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La mencionada movió su cuerpo y liberó, de su bolsillo, un papel arrugado, el cual extendió en la pequeña mesita azabache frente a los inmortales, en tanto estos se mantuvieron extrañados por el misticismo envolvente del escrito antiguo. Uno en uno leyó el contenido de la carta, por lo que pasaron unos cuantos minutos en un silencio profundo que azotó a la rubia.
Ashlin se encomendó al cielo, con el fin de no mostrar sus nervios gélidos. Aparentemente, el plan en el que ella misma participó, iba de maravilla.
-Es la última carta de Muzania, la esposa de Elohim, a Miguel -dijo la de cabellos cobrizos y miró a Prince-: tu abuelo. -Esperó a que la castaña procesara la información-. Y aquí dicta que Mabel, junto a sus dos hermanos, están con vida.
-Ellos están muertos. Pertenecen a otro plano, son sphaera lux, no podemos hacer nada -alegó Ofaniel.
-¿Y esta carta qué? No puede ser falsa, es la letra de Muzania. -La mano de la inmortal golpeó la carta y el castaño estuvo a punto de utilizar su rango para calmar a la inmortal.
-¡Puede ser falsa! Hoy en día, cualquiera puede falsificar documentos.
Cinthya viró sus ojos.
Mientras tanto, Prince ocultó su mirada y se encomendó al cuadro de bronce, cuyas perlas fulgentes enmarcaban la pintura de un soberbio soldado, cuyo brío sobrenatural se reflejaba en la capa carmesí, colocada detrás de la armadura dorada, que resaltaba sus cabellos castaños. Los ojos vehementes, del mismo color que la nieta de este, admiraban con furia al exterior y su espada flamante, liberaba el fuego bendito de su poder.
Ella era una inmortal, y eso mismo le recordaba Miguel, quien expresaba su cariño con la protección que le brindaba a su familia y a todos los seres importantes en la existencia del soldado. Pensó en que las cosas, si es que él siguiese con vida, serían diferentes en el planeta, y ante este absurdo recuerdo, limpió las recientes lágrimas, las cuales, amenazaban con salir de sus orbes.
-La carta es falsa, de eso estoy seguro -insistió el comandante, y los pensamientos de Prince se esparcieron en recuerdos rotos como el cristal.
-Angel Yzzet -contraatacó la morena.
-¿Qué con ese delincuente?
-Me dio la carta...
-Eso explica mucho. -Frunció el ceño con fuerza-. Según el genio de la scientia thekne, puede modificar cualquier cosa. No me sorprendería que él les mintiese con sus conocimientos -ladró.
-¿No te parece mucha coincidencia que Michelle ordenase a tus guardias la aprensión de ese sujeto? Al parecer, él robó algo que le pertenecía. No dudo que sea esa carta y por eso mismo busca al chico -defendió Cinthya.
Ofaniel alzó una ceja.
-La carta alude de un complot en contra de la familia imperial -continuó la de cabellos cobrizos-, un grupo de inmortales guardó el secreto del paradero de los Wyndham, pero una inmortal, sabe del sitio en donde Muzania escondió a su familia, o bueno, a la última emperatriz e hizo creer a todos que la familia murió. -Exhaló hondo-. Y esa inmortal es tu madre, Prince. -Señaló a la castaña y ella admiró con sorpresa a Cinthya.
-No voy a permitir que levantes falsos contra mi tía -exigió el ojiazul con enojo-, tus palabras dañan a Prince.
-¡Basta Ofaniel! -gritó Prince-, ¿mi madre? -Observó a la de ojos chocolate.
-No es ningún secreto que Michelle armó un complot contra tu madre -expresó Natalia y Prince guardó sus lágrimas, a la vez que guiaba sus cavidades enrojecidas a la morena-, quiero decir, Michelle usurpó el trono, el cual, Anna, tu mamá -dijo con calma-, le designó al emperador Azael, como se ordenó en el ars angelus.
-Anna, como la sacerdotisa de Edén, era una piedra para los planes de Michelle. Y no solo por el tratado, si no, porque ella es la única que sabe la verdad de los Wyndham -comentó Cinthya.
