Secreto de MUJER
img img Secreto de MUJER img Capítulo 2 La cita
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Capítulo 6 La fiesta img
Capítulo 7 Desesperación img
Capítulo 8 Confianza img
Capítulo 9 Un gran golpe img
Capítulo 10 Darío Tenet img
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Capítulo 2 La cita

Supongo que toda historia de amor comienza con una cita y ésta vez no podría ser la excepción. Yo estaba dispuesta a todo por ese hombre así que me emocionaba mucho la idea de salir a comer con él. Teníamos una cita para el sábado en el restaurante italiano "Lo Sputino", era un lugar muy caro como para una cena, imagino que lo hacía para impresionarme, pero para ser sincera la verdad era que ese hombre me tenía tan embelesada por él que si me fuese invitado solo a comer helados sería la cita perfecta para mí si era a su lado.

El día llegó y estaba tan nerviosa que busqué en mi closet varios atuendos que probarme para impresionarlo.... Colocaba cada muda de ropa sobre la cama e iba descartando cada prenda cada vez que me veía en el espejo de mi habitación, sentía que nada me quedaba acordé para estar al lado de mí acompañante.

Las horas pasaron muy rápidamente mientras me probaba la ropa, se me estaba haciendo tarde. bien dicen que las horas del día son pocas para todo lo que nos proponemos y éste estaba siendo mi caso. Decidí usar un vestido largo color negro con escote en la espalda, un peinado de chongo en el cabello y unos tacones altos color plata.

Toc, toc, se escuchó sonar la puerta, baje rápidamente las escaleras del segundo piso para poder abrir, sabía que era Carlos que había llegado por mí para nuestra gran cita.

- Hola - Dije apenada mientras abría la puerta.

- Hola - dijo ese elegante hombre vestido de traje con un saco negro y un ramos de rosas en sus manos - Éstas son para tí - decía entregandome el ramo de rosas rojas muy hermosas.

- Gracias - Tomé las rosas para posteriormente olerlas - No debiste molestarte - Sonreía mientras agachaba la mirada mostrando un rubor natural en mi rostro.

- Estás muy hermosa esta noche - decía admirandome - Nos vamos? - preguntó extendiendo su brazo formando un arco del cual podría sujetarme.

- Claro - sonreí caminando hacía él para tomar su brazo y emprender el viaje a mi cita soñada.

Viajamos en su coche sin decir ninguna palabra, dejábamos que nuestras miradas hablarán por si solas. Al llegar al restaurante abrió la puerta del auto para mí extendiendo su mano como un príncipe para ayudarme a bajar de el.

Teníamos la mejor mesa reservada para nosotros justo al lado del cristal de langostas, de fondo sonaba "Storia D'amore" de Adriano Celentano, una canción romántica que hacía el ambiente muy ameno.

La noche transcurrió entre risas, narrando historias de nuestra niñez para conocernos mejor. Los roces involuntarios de nuestras manos eran frecuentes, sin poder evitar soltar alguna que otra sonrisa al momento de que ésto sucediera. Comer un exquisito risotto como plato principal siendo el mejor platillo que podía ofrecer el restaurante, era la excusa perfecta para admirarnos mutuamente de manera directa a los ojos sin decir nada, dejando que nuestras miradas dijeran palabras inexistente que nuestras bocas serían incapaz de pronunciar. Muchas veces olvidaba que nos encontrábamos rodeados por decenas de personas, puesto que él hacía sentirme tan bien, tan relajada, tan segura de mí misma, que era fácil olvidarme del resto de mundo solo con arrojarme en el fascinante río de su presencia envolvente. Fue allí que supe que quería ser de él, aceptar cualquier cosa si era junto a él. Las personas son como los libros, algunos nos engañan con su portada, mientras que otros nos sorprenden con su contenido. En el caso de Carlos, su publicidad era muy buena, lástima que tardaría mucho tiempo en leer su contenido real.

- La noche ha sido maravillosa. La música, la comida, el servicio... La compañía - Carlos miró mis ojos de forma repentina con una expresión lo suficientemente pícara para hacerme sonrojar al instante. Intenté disimular esa emoción que provocaba en mí mirando en otra dirección, sin embargo la sonrisa que saltó de mis labios me delató claramente - tienes la sonrisa de una diosa.

