Me despierto y miro el reloj, son las cuatro de la tarde, reviso mi teléfono, lo enciendo y solo tengo mensajes de Ana diciéndome que todo ha estado bien en la oficina y que canceló mi cita en la tienda de lencería, me levanto y miro mi reflejo en el espejo, estoy ojerosa, y destruida. Leo también los mensajes de mi esposo, me dice que me vista muy linda que me llevará a un sitio especial, ruedo los ojos y bufo.
Siempre me emociona hacer cualquier cosa con él, por más pequeña que sea, pero hoy siento que no quiero, que no puedo sostenerle la mirada sabiendo que me engaña. Me siento débil y me lanzo de nuevo a la cama como si no pudiera sostener mi cuerpo, cierro los ojos con mucha fuerza y contengo las ganas de llorar.
«Mi Claudio».
No sé qué hacer, podría hacer un millón de cosas, pero no sé qué hacer, no puedo actuar como una loca, me levanto de la cama y me miro de nuevo al espejo: «¿Qué vas a hacer, Isabella?». Suspiro y trato de tomar una decisión desde la cabeza porque yo a Claudio lo amo, es el amor de mi vida y podría perdonarle esta infidelidad, podría perdonarle cualquier humillación y temo a eso, así que decido pensar con la cabeza fría, esta decisión debo tomarla con la cabeza no con él corazón.
«Finge, Isabella, finge que no sabes nada, que nada pasó y espera el momento para descubrirlo, cuando tengas pruebas, cuando puedas probarlo y sea seguro».
Recuerdo mi acuerdo pre matrimonial, debo buscarlo y leerlo, para saber a qué atenerme en caso de divorcio, debo prepárame física y emocionalmente para lo que tendré que vivir desde ahora, no puedo ser la misma ahora que lo sé.
Entro a darme una ducha, en ella espero que se vaya al menos por hoy mi tristeza, mi dolor y que sea fuerte lo suficiente para olvidar y poder fingir. Termino el baño que he usado como terapia y voy a buscar la lencería que había comprado para la ocasión, corpiños blancos con encaje que no dejan nada a la imaginación, agradezco haber descubierto todo antes de haber ido a aquella tienda, me habría sentido tan ridícula por pasar horas eligiendo atuendos sexis para un hombre que me engaña.
Busco el vestido que me iba a poner, lo miro con dudas, es lo más sexi que me pondría en mi vida, alzo los hombros y decido que me lo pondré de todas maneras, es beige con blanco, tirantes de cuero sobre mis pechos, falda ceñida y muy sexi, quería que quisiera follarme al verme sobre cualquier superficie. Suspiro y comienzo a maquillarme, no cambio uno solo de los movimientos que planeé para esta noche, todo lo hago como había pensado.
Doy una vuelta ante el espejo, dejo mi cabello con efecto húmedo, está corto y no puedo hacer mucho con él, me veo muy sensual, bajo hasta la sala y lo espero. Mientras lo hago medito para no llorar, controlo mi cuerpo, mi respiración, mis pensamientos, se abre la puerta.
Me mira y sonríe. Abre mucho los ojos y me repasa de arriba abajo.
-No vamos a ninguna parte, vamos allá arriba ahora mismo -dice relamiéndose los labios, me levanto y silva complacido al verme.
Se lleva una mano a su entrepierna y gruñe mientras se acerca.
-¿Quieres esto? Quiero verte en cuatro.
Paso saliva, ayer esas palabras habrían bastado para que me diera la vuelta, me tendiera sobre el sofá y me pusiera en cuatro patas, pero hoy quiero escupirlo en la cara y golpearlo por falso, traidor e infiel.
-No seas cochino, es nuestro aniversario de bodas, trátame bonito hoy.
Se echa a reír.
-Pero si te gusta que te trate rico, no bonito.
Se acerca mucho y me hace voltearme, me palmea el trasero con fuerza y jadeo y me sobresalto, paso saliva. Me abraza desde atrás y siento su erección pegada a mi trasero mientras con otra mano amasa uno de mis pechos.
-¿Lo sientes? Así quiero celebrar el aniversario, después te llevo a donde tenía planeado llevarte, pero no puedes pretender estar vestida así y que no te folle duro aquí mismo, lo has hecho apropósito.
Mi cuerpo está tenso, comienza a ceder a sus palabras, a su cercanía, a su calor, a su sexo duro contra mi trasero, me relamo los labios y aspiro aire con fuerza.
-Tal vez, de verdad quiero una celebración de aniversario, después follamos.
Mi respiración se agita y mi cuerpo comienza a encenderse, mis hormonas me traicionan, ha logrado bajar uno de los tirantes de cuero y hala uno de mis pezones con rudeza mientras besa mi cuello y con la otra mano me mantiene pegada a su erección tomándome con firmeza por la cadera.
-Claudio -jadeo sucumbiendo ante sus caricias. Su olor a recién bañado me tiene los sentidos aturdidos.