Ofaniel negó con su cabeza, no creyó las palabras de las inmortales, levantó la túnica y cubrió su rostro con cautela. Giró su cuerpo y comenzó a caminar con leves pasos, mientras dejaba atrás al grupo de inmortales, quienes lo miraban extrañadas ante la inminente acción del comandante.
-¿A dónde vas? -interrogó Natalia sorprendida.
-No pienso quedarme a escuchar historias de fantasía que claramente no son reales. Hasta luego -afirmó el joven sin mirar a la morena.
-¿No harás nada por tu pueblo?
Él no dijo nada más y se retiró del lugar.
La presión ahogó a la rubia, por lo que procuró imitar los pasos del chico, hasta que una voz la detuvo, la voz de su condena, establecida para obedecer las ordenes de las que debería estar contra su voluntad, a menos que quisiera desaparecer.
-Ashlin -comentó Natalia-, no puedes hacer esto...
La rubia no dijo nada. Bajó su vista y casi corrió lejos del lugar.
Cinthya suspiró, una parte de ella sabía que eso sucedería si expresaba los planes previstos, sin embargo, su intuición le dictó que tal vez todo sería diferente y obtendría resultados positivos, los cuales, hasta ese momento, no eran tan satisfactorios. Miró a Prince, quien no procesaba la información dicha, parecía estar en shock, pero no quería demostrarlo.
-¿Estás con nosotras? -interrogó la de cabellos cobrizos.
La castaña negó.
-Lo siento chicas -respondió agotada Prince. Irguió su cuerpo y se encaminó hasta la salida de la habitación, casi al mismo paso apresurado de Ashlin.
-Pero tu madre...
-Mi madre no está involucrada en esto, no la metas por favor. En cuanto a la carta, te recomiendo que la quemes, si alguien la ve, sería tu fin. -Señaló a Cinthya.
Dio media vuelta y caminó pesadamente por los monumentales pasillos de mármol del palacio. El aire golpeaba su cuerpo, con aquel mismo viento gélido que ondeaba las vaporosas telas de tonalidad cremosa. Suspiró agitada y alcanzó a la rubia.
Natalia liberó algunas lágrimas de sus ojos, se hundió en la desesperación y golpeó sus piernas nerviosa, a modo de liberar su zozobra por lo acontecido aquella tarde. Alguna vez juró a sus padres reclamar venganza, no permitiría que el nombre de los Schwarz fuese eliminado por las ordenes de una incompetente emperatriz, deseosa de poder, pero todo iba en su contra en ese momento. Apretó su puño con fuerza.
-Hay que darles tiempo -opinó Cinthya.
-Es más fácil morir que continuar con este absurdo plan. -Levantó su mano y arrugó nuevamente la carta-. Lo mejor es olvidar esto.
Cinthya no dijo nada.
-Deberías de largarte o Michelle también podría matarte, como lo hizo con mis padres -dijo con un llanto visible en sus ojos.
La morena salió de la habitación, mientras guardaba la carta de Muzania, en tanto, Cinthya suspiró, apagó las luces de la gran habitación y se alejó con desgana del cuarto.
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Ashlin y Prince caminaban en silencio por los corredores de la imponente infraestructura blanca, donde residían los emperadores del planeta. Los ventanales cristalinos daban una vista al poniente de la ciudad superior, lo que regalaba a los transeúntes una vista hermosa de aquel privilegiado recinto de inmortales.
Prince no evitó el hecho de quedar deslumbrada por la maravillosa efigie frente a sus ojos: el cielo amalgamaba matices dorados y rojos, que, resplandecían a espaldas de los fulgentes edificios; los verdes prados adquirían una variedad de tonalidades conjugadas perfectamente, entre el verde césped y el anaranjado cielo. Los límpidos ríos se extendían a lo largo de las orillas de la ciudad, los cuales aparentaban discurrir rutilantes piedras preciosas, mientras que la fauna natural del planeta se embonaba perfectamente con las edificaciones futuristas de la ciudad.
Suspiró. El sentimiento de nostalgia, a pesar de la fervorosa vista, le inundó el alma.
-¿Crees que deberíamos apoyar a la chicas? -cuestionó Prince.
Ashlin acompañó a la castaña, miró con atención el paisaje, pero no percibió nada, al menos, no de la misma manera que la joven a su lado.
-Dejemos que el tiempo nos dé una respuesta.
Prince limpió sus lágrimas y asintió.