Capítulo 2 Locura

-Día 2/Horas de la madrugada-

Todo era un desastre.

Había perdido la cuenta de los pacientes que habían llegado con: convulsiones, heridas auto inflingidas y otros a quienes los habían dañado de gravedad. Se oían reportes de suicidios por toda la ciudad, y los teléfonos de emergencia parecían a punto de estallar.¿Qué mierdas estaba pasando?

Todos los departamentos estában en torno a emergencia. Atendiendo traumatismos, quemaduras, y otros casos difíciles de describir... como el hombre que decía haber mordido a su perro en el cuello pensando que era una hamburguesa.

A simple vista aquello era un delirio, pero junto al psiquiatra y el neurólogo le realizamos la evaluación a aquel hombre que rondaba los 35 años y ahora temblaba en un sillón. Lo habíamos trasladado a la sala de consulta general.

-¿Dice usted, que no recuerda bien lo qué pasó? Que solo se había ido a dormir y estaba soñando que salía a comer. Entonces, mientras se alimentaba en dicho sueño, se despertó y lo que tenía en la boca era a su mascota...

-Sí sí, eso les he dicho. Les juro que solo eso recuerdo.

Una enfermera trajo la historia del señor y yo mismo comencé a revisarla.

-Doctor, el señor Arturo no tiene ningún antecedente de patologías neuronales o psiquiátricos. Ni en sus antecedentes familiares aparece algún indicio reflejado. Él solo llegó a sufrir de obesidad hace 7 años.

Yo conocía a los doctores. Y sabía que todos pensábamos lo mismo «Y ahora sabemos porque era obeso, si comía perros...»

Sin embargo no era el momento para chistes. El Doctor Marshall, Psiquiatra del hospital, acotó-Entiendo. He interrogado a muchos pacientes en estas últimas dos horas. Y la mayoría dice cosas similares, ¿cierto, Doctor Roger?-dijo, dirigiéndose al Neurólogo.

-En efecto. Muchos dicen no recordar lo que hacían, o comparar los hechos con sueños que mantenían en ese momento. Por eso hemos llamado a epidemiología para que realicen la evaluación de la situación. El departamento de patología forense esta bastante ocupado en estos momento con los análisis. Algo aquí enlaza todos los acontecimientos. Aúnque a simple vista no tenga mucho sentido... Señor Arturo, ¿Le importaría si le hago algunos exámenes? Una encefalografia y una resonancia magnética.

-No hay problema Doctor. Lo que usted diga contar de saber que fue lo que me pasó... yo...-Arturo agachó la mirada y los sollozos se podían oír a medida que las lágrimas manchaban sus mejillas. Estaba pálido luego de haber vomitado lo que había comido-Yo solo quiero saber que fue lo qué pasó. Cómo pude haber matado a mi pequeño Tori.

Tori era el nombre del chihuahua que se había cenado aquel hombre.

Descansa en paz Tori.

Fuiste una buena mascota en vida, una muy sabrosa en tu muerte.

Cuando estaba nervioso un humor medio raro tomaba control de mis pensamientos. Era inevitable.

Los calmantes se le darían luego al paciente, después de hacerle los examen correspondientes. De lo contrario los fármacos podían alterar el resultado.

Mientras trasladaban al paciente con ayuda de una enfermera, yo me distancie para intentar nuevamente llamar a Roni.

Al menos, muchos de los pacientes que habían llegado psicóticos habían salido del trance. Sin embargo, varios médicos y residentes se encontraban siendo atendidos en emergencia. La policía se encontraba en la entrada y al parecer, dispersa por toda la ciudad. Lo curioso es como la ola de histeria se había apagado de forma tan repentina como había empezado.

Luego lo demás había sido trabajo de los sedantes. Ahora solo quedaba una montaña de pacientes tirados por todo el pacillo principal y de emergencia, en las camillas y dentro de los vehículos donde habían llegado, mientras los que estaban heridos eran saturados y tratados.

La llamada resonó, y mi corazón dio un vuelco cuando respondieron.

