Camino directo al armario de mi madre y encuentro una caja de madera muy bien conservada, envuelta en un manto blanco. Salgo corriendo de la habitación, cerrando la puerta, y llego a mi cama. Abro la cajita y encuentro un hermoso collar. Su cadena es de plata antigua y tiene un dije en forma de círculo con un diamante en el medio, de color blanco. Es bastante pequeño, cualquiera que lo vea diría que es de fantasía, pero no me lo pondría, lo guardaría como un tesoro.
Mis lágrimas comienzan a correr, mi madre era especial incluso en sus últimos momentos. Me siento morir de tristeza, comienzo a llorar desconsoladamente. Pero el sonido de la puerta no me permite seguir desahogándome, me limpio las lágrimas y voy a abrir apresurándome porque no quiero que mi hermana se despierte.
Bajo las escaleras lo más rápido que puedo, al abrir, me encuentro a un señor de avanzada edad con traje de mayordomo. Es el mismo que vino ayer, pero esta vez se encuentra acompañado de 7 chicas más, vestidas como personal de servicio.
-Señora Flecher, el señor Marcos nos ha enviado con cosas que usted necesita. Por favor, no se niegue e indíqueme dónde está la cocina y la alacena.
Lo miro fijamente, pero él no está jugando. Sé que no va a negarse, ni siquiera marcharse, pero lo intentaría.
-Por favor, dígale a Marcos que no... -no me deja terminar la oración cuando entran directo a mi cocina.
Este hombre es tenaz y rápido. Abre la nevera y coloca todo tipo de jugos, yogures, helados. Hay uno o dos de cada sabor. Guarda por lo menos dos kilos de cada tipo de verduras. En el refrigerador, veo que guarda carnes, pollo, chuletas, patas, pescados y, si no me equivoco, unas langostas. ¿Pero cómo diablos se preparan?
Cierra mi nevera y se dirige a los cajones, abriendo uno por uno. Coloca galletas de chocolate, fresas con azúcar glas, sin azúcar, caramelos, conservas y quién sabe qué cantidad de dulces más. En otro cajón, lo veo guardar pasta, arroz, café, azúcar, pasta y todo lo que una ama de casa necesita para no salir más nunca a la tienda. Lo que más me sorprende es que saca un enorme jarrón de vidrio con una cucharita también de vidrio. Dentro de él están varios tipos de especias. Puedo oler el romero, qué delicia.
-Señorita, podría indicarme dónde está el lavadero -sigue mirándome fijamente.
-Está por allá -digo señalando el pasillo que da con la lavandería.
Se dirige allí y una de las chicas coloca una cesta con diferentes cosas para lavar, incluyendo suavizante. Dentro de una bolsa que me entregan, encuentro todo tipo de productos de aseo personal. Hasta un segundo marido. Este hombre definitivamente es insufrible.
-Señorita, debemos retirarnos. Mañana vendrá la enfermera para su hermana. El señor pasará por usted más tardes de las siete. Quiere que esté lista y, por favor, no vaya a ponerse ese horrendo vestido negro -él me mira con una sonrisa enorme, lo que me demuestra que se está divirtiendo.
-Caminamos directo a la puerta. Él se voltea y me entrega una tarjeta.
-¿Qué es esto? ¿Por qué me trae todas estas cosas? Se supone que me mudaré con él.
-Esa es su nueva tarjeta, no tiene límites. Por favor, úsela para que cubra sus necesidades. Compre ropa para usted y su hermana, coma helados, pague con ella.
-Llévesela, no la quiero -digo entregándole la tarjeta.
Me niego a ser una mantenida, seguiré trabajando.
-Señorita, no haga las cosas más difíciles. El señor Flecher no es mala persona. Le agradezco mucho lo que está haciendo por él, pero aproveche esta oportunidad. Usted ha perdido a su madre, lo que de verdad siento mucho, pero necesita ayuda. No siempre puede hacerlo sola.
Lo veo marcharse, suspiro frustrada, cierro la puerta y entro a la habitación. Mamá, cuanto te extraño y es el primer día sin ti. Aún faltaba lo que me restaba de vida.
Cuando ya me estoy quedando dormida, suena el timbre de la puerta. ¡Bendito sea Dios! ¿Será que no voy a poder intentar dormir? Bajo corriendo las escaleras, abro la puerta y me quedo mirando al hombre que no me deja dormir.
-Vine a acompañarte. Mi mayordomo me dijo que estabas llorando y no se equivocó, tus ojos están rojos -coloca su mano en mi mejilla. Ese simple gesto me hace sentir extraña. Mi corazón palpite de emoción, pero debía controlarme. Esto era solo un acuerdo, él jamás se fijaría en mí.
-No te pedí que me acompañaras. Creo que ya estás tomando muchas atribuciones que no te competen -digo seria, dejándolo entrar.
-Eres mi esposa, ¿qué pretendes? Tengo que apoyarte.
-Soy tu esposa de mentira. Sabemos que no andarías con un cuervo.
-Tienes razón, andaba cerca y decidí venir. ¿Dime dónde puedo dormir? -pregunta con su chulería. No podría entenderlo, tiene un carácter volátil.
-En el sillón.
-«Oh no, querida cuervo». Duerme tú en el sillón.
¡Uff! Este hombre me pone de los nervios.
-¿Qué? No, no. Tú viniste porque quisiste. Yo no te llamé -contesto casi al borde del llanto. Esta situación me superaba, estar sin mi madre me está consumiendo, no aguanto más y comienzo a llorar desconsoladamente. Me siento en el suelo y mis lágrimas corren sin parar.
-Es jugando, cariño. Dormiré en el suelo, en la calle si tú quieres -se agacha y me carga.
Me pregunta dónde está mi habitación y me lleva hasta ella. Me mete en la cama y busca su teléfono.
-Vamos a ver una película, o sea, yo tengo Netflix en mi teléfono.
Resulta que la película logra llamar mi atención. Se trata de una historia de amor. Yo también quiero alguien que me quiera así. La historia está basada en una novela de Nicholas Sparks, quien cuenta la historia:
Tras el divorcio de sus padres, Ronnie Miller (Miley Cyrus) se ve obligada a dejar Nueva York para pasar el verano en un pequeño pueblecito del sur de EEUU con su padre, Steve (Greg Kinnear), con quien no se lleva nada bien.
La única forma que Steve encuentra para acercarse a su rebelde hija es la música, la única pasión que ambos comparten. Mientras la relación entre ambos va mejorando, Ronnie conoce a un chico del pueblo del que se enamora. Pero la historia toma un giro dramático cuando Ronnie descubre que su padre está gravemente enfermo y apenas le quedan unos meses de vida.
«¡Oh Dios!» Lloro mucho, mucho. La historia puede conmigo.
-¿Por qué lloras, cuervo? -pregunta acostado conmigo en la cama.
-La historia es muy bonita. Yo quiero alguien que me ame así -voy limpiando mis lágrimas.
-Lo tienes, cuervo.
-¿Qué dijiste? -pregunto.
-Nada, que ya duérmete.
Se levanta con una actitud muy rara. ¿Qué había hecho? ¿Por qué se pone así?
-¿Dónde vas? -pregunto.
-Al sillón de la sala. Nos vemos mañana.
-Llévate una manta. Están allí -señalo el clóset.
-Que duermas bien. Cualquier cosa, estoy abajo.
-Por cierto, aquí asustan -digo con malicia.
-Que no se te olvide que soy el diablo.
Me voy directo a la habitación. No sé por qué, pero duermo muy bien. Será porque