NARRA PATRICIA
La puerta del ascensor se abría para poder ingresar en él, marcaba el piso 7 pero esta vez no sentía la misma emoción, me estaba dando por vencida, era mi quinta cita con la ginecóloga este año para observar como iba mi tratamiento para la fertilidad, pero siento que no está dando resultado, siempre la respuesta es negativa, mi nombre es Patricia Fuentes, tengo 25 años soy delgada de muy pocos atributos, piel blanca, cabello rojizo, ojos color marrón claro y con algunas pecas en mi rostro, siempre he sido una mujer fuerte debido a que mi infancia no a sido nada fácil, pero hoy en particular no me siento como la misma guerrera de siempre que logra superar las pruebas que se le ponen en el camino.
Ingreso a la sala de espera del consultorio clínico para ser atendida, sería la número cuatro en la lista puesto que ya se encontraban 3 mujeres más antes que yo, ya las había visto antes en citas anteriores. Una se llamaba Beatriz, una mujer empoderada que demuestra confianza al hablar, de grandes atributos naturales, piel clara y cabello negro oscuro como la noche, quien diría que no siempre fue la mujer que hoy en día vemos.
La segunda parecía una topmodel, era una rubia alta que siempre mostraba una sonrisa en cualquier lugar llenando el ambiente de felicidad, ojos claros y con una actitud tan espontánea que parece que nunca había sufrido en su vida pero bien dicen por allí "sacúdete el miedo, aprende a superar tu desesperación y mira hacia adelante", y eso mismo lo ha logrado Rose para ser la mujer que veo frente a mí.
Y la última era Pamela, una mujer alta, cabello corto y que siempre usaba ropa holgada, era la mas reservada de todas, su mirada siempre reflejaba miedo y dolor por no poder ser libre, quizás aún esta superando una etapa de su vida que muy pocos conocen.
A pesar de que nos conocíamos de vista mediante citas anteriores con la ginecóloga, el silencio era incómodo, la sala del consultorio se tornaba fría debido al aire acondicionado y los cristales de las ventanas estaban empañados por la lluvia que estaba cayendo, la paredes blancas y los marcos de pinturas abstractas hacían que ésta escena fuera similar a una película triste en blanco y negro, debíamos romper el hielo entre nosotras, cada una se encontraba en su asiento, en su mundo, incluyendo a su secretaria que se encontraba en su podio con rostro de pocos amigos pero de pronto nos hablo, aunque me sorprendió mucho, no siempre es tan comunicativa.
- La doctora Amber llegará un poco mas tarde hoy debido a un compromiso familiar - nos informaba la secretaria.
- ¡Disculpe señorita!, pero ¿Tardara mucho? - Preguntaba Rose ya que debía pasar por sus hijos a la guardería.
- Posiblemente señora, la doctora se encuentra en este momento en el acto de grado de su hija, pero si gusta le puedo agenda la cita para otra fecha - La secretaria siempre era un poco amargada, creo que se debía a el reciente divorcio que tuvo.
- No gracias, esperaré - Rose siempre mostraba que era feliz con esa sonrisa.
La que se mostraba un poco afectada por escuchar que la doctora llegaría tarde era Pamela, había asistido dos veces esta semana a consulta y no fue atendida. Es muy difícil encontrar un buen ginecólogo hoy en día y la doctora Amber era nuestra ginecóloga de confianza por esa razón todas decidimos esperar a que llegara.
- Ojala pueda llegar a tiempo - decía Pamela para que todas pudiésemos escuchar
- Llegará pronto, ya verás - Rose colocaba su mano encima de la de Pamela para mostrarle que no estaba sola.
- En un rato debo dar una conferencia y sí la doctora no llega me tendré que retirar - Nos decía Beatríz desde su asiento pero sin dejar de ver el teléfono celular.
- Calma chicas si llegará, hoy recibiré una gran noticia - quise engañarme a mí misma diciendo que recibiré un buena noticia, ¿Es en serio?, ni yo misma me lo creo, veía todas las esperanzas perdidas.
- ¿Te ha funcionado el tratamiento? - Rose volteo a verme muy emocionada.