-¿Richard? ¡Richard! Joder tío, ¿estás bien? He tratado de llamarte cómo mil veces y las líneas estaban colapsadas.

-Lo sé, también te he estado llamado .-suspiré aliviado al oír su voz.-Aquí todo se volvió un caos. La entrada principal está destruida. Hay autos chocados por todas partes y personas dopadas en todos lados. Y algunos muertos.

-Mierda. Pues aquí no estamos mejor. La ambulancia fue chocada y quedó atascada junto a un montón de vehículos. Hay pacientes graves de todo típo. Muchos ya están muertos. La mayoría son niños... y los departamentos están locos tratando de atender a todos. ¡Son demasiados! Tratamos de contactar con el Heart Center y allí están igual. Todos los putos hospitales están llenos. No sé qué mierdas está pasando...

-Nadie lo sabe. Y los testimonios no ayudan...

-Ni que lo digas. La gente habla de sueños y haberse ido a dormir. Al principio pensamos que solo era gente con trastornos psicóticos, y el psiquiatra de aquí estaba lleno. Pero luego lo desmintió. Era otra cosa. Epidemiología esta considerando una contaminación masiva con algún tipo de droga en la comida o el agua. Quizás algo nuevo, como algún alucinógeno, o que mierdas sé yo. Sabes que odio todo lo relacionado con psicología, psiquiatría, y epidemiología. Bueno, menos a ti, claro.

Era un momento extraño para decir un cumplido, si es que lo era. Pero lo vi válido de todas formas.

-No que no se te daba bien decir esas cosas...-le dije sarcástico.

-Naj bueno, estoy mejorando. Te dije que lo haría.

-Volviendo al tema. Creo que su idea es muy interesante. Les comentaré a epidemiología. Oye Roni, ¿dices qué la mayoría de fallecidos son niños?

-Sí tio. Es horrible. Ni cuándo falleció mi padre sentí tanta tristeza. Es... horrible. Sabes cómo soy con los niños.

Roni podía tener cara de bulldog molesto, pero cuando de niños se trataba, era otra persona. Era un payaso, listo para hacer reír a todos. Aunque un payaso algo torpe... y que no sabía malabares.

-Joder. Esto no tiene sentido. Dame un minuto, no cuelgues.

Salí disparado y llegué al departamento de epidemiología en el piso 3. Recuperé el aire y hablé con la doctora encargada. Estaban todos agetreados dialogando entre ellos. Las pizarras llenan mientras algunos escribían y otros sacaban cuentas.

Le pregunté a la doctora si los fallecidos eran en su mayoría niños. Y efectivamente, así era. Le expliqué la situación del Hospital Portland. Algunos anotaron todo en una libreta y alteraron sus teorías. Le comenté sobre la idea de una exposición masiva a un tipo de droga no identificada que podría estar diseminada en el agua o en los alimentos. Y la doctora lo consideró como algo factible, y que de echo estaban llegando a una conclusión parecida. Pero esperaban los análisis del forense y ahora los del Neurólogo. Mientras, ya habían mandado a hacer pruebas de química sanguínea a más de veinte pacientes. Esperaban esos resultados también.

Regresé con Roni.

-Volvi.

-Casi me quedo sin minutos libres, tio.

-Lo siento. Pero ya hablé con epidemiología.

-Lo se. Escuché todo galán. En fin, por ahora creo que nos quedaremos aquí hasta mañana.

-Eso parece... Esta es oficialmente la peor guardia de todo los tiempos.

-Amigo, te doy la razón.

El corazón me dio un vuelco cuando un recuerdo vino a mí. Lo había olvidado.

-Roni, quería pedirte un favor.

-Habla galán. Si quieres las estrellas, te las bajo.

No hubo forma de evitar reírme.

-En serio que eres pésimo.

Lo pude imaginar sonriendo.

-Oye, hago lo que puedo. Tengo una semana pérdida que recuperar. En fin, dime.

-Traté de comunicarme con mi hermano. Pero no cae la llamada. ¿Podrías ver si está bien?. No sé, asegurarte de que no le haya pasado nada.

