Para no aburrirnos demasiado, decidimos comenzar a contar nuestras historias de vida. Era el turno de Rose, esa rubia extraordinaria que seguramente paraba el tránsito en todos los lugares que iba. Quién podría imaginar que tendría tantos traumas en su vida por culpa de hombres tóxicos que no supieron valorarla. Solamente nos había contando la primera parte de su testimonio, y eso era suficiente para tenernos en el borde del asiento comiéndonos las uñas, queriendo saber hasta el último detalle, y sobretodo como finalizaba aquel interesante relato.
- ¿Y luego qué sucedió? - preguntó Pamela quién se hallaba totalmente metida en la historia, tal vez sintiéndose identificada en algún punto. Lo cierto es que todas estábamos sobre la pobre Rose sofocándola.
- No puedo creer que se haya atrevido a decirte lo que sentía de esa manera, realmente estaba muy desesperado por tener tu amor - Patricia complementaba aportando su respectivo comentario.
- Si, Rose. Sigue contando, es muy interesante tu historia - dije también empeñada en que esa sexi rubia finalizara su relato
- Es todo lo que tengo para contarles chicas. No creo que sea necesario que sepan el resto de la historia - exclamó Rose un poco escéptica. Era obvio que le costaba mucho expresarse con libertad. Quizás no terminaba de confíar en nosotras, o tal vez cuidaba con recelo algún punto exacto de su pasado que le había traumado mucho.
- ¿¡Qué!? - gritó Pamela haciendo que la odiosa recepcionista volteara rápidamente para ordenarnos guardar silencio colocando su dedo en la boca para pronunciar una gigantesca "S". Eso provocó que todas nos viéramos en la obligación de bajar el volumen de nuestras voces para poder hablar - no puedes dejarnos con esta intriga, es necesario que nos cuentes que demonios pasó luego. ¿Eduardo tuvo suerte contigo?, ¿su amistad siguió siendo la misma después de eso?, ¿cuál fue tu reacción?
- Lo siento chicas, eso será lo único que les contaré - aseguró Rose siendo muy firme en su decisión.
- Por favor amiga, te pagaré por tu historia - propuso Pamela sacando algo de efectivo que traía en su bolso.
- Por Dios chicas, ya basta. No la sofoquen. La pobre rubia está asustada, deben darle un poco de espacio. Mejor hagan que entre en confianza, y tal vez así decida contarnos un poco más - dije rápidamente entendiendo lo que pasaba.
Rose simplemente estaba tratando de huir ante ese terrible pasado. No podía imaginar que era eso tan duro que le había sucedido, pero para mí era obvio que debía ayudarla a respirar un poco.
- ¿Ahora que haremos? - dijo Pamela recostando su cuerpo contra la silla dónde yacía sentada - estaremos muy aburridas hasta que llegue la doctora Amber.
- ¿Y qué nos cuentas tú? - preguntó Rose espontáneamente mirando a Patricia quién era la más callada de nuestro pequeño grupo - desde que llegaste siempre te he visto muy callada, pero algo me dice que detrás de esa sonrisa existen muchas cosas por contar, cosas que seguramente no imaginamos.
- Mi historia no es tan interesante chicas, la verdad a veces siento que exagero las cosas - decía Patricia bajando el rostro con la mirada puesta en el suelo.
- Pero cuéntanos, tal vez tú pienses que no es difícil pero si te cuesta contarla ten por seguro que si lo es - dije tratando de hacerla entrar en confianza y que perdiera ese miedo que la invadía.
Patricia suspiró profundamente para poder contar eso que tanto le había afectado en su pasado, tal vez al expresarse un poco pueda cambiar esa perspectiva que tenía de los demás.
