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Un instinto profundamente arraigado en mí, pateó mi mente de vuelta a la consciencia, arrancándola de los amorosos brazos de Morfeo. No me moví, no cambie el flujo de mi respiración, nada en mi apariencia delataba mi vuelta a la vigilia. Para todo cuanto importaba estaba tan comatosa como antes.
Al amparo de la oscuridad de la madrugada entreabrí los ojos. La mano descansando bajo mi almohada se cerró sobre el arma que suelo guardar bajo esta.
El cuarto estaba oscuro, pero gracias a los finos haces de luz de una noche con luna que se filtraban a través de las persianas abiertas pude ver una sombra acercarse sigilosa a mi cama. Continúe respirando suavemente, dejando escapar el ocasional ronquido mientras un hilillo de baba goteaba de la esquina de mi boca.
La sombra se detuvo y el conocimiento de que alguien me miraba fijamente en un momento en que se supone estaba indefensa, mando fuego por mis venas. Mierda, eran malas noticias cuando mi temperamento salía a jugar.
Mis dedos picaron por apretar el gatillo, pero obligue a mis músculos a mantenerse relajados. Y con únicamente el sonido de mi ventilador traqueteando como música de fondo me pregunté a quién demonios había irritado tan mal como para mandar a alguien tras mi culo.
Y antes del café para colmo.
El ventilador alcanzó una curva y se atascó ligeramente traqueteando, el que fuese de madrugada no cambiaba nada en absoluto y el calor continuaba siendo -como siempre- un ente palpable. Mi pobre ventilador lo estaba haciendo lo mejor que podía dentro de sus fuerzas, pero como bien señalaba el sudor goteando entre mis pechos y transpirando mi piel, era una guerra perdida contra el país del eterno verano.
"¿Cuánto tiempo más tengo que esperar? Esperate un momento, ¿por qué siquiera estoy esperando? ¿Seré idiota?"
Ni corta ni perezosa, apreté la culata de mi escopeta recortada de doble cañón, una antigua belleza, vestigio de la juventud de mis bisabuelos y de una época en que las armas de fuego no eran un bien ilegal y restringido a tan solo un pequeño y selecto grupo de la población cubana.
Al parecer no fui la única en impacientarse porque justo en ese momento mi aspirante a atacante se decidió finalmente a actuar, aun así, el no esperaba que estuviese despierta, razón por la que me moví primero. El ataque era la mejor defensa y más si viene arreglado con un bonito listón de sorpresa.
Lancé las sabanas a su cabeza al mismo tiempo que giraba y le atizaba una patada en pleno pecho. Decisión que lamente profundamente un segundo después cuando mi pie impactó contra el intruso.
Vi chiribitas mientras sentía como un corrientazo de dolor se arqueaba desde este todo el trayecto hasta mi cerebro. Fue como meterle una patada a la esquina de una pared, doloroso y acalambrante como el infierno, pero desmayarse no era una opción.
Así que engaveté el dolor en el último compartimento de mi cerebro y aprovechando el desequilibrio del idiota cerebro de piedra, invadiendo mi privacidad, salteé sobre este. Muy literal lo de idiota cerebro de piedra, teniendo en cuenta que el invasor era nada más y nada menos que un Habitante.
No volví a golpearlo, soy demente no idiota, y pese a lo que muchos quieran pensar no era lo mismo ni se escribía igual.
Caímos al suelo, el intruso sobre su espalda y yo sentada sobre su pecho. Amartillé mi escopeta contra su sien mientras sentía mi pie hincharse. Contuve la mueca de dolor pugnando por salir.
-Aguarda, resolvamos esto tranquilamente. - Una conciliadora voz masculina provino desde el tipo bajo mi peso.
Le enseñé los dientes.
-Ah, y luego dirás que es mejor pedir perdón que permiso, ¿no? -Uff, y el hecho de que me encontrara semi desnuda ante un perfecto extraño no me hacía particularmente feliz, más bien elevaba mi temperamento a proporciones épicas.