- No lo sé, tengo todas mis esperanzas puestas en ello - Sonreí
- Yo también tengo mis esperanzas puestas en éste chequeo médico de hoy - Pamela se estaba expresando con nosotras - es que me voy a casar mañana y debo estar lista para la luna de miel.
Todas nos sorprendimos y le hicimos saber lo feliz que estábamos por ella. ¡Felicidades!, le decíamos todas al mismo tiempo a Pamela.
- ¿Debes estar muy feliz? - expresó Rose.
- ¡Es un gran paso! - decía Beatríz.
- ¡Cuéntanos!, ¿Quién es el chico afortunado merecedor de ese gran corazón?, ¿Cuantos años tiene?, ¿Es guapo?- Hablé sin pensar.
Pamela nos veía a todas alrededor de ella como unos vampiros sedientos de sangre, actuamos por impulso sin darnos cuenta que la estamos sofocando.
- Chicas por favor - Pamela extendió sus manos como muestra de que nos alejarámos un poco, que le demos espacio - No creo que sea buena idea de que sepan su nombre.
- ¿Porqué? - Rose y yo preguntábamos con mucha curiosidad, como si nos alimentaramos de su miedo.
- Denle espacio señoras - Beatríz nos hacia entender que no debíamos preguntar más - Deben esperar que esté lista para contarnos todo, no podemos ahogarla en preguntas.
Pamela se sentó derecha en su asiento y suspiró profundamente para poder decir.
- Es la persona más hermosa que he conocido en mi vida, y no solo por fuera sino también en su interior, me llena mis días más oscuros de un brillo tan inmenso que te hace olvidar hasta tu más horrible pesadilla, su voz es tan reconfortante y dulce, sus labios son tan gruesos y carnosos que te hace querer besarlos en cada momento, su piel es suave que solo una caricia de sus manos es como la brisa de verano y su cuerpo es tan perfecto, es la prueba existente de que los ángeles si existen - El brillo en la mirada de Pamela no pudo ocultar el gran amor que sentía, lo feliz que era que solo con hablar de esa persona el rostro le cambiaba totalmente.
Todas la veíamos como se expresaba de su pareja, de lo enamorada que estaba, nos alegraba verla tan feliz que no nos dimos cuenta de algo, sin embargo no todas eramos tan despistadas, hubo una de nosotras que se percató de un detalle y se levantó del asiento para acercarse a darle un fuerte abrazo a Pamela.
- Felicidades, ella es una mujer muy afortunada al tener a alguien que la ama con esta intensidad que demostraste ahora - Beatríz abrazaba a Pamela en su pecho como si se tratase de su hija, de una hija mayor que se iba a casar y nunca fue comprendida.
Pamela había notado que habló de más, sin darse cuenta les había hecho entender a sus compañeras que no se trataba de un hombre sino de una mujer con la que se iba a casar y ese acto tan hermoso que realizó Beatríz al abrazarla causó que la incomprendida Pamela le respondiera el abrazo entre llantos dándole un sincero ¡Gracias!.
Rose y yo habíamos sido unas insensibles, no pudimos ver más allá de Pamela o de sus sentimientos, solo nos dejamos llevar por ese don de querer saberlo todo que tenemos siempre las mujeres, pero pronto pudimos notar que el llanto de Pamela se debía a algo más que la emoción de la boda, era como si necesitara sanar una herida que Beatriz abrió con ese abrazo afectuoso.
- Disculpen que esté tan emotiva chicas, es solo que no es algo fácil para mí decirlo - Pamela se secaba las lágrimas con un pañuelo blanco que sacó de su bolsillo - creo que ya es momento de contarles como llegué aquí.
NARRA PAMELA
Mi vida era la de una niña normal, con todos sus sueños y metas por cumplir de grande, jugaba con mis muñecas y no había maldad en mi corazón, soy la menor de 3 hermanos. Uno se llama Luis y el otro Andrés. Cuando tenía 7 años mis hermanos ya tenían novia, Andrés tenía 12 años y Luis tenía 15 así que no podía jugar con ellos porque estaban ocupados con su vida, sin embargo en mi familia siempre compartíamos juntos, éramos la típica familia que salía de paseo cada fin de semana, se podía decir que éramos muy unidos. Aunque no todo era color de rosas, mi madre estaba más interesada en cuidar a los hombres de la casa en vez de a mí, la pequeña niña. Cuando digo los hombres de la casa incluyo a mi padre, el hombre para el cual yo era la niña de sus ojos, su princesita, la reina de su vida.