-Misión: encontrar y proteger a mi casi cuñado. Entendido y en marcha.

-Tio, no sigas porfavor.

Ahora sí se reía.-Vale, no hay problema. Una vez me mostraste una foto. Creo haberlo visto hace un rato. Sí, creo que me le quede viendo porque se me hacía familiar pero no sabía de donde. Imagino que pensó que lo iba a robar o qué sé yo, porque se fue rápido.

-Es posible... Él es algo desconfiado y tímido. Pero en fin.

De verdad te lo agradezco. Y ten cuidado. Está noche parece ir solo de mal en peor.

-Ni que lo digas... espera.

Hubo un silencio y creí haber oído algo.

-¿Qué ocurre?-le pregunté preocupado.

-Juraría que oí... un disparo.

-¿Estás seguro?

-Creeme, si alguien sabe como suena un disparo, ese soy yo. Y puedo hasta reconocer el tipo de arma. Eso parecía una Glock modelo 17. De la policía... mierda, ahora hay gritos.

-Hey tío, ten cuidado. Ni se te ocurra jugar al héroe.

-No hermano, yo no soy ningún héroe. Estoy en el segundo piso, en la orilla de la entrada al barcon que está cubierta con rejas.-Ahora Roni hablaba muy bajo - Mierda tío... parece un tiroteo.

-Quedate allí. Y no te muevas, vale.

-¡Ay carajo! Mabius, acabo de ver como un tipo apuñaló a una doctora cinco veces. Dios mío... Y ahora persigue a... ¡Al Doctor Frede!

Podía oír su respiración acelerada.

Mi corazón había comenzado a golpear con fuerza en mi pecho.

-Roni, quédate allí. No quiero que te maten. Ni se te ocurra...

-Oye oye, tranquilo. Estuve cuatro años en la armada mientras estudiaba ¿recuerdas? Voy a estar bien. Pero no puedo dejar que ese tipo se muera. Gracias a él pude entrar en el postgrado. Es un buen tipo, yo diría que el único de esos desgraciados.

-Roni, espera porfavor, no vayas a...

-Dame un minuto.

Y la llamada terminó.

No fue un minuto.

Esperé y esperé y Roni nunca volvió a llamar. Traté de hacerlo yo, pero la llamada jamás cayó. De nuevo las líneas estaban colapsadas.

Maldije unas tres veces y traté de calmarme. Tenía que mantener la postura y comportarme como el puto médico que era.

Maldita sea.

No podía esperar. Tenía que ir a medicina interna y seguir monitoreando a los pacientes.

Cuando me di cuenta, ya eran la 1:30 am. Y sentía el agotamiento rindiendo cuentas. No había sabido nada de Roni y eso solo hacía que me fuese más difícil concentrarme.

Habían pacientes que mientras dormían comenzaban a gritar y sacudirse. Algunos murieron de infartos, y esos últimos eran los niños que habían llegado con vida.

Llanto, dolor y angustia, inundaban cada rincón. Había visto a más de un médico con las manos en la cabeza sin saber que hacer y otros lloraban en rincones donde nadie los pudiese ver. Yo quería llorar, pero mantenía mi postura por sobre todo. Nada de emociones. Debía mantenerte firme.

Había ido de un lugar al otro y tenía mis propias congeturas. Esto que estaba pasando, o sea lo que fuese que lo estuviese ocasionado, parecía estar ligado a los sueños. O los sueños parecían ser el síntoma principal de una conducta repentinamente psicótica cuyo origen desconocíamos.

Cuando pensaba que las aguas se habían calmado un poco, la locura volvía. Algunos médicos habían abandonado sus puestos y se habían marchado a ver a sus familias.

Algo ocurría y sentía que la respuesta estaba frente a mí.

Pero el miedo de todos era tan grande, que al igual que a mí, les impedía verla.