Las cosas que decía, sus gestos, ese tono entre agudo y grave al hablar. Todas las sensaciones revoloteando en mi interior creando toda una fiesta digna de los mejores carnavales del mundo. Al mismo tiempo que él se veía tan tranquilo allí sentado. Por un segundo pensé que no podría contener las ganas de arrojarme sobre Carlos como una depredadora lista para devorar su presa sin titubear. Aún así debía cruzar mis piernas, y sonreír en silencio con la intención de no hacer que pensara mal de mí, la reputación de una mujer es lo más importante, mucho más en la primera cita. Aunque para ser sincera con ustedes, no creo que hubiera resistido una propuesta indecente de Carlos en aquel momento.

- Es hora de irnos, te llevaré a casa - aseguró mientras se levantaba para acercarse hasta el mesero quién atendía otra mesa en ese instante. En ese momento no lo tomé como algo negativo, quizás quiera agradecer el buen servicio, o algo por el estilo. Incluso llegué a pensar que quiso mostrar un gesto de agradecimiento dejando una propina, pero no quiso hacerlo en mi presencia para no parecer arrogante. Que alejada estaba de la realidad.

Luego de esa rápida charla con aquel hombre que nos atendió. Nos dispusimos a subir a su automóvil. Yo viajaba de piernas cruzadas, y sobre ellas mi cartera sostenida por mis manos. En cada descuido de él, aprovechaba para acomodar mis senos, con la intención de hacerlos lucir un poco más provocativos. Sin embargo él en todo el camino se mantuvo callado, de hecho llegué a pensar que estaría molesto, aunque la verdad nunca hubiera imaginado un motivo para ello.

Llegamos hasta mi casa. Carlos muy amable y caballerosamente me acompañó hasta la entrada principal como lo prometió. La noche era fresca debido a la suave brisa que soplaba tenue sobre nuestras cabezas. Él continuaba con esa extraña actitud de no querer emitir palabras, aunque sus manos tomaron las mías por un instante de manera sorpresiva tomándome completamente inadvertida. Dios mío, al fin besará mi boca. Seguramente eso era aquello que lo mantenía tan pensativo. Estaba planeado la forma de probar mis labios. Me percaté una vez más de mi error cuando besó mi mejilla. Debo confesarles que si bien no era lo que esperaba. Al final terminó siendo mucho mejor. Luego de pensarlo detalladamente, llegue a la conclusión de que yo esperaba que Carlos se sobrepasara un poco conmigo, pero él logró demostrarme que era todo un caballero respetando mi integridad en todo momento. Esa noche terminé más enamorada de Carlos de lo que jamás hubiera imaginado. Posteriormente subió a su coche, y se marchó apenas diciendo adiós. Me convencí a mí misma que algo maravilloso había comenzado, lo único que desconocía era que sería una relación tóxica que por poco llega a costarme la vida.

Esa noche no pude dormir inmediatamente como siempre lo hacía. El recuerdo de Carlos invadía mi mente con una fuerza, y una intensidad que me asombraba muchísimo. Quería llamarlo, decirle que estaba pensando en él, que apenas había pasado un segundo de haberse ido cuando ya lo extrañaba con todas mis fuerzas. Sin embargo ese eterno miedo de nosotros los humanos por no ser una molestia, me detenía. Pensaba en que si Carlos no me llamaba primero, quizás sería porque no se encontraba pensando en mí como yo en él. Todas las luces de mi casa yacían totalmente apagadas. La única fuente de energía encendida esa noche, era mi cabeza tratando de hallar una explicación razonable a esa misteriosa actitud que tomó desde el momento en que se acercó hasta ese mesonero. Ese fue el punto de inflexión que dió paso al Carlos callado y pensativo. Las horas pasaron, y la mañana me sorprendió sin lograr conciliar el sueño en ningún momento. Mi único consuelo era la posibilidad de volver a verlo ese día como venía haciendo todos los días anteriores a ese.

Laborar sin dormir era una total pesadilla. Esa mañana la pasé de muy mal humor atendiendo de mala manera a cada cliente que asistía al establecimiento. Solamente deseaba que aquel día terminara rápido para irme a casa para descansar. Lo peor de todo es que Carlos ni siquiera había ido por su café como siempre lo hacía. No les puedo negar que mi corazón saltaba de emoción cada vez que escuchaba abrirse la puerta, en el fondo guardaba la enorme esperanza que fuera él, pero al percatarme que se trataba de más trabajo para mí, mi tristeza volvía al cien por ciento una vez más. Era frustrante saber que me desvelé toda la noche pensando en un sujeto que no se había tomado el tiempo para al menos preguntar cómo amanecí al día siguiente. Las marcas de cansancio bajo mis ojos me hacían lucir horrible, mi carácter era pésimo, y mi cabello tampoco tenía ganas de cooperar conmigo. Estaba hecha todo un desastre, pero al menos Carlos no me vería así en esas fachas, o al menos eso pensé.