Me hala por el cabello y me arrastra hasta el amplio comedor y me pone contra la mesa, abre mi piernas y baja mi ropa interior, me tiene sujetada por ambas manos con una sola de las suyas, se abre el pantalón y espero hasta que lo siento, me embiste repetidas veces, jadeo contra la mesa de madera, no me juzgo, mi cuerpo recibe el placer de tenerlo dentro, de sus embestidas feroces, mi cuerpo estalla cuando se derrama en mí, siento el peso de su cuerpo sobre el mío.
-Joder, qué rica, que buena que está mi mujer.
Me levanta de la mesa y me mira a los ojos, él es tan hermoso y atractivo, besa mis labios con pasión que le devuelvo, me cuelgo de su cuello y me entrego a ese beso en el que me engaño pensando que él es solo mío.
Devora mi boca y chupa mis labios, casi no puedo respirar, nos separamos, me mira a los ojos y sonríe con malicia.
-De no haber sido por todo lo que pague para esta noche, te lo juro que cancelo y me encierro contigo en la habitación.
Finjo una sonrisa. Ayer le habría dicho que sí, que nos olvidáramos de celebrar y me hiciera el amor hasta que me desmayara, que me follara sin descanso, pero hoy necesito a la gente a nuestro alrededor, hoy necesito salir de aquí o le diré que lo sé.
-¡Vamos! -susurro sugerente.
Sonríe de medio lado.
-Anda cámbiate, ningún enfermo va a estar mirando las tetas, el culo y las piernas a mi mujer.
Paso saliva y recojo la sonrisa.
-Dices que estoy vestida como una cualquiera.
Niega y aparta el cabello de mi rostro.
-No quiero que otro te mire. Eres mi mujer, estás casada. No sales de aquí vestida así, eso apenas te cubre algo, no eres así.
Afirmo y finjo otra sonrisa.
-Iré a cambiarme rápido -digo resignada.
Me sonríe complacido, lloro un poco por haber cedido a sus caricias, quería castigarlo, pero mi cuerpo estaba muy deseoso de su contacto. Limpio mis lágrimas, aprovecho de asearme y me pongo un vestido rojo sexi, pero más clásico.
Cuando bajo, aplaude complacido y me besa en la mejilla al acercase.
-Ves, así si quiero que te vean conmigo como mi esposa.
Ignoro su comentario y me cuelgo de su brazo, salimos de la casa y para mi sorpresa no es un auto lo que nos espera sino uno de sus helicópteros, uno de los empleados me coloca unos audífonos y me ayuda a subir al helicóptero, él me sigue, se sienta junto a mí y sonríe mientras se muerde el labio inferior, palmea mi pierna.
Sacudo mi cabeza y cierro los ojos, este es mi esposo, me engaña y debo tomar decisiones con el estómago. No puedo estallar en llanto, debo fingir que todo está bien, recuesto la cabeza de su hombro y él besa mis labios un par de veces, el aparato se eleva y él me invita a mirar por la ventana, la ciudad debajo de nosotros, la vista nocturna de los grandes edificios y las autopistas iluminadas adornan las vista, así como los yates atracados en la marina.
-Se ve hermosa la ciudad, no más que tú, nena. Estoy feliz de que seas mi esposa desde hace dos años, que tengamos cuatro de relación y los que faltan -dice y saca de su bolsillo una pequeña caja, me la entrega sin dejar de mirarme a los ojos, la tomo nerviosa.
Abro la caja roja y mis ojos no pueden creerlo, es un diamante rosado groseramente grande, lo miro y alzó los hombros.
-¿Qué? -digo.
-Mereces todas las cosas especiales que hay en el mundo, esa es solo una.
Me abrazo a él y lo beso, me abraza acariciando mi espalda, olvido por completo que no tomé el reloj que le compré.
Chasqueo la lengua cuando me separo de él.
-Olvidé tu regalo, juro que si lo compre -digo susurrando como le gusta que le hable. Pasa sus dedos por mis labios con rudeza y suspira, mi respiración se agita y mi sexo palpita, odio como mi cuerpo está desconectado de mi corazón roto.
Siempre que toca mis labios así mete sus dedos en mi boca y chupo sus dedos hasta que comienza a crecer su erección, lo estimulo entonces con mis manos, la presencia del piloto del helicóptero no nos ha detenido antes. Me besa en los labios.
-Después, nena.
Afirmo y trago saliva, comienzo a darme cuenta de que me siento como un extraña a su lado, debería decir que sé que me engaña, debería al menos ponerme celosa y dudar, pero soy incapaz, él es muy convincente y poderoso, las escenas de celo no me han salido bien nunca con él.
Aterrizamos en el helipuerto de un hotel frente a la playa. La escena es hermosa, ojalá yo no estuviera tan rota por dentro, habría disfrutado mucho la noche. Sacudo la cabeza y me reprendo, pues sí que disfruté como me folló sobre la mesa. Siento que quiero salir corriendo de mí, estoy confundida y destrozada. Decidí tomar la decisión con la mente, pero olvidé mis hormonas, lo deseo tanto.