Apreté y froté la boca de los dos cañones contra su piel. Total, que siendo el tipo de Habitante que era probablemente fuese como la picada de un mosquito. Hice un alto... "Aunque pensándolo bien, incluso las picadas pueden llegar a ser irritantemente molestas."
Con este tipo de pensamiento feliz continué lo que hacía. -Ahora bien, ¿Qué demonios hace una gárgola en mi habitación?
Le oí bufar, aparentemente disgustado por mi tono de voz.
-Solo porque me hayas derribado no te da derecho a ser altanera humana.
Arqueé una ceja, ¿de verdad?
-Bueno, esta humana te va llenar de más agujeros que a un colador, si no desembuchas de una vez, ¿capisci? - Canté en mi tono más dulzón.
Y para probar mi punto, desvié ligeramente los doble cañones recortados y apreté el gatillo. Los cañones cambiaron sutilmente de color, un pulso iónico hendió el aire –nunca dije que fuese un arma común y moliente, ¿eh? - y una fina línea se dibujó en la oscura mejilla de la gárgola.
Astillas de piedra volaron por los aires e hice una mueca. Joder, Brown querrá un fragmento de mi por esto. Por suerte esta vez tenía el silenciador puesto.
No creo que el Jefe de Sector comprara nuevamente la excusa de que accidentalmente puse la emisora equivocada y una de esas estúpidas canciones de reguetón con el Po-po-po como ritmo había vuelto a salir.
Dos ascuas rojas se encendieron en la semi-penumbra. Jujuju, alguien está enojado, ¿vas a llamar a mami?
-¡Ah ver Cher ! Probemos una vez más, ¿Qué carajo haces en mi dormitorio gárgola de pacotilla? ¿No te han enseñado a no invadir la privacidad de una dama?
Y si me pregunta que cuál dama, juró que le pongo sus joyas familiares de adorno en la garganta. Detectando el matiz de peligro en mi voz o bien percibiendo mis intenciones con ese instinto que cada hombre parece poseer, la gárgola elevó las manos en son de paz.
-Tranquila, Merca . Hablemos de esto calmadamente. - Entrecerré los ojos y el tipo carraspeó. -Bien, en realidad busco información.
Respiré hondo...
-¿Es en serio? Porque por la manera en que te escurriste dentro de mi dormitorio te parecías más a un ladrón o un violador, y no un cliente potencial. - Mi mandíbula se aflojó con incredulidad, pero no me relajé. El cañón continuó presionado tranquilamente contra la sien de la gárgola.
-Soy una gárgola, no puedo venir precisamente en horas de oficina, ¿no crees? Me petrificaría sin siquiera poder alcanzar el timbre. -El tono de voz era de educado sarcasmo. -Ahora, ¿podrías dejar de apuntarme?
-Hmp... dejame pensarlo. -Apreté los cañones calientes. -No, creo que no. ahora canta como si no hubiera un mañana o tendré un nuevo adorno de patio cuando salga el sol.
-Tan salvajes como siempre.
Quité el seguro otra vez y tensé el dedo sobre el gatillo. Cuando estas entre las formas de vida más débil del mundo rápidamente aprendes a pelear sucio y sin tapujos. El orgullo y el honor era para los poderosos y por desgracia para la humanidad, no éramos los peces más grandes del estanque, ni por asomo. Por suerte éramos tan tenaces como cucarachas e igual de difíciles de matar.
Al parecer comprendió que no me movería, porque empezó a cantar fácilmente.
-Bien, estoy buscando a una prófuga de Gargon.
