca del chico y dejar caer la cabeza sobre la cara exterior de su brazo, Callum muy metido en sus pensamientos y planes de cómo secuestrar a Alex y mantenerlo para sí mismo, se tensó por el repentino movimientos antes de relajarse y mirar a un lado en
contrando la cabellera rubia del chico en cuestión.
Volverás a tu hogar en algún momento y no servirá de nada. No lo hará por un tiempo, recordó las palabras de Callum, y odió que tuviera razón, aún así y con las manos temblando se dijo que debía tranquilizarse, dejó los bolsos a un lado y se acercó hasta el pelinegro, no quería cruzar palabras, pero no podía dejarlo allí obviamente, Vincent no dijo nada excepto un gruñido y alguna otra cosa incoherente cuando intentó despertarlo, Alex sabía que no lo haría por un simple movimiento, el tipo caía como roca, buscó entre los bolsillo de la chaqueta oscura de cuero encontrando el móvil, un smartphon negro con boder dorados, lo prendió, tenía contraseña, bueno, mierda, probó con el cumpleaños del chico, no bien, el día que anunció su noviazgo, no esa tampoco, le miró, ahora con la cabeza hacia atrás y todo el rostro al descubierto, la tentación de apartar el cabello de su rostro llegó con fuerzas antes de suspirar e intentar con la mayor estupidez del mundo, casi queriendo llorar cuando la clave fue correcta.