Entonces sucedió. Me encontraba en una de las habitaciones del cuarto piso, donde descansaban algunos pacientes recién operados y otros en espera de pasar al quirófano. Entre ellos, estaba una vecina que conocía desde hace algún tiempo. Las puertas de las alas estaban cerradas para proteger a esos pacientes del disturbio. Y ninguno de los ingresados psicóticos de esa noche estaba en ese cuarto. 8 camas, cuatro a la derecha y cuatro a la izquierda, se ubicaban en los costados. Todas ocupadas, más uno que otro familiar acompañante.

Varios habían logrado dormirse. Pero 5 seguían despiertos, más tres familiares que los cuidaban, todos con el miedo vislumbrando en su mirada.

Me fijé en aquel hombre que dormía. Y mientras lo hacía, noté que bajo sus párpados cerrados sus ojos se movían inquietos. En todas direcciones. Clara señal de que estaba soñando. Parecía ser solo eso. Pero entonces comenzó a crugir los dientes, algo que los médicos conocemos como bruxismo.

Abrí los ojos. Podía, desde donde estaba, oír con claridad aquellos chirridos crujientes.

-¿Eso es normal en él?- le pregunté a la mujer que lo cuidaba. A simple vista imaginé que el paciente era su esposo. El sujeto había sido operado de apendicitis este mismo día.

-No Doctor. Su sueño suele ser muy pesado y casi nunca se mueve.

Algo en mí, una alarma, se despertó.

-Despiertelo porfavor.

Parecía que se iba a oponer, pero debió ver en mi expresión que no se trataba de un simple capricho. Era por un motivo serio.

Ella lo llamó. Mauricio se llamaba, y cuando le dijo "Mi amor" confirmé que en efecto, ella era su esposa. Lo agitó, pero aquel hombre parecía atrapado en un sueño profundo y muy pensado.

-¿Por que no despierta?-me preguntó preocupada su mujer.

-Eso es lo que quisiera saber. ¿Sabe si le dieron algún sedante?

-No Doctor. Solo la anestesia en la mañana cuando entró a la cirugía. Después le colocaron diclofenac intravenoso. En solución 0,9. Pero solo eso.

-Entiendo. Siga tratando de despertarlo.

El hombre había comenzado a sudar. Me acerqué para auscultar su frecuencia cardíaca. Tenía los latidos a 110 x 1 minuto. Había comenzado a manifestar una taquicardia.

Oí unos quejidos y gire la vista. El paciente de la cama 8, en la esquina, había comenzado a hacer expresiones severas de dolor y rabia. Sus ojos bailaban como el primero. Pero se sacudía, y luego levantó los brazos... Los bajó. Y comenzó a estrangularse el mismo. La vena de su frente se brotó y su rostro se tornó rojo con rapidez.

Su acompañante, un hombre de mediana edad, dió un salto asustado.

-¡Dios mío!

Me lancé hacia él y traté de detener lo que estaba haciendo. Pero su agarre era tan brusco que apenas podía alejar un poco sus manos.

Llamé a su acompañante y le pedí que lo abofeteara. Nada. Este tampoco podía despertar.

Entonces el tercero se levantó. Esta era una mujer joven. Solo se paró y de pronto abrió los ojos; estaban rojos y las pupilas dilatadas. Su mirada pérdida me hizo entrar en razón.

Había leído sobre eso y uno que otro paciente presentaba esa alteración o comportamiento en el hospital psiquiátrico. No podía creer lo que estaba viendo y de pronto todas las piezas encajaron.

-Es sonámbula.-murmuré sorprendido -Es cuando duermen...

Por Dios.

Como ella no se movía. Le pedí al acompañante del hombre que se estrangulaba que lo sujetara por mí.

-¡Sostengalo con fuerza. Iré a buscar algo y ya vuelvo!

Mientras luchaba por evitar que su amigo se estrangulara, soltó un quejido seguido de un:

-Vale doctor. Pero apurece por favor...

Asentí y salí disparado. Con las llaves, abrí la puerta del ala A-5. Y me disparé al cuarto de suministros. Allí estaba una licenciada, y de inmediato le solicité:

-Necesito Metilfenidato intravenoso, de inmediato. ¡Tres ampollas y jeringas!