Gargon era como obviamente se podía intuir el Reflejo del que procedían las gárgolas y uno de los muchos Reflejos oscuros que existía. Por lo que sabía, su superficie nunca había sido alumbrada por los rayos de luz diurna. La vegetación era escasa por no decir que inexistente y los animales seguían el mismo patrón, por suerte para las gárgolas, rocas, minerales y gemas eran lo que más abundaban en este. Gargon era una de las principales potencias en la exportación y explotación de estos recursos. La minería y la escultura todo un arte para ellos.
-¿Quién eres?
Pausadamente y con movimientos suaves me enseñó el comunicador en su muñeca, no pude evitar darle una mirada verde. Tocó la pantalla de este y una imagen holográfica apareció.
Ziskazz, ranger de las fuerzas armadas de Gargon.
Parpadeé y con lentitud me levanté de encima del agente. Tratando de no cojear, puse cierta distancia entre los dos, para luego encender la lamparita de luz en la mesita de noche al lado de mi cama.
La escopeta colgaba relajadamente de mi mano.
Luz iluminó repentinamente, llenando de claridad el dormitorio. La gárgola, Ziskazz, se levantó imitando mis movimientos. Dos metros con treinta de altura, cuerpo delgado y esbelto, cabello negro y ojos rojos, venas rojas surcaban su piel de obsidiana. Hice una mueca en solidaridad de mi pobre pie hinchado, porque como bien sabía, no solo se veía como la obsidiana también era tan dura como una.
Vestía jeans y camiseta, diciéndome que era perfectamente capaz de confundirse entre una multitud cuando activaba su Glamour. A diferencia de Kagea, esta gárgola era de una casta no alada, por lo que sus alas no serían una preocupación al respeto.
Fingiendo que no me sentía incomoda de tener a un macho de otra especie en mi dormitorio cuando solo vestía una camiseta fina de algodón gris y un par de short igual de cortos le dije.
-Te escucho.
La gárgola hizo una pausa, pareciendo ordenar sus ideas.
-Metro noventa y ocho. Piel, cabellos y ojos grises, alas de bronce. - luego apretó otro botón en su enlace y la imagen de una gárgola femenina flotó en medio de mi dormitorio. Mi garganta se tensó al instante. -¿La has visto?
Manteniendo mi lenguaje corporal bajo un férreo control, le dije como a quien no le importa la cosa. -No estoy segura. Hay un buen número de gárgolas viviendo en Santiago.
Hice una ligera pausa y pregunté lo más profesionalmente posible. -¿Bajo que cargos se le busca? ¿Y de cuanto es la prima por su captura?
¿Y por qué una imagen con ese nivel de calidad no venía con un nombre, edad y más información? No parecía una toma de seguridad, así que no era descabellado suponer que el Ranger contaba con más información.
"Aquí hay gato encerrado."
Los inexpresivos ojos rojos titubearon durante un segundo y supe que cualquier información que saliera por su boca sería una mentira. Mi cuero cabelludo se enfrió al instante.
-Hurto mayor... La colaboración no es necesaria, solo necesito información para determinar su paradero.
Sí, seguro que sí.
-Bueno, no sé nada. -me encogí de hombros. -Déjeme sus datos y si encuentro algo le venderé la información por el precio justo.
Eso es, Elli. Actúa como la mercenaria que eres.
Los rasgos de la Gárgola se retorcieron con repugnancia tal y como esperaba. Gracias a mis hermanos de armas, la reputación del Gremio de Mercenarios era cualquier cosa menos respetable. Sin embargo, esta mala reputación era bastante útil para mí en ciertas ocasiones.
Intercambiamos números y luego lo acompañé hasta la salida. Me apoyé contra una columna del portal y le vi desaparecer en medio de la oscuridad.
-Un poco tarde para una visita social, ¿no crees, Elena?
Almibarada y ronca voz masculina cargada con buenas dosis de sarcasmo se deslizaron por mi columna vertebral, mandando escalofríos por mi piel.
Quise poner los ojos en blancos.
¿Qué pasa con esta noche de todas formas? ¿Era el día de sorprender a Elena y nadie me envió el memo o qué?