Capítulo 5 Sueños dulces, despertar amargo

Violeta dejaba su cama improvisada al lado del comedor y entraba a hurtadillas en su habitación, Noah la esperaba y hacían el amor, el cuerpo desnudo de Noah era enviciante.

Al terminar, Violeta se quedaba un rato acurrucada en el pecho de Noah, respirando su olor, escuchando sus latidos que parecían un reloj, un reloj que le recordaba lo rápido que pasaba el tiempo cuando estaba a su lado. Nunca quería que las noches se acabaran, quería quedarse ahí y despertar con los ojos de Noah observándola, pero no podía. Se obligaba a levantarse y volvía al comedor. Dormía con una sonrisa en los labios del tamaño de una luna menguante.

El domingo, Violeta se quedó dormida, se desvelaba con Noah y el sueño le pasaba factura en las mañanas. Preparó el desayuno para tres, como todos los días durante las últimas dos semanas. Ella y su padre se sentaron a la mesa.

―El joven Thorsen se ha quedado dormido ―dijo Violeta haciéndose la tonta aunque sabía que el motivo de los desvelos de Noah era ella, y eso le resultaba satisfactorio.

―¡Oh! No, el joven Thorsen se ha ido muy temprano, antes del amaneces ha salido con todas sus maletas ―la suave sonrisa en los labios de Violeta desapareció de golpe, siendo sustituida por una mueca de desagrado ―Ha vuelto a la ciudad, tenía asuntos que atender; una boda, algo así escuché.

―¡¿Qué!? ―preguntó Violeta deseando que las palabras de su padre no fueran ciertas

―Sí, los constructores se demoraron y él no podía seguir perdiendo el tiempo ―el padre de Violeta llevó una cucharada de avena a su boca, algunos residuos del líquido espeso se le quedaron en el bigote.

―Discúlpame padre ―se levantó y le costó un mundo mantenerse de pie, sentía que su cuerpo era un cascarón vacío, sin alma; sin espíritu, in fuerza ―me siento un poco mal, iré a recostarme.

―Espero que no sea esa peste ―dijo su padre mientras Violeta se alejaba con pasos lánguidos ―los vecinos están en cama ―¡VAYA! De verdad espero que no sea, el miércoles abordaremos el barco a Brenof ―esas palabras le dieron a Violeta el golpe final. Noah se había ido sin avisarle y ahora ella se iría a Brenof, no lo vería nunca más.

Se acurrucó en su cama, envuelta en las sábanas, la tela aún conservaba el olor de Noah. Lloró desconsolada. Pero en un momento de lucidez, decidió que no se echaría a morir por un chico. Le había entregado su inocencia y él se había marchado, pero ¿qué esperaba? Él era un citadino rico y ella una campesina. Era imposible que él cumpliera con su deber de caballero y la desposara, se sintió ingenua por pensar que eso sucedería.

Había sido deshonrada, pero aquello no era el fin del mundo, para una chica común lo sería, pero no para Violeta, a ella no le importaban esas tonterías de la virtud femenina y de mantenerse pura hasta el matrimonio.

Se levantó de la cama y fue por un libro, leer le haría bien. Pero entonces notó que su baúl no estaba, su mandíbula se aflojó y la boca se le abrió inconscientemente. El único que sabía de su baúl y que tenía acceso a él, era Noah. Pero no entendía por qué Noah se llevaría su baúl. Buscó con la mirada en toda la habitación, no es que hubiera muchos lugares donde buscar, era una alcoba diminuta, con un armario viejo con la madera comida por las polillas, las puertas no encajaban bien y las bisagras hacían un ruido del demonio, al lado, una pequeña mesa y en la esquina; la cama. Nada más.

Violeta salió de la habitación como un rayo mientras limpiaba las lágrimas.

―¿Llevaba un baúl? ―preguntó eufórica a su padre, él estaba a punto de meter una hogaza de pan en su boca y se quedó paralizado ante laa pregunta de Violeta - Mi baúl, el viejo baúl ¿lo llevaba consigo?

―¿quién? ¿de quién hablas? ―preguntó con tono pausado

―Ese chico Thorsen ¿se ha llevado mi baul?

―Ehh ―el padre de Violeta hizo una pausa ―sí, me ha dicho que tú se lo has regalado―¿qué pasa con el baúl, no entiendo. Esnun baúl viejo y feo.

Violeta resopló, caminó a zancadas a la salida de la cabaña. Caminó unos cuantos metros en dirección a los sembradíos, una llovizna caía ligera humedeciendo todo el campo e iluminando la piel entre dorada y canela de Violeta. Se quedó ahí parada, observando los diferentes tonos de verde de los campos de Mérinton mientras pensaba qué hacer. No podía decirle a su padrpor que ese viejo baúl era tan importante. Pero tal vez era momento de decirle la verdad, tenía que saber de una vez por todas del baúl, de las cartas de todo, tal vez saberlo todo lo animara a echar para atrás la venta de la granja, quizás hasta podría ayudarla a recuperar el baúl. Se dio media vuelta y caminó de regreso a la cabaña.

Cuando estaba cerca de la entrada, escuchó un silbido, se dio media vuelta un niño pelirrojo con el rostro lleno de pecas que vestía solo un pantaloncillo ajustado en la cintura con una soga le hizo señas de lejos, Violeta caminó hacia él.

―¿Eres Violeta? ―preguntó el pequeñín con voz aguda, ella lo miraba con el ceño fruncido, se frotó los ojos que estaban empañados por la llovizna

―¿Depende? ¿quién quiere saber? ―respondió

―Esto es para Violeta ―el niño dijo esas palabras mostrándole un pedazo de papel, no llegó a ponerlo en la mano de Violeta, solo lo soltó y corrió hacia los campos, Violeta miró el trozo de papel caer despacio al suelo, como acunado por el viento, lo cogió y leyó lo que decía mientras las gotas de lluvia que se habían hecho más gruesas, caían sobre la tinta deformando las letras.

Violeta arrugó el papel y lo metió en el bolsillo de su delantal, un escalofrío la recorrió entera desde la coronilla hasta la punta de los dedos de los pies.

            
            

COPYRIGHT(©) 2022