Los días fueron pasando y nuestros encuentros fueron más frecuentes y más cercanos aunque siempre terminaba con un mal gesto de su parte, no entendía que le sucedía de un momento a otro, siempre llegaba a pensar que decía o hacía algo en la cita que no le gustaba pero nunca me atrevía a preguntar y dejaba que las malas caras pasarán por si solas. Estaba totalmente cegada por ese hombre.
Luego de un mes de relación amistosa, (digo amistosa porque nunca llegaba a pasar nada entre nosotros más de un simple besos en la mejilla,) aunque yo me moría por besarlo y decirle que me hiciera suya, Carlos reaccionaba de una manera distinta al no propasarse conmigo pero eso pronto se acabaría.
Mi jornada laboral terminaba, me quitaba el delantal blanco de mesera y me soltaba el cabello mientras entraba al baño un poco agotada por el día tan ajetreado que tuve hoy y lo peor es que mi angel de la guarda, el que siempre me sacaba una sonrisa no dió señales de vida en todo el día por el local así que ya me había resignado a no verlo hoy. Me miraba en el espejo del baño mientras peinada mi cabello largo, me colocaba un poco de maquillaje suave y un brillo en los labios que lo hacían ver provocativos, si no vería a Carlos hoy al menos no iba a salir hecha un desastre de mi lugar de trabajo. Me dispuse a salir del baño, tomé mi cartera en la mano izquierda y con la mano derecha tomé mi teléfono celular, me despedí de mis amigas mientras caminaba hacia la entrada del local.
Cuando abro la puerta me llevé con una muy grata sorpresa, Carlos estaba afuera sentado encima de su coche con un oso de peluche grande abrazado entre sus manos. Los ojos me brillaban al ver ese hombre tan guapo allí sentado esperándome, pero él no se había percatado de mi presencia así que me acerqué sigilosamente a él de modo que no pudiera verme para poder sorprenderlo.
- ¡Boo! - lo toqué por la espalda dándole un leve empujón para asustarlo que hizo automáticamente que Carlos se sobresaltara
- Me asustaste - Dijo entre risas volteando su rostro levemente y percatarse de mi presencia - Por poco haces que me dé un infarto hermosa y la única medicina para volver a la vida sería un beso de tus dulces labios - tocaba mi mentón mientras su voz grave recitaba ese hermoso poema que me hizo mojar toda.
- Siempre sabes cómo hacer que me sonroje - bajaba la mirada un poco para que no se notará todo lo apenaba que me había puesto.
- Toma - acercó el inmenso oso de peluche hacia a mí colocándolo en mis brazos - Éste oso de peluche te cuidará cuando yo no esté a tu lado.
- ¿Para mí? - Mi rostro no podía disimular esa impresión de asombro - Es muy hermoso Carlos, gracias, no debiste molestarte - Sonreí estando muy gustosa por ese hermoso detalle.
- No es ninguna molestia hermosa - se acercó un poco para susurrarme al oído - Solo por ver una sonrisa en esos perfectos labios sería capaz hasta de bajarte la luna - con esas palabras toda mi piel se erizaba de manera muy notable.
No pude responder nada a sus insinuaciones, solo me quedé allí parada inmóvil con la piel erizada sin emitir palabra alguna. Carlos se alejó un poco para abrir la puerta del coche para mí
- ¿Te llevo a tú casa? - Extendía su mano hacia mí para que pudiera tomarla y subirme en el coche - Ooo... ¿tal vez quieras acompañarme al cine a ver una película? - me miraba a los ojos haciendo carita de perro para que aceptará salir con él y la verdad con ese hombre sería capaz de ir hasta el fin del mundo.
- Me encantan las películas - Traté de colocar mi voz sensual para causar el mismo efecto que había logrado causar él en mí hace tan solo unos segundos - sobretodo en la que la protagonista termina casándose con el príncipe - Guiñé un ojo y me subí a auto.
Carlos no paró de mirarme mientras cerraba la puerta del auto, quedó impresionado por la manera en la que hablé. Su rostro expresaba una satisfacción de saber que esas insinuaciones se estaban descontrolando un poco.
La salida al cine fue todo un éxito, cada vez que podíamos nos rozabamos las manos consientemente, veíamos una película de terror así que me hice la débil demostrando mucho miedo para que Carlos me protegiera, así que más de una vez estuve bajo su brazo, se sentía tan bien estar bajo su protección, encima de su pecho tan bien definido y poder escuchar como latía su corazón. La cita terminó e íbamos camino a mi casa, lo más cerca que pude estar de él fue con esos abrazos oportunos, a pesar de que antes de llegar al cine nos queríamos comer a besos, supongo que no pasará más nada ésta noche ya que todo el viaje estuvimos en silencio.
Llegamos a casa y Carlos se bajó primero del auto dirigiéndose al asiento del acompañante para abrirme la puerta y extender su mano una vez más para ayudarme a bajar del mismo.
Siempre tan caballeroso.
Ya me estaba dando por vencida así que solo me dispuse a despedirme de Carlos como ya era costumbre entre nosotros, un simple beso en la mejilla.
- Bueno, supongo que llegó el momento de despedirnos - dije mientras me acercaba a él muy lentamente deseando que esa noche no acabará jamás.
- Me encantó pasar esta velada contigo - Tomó sorpresivamente mis manos acercándome a él hasta quedar mirándonos frente a frente - Es la mejor película que he visto.
- Gracias por protegerme, a mí me gustó más la compañía - Dije mirándolo a los ojos pero con mi rostro sonrojado - La película me dió mucho miedo.
- Quisiera quedarme a tu lado para protegerte siempre - ¿Carlos me estaba insinuando que se quería quedar conmigo ésta noche? No podía creer lo que mis oídos estaban escuchando.
- Si quieres te puedes quedar ésta noche - dije sin titubear sin siquiera darme cuenta lo atrevido que sonó eso - Quise decir, si quieres puedes pasar a tomar una taza de chocolate - intenté arreglar lo que había dicho antes.
- Claro, ¡me encantas! - Carlos reía al decirme que yo le encantaba mientras yo viraba mi rostro a otra parte para disimular la pena - Perdón me encanta el chocolate - Intentó completar la frase para que yo no lo notara.
Todo estaba saliendo perfecto esa noche y las cartas estaban sobre la mesa, después de una gran cita debería haber una gran despedida pero ninguno se atrevía a dar el siguiente paso así que está noche o Carlos me besaba o lo besaba yo, pero ya no podía contener las ganas de gritarle al mundo que me había enamorado de ese hombre y que quería que me hiciera suya.