En el momento en que menos lo esperaba, justo cuando ya no levantaba mi cabeza para detallar a cada cliente nuevo que entraba por esa puerta, exactamente cuando ya no lo esperaba. El muy antojoso decidió hacer su entrada triunfal. Llevando esa cabellera corto y liso que para esa época era lo más usado por los chicos para impresionar. Rápidamente ese exquisito perfume impregnó toda la cafetería como su fragancia lo acompañaba a todos lados que iba. Un elegante traje con su respectivo saco que hacían juego perfectamente con sus relucientes ojos llamaban la atención apenas fijaba su mirada por primera vez. Carlos solamente entró caminando de manera espontánea sin levantar mucho la mirada, sin emitir una sola palabra, sin llamar mucho la atención. De esa misma manera caminó hasta la barra donde estaba parada, y allí tomó asiento totalmente en silencio mientras yacía cabizbajo.

Era muy extraño para mí, percatarme que aún continuaba con esa misteriosa actitud. Moría de las ganas por preguntar qué le había dicho o hecho ese mesonero en el restaurante la noche anterior, la curiosidad me mataba por descifrar el secreto de una vez por todas. Sin embargo no podía ser tan directa. Aproveché todo el tiempo que llevaba atendiendo sus pedidos día tras día para deducir el tipo de café que quería sin necesidad de preguntarle. Si él no era capaz de dirigirme la palabra, yo tampoco lo haría entonces. Es irónico pensar lo afortunada que fuí en ese corto lapso de tiempo, y nunca lo supe hasta hoy. Coloqué una hermosa taza de cerámica frente a él, y comencé a servir el delicioso café tal y como sabía que le gustaba. Carlos continuaba allí en silencio sin siquiera mirarme a los ojos. Repentinamente sacó algo de su bolsillo, lo puso sobre la barra, y luego empezó a deslizarlo con su mano hasta mí. Se trataba de un tipo de estuche adornado con un precioso listón de color rojo. Todo mi pésimo ánimo, mi malhumor, y mi odio contra la humanidad, desapareció por arte de magia con ese simple detalle. Carlos había conseguido cambiar mi semblante de una forma sorprendente.

- Para mí? - fue lo único que se me ocurrió preguntar mientras admiraba ese lindo regalo brillante.

- Lo traje para la mujer más hermosa de esta cafetería, y no veo dama más bella que tú - expresó Carlos mirando tiernamente en todas direcciones.

- Gracias, Carlos - exclamé muy feliz mientras estaba ese estuche con la emoción de saber su contenido cuánto antes.

El collar de piedras brillantes más hermoso que he visto en mi vida se encontraba perfectamente acomodado en el Interior del estuche. Quizás no era de piedras caras, o de oro, o plata. Pero si era un maravilloso detalle que me alegró la vida de una forma que nunca lo hubiera imaginado cuando ese día comenzó. Lo abracé espontáneamente olvidando por completo que me encontraba en horario laboral. Besé su suave mejilla por primera vez cuando realmente me moría de ganas de agradecer de una manera más personal, besar su boca habría estado mucho mejor para mí, pero no me quejo.

- Podría tener el privilegio de colocar tan hermoso collar en tan magnífico cuello - preguntó en tono caballeroso que me cautivaba en plenitud, seguramente nunca notó lo impresionada que me tenía. Carlos era todo un experto seduciendo.

- Sería para mí todo un placer - dí media vuelta a mi cuerpo quedando de espaldas hacia él. Levanté mi cabello para colocarlo en un lugar dónde no obtaculizara su proceder, y dejé al descubierto mi nuca para que visualizara como colocar el collar de la forma correcta.

Si me preguntan, les podría decir que quizás ese fue el único momento que siquiera se acercó a la perfección en mi experiencia conociendo a ese hombre, y cuando digo "casi" me refiero al hecho que nunca esperé que susurrara las siguientes palabras muy cerca de mi oído.

- Te queda hermoso, creo que me estoy arriesgando mucho a que otros hombres te vean - en aquel momento lo tomé como una simple broma. Un chiste del cual debía reír tiernamente. Lo que no sabía es que sería apenas el inicio de una relación tóxica que convertiría mi vida en un brutal infierno.

            
            

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