- Como son los mayores, la reina juzgó necesario confiarles a ellos las reglas y cómo debemos comportarnos a partir de ahora – razonó Zlatan – además, sería extraño que saliéramos todos con apenas unos cuantos días de casados.
- ¡Uf! ¡Otra vez las benditas reglas! – resopló Uziel, inflando las mejillas.
- Al menos nuestra esposa parece una buena persona – dijo Zlatan – pero sospecho que decidió tomarnos como esposos por otras intenciones.
- ¿Por qué lo dices, hermano?
- Solo es una suposición. Por ahora, centrémonos en la misión.
El palacio contaba con un estacionamiento con distintas clases de vehículos. Como cada príncipe tenía de escolta a un par de soldados, eligieron un coche de ocho asientos. El chofer a cargo les atendió, haciéndoles una reverencia y diciéndoles:
- ¿Dónde desean que los lleve, majestades?
- Queremos ir a la mansión del barón Orestes, primero – respondió Zlatan – luego, visitaremos a la duquesa Sofía
- ¿Y por qué iremos a visitar al barón? – preguntó Uziel - ¿No me digas que quieres comprar alguno de esos juegos de imágenes en movimiento?
- En parte sí – admitió Zlatan – Pero te olvidas que él mantiene contactos con muchas personas de distintos estatus sociales. Quizás pueda ayudarnos en este caso.
Los dos muchachos subieron al vehículo y el chofer, de inmediato, arrancó el motor y marchó directo hacia la mansión del barón Orestes.
Durante el trayecto, Zlatan revisó un folleto, donde figuraban todos los modelos de juegos de reciente lanzamiento. Señaló uno donde aparecía un puercoespín de color azul y le dijo a Uziel.
- ¡Es esto lo que quiero! El barón Orestes anunció que creó una nueva versión del juego llamado "Hombre bigotudo vs puercoespín azul". Según dicen, era muy popular en los tiempos del "Viejo Mundo" donde existían esas cosas extrañas.
- ¿Pero qué clase de juego es ése? – preguntó Uziel.
- Según la descripción de este folleto, el jugador debe hacer que el hombre bigotudo se pelee contra el puercoespín azul para salvar a una princesa encerrada en un hongo.
- ¡Oye! ¡Espera un rato! ¡Conozco ese cuento! – dijo Uziel, agitando las manos – recuerdo que la anterior reina nos lo contaba de pequeños. Pero... ¿Qué no era un dragón el villano? ¿A poco existen los puercoespines azules?
- Es más realista un puercoespín que un dragón – dijo Zlatan, encogiéndose de hombros – Además... ¡Quién sabe! Muchas especies de animales se extinguieron en el pasado por culpa de la civilización del "Viejo Mundo". Si bien todavía no hay hallazgo de fósiles de esa especie de puercoespín, es muy probable que hayan existido. Pienso que la ex reina Aurora se confundió ya que, en su infancia, eran más populares las historias de dragones y brujas malvadas que secuestraban príncipes para causar el caos en el mundo.
- Eso último sí me lo creo: nosotros vivíamos cautivos en el palacio del reino del Este con esa tal reina Jucanda... aunque no lo recuerdo.
- La "tal reina Jucanda" es nuestra madre. Llámala como se debe.
Uziel esquivó la mirada ya que, como casi no tenía recuerdos de ella y nunca los contactó directamente, no la reconocía como su madre. Pero prefirió evitar esa conversación y cambiar de tema.
Tras unas cuantas horas de trayecto, llegaron a la mansión del barón Orestes. Era una construcción de piedras muy llamativas con algunos adornos de serpientes doradas. Mientras el chofer fue a aparcar el auto, los dos hermanos anunciaron su llegada a los guardias.
- Somos los príncipes Zlatan y Uziel. Queremos ver al barón Orestes.
- Está bien. Pueden pasar, majestades.
La sala de visita lucía muy pulcra, con las paredes estampadas con motivos de serpientes y algunos artículos tecnológicos del pasado, puestos en vitrinas tal cual si fuesen un gabinete de curiosidades.
Mientras los muchachos apreciaban esos objetos, el barón Orestes los recibió, diciéndoles:
- ¡Bienvenidos, jóvenes príncipes! ¡Hace tanto que no nos vemos! ¡Vengan, tomen asiento!
Los dos príncipes se sentaron en unos sofás bien cómodos, mientras el barón mandó a su mayordomo a que les sirviera algo de beber. Mientras se saciaban, el buen hombre les preguntó, con entusiasmo:
- ¿Han venido por las últimas novedades? ¡Son de reciente lanzamiento!
- Sí, hemos veni... - comenzó a decir Zlatan, pero sintió que Uziel le dio un codazo a un costado, a modo de hacerle recordar el para qué estaban realmente ahí – Quiero decir, en parte sí. Pero, también, queremos preguntarle algo. Sabemos que mantiene contacto con muchas personas y pensamos que nos podría facilitar algo de información sobre la misión que nos encomendó nuestra esposa.
