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Salgo de la universidad a las 4 de la tarde y me dirijo con rapidez a la tienda de música, deseo que me dejen cubrir el turno desde las 4, sin descontarme el hecho de llegar unos minutos tarde.
-William, de nuevo 10 minutos tarde. -Dice el señor Ger, mostrándome el reloj. El señor Ger es el dueño de la tienda un hombre mayor, pero bien conservado y que disfruta mucho de su trabajo. Aunque parece disfrutar más pasar tiempo con sus nietos, por lo que abandona la tienda en la mayoría de mis turnos y me da a cargo por completo los fines de semana. No es que me explote laboralmente, de hecho, me dice que es mi decisión abrir o no los fines de semana y casi siempre abro si no tengo mucho trabajo de la U, de cualquier forma, son horas extras, ¿quién no acepta un par de billetes de más?
-Lo siento, señor Ger. Salí a las 4 de la universidad y vine lo más rápido que pude.
-Bien, bien. Que no se repita y ya sabes qué hacer. -Dijo mientras se dirigía a su oficina a traer sus cosas para irse del local, es lo que sucede siempre, incluso se ha vuelto una especie de slogan la frase "que no se repita" porque se repite casi a diario. Aunque supongo que él entiende, no hay manera de salga de clase a las 4 y esté aquí a la vez tomando turno a las 4, no tiene sentido.
-Cuídate, muchacho. -Dice el señor Ger antes de salir por la puerta principal y arreglar su boina antes de emprender la caminata a dónde quiera que vaya.
Me quedo organizando la tienda y en la espera de que algunos de los clientes que están mirando decidan comprar. Ofrezco mi ayuda a algunos, pero como la mayoría de las veces recibo malas miradas o los clásicos "sólo estoy mirando". Cuando iba a comprar también lo hacía, pero no era consciente de lo incomodo que puede ser para el vendedor que sólo intenta hacer bien su trabajo. Sin embargo, no importa mucho porque después de tanto tiempo ya me he acostumbrado. En el peor de los casos sólo debo quedarme parado aguardando que tomen su decisión, no es mi problema cuánto tiempo les tome y tampoco me niego a ayudarles si al final ellos mismos son los que me buscan. Luego de vender un par de discos de la promoción del día, me siento detrás de la recepción a anotar todo en el inventario que llevo en Excel, prefiero registrar todo lo que vendo en el transcurso de día para no tener que quedarme al final en tiempo extra.
Mientras hago el registro escucho el sonido de la puerta que anuncia que ha ingresado alguien, me extraña escucharlo dos veces. Levanto la mirada y veo a alguien recogiendo algo del suelo y volviendo a ingresar. Entonces, entra un chico alto y acuerpado, de cabellera negra y facciones del rostro sutilmente marcadas. Ingresa directo a la zona donde se ubican las promociones, se queda ahí lo que llega a parecer una infinidad de tiempo y yo como un idiota no puedo evitar mantener mi mirada puesta en él, como si estuviera aguardando que algo pasara. Analizo cada detalle de su vestimenta, en general no me suele parecer muy llamativa la vestimenta de clásico rockero y eso que practico y hago de esa música. El chico lleva unas botas negras sencillas, no tienen adornos extravagantes o algo así, un jean azul oscuro, una camiseta holgada de color rojo que no deja ver por completo la figura de su cuerpo y lleva en uno de sus brazos una chaqueta de cuero negra, creo que eso fue lo que se le cayó antes de ingresar.
Dejo de mirarlo tan descaradamente cuando él me mira extrañado, creo que sentiría mis ojos sobre él analizándolo cada centímetro, en verdad me avergüenza mi actuar, pero ha sido inevitable no hacerlo, me he dejado llevar de manera inconsciente por el placer visual que me causa su presencia. Cuando finalmente termina de elegir lo que va a llevar se dirige hacia mí, me siento algo nervioso, lo cual es ridículo, él pone las cosas en el mostrador como si supiera que soy incapaz de recibírselas de manera directa, mano a mano. De cerca puedo notar que tiene los brazos tatuados y que se marcan de manera sutil las venas de sus brazos, le recibo el dinero y empaco sus cosas. Él sólo agradece y se retira de la misma manera en la que entró, camina imponente hacia la salida, como si para cada paso que da le pesara un montón el sólo hecho de levantar su pierna y avanzar.
Por estar observándolo de forma tan detallada o como diría Jess "enfermiza", ni siquiera me percaté de que había dejado su chaqueta sobre el mostrador. Entonces, corro con la chaqueta en mis manos para intentar alcanzarlo, cuando estaba por llegar a la puerta un impulso "de idiotez" me lleva a acercar mi chaqueta a mi rostro y olerla, de inmediato un aroma dulce, pero imponente invade mis fosas nasales. Mientras estoy deleitándome con el aroma el chico ingresa a la tienda y me observa extrañado y con algo de repugnancia.
-Ja, creo que esto es mío -dice y toma la chaqueta de mis manos. -Gracias, supongo -Dice mientras da la vuelta y sale de la tienda, yo no pude decir ni una sola palabra, sólo conseguí sonreír levemente cuando él ya se había dado la vuelta y más que una sonrisa gentil, se trata de una risita nerviosa porque muero de pena por la forma en la que actué, ese chico debe pensar que soy un imbécil. La verdad no sé qué mierda ha pasado, parecía como si yo estuviera acechando a ese muchacho, me sentí tan extraño que ni siquiera pude controlar de alguna forma mi actuar; es indudable que ese chico me atrae y hace tiempo no sentía este tipo de atracción por alguien, lo cual lo hace un poco más raro.
Apenas van a ser las 8 de la noche, hace una hora conocí a aquel chico y no he podido sacarlo de mi cabeza. Parece ese enamoramiento a primera vista en el bus al que tienes que renunciar porque sabes que es casi imposible volverte a encontrar con esa persona que tenía aspecto de ser el amor de tu vida, sé que parezco exagerado, pero estoy seguro que todos hemos sentido esa sensación al sólo ver a alguien y ni siquiera podemos comprobar que estábamos en lo cierto o equivocados porque simplemente no volvemos a ver en la vida a esa persona y como diría mi querida Jess "es bonito y está bien, no le des tantas vueltas que terminarás mareado y todo vomitado".