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Pasó la semana muy despacio, ya que estaba ansiosa porque llegara el viernes por la noche para ir a cenar con mis compañeros. Mi marido se iba a quedar con los niños esa noche y yo podría ir a una de las cenas que hacían mis compañeros a lo largo del año. Después de pasar varios años sin poder ir a ninguna cena, creo que ya tocaba.
Ese viernes llegué al trabajo muy contenta, con ganas de ver a Miriam para hablar sobre el modelito que nos íbamos a poner esa noche. La busqué por todo el supermercado y no estaba, así que fui al almacén a buscarla. La busqué por los pasillos del almacén, pero no estaba por ninguna parte. La seguí buscando hasta que alguien que vino por mi espalda, empezó a darme pequeños tirones en el pelo. Me giré y ahí estaba, Álvaro, con una de sus características sonrisas.
-¿No estarás buscando a Miriam?
-Si, no la he visto por ninguna parte, ¿sabes dónde está?- le pregunté con interés.
-Ha llamado esta mañana y ha dicho que se encontraba muy mal, que debía de tener anginas y mucha fiebre, así que no ha venido a trabajar...
-¿En serio?- pregunté sorprendida y Álvaro asintió- Que mal, supongo que no irá a la cena de esta noche. Entonces creo que yo tampoco iré, no tiene mucho sentido que vaya sin ella...- dije con pesar.
-¿Por qué no?- me pregunto confundido.
-Porque no sé si me divertiré sin ella. Siempre que he salido lo he hecho con ella, es mi compi de copazos y nos apoyamos para alejar a los tíos babosos...
-Ven a cenar, Valeria- me dijo con decisión-. Aunque ella no esté, ya estaré yo. Te invitaré a unos buenos copazos y alejaré de ti a los babosos. Ya verás como lo pasaremos bien...
-Esta bien, te tomo la palabra- le dije tímidamente. No pude decirle que no, mirándome con esa cara y esos ojos...
Me fui a casa deseando que llegara la noche para ir a cenar con mis compañeros. Aunque si soy sincera, lo que más deseaba era ver a Álvaro, estaba muy ilusionada de saber que lo iba a tener pendiente de mí toda la noche.
Se acercaba la hora de la cena y ya me había duchado y arreglado el pelo y también me había dado un sencillo maquillaje; solo me faltaba elegir la ropa que me pondría. Elegí unos pantalones vaqueros que me hacían buen trasero y una camiseta negra de tirantes con algo de escote, pero tampoco demasiado ya que no quería que pareciera que iba provocando. Me puse unos zapatos negros con poco tacón, pues con mis horribles pies planos era imposible llevar un tacón exagerado, y un bolso a juego. Después fui al restaurante donde había quedado con mis compañeros.
Cuando llegué, vi que mis compañeros ya estaban dentro, menos Álvaro, que estaba en la entrada del restaurante fumando un cigarro. Estaba guapísimo con unos pantalones vaqueros ajustados y una camiseta blanca también ajustada, con la que se apreciaban mejor sus musculosos brazos y sus anchas y fuertes espaldas. Estaba tremendo.
-Hola Valeria. Estás muy guapa- me dijo al verme y yo sonreí tímidamente-. ¿Entramos?
Yo asentí y entramos al restaurante con los demás. La cena fue bastante amena, Álvaro se sentó a mi lado y nos reímos mucho con nuestros compañeros, además la comida estaba exquisita.
Después de cenar y tomar unos cubatas, la mayoría de mis compañeros se fueron a casa. Yo pensé en irme, pero Álvaro no dejaba de insistir en que fuéramos con dos compañeros más al bar que había justo al lado del restaurante, y yo accedí a su petición.
El bar era bastante grande con música moderna y había mucha gente joven; había un buen ambiente. Álvaro me invitó a una cerveza y después nos bebimos un cubata. Luego pasamos a beber unos cuantos chupitos de tequila y de bebidas que ahora mismo no recuerdo cuáles eran. Y cuando quisimos darnos cuenta, ya íbamos los dos sobrepasados de alcohol. Hacía mucho tiempo que no me emborrachaba de esa manera.
Un chico se acercó a mí y me dijo que me invitaba a tomar algo y yo, como iba tan ebria me pareció bien, en ese momento solo pensé "bebida gratis", así que me fui con él sin avisar a Álvaro, quien estaba en el cuarto de baño en ese momento. Aquel chico me invitó a un cubata, pero sus intenciones iban más allá.
-Guapa, ¿qué te parece si nos vamos a dar una vuelta?- me dijo mirándome de arriba abajo.
-Lo siento, pero no puedo. He venido con unos amigos y tengo que volver con ellos...- le dije intentando librarme de él pero era demasiado insistente, menos mal que Álvaro vino a salvarme.
-Hola, ¿que pasa aquí? ¿Qué intentas con mi mujer?- le dijo Álvaro haciéndose el indignado.
-¡Perdona, tío! No sabía que estaba con alguien...- se excusó y se fue rápidamente espantado por la presencia de mi supuesto hombre.
Álvaro me cogió de la mano y me llevo a la pista de baile, donde nos pusimos a bailar. Estuvimos bailando un buen rato hasta que Álvaro se acercó a mí y me abrazó con fuerza. Iba muy ebrio y apestaba a alcohol, al igual que yo.
-Valeria, no te vuelvas a alejar así de mi. No sabes lo que me he preocupado al no saber donde estabas- me dijo al oído gritando bastante para que pudiera oírle porque la música del local estaba bastante alta.
-Lo siento...- fue lo único que supe decirle, pues estaba demasiado nerviosa por tenerle tan cerca de mi.
-A partir de ahora vas a quedarte aquí conmigo y no irás a ningún lado sin mi, ¿de acuerdo?- me dijo y yo asentí tímidamente.
Él volvió a abrazarme con fuerza y estuvimos bailando así de pegados durante un buen rato. Cuando nos quisimos dar cuenta ya estaba amaneciendo y el local estaba a punto de cerrar. Yo me aparté de Álvaro para decirle que teníamos que irnos ya, pero entonces él me cogió de la cintura y me acercó hasta él. Lo miré a los ojos y vi que se acercaba hacia mí, parecía que tenía intenciones de besarme... entonces, me aparté.
A día de hoy sigo sin saber seguro si Álvaro quiso besarme aquel día o solo fue cosa mía, pero de lo que si estoy segura es que ese día se puso mi mundo entero patas arriba por él y nada más que por él.