- ¡Guau! ¿Apenas llevan días de casados y ya les encomiendan misiones? – exclamó el barón, asombrado.
- Sospecho que nos echó porque somos menores – dijo Uziel, luego de tragarse el té de una y haciendo que Zlatan lo mirara con desaprobación por sus malos modales.
- Es cierto, la verdad se me hace extraño que los haya incluido en el plan de bodas. Pero bueno, son cosas que pasan con bastante frecuencia dentro de la realeza, ¿No? Bien, dejémonos de rodeos y díganme en qué puedo serles útiles, majestades.
- Estamos averiguando sobre el caso de las extrañas desapariciones de niños en distintos ducados del país – explicó Zlatan - ¿Conoce a alguien que sufrió de eso y que nos pueda proveer de información?
El barón guardó silencio y cambió su semblante. Y es que conocía a muchas personas que perdieron a sus hijos por culpa de esos bandidos. Muy pocos fueron hallados y, tras el cambio de mando, la nueva reina poco o nada hizo al respecto para solucionar el problema.
Zlatan, intuyendo lo que podría estar pensando el barón, le dijo:
- Nuestro hermano, Brett, ha hablado con la reina y ella accedió a iniciar su mandato protegiendo los ducados del Sol y de Jade como muestra de su "amor" hacia nosotros. Pero ahora le vinieron cartas de otros pueblos que sufren lo mismo y la misma duquesa Sofía contactó con nuestro hermano mayor para que la orientara en el caso.
- Sí, escuché de ella – dijo el barón Orestes – Apenas le dieron las tierras y ya tiene problemas. Sin duda este nuevo periodo de mandato será el más complicado de todos.
- ¿Acaso está en contra de la democracia, señor? – le preguntó Uziel.
- Tengo sentimientos encontrados – respondió Orestes, con sinceridad – la ex reina Aurora todavía es muy joven como para haber abdicado. ¡Tenía mucho trayecto por delante! Pero es su decisión el de abolir la monarquía hereditaria y, también, considero que nos haría destacar de los demás reinos que se mantienen en el mismo régimen. Al menos es mucho mejor que la idea de la nación comunitaria que planteaban los antimonárquicos en sus tiempos de mayor esplendor.
El barón hizo una larga pausa y los príncipes no comentaron más nada. Luego, a modo de evadir ese tema, continuó con lo que iban:
- Según las fuentes, el pueblo Verde fue el primer lugar donde surgieron las primeras desapariciones. Pero en ese entonces, la reina Aurora intervino directamente y solucionó el problema asignando un nuevo alcalde que podría elaborar un plan de defensa efectiva contra esos bandidos. Sin embargo, pienso que pueden visitarlo, si está en sus posibilidades, para recopilar los testimonios de los pueblerinos. Así sabrán cómo rastrear a esos bandidos y poner fin al problema.
- Gracias por la ayuda, señor – dijo Zlatan – será útil para nuestra investigación. Por cierto, ¿tiene los nuevos juegos disponibles?
- ¡Claro que si, majestad! – dijo Orestes, recuperando su sonrisa y entusiasmo - ¡Enseguida se lo traigo! Y por cierto, si no es mucha molestia, ¿puedo sacarle una foto? ¡A la gente le encanta ver a celebridades comprando juegos de moda! ¡Y sin duda, un esposo de la reina será una buena publicidad para aumentar mis ganancias!
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Brett estaba paseando por el patio del Palacio, pensando en muchas cosas. Entre ellas, las promesas que la reina les hizo si se mantenían siempre a su lado.
"Me pregunto si realmente era necesario que se casara con los cuatro", pensó Brett. "Pero, aún así, estoy entusiasmado. Pensar que podemos ayudar a muchas personas siendo esposos de la reina... a todo esto, ¿será que Zlatan y Uziel lograron algo en su salida? Espero que no se entretengan demasiado ahí afuera"
Cerca del árbol de naranjo vio que habían instalado un banquito. Pensó que eso era algo nuevo, debido a que en sus visitas anteriores al palacio nunca lo vio ahí. Recordó que, en los primeros años de estancia en el país, solía visitar el palacio con sus hermanitos porque la reina Aurora habilitó un espacio para leerles cuentos a los niños. El joven príncipe aprovechaba esos horarios para ir a leer o entrenar en el campo de entrenamiento. Supuso que fue durante esos periodos en que los nobles se fijaron en él y quisieron forzarlo a casarse con ella, pero por suerte las cosas no resultaron así y vivió lejos de la vida protocolar del palacio por diez años.
"Me pregunto qué habría pasado si me casaba con Aurora", pensó Brett, con temor. "Por suerte, ella ya estaba comprometida con otro hombre, aunque los nobles no aprobaban su relación porque se trataba de un plebeyo. Aún así, si cedía a la presión, seguro que mi vida habría sido un infierno. Por suerte no pasó".