A diferencia de Rose, yo era la niña nerd de la escuela, esa a la que solo le preocupaban los estudios, no salía a fiestas, no tenía amigos, no tenía novios, mi rutina diaria era despertar ir al colegio y regresarme a mi casa, mi meta principal era ser el orgullo de mi madre aunque a esa edad no sabía lo afortunada que era. Así fuese la niña más desadaptada de toda la institución mi madre fuese estado orgullosa de mí porque yo era su tesoro más preciado pero en ese entonces no lo veía de esa manera, quería retribuirle todo el amor que ella me brindaba dándole un título universitario comenzando desde el colegio.
Ser la nerd de la escuela me trajo muchos enemigos, era la favorita de la maestra pero la niña odiada del salón, ocasionando incluso que mis compañeros me colocaran sobrenombres absurdos, ninguno me llamaba por mi nombre, ninguno decía " Hola Patricia" para ellos siempre era, "Allí viene el patito feo de la clase", "la sabelotodo" "la nerd" y aunque muchas veces hacía caso omiso a sus ofensas siempre en el fondo sabía que tenían razón, yo era una especie de Betty la fea, no me peinada, ni me maquillaba, me preocupaba más el sobresalir con los maestros que con los chicos.
Esa etapa de mi vida duraría mucho tiempo afectandome cada día más pero nunca lo demostré. Con mi sonrisa mostraba al mundo que mi vida era perfecta llegando así hasta la preparatoria con once años, unas notas perfecta logrando ser el mejor índice académico y mi soledad intacta.
Al llegar a la preparatoria mi meta era la misma pero sinceramente ya estaba cansada de la soledad que me embargaba así que decidí tomarme un poco de tiempo para mí, hacer amistades y olvidarme por un momento que era la sabelotodo de la clase aunque eso me costara bajar mis notas significativamente.
Conocí a una chica de mi clase, su nombre era María, no era la más popular pero sin embargo si sobresalía un poco con los chicos, piel blanca, alta, cabello largo y un cuerpo acordé para una niña de trece años, a diferencia del mío que siempre tuve cuerpo de una niña de siete años sin importar el tiempo que pasara.
Tomar ese tipo de decisiones en mi vida no traería nada de lo que pueda sentirme orgullosa en mi vida.
Mi vida siempre fue muy simple, muy básica, todo se basaba en la misma rutina todos los días, del colegio a la casa y de la casa al colegio. Les puedo decir que era mi vida perfecta, era apenas una niña que su única preocupación era sobresalir en el colegio pero realmente siempre me afectaba estar sola.
La llegar al primer año de la secundaria conocí a mi "mejor amiga", o al menos eso pensé yo, durante mucho tiempo. Ella veía a mi madre como su segunda madre y yo veía a la de ella de la misma manera. Éramos muy diferentes la una a la otra y eso era lo que hacía que nuestra amistad fuera tan especial.
A diferencia de mí, a María no le importaba su rendimiento escolar, ella tomaba las clases como algo obligatorio, ella era la chica bonita que le gustaba ser popular, donde todos los chicos se babeaban al verla pasar. María era ese tipo de personas que le gustaba ser libre, que podía ir a dónde sea y hacer lo que quisiera. Yo pensaba que ser bonita no lo sería todo en la vida, por supuesto eso lo decía yo porque era el clon de Betty la fea pero sin lentes así que veía los estudios como una necesidad.
Nuestra amistad duró un par de años más, e incluso hubo un tiempo en que nos decíamos "hermanas". En mi casa las cosas dejaron de ser perfectas luego de un tiempo, mi padre ya no era el mismo hombre atento y amoroso que fue cuando se casó con mi madre, ahora se había convertido en una persona déspota y egoista, así que esa relación acabó en divorcio cuando yo apenas tenía 14 años. Quisiera decirles que todo estuvo bien, y que fue la mejor decisión que se pudo tomar, pero a mí madre el divorcio le afectó mucho, al punto que dejaba de comer y era yo la que tenía que cuidar de ella. A mi padre le importo muy poco nuestro bienestar, nunca más volví a saber de él, es como si se lo fuese tragado la tierra.