Nuestros viajes siempre eran en familia, sin embargo ya era un poco más difícil reunirnos con frecuencia debido a las ocupaciones de cada persona.
Recuerdo muy bien un día en el que íbamos a salir de paseo a la playa pero esta vez no sería un viaje familiar como los que tenía acostumbrado, mis hermanos Luis y Andrés se llevarían a sus novias y mi padre decidió decirle a un amigo que también lo acompañará, nunca antes lo había visto, mi padre nunca lo llevó a casa, así que no tenía conocimiento de su existencia. Era un hombre mayor, como de unos 35 años, piel blanca y un poco gordito. Se llamaba Carlos.
En la camioneta de papá no había suficiente espacio para todos pero su amigo Carlos traía consigo su auto Veloster color rojo. Mi madre nos distribuyó entre los coches para realizar el viaje. En la camioneta de mi padre viajarían mi madre, mi padre, mi hermano Luis y su novia. En el auto del señor Carlos viajariamos mi hermano Andrés junto a su novia y lastimosamente mi persona. Ese señor no me inspiraba confianza, pero que iba a saber yo de confianza sí para mí todo era color de rosas, era una niña feliz y no sabía reconocer en lo bueno y lo malo.
El viaje transcurrió sin ningún incidente, pasamos un día maravilloso, pensé que luego de ese viaje nuestra vida volvería a ser la misma de siempre. Que equivocada estaba!. Esa no fue la última vez que ví al señor Carlos. Las visitas se volvieron más frecuentes, incluso hasta cuándo mi padre no se encontraba en casa. él siempre conversaba con mi padre, tomaban alcohol y compartían algunos juegos juntos. No entiendo como mi padre no se daba cuenta de las malas intenciones que tenía ese señor. Mi madre y él siempre se veían a escondidas cuando mi padre no estaba, yo no entendía porque existía tanta confianza entre ellos, creo que eran muy buenos amigos, aunque los amigos no se besan en la boca ¿o si?
Cuando mi padre llegaba, el ambiente entre ellos cambiaba drásticamente, aunque igual se miraban de manera muy insinuante.
Transcurrió mucho tiempo y mi padre nunca notó nada raro, era un buen hombre, el mejor hombre podría decirse, no se merecía lo que le estaban haciendo. Pasaron los meses y mi cumpleaños número 8 llegó
Se realizaría una pequeña reunión en familia para celebrarlo, o al menos eso pensaba yo, pero por razones que aún no comprendo mi padre había invitado al señor Carlos a casa una vez más. ¿Será que nunca se daría cuenta que se están riendo en su cara?
EN EL PRESENTE
- ¿Pamela? - decía tímidamente Rose - ¿Porqué nunca te atreviste a contarle lo que habías visto a tu padre?
- ¿Será que todos los Carlos son unos monstruos? - Preguntaba Beatriz con rabia en sus palabras
- No creo, tal vez a Pamela le tocó conocer a uno que no vale la pena - decía Patricia dejando entender que no todos pueden ser juzgados de la misma manera.
- La verdad no creo que el Carlos que conoció Pamela sea tan cruel como el que me tocó conocer a mí - decía Beatríz mostrándose un poco afectada.
Las chicas intercambiaban opiniones cada quien desde su asiento como si se tratase de un debate sobre lo que estaba viviendo Pamela sin esperar siquiera a qué ella respondiera, sin embargo Beatriz no parecía estar hablando del mismo hombre de la historia. El escuchar el nombre de ese hombre le abrió heridas que tal vez ella pensaba que tenía cerradas.
La sala de la clínica pasaba de estar completamente callada hace unos cuantos minutos atrás para convertirse en un centro de terapias dónde cada persona tiene algo que contar.
- Chicas! - hablaba Pamela en un tono alto para ser escuchada - ¿Saben? - todo había quedado en silencio y una vez más Pamela se estaba haciendo escuchar - En el fondo, muy en el fondo creo que mi padre sabía lo que estaba pasando.
- ¿Que te hace pensar que un hombre como el que nos describes aceptaría esa clase de traición en su casa? - Beatriz era la voz de la razón en toda esa sala.
