Capítulo 5 V

Ya en la oficina instalada trabajando, me convenzo de que confundía las cosas, un ramo de rosas no puede arruinar mi matrimonio, llevo el café a mi boca y lo bebo despacio mientras contemplo la vista de la ciudad.

-Jefa.

-Ana -saludo sin girarme.

-¿Cómo sigues? ¿Debo ayudarte a esconder un cadáver, o dos?

Me echo a reír y me giro para ver su cara, niego y suelto un suspiro que me delata enseguida, su cara se transforma y me mira con reproche.

-¿Lo perdonaste? -pregunta horrorizada.

-No, no lo enfrenté, no estoy segura de lo que pasó, pensé en tomarme las cosas con más calma, sabes, voy a vigilarlo, por ahora no me volveré loca por un ramo de rosas.

-Que le envió a otra mujer con una dedicatoria caliente.

-No, ahora creo que pudo haber sido por algo del trabajo, quizás ella se destacó con un cliente, que se yo, después me puse a pensar, su asistente se lo entregó delante de todo el mundo, es decir, no es como que sea un secreto.

Ana se cruzó de brazos y me miró recelosa.

-Bueno, con un esposo como el tuyo también me haría la loca.

-No me estoy haciendo la loca.

«Aunque debo admitir que las sacudidas de la noche anterior me hicieron perder un poco la memoria».

-Bueno, bueno, en fin, esa es tu vida privada, Piero llegó esta mañana y quiere verte -dice con cara de asco.

Ruedo los ojos, me levanto y avanzo hacia la puerta, Piero es impaciente y cambia de opinión cada cinco minutos, es insufrible, pero me adora. Camino hacia su oficina y abro su puerta tras tocar de forma leve, al verme hace un ademán exagerado con la mano para que pase.

-Querida, mira ¿te gusta? -pregunta señalando su cabello, estuvo perdido de la oficina porque se hizo un injerto de cabello, es joven, se desgasta en el gimnasio, pero está quedando calvo y lo odia.

-Bello, Piero.

-Bello es tu marido, pero gracias, querida, cuéntame cómo está todo por aquí, en mi ausencia ¿Qué pasó?

-Sin novedades mayores, todo anda muy bien.

-Excelente. Me encanta tu trabajo, me encantas tú -dice señalando mi cuerpo, me mira con intensidad con sus ojos azul celeste -, eres la mujer más chic de la firma, y te presumo, sin embargo, no es suficiente, debes traer clientes, Isabella.

Abro los ojos en señal de sorpresa, son sus típicas charlas desmotivadoras cuando lo regañan en la junta directiva, se desquita conmigo. Mantengo mi compostura y le sonrío.

-Estoy replanteando las campañas de los clientes más antiguos, en eso quedamos, quedamos en que haría eso durante mi primer año como gerente de proyecto.

Niega mientras cierra los ojos y hace chasquear su lengua.

-No, no querida, debes hacer eso y traer clientes, no comemos del aire, lo sabes. Nuestro índice de nuevos clientes es muy bajo ahora porque tenemos una nueva gerente, y no hay más clientes, ¿entiendes? Bajas nuestro promedio.

Paso saliva y contengo las ganas de salir corriendo. Le sonrío de nuevo.

-Entiendo, rebranding y buscar nuevos clientes.

-Dile a tu marido.

-Sabes que no, ya lo hablamos, por un tema de conflicto de intereses prefiere no contratarnos.

-Él tiene contactos, lo que intento decirte, Isabella, es que tienes como conseguirlos, eres la esposa de uno de los hombres más ricos del país, no te hagas la difícil.

Afirmo resignada.

La verdad es que nunca me ha gustado usar la red de contactos de mi marido para conseguir clientes, cualquiera diría que soy una estúpida, pero mi familia es de origen humilde, no como la de Claudio, así que siempre me tuve que enfrentar a las sugerencias de que yo era una caza fortunas, una aprovechada, no quise nunca andar pidiéndole favores, aun no quiero hacerlo.

Me llevo una mano al estómago, y cierro los ojos, por un segundo me asalta la duda de nuevo: ¿Mi esposo me es infiel? Sudo frio y regreso a mi oficina.

Reviso mi agenda en busca de esos contactos a los que pueda llamar, la verdad siempre he sido mala para vender mis servicios, debo superar eso sí quiero seguir creciendo, Piero dentro de todo tiene razón, debo traer clientes, ahora soy gerente. Supe desde siempre que la diferencia entre unos y otros eran los clientes que conseguían.

Me paso la mañana escribiendo torpes mensajes para reunirme con viejos amigos, con la esperanza de conseguir alguna reunión, me siento patética. Entra Ana a la oficina y me entrega en un sobre amarillo grande, lo tomo sin intercambiar palabras, lo abro enseguida y lo primero que veo es una nota: El que busca encuentra.

Saco lo que está en otro sobre y mi mundo se viene abajo, las lágrimas caen gruesas por mis mejillas, siento que el aire me falta, es Claudio teniendo sexo con Patricia, ella está en cuatro y él detrás de ella, puedo ver el rostro de ella que mira hacia atrás y conozco perfectamente la espalda desnuda de mi marido, paso saliva y niego mientras con mis dedos temblándome paso a la siguiente foto, ella sobre él, ahora se ve su rostro, las fotos no pueden ser truqueadas, miro el lugar donde están, he estado ahí con él, es un hotel lujoso de la ciudad a donde se fue por trabajo con ella.

-¡Ana! -grito pensando que me voy a desmayar y que necesito contención.

Ella entra corriendo a la oficina y al verme corre hacia mí.

-Isa, ¿qué pasa?

Le señalo las fotos sobre el escritorio, se horroriza, se niega a tomarlas en sus manos, me mira con lástima y me abraza.

-Tú eres muy buena, quisiste pensar bien de él, es un desgraciado -dice Ana impactada.

-Soy una estúpida, me hizo el amor anoche de mil maneras y eso me convenció de que me ama, soy una estúpida -grito y sollozo.

-Pero ¿quién te ha mandado esto? -pregunta.

Salgo de mi estado de autocompasión y lástima y reviso el sobre, hay una carta escrita en computadora.

Si quieres conocer la historia completa y no perder un centavo en el proceso, encuéntrame hoy a las 3:00 pm en el Palace INN habitación 303. Mantén la cabeza fría o saldrás perdiendo.

-¿Qué dice? -insiste Ana.

-Quien envió esto quiere que me encuentre con él o ella en un hotel hoy.

-No, no vas, puede ser una trampa, suena a mal plan, no vas.

-Tengo que ir, no me importa, tengo que ir ¿y si es ella?

-No lo estás pensando bien, Isabella, no puedes ir a encontrarte con un extraño a un hotel ¿Estás loca? Escúchate.

-Tengo que hacerlo, de algún lado tomó estás fotos, estaba muy cerca, es alguien que lo vigila, él tiene muchos enemigos, pero esta persona quiere ayudarme.

Ana se ríe nerviosa.

-¿Ayudarte? No, estás loca, deja que te acompañe, le diré a Samuel que nos lleve y que se quede por ahí cerca por si acaso.

-¿Samuel?

Sonríe pícara y alza un hombro.

-Es un hombre, por si acaso.

-Está bien, hagamos eso, Ana. Iremos.

Tengo que descubrir la verdad. Siento un dolor atravesarme el pecho, sospechar es una cosa, tener la duda otra, pero verlo teniendo sexo con ella me ha roto por dentro de una forma tan dolorosa que no sé si me recupere.

                         

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