Se sentó en el banquito y vio que, de nuevo, un par de guardias se le acercaban de forma amenazante. El príncipe suspiró, pensando que posiblemente habría alguna norma oculta de que estaba prohibido sentarse en el patio. Pero estos soldados, repentinamente, se desviaron del camino. Eso le llamó la atención a Brett debido a que tenían toda la pinta de que irían a agredirlo. Pero entonces, escuchó un fuerte sonido de respiración en su nuca y la voz ronca de su hermano pelirrojo, comentando:
- ¡En verdad que esos soldados no aprenden! ¿Qué les hizo el dulce y gentil de MI Brett para querer dañarlo?
- Eber, ya hablamos de esto – dijo Brett, sin girar a mirarlo – Puedo lidiar con mis problemas solo.
- Pero una ayuda extra no te vendría mal de vez en cuando. ¿No? – dijo Eber, quien se colocó delante de él y se arrodilló, a modo de súplica – por favor, Brett, deja que te ayude. De los cuatro, soy el más fuerte. Y, a diferencia de ti, soy más saludable y no me rompo con facilidad.
- Sí, sé que eres fuerte. Pero, como tu hermano mayor, debo protegerte – le recordó Brett – así es que sigue mis órdenes y protege a los más pequeños. Yo me encargaré de guiarlos, como siempre. ¿Cuento contigo para eso?
- Está bien, hermano. Usaré mi fuerza para proteger a los pequeños.
Mientras conversaban, la reina Panambi se acercó a ellos y, con una radiante sonrisa, les dijo:
- ¡Me alegra haberlos encontrado, queridos esposos! Hoy tengo un poco de horas libres y quería aprovechar para invitarlos a un tour por el palacio.
- En re... realidad, ya vi... visitábamos este lugar desde niños – dijo Brett, poniendose repentinamente incómodo ante la presencia de su esposa – a... además, usted es la re... reina... no debería tomarse esas mo...
- ¡Aceptamos el tour, querida esposa! – intervino Eber, mostrando una amplia sonrisa – Perdona a mi hermano mayor esquivo, es un nerd antisocial que no sabe cómo tratar con las mujeres.
- ¡No soy un nerd antisocial! – reclamó Brett, con las mejillas infladas – solo que...
- En realidad, hubieron algunos cambios en la infraestructura del palacio – dijo Panambi – ahora contamos con una sala de juegos, un SPA y un helipuerto. También ampliamos el campo de entrenamiento, así es que será como si visitaran un nuevo lugar.
- ¡Guau! ¡Es mejor que un hotel de lujo! – dijo Eber, con una amplia sonrisa.
Panambi tomó los brazos de sus esposos y los estiró hacia sí, para iniciar con el recorrido. Brett, al sentir el tacto directo de su esposa, se puso repentinamente coloreado y se sumergió en su mutismo. Eber, por su parte, amplió aún más su sonrisa aunque también se sonrojó al estar con la reina.
- ¡Guau! En verdad son sorprendentes – dijo Panambi, mientras comenzaban a caminar - ¿Quién diría que unos muchachos delgados y casi sin musculatura fueran tan fuertes?
- Es parte del entrenamiento de príncipe, esposa nuestra – respondió Eber – tanto Brett como yo estamos en este país desde niños, pero decidimos seguir con el entrenamiento impartido en nuestro reino para apoyar al hermano mayor en sus misiones.
- ¡Déjame adivinar! ¿Los príncipes del Este entrenan para ser fieros guerreros pero con apariencias angelicales?
- ¡Exacto! ¿Eso también les enseñan en el instituto?
- Algo así. Las aspirantes a reinas debemos conocer a fondo cómo funciona la realeza de los demás reinos vecinos para fomentar la tolerancia y empatía entre naciones.
- Me parece muy bien.
Los sirvientes que pasaban por los alrededores miraron divertidos al extraño trío que conformaban la reina y los príncipes mayores. Los guardias que quisieron agredir a Brett hace un rato, por su parte, los miraron con malos ojos. Y es que eran de esos que los odiaban por sus orígenes y estaban dispuestos a buscar cualquier pretexto para humillarlos y hacerles desear el arrepentirse por casarse con la nueva reina.
- A este paso, esos príncipes tomarán el control de la nación – dijo uno de los guardias.
- Pero no podemos atacarlos. Recuerda lo que pasó con uno de nuestros colegas – dijo su compañero.
- En ese caso, ¿si apuntamos al hermano mayor? ¿El que se casó con esa horrible condesa que entregó nuestra nación en bandeja de plata hace dos décadas?
- Escuché que es de los príncipes más fuertes. Recuerda que él lideró todo un ejército en su juventud.
- Pero eso fue antes. Ahora ya está fuera de forma por dejar su entrenamiento. Aprovechemos que está por la Capital para atacarlo y, así, usarlo de advertencia contra esos prepotentes príncipes, que se creen la gran cosa por nacer en cuna de oro.
- ¡Sí! ¡Démosles una lección, que sepan que ni sus títulos los salvarán de nuestra sed de venganza!
Con eso en mente, los dos soldados se dirigieron rumbo a la Capital.