-Se puede saber para...

-¡Es una puta emergencia!-Exclamé alarmado- ¡Tengo a un paciente dormido que se está estrangulando el mismo y dos que van por el mismo camino!

Confundida pero alarmada, la licenciada fue y en segundos me entregó los neuroestimulantes. Salí disparado de regreso a la habitación. Allí, la situación no había mejorado. Al contrario, se había puesto peor. La mujer sonámbula ahora estaba tratando de arrojarse por la ventana pero la esposa del hombre con bruxismo y otro señor mayor que acompañaba a una adolescente, la tenían sujeta y forcegeaban para que no se lanzará del cuarto piso en el que estábamos.

Por un momento me debatí a quien debía ayudar primero. Miré de uno a otro y fui con la chica.

-Sujetenla bien- les dije a sus apresores. Tan rápido como pude tomar su brazo le inyecte el líquido azul en las venas. Si hubiese sido intramuscular podría haber sido más fácil, pero necesitaba la acción más rápida. Y no había tiempo.

No esperé. Y fui con el señor que se estrangulaba. Su compañero estaba perdiendo la batalla cuando llegué. Tomé el brazo del paciente y repetí el procedimiento.

Luego me lancé hacia el del bruxismo que ya estaba tan rojo que parecía que iba a estallar.

Le suministre la dosis. Solo había usado una ampolla y media. No podía arriesgarme con más. Mi licencia dependía de ello. Y ya estaba arriesgando mucho.

Entonces se despertaron. En el mismo orden en que los haba atendido. Regresaron en si. Fatigados y confundidos, respiraban con dificultad.

Poco a poco se fueron calmando, y parado en medio, los comencé a interrogar. Necesitaba comparar todo aquello antes de ir a decir las locuras que estaba por plantear a los demás.

El paciente que se estrangulaba se llamaba Calvin. Él fue el primero en hablar, aunque parecía que la garganta le dolía por obvias razones.

-Estaba soñando que me encontraba en mi casa solo y alguien había entrado a robar. No había nadie, mis hijos se habían marchado con sus familias y mi hermano -vió a su acompañante- se había ido de viaje con su mujer. Así que solo estaba yo, en la oscuridad. Y de pronto unas manos me agarraron por detrás y comenzaron a estrangularme. Forcegeaba pero no podía soltarme y oía unas voces glotescas que me decían: Es hora de que mueras. Estás solo y morirás sólo.

-Yo también oí voces-añadió la chica que casi se lanza por la ventana- Estába en un acantilado, y en el agua, sobre el mar, podía ver imágenes de mis amigos y familia. Felices, por que yo había muerto. Y entonces todo se oscureció y unas cosas... unas criaturas en lo profundo me susurraban: Tu vida no vale nada. Todos están mejor sin tí. Solo el sufrimiento te liberará. Arrojate, ven. Deja que nosotros te devoremos.

El hombre del bruxismo acotó igualmente que había tenido una pesadilla horrible. En dónde estaba encadenado a un árbol mientras unas ratas atacaban a su esposa y a sus dos hijas. Tenía vendas en la boca y trataba de morderlas para romperlas y por mucho que intentaba no podía soltarse.

-Y allí estaba. Inmobir, mientras esas cosas se comían a mi familia a mordiscos... Se sentía tan real...

Sus ojos se llenaron de lágrimas. Apretó los dientes y se quejó de dolor. Lo revisé y comprobé que las encías le sangraban.

No había duda. Todo estaba entrelazado. Sea lo que sea que ocasionaba aquéllo, parecía tener un patrón para obrar. Mejor dicho, ya había encontrado el signo principal de aquella enfermedad.

Era hora de ir con los demás.

-No se muevan de aquí. Si algo ocurre, me llaman de inmediato... Y pase lo que pase. Nadie, absolutamente nadie, se duerma.

Salí del lugar tan rápido como pude.

Debía alertar a todos.

Que dormir era el detonante, de aquella extraña enfermedad.

            
            

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