Capítulo 2 1. Después de las vacaciones

Era lunes y volvía a mi trabajo después de disfrutar de dos semanas de vacaciones en la playa con mi perfecta familia. Como todos los veranos, no había conseguido coger nada de color y no sería por no haberlo intentado, pero mi piel siempre ha sido así. Paso del blanco nuclear al rojo cangrejo, nunca consigo un color intermedio, no.

Era un día muy caluroso, tan sólo llevaba dos minutos caminando por la calle y ya sentía toda mi ropa bien pegada a mí por la gran cantidad de sudor que había desprendido mi cuerpo. Caminaba rápido por las calles de mi barrio para llegar a mi trabajo lo antes posible y refrescarme junto al aire acondicionado. Mi barrio era un lugar muy tranquilo; había muchas unifamiliares de dos plantas con cochera y un pequeño jardín, todas eran muy parecidas y estaban construidas con ladrillo gris y un tejado oscuro. Había muchos parques por los alrededores, cosa muy necesaria ya que vivían muchas familias con niños pequeños. También había un buen colegio al que asistían mis hijos y varios bares y restaurantes por la zona. Para mi, siempre ha sido el mejor barrio de la ciudad, alejado del bullicio del centro y sin tanta aglomeración de vehículos en la carretera; era el barrio perfecto para vivir.

Llegué a mi trabajo muy acalorada y lo primero que hice al llegar fue ponerme en la salida del aire acondicionado para refrescarme. Después, fui al vestuario a ponerme el uniforme de trabajo, que constaba de una camiseta de manga corta azul y unos pantalones grises oscuros. Me puse también mis deportivas negras, que eran las más cómodas que tenía, me las ponía con unas plantillas de gel para evitar que me dolieran mis horribles pies planos.

- Buenos días, Valeria. ¿Qué tal han ido las vacaciones?- me preguntó Miriam, mi compañera de trabajo y gran amiga desde hace varios años.

- Oh, muy bien, pero han sido bastante cortas. Estás dos semanas hemos estado en el apartamento de mi familia, como todos los veranos, ya sabes- le respondí-. ¿Tú qué tal lo has pasado en vacaciones? ¿Al final te fuiste a algún sitio?

- Una auténtica pasada, me fui con varias amigas una semana a las Islas Canarias. Es un lugar muy bonito con mucha gente, súper bien, tía, para repetir. Menudas fiestas montan allí.

Miriam era una chica delgadita y morena, de ojos marrones, mucho más bajita que yo. Llevaba unas grandes gafas gruesas de color negro, bastante guapa a mí parecer. Ella tenía entonces veinticinco años, cinco años menos que yo, y estaba soltera, sin hijos ni nada que la atara, así que llevaba un ritmo de vida diferente al mío. Me gustaba escucharla cuando me hablaba acerca de las innumerables fiestas a las que asistía y de los hombres que conocía y a los que también se ligaba, que no eran pocos. Era como un don Juan, pero en mujer; podría decirse que era una doña Juana, supongo.

- Voy a sacar más productos del almacén, no todas tenemos la suerte de trabajar tan solo cuatro horas y poder entrar tres horas más tarde al trabajo...- me dijo Miriam con sarcasmo mientras salía del vestuario. Siempre me decía lo mismo, le fastidiaba que yo solo fuera a trabajar cuatro horas, mientras que ella tenía que trabajar las ocho horas completas. Yo entraba a trabajar tres horas más tarde que el resto de mis compañeros y salía una hora antes que ellos, para poder ir a recoger a mis hijos al colegio.

- Ya sabes, ten hijos y podrás cogerte reducción de jornada - le dije burlándome y la seguí afuera del vestuario para empezar mi jornada de trabajo.

- Primero tendré que encontrar con quién- dijo riendo-. Por cierto, ¿a qué no adivinas quien ha vuelto hoy al trabajo?

- Sorpréndeme...- le dije negando con la cabeza, pues había varios compañeros de baja o que se habían cogido excedencia y no sabía a cual de todos se refería.

- ¡Bergara ha vuelto!

Al principio me quedé un poco pensativa, hasta que caí en la cuenta de a quien se refería.

- ¡Ah, vale! Álvaro ha vuelto por fin de su excedencia- le dije alegremente-. Ha estado un año o así de excedencia, ¿verdad?- pregunté pensativa y Miriam asintió-. Tengo entendido que se fue al pueblo a vivir con su novia, que raro que haya vuelto a la ciudad...

- ¡Te vas a quedar alucinada cuando lo veas! No parece él, ha cambiado mucho...¡Míralo, ahí está!- dijo señalando a un chico que se acercaba a nosotras.

Me giré y lo vi, ahí estaba mi compañero, Álvaro Bergara, pero no como yo lo recordaba: su acné había desaparecido y estaba mucho más fuerte y musculoso que cuando lo vi la última vez, lo único que no había cambiado era su característica sonrisa, ya que él siempre estaba sonriendo. He de reconocer que en ese momento pensé que Álvaro estaba mucho más guapo que antes.

Siempre he sido una persona bastante introvertida a la que le ha costado siempre conocer gente, y conforme él se acercaba a mí comencé a sentir bastante vergüenza y a ponerme un poco nerviosa, ya que me daba la sensación de que él era un total desconocido para mí. Parecía que era la primera vez que lo veía, podría decirse que era la segunda primera vez que lo hacía.

            
            

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