- Su gran corazón - Pamela no pudo evitar que una lágrima brotará de sus ojos.
- ¿Cómo así? - Rose siempre fue la más espontánea de todas - ¿Nos explicas?
- Verán - Pamela quería explicar su punto de vista - ¿Ustedes creen que si no lo aceptaría los dejara solos cada vez?, ¿Que lo invitara a casa en cada ocasión?, ¿Que no le molestara ver que llega cansado de su empleo y ve a su "amigo" sentado en su sillón favorito?. Mi padre era tan buen hombre que prefería ver qué la mujer que ama fuera feliz con otra persona. Yo creo que por eso no le dije nada.
- Ojalá mi Carlos solo fuese sido un traicionero y mal amigo - Beatriz cabizbaja interrumpía a Pamela - el peor monstruo que yo he conocido también se llama Carlos.
NARRA BEATRIZ
Tenía 20 años cuando comencé un trabajo de mesera en un restaurante pequeño en la ciudad donde vivo, mi plan era la de ayudar a mi madre y mis hermanos económicamente ya que no no encontrábamos en un buen momento.
Llevaba apenas una semana en mi empleo cuando lo conocí, entraba al restaurante con una hermosa sonrisa y una actitud tan positiva que le daba paz al lugar. Él era un poco mayor que yo. Tenía 30 años, tenía una piel morena, alto, ojos negros, cabello oscuro y una voz tan sutil pero varonil que enamoraba solo con escucharlo decir una palabra. Venía de paso, no se quedó a comer, solo fue por un café.
- Buenas tardes señorita - El hombre me hablada muy educadamente, sin embargo estaba tan cautivada con su voz y elegancia que no pude evitar distraerme y no atender a su llamado la primera vez - Señorita, hey! ¿Señorita está aquí? - pasaba su mano en frente de mí ojos para hacerme reaccionar.
- ¿Sí?, Sí, digame - Que Vergüenza, estaba tan cautivada que ya me estaba imaginando toda una vida a su lado.
- ¿Se encuentra bien? - Él estaba preocupado por mi reacción tardía, que habrá pensado en ese momento de mí?.
- Sí, sí claro - No podía dejar de mirarle sus hermosos ojos - me enamoré - susurré sin pensar.
- Siendo así, ¿me podría dar un capuchino con dos de azúcar por favor? - estaba confundido.
Servía el café sin dejar de mirarlo. Si el amor a primera vista existe, éste era el mío. No sé porque estaba tan torpe en estos momentos pero mi corazón no mentía, ese hombre me hacía suspirar
- Aquí tiene - no podía evitar temblar y tartamudear al dirigirme a él.
- Me llamo Carlos - me entregó el pago mirándome a los ojos pícaramente y rozando mis manos con delicadeza.
- Bitriz, digo Beatríz. Me llamo Beatriz - Sentí mariposas en el estómago con el roce de sus manos.
No sabía que había ocurrido, porque había reaccionado así pero mí tartamudez y distracción habían logrado que ese hombre se fijara en mí. Mientras él se dirigía a la salida del local yo suspiraba recostando mi cabeza encima de la barra y tocaba mi mano con mucha emoción. Él volteó antes de irse para guiñarme el ojo. Una razón más para derretirme.
Llegaba a casa y no dejaba de pensar en él, en su mirada, en su voz, en sus manos tan suaves, en su mirada penetrante y deseando verlo otra vez.
Pasaron los días y ya se me estaba haciendo costumbre verlo, hablar con él, o bueno, intentar hablar con él, porque siempre que lo veía me atacaban los nervios y se me hacía muy difícil pronunciar una frase completa que sea coherente, las palabras no salían de mi boca al estar frente a él. Sin embargo todo eran risas e insinuaciones, teníamos una hora exacta para vernos. Mi hora del almuerzo, para poder charlar a gustos. Teníamos un mes de conocernos hasta que por fin ocurrió, me invitó. Me invitó a cenar, me sentía como la chica más feliz y afortunada del mundo. Un hombre como Carlos invitandome a salir era como un sueño hecho realidad.
Me había enamorado de un hombre al que apenas conocía. Quien diría que a partir de allí estaría cavando mi propia tumba.