En clase aún las personas se burlaban de mí, y como no hacerlo si siempre he parecido una chiquilla de 7 años, las cejas pobladas, el pecho y los glúteos planos y más delgada que palito de chupeta. En pocas palabras, era una blanca insípida, que nadie jamás se fijaría en ella. Llegaron los 15 años de mi mejor amiga y con mucha emoción decidí celebrarlos a su lado, aunque María tenía una manera extraña de celebrar, en la fiesta solo habían unos cuántos invitados, música electrónica, alcohol, cigarrillos y un polvo blanco que para ese entonces no sabía de qué se trataba.
- Amiga - Dijo María acercándose a mí al percatarse que yo había llegado a su celabracion de 15 años - ¿Quieres un trago? - acercó una copa que poseía alcohol para colocarlo en mis manos.
- ¿Estás loca?, ¿Sabes que no me gusta beber? - grité un poco para que María pudiera escucharme debido a que la música de la fiesta estaba muy fuerte.
- ¿Como sabes que no te gusta si no lo haz probado? - preguntó mi amiga un poco confundida - tómate solo un trago, por mí ¿sí? - insistió colocando esos ojos de gatito triste para lograr convencerme.
- Pero solo uno - dije levantando mi copa - ¡Salud!, Porque nuestra amistad dure muchos años más - chocamos las copas para realizar el brindis y tomarnos a fondo el alcohol que ellas poseían.
Les mentiría si les digo que ese fue el único trago de la noche pero debo confesar que era la primera fiesta a la que asistía y me sentía como toda una adulta. Tomé toda clase de bebida y conocí muchos amigos esa noche, casualmente uno tenía el mismo nombre que mi padre. Su nombre era Jairo, era un chico alto, rubio, piel blanca, robusto, tatuajes en los brazos y siempre usaba chalecos de cuero que lo hacían ver como un mala conducta. Simplemente su forma de vertir decía "huye", pero como a toda chica buena me gustaba un chico malo.
Esa noche intenté hacer miles de maromas para llamar su atención sin lograr ningún resultado, y es que como lograría algo si en esa fiesta habían jóvenes hermosas y con curvas perfectas mientras que yo parecía estar cursando el preescolar.
El alcohol se me fue subiendo a la cabeza haciendo que balbuceara cada vez que iba a emitir alguna palabra así que esa noche me quedé a dormir en la casa de mi mejor amiga. Me levanté al día siguiente con mi primera resaca, un dolor de cabeza enorme y unas ganas de vomitar horribles. No sabía cómo llegar a mi casa en esas fachas, que explicación le daría a mi madre si nunca antes había hecho algo así. Tomé un baño, me cambié de ropa y María me acompañó hasta mi casa. Ese día dije que jamás volvería a tomar pero sí, están en lo cierto, si volví a tomar después de esa ocasión, incluso ya se hacían más frecuentes las salidas y el alcohol para mí. Luego de clases no llegaba a casa, me iba a otro lado con la excusa de hacer tareas con María. Muy en el fondo odiaba el alcohol, el olor me repugnaba pero amaba la sensación que se sentía ser popular, tener amigos aunque sea en esas condiciones y que ya nadie me decía "Patito feo".
Todas esa fiestas y escapadas de la secundaria condujo a que mis notas bajarán significativamente, acción que en el fondo me importaba mucho pero no quise demostrarlo delante de mis nuevas amistades, así que dejé de lado la preocupación y me fui con ellos una vez más. Esa tarde nos dirigimos a la casa de unos amigos de María que yo no conocía, al llegar esa vivienda parecía un basurero, envuelta en puro humo de cigarros (o eso creía yo), botellas de alcohol por todo el piso, cajas de pizzas a medio comer, alfombras mojadas y una cantidad de personas dormidos donde sea esparcidos por toda la casa. Esa fue la señal de alerta que necesitaba, esa que me decía que no me involucra, que huyera y me preocupara para mí futuro. Quise irme en ese instante pero cuando decidí dar media vuelta para salir corriendo de allí tropecé accidentalmente con ese chico mala conducta de la fiesta, quedé frente a frente con Jairo sin poder pronunciar alguna palabra.